Por
Roque Casciero
A
Sheryl Crow bien puede decírsele, como en una vieja propaganda
de cigarrillos, has recorrido un largo camino, muchacha. La
cantante y compositora, que mañana se presentará por segunda
vez en Buenos Aires (junto a Sting, en Vélez), ha logrado ventas
millonarias con sus cuatro discos y se ha convertido en figurita repetida
en cuanta entrega de premios hay en el mundo de la música. Y todo
en menos de siete años, que son los que han transcurrido desde
que la canción All I wanna do la hizo salir del anonimato.
¿Cuál fue la receta? He tenido mucha suerte y he trabajado
mucho. Esa fue mi receta, confiesa, en conversación telefónica
con Página/12.
En Kennett, Missouri, Crow creció rodeada de música, porque
su padre era trompetista y su madre profesora de piano. Siempre
tocaban o escuchaban discos, así que en casa había música
sonando todo el tiempo. En mi familia no había prejuicios respecto
a los distintos estilos, por eso me vi expuesta a casi todos. Y descubrí
que es muy bueno tener un background de blues y de jazz. Ellos nunca me
presionaron para que escogiera la música. La única presión
que ejercieron sobre mí fue para que obtuviera mi título
universitario. Supongo que pensaban que cuando mi carrera musical no funcionara,
siempre podría tener algo que me diera de comer, se ríe
la cantante.
En 1986, después de darle el gusto a papá y mamá
al hacerse de un diploma en composición y enseñanza musical,
se mudó a Los Angeles. Trabajaba como camarera cuando escuchó
que Michael Jackson estaba probando coristas: se presentó y se
ganó un lugar. Estuvo de gira con Jacko durante un año y
medio, pero el desteñido cantante nunca la llamó por su
nombre. No tengo muchos recuerdos de él, porque nunca pude
conocerlo bien, afirma Crow. Pero el tour fue bárbaro,
un gran campo de entrenamiento para cantar ante miles de personas. Imagínese:
yo nunca había salido de los Estados Unidos. Además, la
pasé muy bien con la gente que viajaba en la gira. Sin embargo,
como dije, no llegué a conocer a Michael en absoluto.
De regreso a su casa, la muchacha sufrió una profunda depresión
durante seis meses, producto de la confusión que sintió
cuando volvió a enfrentarse a su vida de todos los días.
Pronto su suerte cambiaría, aunque no iba a resultarle fácil.
Primero se fue de gira con el ex Eagles Don Henley, luego algunas de sus
canciones fueron grabadas por Celine Dion. El productor Hugh Padgham (Sting,
Phil Collins) la escuchó cantar y Crow consiguió su primer
contrato. Con él hizo un álbum, pero nunca llegó
a ser publicado. Sentí que era un disco que no podía
presentar en vivo, porque era demasiado pulido, sobretrabajado, no me
gustaba. Y en la compañía fueron lo suficientemente gentiles
como para dejarme intentar con otros caminos, para ver qué clase
de álbum quería sacar, recuerda. Hoy, las copias pirata
de aquel trabajo son material para los coleccionistas, que llegan a pagar
150 dólares. La verdad es que no lo vale, se ríe.
Con nuevos colaboradores, Crow grabó Tuesday night music club,
que fue editado en la primavera de 1993. Pero pasó casi un año
y el disco no había despegado. Entonces salió como single
All I wanna do y todo cambió. Para ser honesta,
estaba contenta con que el disco hubiera salido y no pensaba en el éxito,
asegura la cantante. De hecho, me sorprendió mucho cuando
empezó a venderse tanto, porque hay muchos álbumes que no
tienen esa fortuna. No sé, a veces a la gente le toma más
tiempo descubrir algo que no escucharon antes. Tuve la suerte de que la
compañía no tirara la toalla después del primer single.
El disco tuvo ventas millonarias, igual que sus sucesores, Sheryl Crow
(que tenía los hits If it makes you happy y Every
day is a winding road), y The Globe sessions (My favourite
mistake).
En 1999, grabó Sheryl Crow and friends: live in Central Park, su
primer disco en vivo, durante su presentación al aire libre en
el famoso parque neoyorquino. Junto a invitados como Eric Clapton (ex
novio de la cantante), Keith Richards y Chrissie Hynde, la chica de Missouri
tuvo su gran noche: Puede que no haya sido el mejor concierto que
he hecho, pero considerando que fue televisado en vivo y que tuvimos tantos
grandes artistas como invitados, ciertamente fue el show más importante
del que haya tomado parte. Es más, yo tendría ese disco
aunque no hubiera tocado en él.
Crow interrumpirá las sesiones de grabación de su cuarto
trabajo de estudio para sus shows en Buenos Aires y Río de Janeiro,
que prometen ser básicamente rockeros y con el material más
conocido. Dice que le encontró el gusto a escribir letras
personales como las de The Globe sessions y que suele encerrarse a hacerlo
en el estudio, lejos de las distracciones. En febrero cumplirá
39, pero no imagina ninguna crisis ante la proximidad de los 40. Estoy
segura de que será como cualquier otro cumpleaños. La edad
es algo que está en la mente de cada uno. Aunque tal vez en marzo
me compre un almanaque (se ríe), eso no refleja cómo me
siento respecto de quién soy y cuánto tiempo llevo vivido.
Sting,
pasado y presente
El plato fuerte de la segunda jornada del Vélez
Festival, que tendrá también como protagonistas
a Sheryl Crow y La Portuaria, estará marcado por la actuación
de Sting, que visitará la Argentina por quinta vez. Lejos
ya el recuerdo de aquel legendario show con The Police a comienzos
de los 80, Sting, de 49 años, presentará en
Buenos Aires su séptimo disco solista, Brand New Day, que
ya mostró el fin de semana en Rock in Rio. Claro que los
nostálgicos también podrán disfrutar lo suyo:
su nuevo show, en el que vuelve a descollar su gran guitarrista
Dominic Miller, incluye varios hits del trío británico
que revolucionó el pop hace veinte años. Una versión
dub de Roxanne, Every Little Thing she does is
Magic y Every Breath you Take, entre otros, se
colarán en su coctelera que privilegia, desde hace años,
géneros y ritmos como el jazz, la bossa nova y distintas
vertientes de la llamada world music, todos ellos tamizados por
el espíritu de la jam session.
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