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OPINION

Discusión en Porto Alegre

Por David Viñas

“Buscas a Roma en Roma, oh, peregrino”
Quevedo

No se trata de la convocatoria a una renovada comunión de los santos. De ahí que la noticia del encuentro a realizarse en Porto Alegre, el 25 de este mes, de “todos los que de una manera u otra impugnen o critiquen la mundialización neoliberal”, tiene que producir, en las franjas del pensamiento crítico argentino, un ademán de atención, polémica y comentario. Quizá como apelación a un conjuro laico ante las fragmentaciones en que se debate la mayor parte de esa zona que entiende la política como teoría de la ciudad. “O mais norte”. Eventualmente, semejante anuncio puede funcionar como desafío al desaliento que se comprueba en esa zona que alguna vez se caracterizó por su obstinado criticismo. O, quizá, también, como para la puesta en circulación de un lenguaje ineludible, demorado, lo suficientemente sagaz para movilizar una escena donde va predominando el quietismo y la capitulación. O por qué no: como hipótesis de trabajo heterodoxa tan distante del oportunismo como de lo sectario.
El uso de las disyuntivas (y lo aclaro por si las moscas) alude aquí a la precariedad que sobrevuela obsesivamente a la mayoría de los argentinos que cuestionan, por igual, al menemato y a sus diversas y amenas prolongaciones, así como a la fláccida administración De la Rúa. Dos personas distintas –según pude comprobar con sólo entrar a la calle– y un solo dios verdadero.
Una digresión suele ser más esclarecedora que un par de consignas duras: Sarmiento postulaba, desde su perspectiva de burgués conquistador, las biografías inmorales en oposición a las “biografías morales”. Notoriamente ése era un esquema guerrero, y maniqueo de tan rígido y esencialista, pero que ha terminado, actualizándose, sin las implicaciones excluyentes de su formulación inicial. Inesperada inversión: la negatividad del caudillismo de origen provinciano se superpone, en estos momentos, con el moralismo que pretendía enfrentarlo. El antagonismo se ha convertido en confortable especularidad. Y la parodia espasmódica del neofacundismo, digamos, coincide vertiginosamente con la presunta respetabilidad que vinieron proclamando ciertos coros, hoy afónicos, que se vieron a sí mismos como adalides del neoprogresismo. Los antagonismos, más o menos vehementes, se han disuelto así en un insípido, falaz y lamentable nominalismo donde, al fin de cuentas, tanto monta Fernando como los canónigos mediterráneos.
“Quizás”, por todo eso, puede verificarse como una palabra cuyo espesor exhibe el suficiente vaivén entre el deseo y la reticencia. Incluso, porque el desabrimiento insinuado en su envión se encuadra en eso que alguien llamaba “economía de afecto”. Quizá, por su agudeza frontal, de arranque y postulación insinúa, a la vez, un cauteloso perfil en tres cuartos. Palabra en defensa propia. Es que el pensamiento crítico argentino, por su pródiga colección de equívocos y desdichas, se resiste, como nunca, a ser forro virtuoso o abollado furgón de arrastre. Medidas de legítima sobrevivencia, ni profesionales del victimismo pero, mucho menos, patos de la boda beata.
De donde puede saludarse, por sentido contrariamente jubiloso, que el encuentro de Porto Alegre alce como insignia una Internacional rebelde. “Bien”. Es la divisa más fecunda por sus ecos y pronósticos; lo suficientemente agresiva, además, como para disipar cualquier malentendido o las tentaciones de ir licuando su categórico enfrentamiento a “los nuevos dueños del mundo”. Más aún, el enfático sistema métrico que esa declaración presupone se pone a foco al ir precisando que sus beligerancias programáticas apuntan, ante todo, a los grupos y estructuras que “concretamente conducen la mundialización”.
Porque si los diversos sectores del pensamiento crítico argentino pueden definirse, en sus rangos mayores, por sus vacilaciones, desaliento o inoperancia, “las instituciones que de hecho gobiernan al mundo”, por obscenas y monumentales, antagónicamente ya son denunciadas en PortoAlegre. “Bien” de nuevo. Risa y danza. Si el tópico parece colocarse sobre lo inexorable, habrá que atribuirlo a que el fantasma del hermano mayor, trajinado por el discurso del poder oleaginoso, se ha mutado en un Moloch que exige sumisión fingiendo condescendencia hasta cuando opera con mayor ferocidad. No es que los dioses oficiales de la actualidad tengan sed, sino que acaloradamente se definen por el jadeo emitido por una voracidad infinita.
Porto Alegre, salud. Muito cornelo. Y no sólo porque en el Brasil los movimientos críticos más rigurosos han logrado superar las contradicciones de un proceso que parecía endémico, sino porque se disponen a recibir a los “sectores significativos” de “los cuatro rincones del planeta que se oponen a la actual mafia económica”.
Porto Alegre. Y va de brincadeiros al fondo. Gobernada desde hace años por una coalición de izquierda que encabeza el PT, y pese a que no controla a los diarios gordos de aquella ciudad, ni la radio y mucho menos la televisión, ha logrado una ecuación que trasciende los liderazgos mediáticos, las contraprestaciones y las yapas cómplices de los escenarios bien pensantes.
Porto Alegre, entonces: no como un templo intimidatorio y homogéneo, sino recuperando las características de la plaza, sin cúpulas ni estornudos. La capital de Rio Grande do Sul. Apuesta como asamblea insolente sin milagros ni vocés ni retóricas autocomplacientes. Ojalá.


 

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