Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
ESPACIO PUBLICITARIO


EL PLAN DEL SHERIFF PARA COMBATIR LA VIOLENCIA EN EL FUTBOL
Javier Castrilli tiene un sueño

Es el presidente de la Comisión de Investigaciones sobre Seguridad en Espectáculos Deportivos, creada en la provincia de Buenos Aires, y aspira a que, para febrero, con el voto de la Legislatura, el ente se convierta en Secretaría del Estado provincial. Mientras, desarrolla un plan integral que incluye cuerpo de policías preventores especialmente formados e instancias sociales para integrar a las barras.

Por Gustavo Veiga

Se atribuye a Aníbal, aquel general cartaginés que cruzó los Alpes con una manada de elefantes, haber dicho: “Hallaré un camino o me lo abriré”. Con una convicción parecida, aunque a tono con estos tiempos de dificultades muy distintas, un hombre adusto, de mirada profunda y persuadido de que transita por el sendero correcto, habla de una empresa tan difícil como la de predicar en el desierto. Se trata de Javier Castrilli y sus ideas para encontrar un nuevo paradigma en materia de seguridad deportiva o, en otras palabras, para dejar de ser más de lo mismo. El ex árbitro tiene propuestas concretas: la creación de un cuerpo de policía especial –se denominarían preventores– con formación universitaria, un código de habilitación para los estadios, el registro único de infractores, la constitución del fuero contravencional deportivo, el estudio sistematizado de problemas sociales como las adicciones y el fomento de asociaciones democráticas entre hinchas son, entre otras, algunas de las ideas que impulsa el actual presidente de la Comisión de Investigaciones sobre Seguridad en Espectáculos Deportivos. Un ente que espera convertirse en Secretaría de Estado provincial con el voto de la Legislatura bonaerense.
La experiencia, precedida por un trabajo que comenzó a mediados de agosto, cuando el gobernador Carlos Ruckauf firmó el decreto 2827, es todo un desafío para quien, de un portazo, un día abandonó el arbitraje denunciando una serie de irregularidades que se cometían en la AFA. Y se entiende que es un reto complejo, al analizarse el lugar donde hoy trabaja Castrilli y los actores sociales con los que debe lidiar. El ex referí se desempeña nada menos que en el conflictivo territorio bonaerense, debe operar cambios en un sector de la policía con peor reputación del país y disuadir a hinchas que se ubican entre los más violentos del mundo.
Pese a todo ello, este personaje que dio sus primeros pasos en la política junto a Gustavo Beliz confía en que su plan tendrá éxito. En buena medida, sus pensamientos los difundió en un informe de 88 páginas que se presentó en la ciudad de La Plata durante el mes de diciembre pasado. Castrilli demostró con el esbozo de sus propuestas, y las actividades que encaró en un puñado de meses, que no esperaba ungirse en un cargo de secretario de Estado para actuar, aunque sí descontaba que contaría con el suficiente respaldo político para cumplir su tarea. Durante algunos días, su proyecto pareció zozobrar entre titubeos del gobernador y cierto recelo del ministro de Seguridad bonaerense, Ramón Verón. Pero ahora, con el horizonte despejado –durante una reunión reciente, Ruckauf le ratificó su apoyo–, al ex juez sólo le queda aguardar que los legisladores de Buenos Aires aprueben en febrero la norma que convertirá a su área en una secretaría que dependa directamente de la gobernación.
El paso siguiente sería la recepción de 500 efectivos de los 2 mil que incorporará este año la Policía Bonaerense, para trabajar bajo las nuevas normas de seguridad deportiva. El objetivo de máxima es reemplazar a todos los agentes que cubren los servicios ordinarios y adicionales de cancha con aquellos que se vayan modelando a imagen y semejanza de lo que sugieren Castrilli y sus colaboradores más directos: el comisario inspector Mario Gallina, el doctor Ubaldo López Castro y el licenciado Pablo Alabarces. Para conseguirlo, la fuerza especial debería componerse en el futuro de 3 mil integrantes, aunque la actual comisión supone que a mediados de este año estarían en funciones los primeros policías con instrucción diferente, uniforme diferente y, como sostiene el informe, con la función de “contribuir al arreglo pacífico de controversias y disputas”.
Se persigue que este grupo de efectivos profundice el estudio de materias como sociología, psicología, ciencias de la comunicación y ciencias jurídicas. En cuanto al modo en que operarán en los estadios, no llevarían armas de fuego, aunque sí algún tipo de protección. Además, necesitarán capacitarse en técnicas de defensa personal, lo que hacesuponer que ya no se verá más a un agente regordete corriendo sin poder alcanzar a un pibito que se esfumó saltando el alambrado.
Un dato que será clave y, al mismo tiempo, delicado para resolver, es el ingreso que percibirán estos policías especiales que, según Castrilli, no tienen antecedentes en el mundo. Hoy, un efectivo de la Bonaerense cobra 18,60 pesos el módulo de cuatro horas cada vez que le toca trabajar en una cancha. La diferencia con lo que percibe un uniformado de la Policía Federal es muy grande: 50 pesos el módulo. De ahí que una idea sea crear un fondo provincial para la seguridad deportiva, además de establecer en el futuro cuál será el porcentaje que le corresponderá a una provincia como la de Buenos Aires en la ley del Prode. Tampoco descarta el ex árbitro un convenio con la AFA y hasta con Torneos y Competencias (TyC), la productora televisiva que vivió en carne propia la inflexibilidad del Sheriff cuando en cierta oportunidad pretendió retrasar un partido para pasar una tanda publicitaria.
Quienes se vayan incorporando al cuerpo que dependerá de Castrilli recibirán capacitación y entrenamiento en la escuela de cadetes Juan Vucetich. Mientas tanto, los integrantes de la comisión continuarán con sus tareas en unas oficinas situadas en 4 y 51, de La Plata. Allí alumbraron algunas de las propuestas señaladas en el informe, como el fuero contravencional deportivo y el registro único de infractores. El primero apunta a juzgar las contravenciones de cualquier espectáculo deportivo con el objeto de, por ejemplo, descomprimir la tarea de los juzgados de paz, donde las infracciones que se cometen en las canchas a menudo prescriben o son archivadas. La segunda iniciativa tiene como meta conformar un sitio de consulta que hoy no existe en ningún ámbito, ni nacional ni provincial.
También se sugieren medidas que exceden el marco jurídico y, porque tienen un perfil reformista, podrían generar ciertas expectativas: la relación con las hinchadas mediante la convocatoria “al diálogo con grupos organizados o no; canales permanentes de consulta y reclamos (buzones, web, e-mail, líneas telefónicas gratuitas); apoyo a iniciativas tendientes al establecimiento de asociaciones democráticas y legales entre hinchas”; la difusión intensiva de las normas a través de “la entrega de volantes en los estadios” y el respaldo “político, administrativo y financiero a los clubes que desalienten los hechos de violencia y restablezcan lazos sociales y comunitarios con su territorio de influencia”.
Del trabajo que el ex referí y su gente desarrollaron en los últimos meses del 2000, además de las propuestas que se ofrecen, surgen datos relevantes sobre las consecuencias de la violencia en los partidos de fútbol y que no han sido difundidos porque los tapa el fárrago de datos que, a menudo, arrojan esos mismos incidentes (llámese muertos, heridos, detenidos). Por ejemplo, que los inmuebles más cercanos a las canchas se deprecian en su valor, en porcentajes que llegan hasta un 25 por ciento con respecto a las viviendas más alejadas de los estadios. O que durante el año pasado, TBA, la empresa que controla los ferrocarriles privatizados, calculó los daños cometidos contra las personas en 100 mil pesos. También se aporta el resultado de la consulta efectuada a una empresa que instaló varios sistemas de audio y video en escenarios ingleses (Derby County, Stoke City, Coventry City...). Esta arrojó que por 110 mil pesos podría equiparse una cancha en la Argentina con 24 cámaras, varios monitores y una consola de comando, a diferencia de los costosos sistemas ya adquiridos por instituciones como San Lorenzo, Boca o River.
Castrilli, como adelantándose a todos, ha ido ganando el desierto. Sabe que los hechos concretos tendrán más peso que la retórica hueca sobre la violencia. Espera su turno para salir a la cancha, como en otros tiempos. Aunque la próxima vez no lo hará vestido con pantalones cortos y pertrechado con el silbato y su tarjeta roja. Deberá decidir en otro ámbito y con otras armas. Su misión, no cabe duda, será mucho más difícil que dirigir un clásico


