Si
en las próximas dos semanas no hay cambios que alteren el actual
panorama, los analistas dan por descontado una nueva baja en la tasa de
interés de referencia de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED)
en la reunión del Comité de Mercado Abierto del próximo
31 de enero. Los pronósticos más cautelosos hablan de una
reducción de un cuarto de punto, que colocaría a la tasa
de referencia en 5,75 por ciento anual. Otros opinan que Alan Greenspan
podría rebanar hasta medio punto. En todo caso, esta vez la noticia
no resultará tan sorprendente como la rebaja de medio punto dispuesta
por la FED en la primera semana del año.
Las economías deudoras, como la argentina, están pendientes
de lo que resuelva la autoridad monetaria estadounidense en función
de evitar una brusca caída del nivel de actividad económica
de su país. Lo que hasta ahora es nada más que una desaceleración
podría convertirse en contracción si el consumo y la inversión
manifiestan un elevado grado de desconfianza. En una economía que
en la última década se acostumbró a crecer en forma
continuada y a tasas superiores al 4 por ciento, el aumento anual del
PBI del 2,2 por ciento en el tercer trimestre, que se habría repetido
en el cuarto, es un signo de alarma. Pero no es esto, precisamente, lo
que preocupa a los países deudores.
Si la FED observa signos de debilitamiento del consumo, bajará
las tasas para desalentar el ahorro y alentar el consumo y la inversión
productiva. Pero para la Argentina, esa misma política arroja otras
consecuencias más concretas: una baja de medio punto en la tasa
de referencia para los bonos estadounidenses (en dólares) significa
un ahorro en materia de intereses de la deuda pública a tasa variable
y en la de corto plazo que se renueva periódicamente. En el año,
medio punto menos de tasa le representa a la Argentina pagar algo así
como 300 millones de dólares menos de intereses.
Aunque el grado de desaceleración de la economía estadounidense
es motivo de polémica entre representantes demócratas (gobierno
saliente) y republicanos (entrante), los especialistas en general coinciden
en que la tasa de variación anual del PIB en el primer trimestre
de este año resultará una de las más bajas en más
de una década: probablemente por debajo del 1,5 por ciento. Para
cuando se reúna el Comité de Mercado Abierto de la Reserva
Federal, el 30 y 31 de este mes, ya tendrá en sus manos la evolución
del PBI en el cuarto trimestre del 2000 y las primeras estimaciones del
arranque del 2001. Ambos indicadores pesarán fuertemente sobre
su decisión.
Antes de eso, el miércoles de esta semana, se conocerán
otros indicadores que son seguidos con atención por la autoridad
monetaria. Ellos son el Indice de Precios al Consumo (IPC), de la producción
industrial y de la construcción de casas nuevas de diciembre, así
como el déficit comercial de noviembre. Por primera vez en muchos
años, los indicadores reales desplazaron de la atención
central de los halcones de la Reserva Federal a la tasa de
inflación.
Para luchar contra el incremento de precios, la FED subió en seis
oportunidades las tasas de interés entre junio de 1999 y mayo del
2000. Tras los primeros síntomas de desactivación de la
economía, la FED varió en 180 grados su política.
Ahora se trata de convertir la brusca desaceleración en un aterrizaje
suave. La Reserva Federal analizará los números
con la confianza de que, aunque siga rebajando los tipos de interés,
la inflación no se encenderá, ha asegurado el economista
Joel Naroff, de una firma de consultores de Pensilvania. En tanto, desde
Buenos Aires, el ministro José Luis Machinea respondía con
una sonrisa, una semana atrás, cuando Página/12 lo consultaba
si en su mesita de luz tenía una foto de Alan Greenspan con la
leyenda Gracias, Maestro. Podría ser agregó,
pero el año pasado la debería haber tenido toda pinchada
con alfileres.
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