Las elecciones
norteamericanas demostraron ser cualquier cosa menos la combinación
de apatía y rutina que se esperaba de ellas. Cuando Bush
asuma el sábado, abucheado por la Norteamérica que
abomina de él, estará acompañado de la mayor
de las sorpresas que siguieron al tendencioso fallo de la Corte
Suprema que le dio la victoria final. Dado que ese triunfo sigue
siendo discutido, y que aun si no lo fuera el margen por el que
ganó es ínfimo (y el voto popular favoreció
a su contrincante), se esperaba un gabinete con alguna gala bipartisana,
o por lo menos adornado de conservadores moderados. Ocurrió
todo lo contrario. Si bien procuró que fuera adecuadamente
multirracial, dominan los reaccionarios, con diversos grados de
proximidad a Texas y a la familia Bush. Si se mira de cerca el voto
rteamericano, puede decirse que, al menos, Bush Jr. no es infiel
a su electorado, aunque esto sea precisamente lo inquietante. Porque
en esta elección la ideología fue más significativa
que otras divisiones sociales (ricos/pobres, hombres/ mujeres),
algo que surge con claridad si se la compara con el anterior triunfo
de los republicanos sobre los demócratas, el de Reagan en
1980. En 2000, los votantes republicanos fueron más rurales
que nunca (el 59 por ciento de los habitantes del campo apoyó
a Bush, superando al 52 que lo hizo con Reagan). Y el declinar proporcional
de la raza y la clase como indicadores del voto hicieron que la
religión pasara al frente. El 50 por ciento de los votantes
republicanos va a la iglesia una vez por semana, contra el 39 por
ciento de los demócratas. El 47 por ciento de los demócratas
nunca va a la iglesia o sólo una vez por año. Si restamos
al voto demócrata los bloques católico, judío
y musulmán que son sus clientelas tradicionales, el contraste
es nítido: republicanos protestantes (y practicantes) triunfaron
e impondrán su ley a demócratas más secularizados.
Cada diez años, los norteamericanos, después de discutir
agriamente sobre categorías raciales (¿qué
es un negro?, ¿qué, un indio?), realizan un censo
de
población. El de 2000 se prestó a interpretaciones
al gusto de los republicanos. El gran movimiento de población
es del norte industrial rumbo al sur del sol, las armas (el 58 por
ciento de los republicanos las atesora en su casa, contra un 38
de demócratas) y la Biblia. La otra América, cuya
franja más militante se
prepara a ensordecer en Washington al presidente electo, fue derrotada
por una mayoría autodesignada que en los cuatro años
que siguen es poco probable que quede silenciosa.
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