LAS CONVICCIONES DE UN HOMBRE DE BIEN
“No pactar con delincuentes”

Por G.V.

A Javier Castrilli se lo percibe entusiasmado como árbitro con silbato nuevo. Confía en sus fuerzas y en quienes lo secundan en su primera experiencia ejecutiva dentro de la política deportiva. La conversación discurre entre sus propuestas, sus metas y algunos conceptos que hacen pensar en una situación inexorable: de aquel espíritu justiciero con que deambulaba por las canchas no ha perdido ni un ápice. Por eso, cuando se lanza a describir esta nueva experiencia, sostiene sin hesitar: “Vamos a mandar al frente a quien sea, sin excepción”.
La dureza con que se refiere a ciertas conductas (“no voy a pactar con ningún delincuente”, afirma), enseguida da paso a un perfil más contemplativo, acaso más político: “También voy a escuchar a todo el mundo, no aplicaré la portación de rostro...”. Castrilli está indignado porque entre octubre y diciembre del año pasado se produjeron 400 detenciones en la provincia de Buenos Aires y, en ningún caso, se aplicó la ley de seguridad en el deporte, que agrava las penas para quienes sean encontrados culpables de un delito o una contravención.
“Yo vengo a sumar, a mejorar, no a llenarme la boca con diatribas contra la violencia. Considero que seguir dando charlas y propiciando debates es perder el tiempo. La Justicia está colapsada y debemos actuar”, declara. El ex juez quiere, entre otras cosas, “filmar todo lo que pase en las canchas”, porque “hay barras que trabajan con punguistas”, denuncia. Asimismo, promete que “las banderas largas no van a ingresar más” a los estadios que se encuentren bajo su jurisdicción.
Y, para que no queden dudas, a la pregunta acerca de cómo hará para evitar las presiones de ciertos dirigentes en un año electoral, responde sin titubear: “Me iré si las cosas no cambian, si pasa lo que usted me dice”. Por último, cuando la consulta apunta a su pasado como árbitro y a si lamentó haber dejado la actividad, contesta: “No me arrepiento de haber dejado esa carrera”.
Si hubiese continuado dirigiendo, Castrilli, quien hoy tiene 43 años, podría haber seguido como referí internacional durante dos temporadas más. Y algunas otras como juez en el medio local. Una encuesta realizada entre jugadores a fines del 2000 aportó como dato que, para ellos, ya no existe un modelo de árbitro confiable. La mayoría coincidió en que desde el alejamiento del Sheriff, el fútbol no volvió a ser el mismo

 

 

PRINCIPAL