Por Mariano Blejman
Estamos cansados del
doble discurso, afirma Juan Strano, delegado de la agrupación
M.U.R.G.A.S., ante la Comisión de Carnaval de la Secretaría
de Cultura del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Por un lado
el gobierno de la ciudad dice que apoya el Carnaval como expresión
popular y, por el otro, nos hace la vida imposible, nos pone una traba
detrás de la otra, sentencia. El problema entre las murgas
organizadas y el gobierno surge ante la inminencia del Carnaval, para
el que aquellos se preparan durante prácticamente todo el año.
Las murgas iniciaron una ofensiva, dispuestas a protestar antes
de que sea tarde. La agrupación, vale la pena recordar, fue
impulsada por el propio gobierno porteño, cuando era su máxima
autoridad el actual presidente Fernando de la Rúa.
La Comisión de Carnaval, que depende de la Secretaría de
Cultura, cuenta con un presupuesto de 300.000 pesos, otorgado por el gobierno
de la ciudad, que se gastan casi totalmente en los corsos públicos
que recorren la ciudad en busca del rey Momo, dios del Carnaval. Una ordenanza
de la Legislatura porteña declaró este año al Carnaval
Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. De esa dualidad entre
el discurso y los hechos hablan los murguistas. Hemos presentado
un proyecto para realizar los pedidos de corso, pero nos están
bicicleteando hasta morir. Nos tienen de un día para el otro con
papeles y formularios. Y nosotros lo único que queremos es reunir
la comisión para aprobar el desfile de los corsos y pedir los permisos
de cortes de calle. Pero no hay una decisión política del
gobierno de apoyarnos, argumenta Strano. En tanto, ya se inscribieron
cuarenta murgas para el corso oficial.
La agrupación, cuya sigla significa Murgueros Unidos Recuperando
y Ganando Alegría Siempre, representa a unas ochenta murgas de
toda la ciudad, entre las que se encuentran nombres como Los descontrolados
de barras, Los cometas de Boedo, Gambeteando el empedrado, Los asaltantes
de la rima, Los crotos, Los quitapenas, Los impacientes de Palermo, Arrabales
de ilusión, Los viciosos de Almagro, Vamo en esa o De paso cañazo,
entre otras. Entre los problemas que tenemos detalla el murguista
organizado es que nos dan los permisos para ensayar por treinta
días, pero se nos terminaron en diciembre y ahora estamos peleando
porque nos den los permisos de enero. Nos dicen que nos apoyan, pero no
podemos ensayar. En definitiva, lo que pedimos es una decisión
política del gobierno que nos permita trabajar en mejores condiciones.
Strano tiene 47 años y hace 42 que sale a bailar en murga. En 1974
fundó Los elegantes de Palermo. Mi señora, mis hijos
y mis nietos han pasado por la murga. Esto es casi mi vida, argumenta.
El Carnaval desapareció por ley en 1977, por decisión de
la dictadura militar. La fiesta incluía un lunes y martes de feriado
nacional, lo que venía a significar cuatro días de fiesta
en las calles, lo que para los militares era intolerable. Lo que
querían los militares era quitarle la alegría a la gente,
porque la murga provoca alegría. Sin embargo, ahora se ha hecho
más fino. Incluso nos invitan a tocar a los casamientos y los cumpleaños.
Antes eso no existía, era como cuando el tango era prohibido.
Con la vuelta de la democracia la ordenanza de los militares no fue derogada.
En la murga, hay una tradición según la cual los mejores
y más graciosos cantos se dirigen contra el poder, recuerda Strano.
Nosotros no queremos competir contra el poderoso, tratamos de que
mucha gente se divierta. Pero tal vez el gobierno tenga miedo de que nos
burlemos de él. A pesar de ello, el año pasado el
mismo gobierno propulsó un espectáculo carnavalesco en donde
participaron los elencos del teatro San Martín, el Colón,
el Alvear, conducidos por Roberto Carnaghi y María Fiorentino,
con la idea de reflotar un festejo perdido en los años de plomo.
Esto es básicamente un divertimento gratis, que en estos
momentos de crisis no viene nada mal. Por eso creció y también
porque la gente le fue perdiendo un poquito el miedo, detalla Strano.
Antes pensaban que éramos borrachos, peleadores y drogadictos,
y ahora la gente sabe que eso pasa en cualquier lado. La cuestión
es que en estos momentos a las murgas les cuesta mucho salir. Tiene que
haber una entidad civil que las respalde para que lo recaudado tenga un
destino que puede ser el Hospital de Niños o un centro de niños
discapacitados. En definitiva, lo que nosotros buscamos es un destino
feliz.
Los talleres de Gabo
La Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI),
creada y dirigida por el Premio Nobel Gabriel García Márquez,
con sede en Cartagena de Indias (Colombia), ofrecerá entre
el lunes 22 y el viernes 26 de este mes dos talleres de perfeccionamiento
dictados por sendos maestros. El Taller de Fotoperiodismo está
a cargo de Susan Meiselas, reportera gráfica estadounidense
cuyo trabajo en América Central obtuvo repercusión
mundial a partir de su publicación en medios como The New
York Times, el Times londinense y el Paris Match. Ganadora de la
medalla de oro Robert Capa y del Moors Cabot por su cobertura de
la guerra en Nicaragua, Meiselas dictará el curso sólo
para quince fotógrafos que acrediten tres años de
experiencia y envíen su currículum ingresando en la
página www.fnpi.org. El Taller de Crónica, en tanto,
estará a cargo de Alma Guillermopietro, mexicana que se desempeñó
como corresponsal del diario inglés The Guardian y The Washington
Post, y fue jefe del área latinoamericana del semanario Newsweek.
En este caso, la planta de participantes será de doce periodistas
y el requisito es enviar un relato autobiográfico de no más
de mil palabras, y dos trabajos periodísticos en formato
de reportaje o crónica. La inscripción cerrará
hoy a las 24.
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