Un cierre de madrugada con Sting mucho más inspirado que en su
anterior visita a Brasil puso punto final a las 2 de la madrugada de ayer,
a la primera, e involvidable, velada de Rock in Rio 2000. En la calidad
del show del inglés tuvo que ver tanto la elección del repertorio,
que balanceó con sabiduría su mejor material solista con
varios clásicos de The Police. Cuando en el final de la velada
sonaron unas potentes versiones de When the world is running down,
you make the best of whats still around (de Zenyatta Mondatta)
y el megahit Every breath you take (de Synchronicity), la
multitud reunida en la Cidade do Rock estalló en una ovación
que sólo se calmó para seguir, casi en trance, un mágico
bis final con Fragile. Sting se presentará el martes
en Buenos Aires, en lo que será su quinta visita a la Argentina
en los últimos veinte años.
El mágico final del show del ex Police fue la mejor postal para
un primer día que comenzó con pañuelos blancos al
viento, una niñita rubia haciendo sonar una campana que llamó
a tres minutos de silencio y una serie de actuaciones de artistas locales
que dejó bien alto el orgullo brasileño. La primera aparición
de Milton Nascimento y Gilberto Gil dejó algunas dudas sobre su
grado de compromiso con Imagine, pero los sendos shows que
entregaron después hicieron olvidar incluso a la orquesta sinfónica
y su popurrí easy listening de clásicos como Eleanor
Rigby (The Beatles), Satisfaction (Rolling Stones) y
We are the champions (Queen). Al frente de una banda nutrida
y sólida como una roca, Milton levantó a la concurrencia
con Caçador de mim y María, María,
invitó a Marcio Borges para Clube da esquina y le cedió
la posta a Gil, quien a puro oficio dio un show breve pero impecable,
vertebrado por las canciones de Quanta.
Y si el cantautor folk estadounidense James Taylor bajó los decibeles
hasta serenar a todos con canciones como Caroline, Smiling
face y Youve got a friend, inmediatamente el escenario
fue ganado por el huracán de Daniela Mercury, que puso todo, pero
todo, para armar una auténtica fiesta de alegría brasileña.
La cantante bahiana se movió por todo el escenario, bailó,
arengó, provocó el coro general y se despidió, como
no podía ser de otra manera, con su mayor hit, O canto da
cidade, dejándole el escenario al englishman rubio que parece
haber vencido al tiempo genético. Taylor aparecería luego
en el largo recital de Sting, como invitado.
En perfecta forma, Sting fue de Well be together a Roxanne,
de Seven days a Brand new day y de If I
ever lose my faith in you a Every little thing she does is
magic, manejando al público con la sapiencia que le dan los
años y apoyándose en una banda en la que descollaron el
guitarrista argentino Dominic Miller y el baterista Manu Katché.
Con menos dosis de jazz y más calor rockero, el bajista y cantante
cerró a todo vuelo una primera fecha en la que sólo hubo
que lamentar embotellamientos y desmayados por el calor, la presión
sobre el escenario y la ingesta excesiva de alcohol o drogas.
Al cierre de esta edición, el festival brasileño esperaba
a dos pesos pesados que también bajarán en breve a Argentina:
Beck y REM son la cereza de una torta que se fue cocinando desde temprano,
con los brasileños Cassia Eller, Fernanda Abreu y un atronador
set de los ya veteranos Barao Vermelho, que precalentaron la tarde para
el salvaje show de Foo Fighters, la banda liderada por el ex baterista
(hoy guitarrista y cantante) de Nirvana Dave Grohl. La fiesta, en rigor,
recién comienza.
Saldremos borrachos
REM y Foo Fighters, dos de las grandes atracciones de la jornada
de ayer, fueron durante la tarde el centro de atracción de
la prensa. Mientras Michael Stipe, cantante de REM, se enfrentó
a los periodistas en el Copacabana Hotel escudado en sus gafas negras
y alegando que Esto es muy embarazoso, su compañero
Peter Buck ofició de portavoz del grupo al decir que En
realidad, nunca supimos qué hacíamos con nuestra música.
Apenas seguimos nuestros corazones y afortunadamente logramos algún
éxito. Dave Grohl, en tanto, fue una especie de contracara:
el ex Nirvana apareció en la conferencia de prensa chorreando
agua, recién salido de la pileta del hotel, y se dedicó
a beber cerveza, eructar en el micrófono y disparar un chiste
tras otro. En este Rock in Rio vamos a hacer la misma porquería
de siempre, afirmó sin sonrojarse, para luego ponerse
algo más serio y detallar que No tengo más miedo
de tocar, y eso tiene mucho que ver con cada uno de los integrantes
del grupo, que ahora está en su mejor momento. El baterista
Taylor Hawkins, por su parte, prefirió seguir en la vena
humorística... o no tanto: Saldremos al escenario completamente
borrachos.
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