PARIA
Por Antonio Dal Masetto
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En
el bar el tema de conversación es sobre cuántas veces han
sido víctimas de robo cada uno de los parroquianos, sus parientes
y conocidos. Robos en los taxis, en las plazas, en los cajeros automáticos,
a la salida de los bancos, en el cine, en el restorán, en el ómnibus.
A mí lo que me tiene podrido con este asunto de los robos
es que todas las veces me aplican el mismo método. Llámenlo
casualidad pero la cuestión es que siempre me vacían un
cartón de chocolatada encima y aprovechan el desconcierto para
limpiarme los bolsillos. Y siempre logran sorprenderme. Tengo que volverme
a casa caminando, chorreando chocolate. Me afanan y encima me arruinan
las pilchas.
De todas las veces que me robaron cuenta Nancy, el invierno
pasado me tocó una parecida a la suya. Un tipo me llevó
por delante como si tropezara, traía tres docenas de huevos y se
le rompieron todos sobre mi tapado. No sé si tienen idea de lo
que pasa cuando treinta y seis huevos se rompen encima de uno. De la nada
apareció una señora muy solícita que se ofreció
a limpiármelo y cuando quise darme cuenta había desaparecido
con el tapadito.
Mi drama es el auto, en un par de oportunidades se lo llevaron completo,
pero en general me sustraen partes. Una rueda, los espejos, la antena,
la radio. En una ocasión me dejaron la firma con tiza en el tablero:
Chorro López. Al baúl me lo abrieron cinco veces, la última
se rapiñaron un par de botas que llevaba al zapatero y un pantalón
a la zurcidora. La única vez que salí favorecido fue cuando
me forzaron la cerradura de una puerta y me robaron un paquete con cuatro
libros de Paulo Coelho que me acababan de regalar. Me hubiese gustado
encontrar a los ladrones y darles un abrazo.
Yo tengo una lista más larga que un rosario. Choreos de toda
marca y color. Hace tres días me para un tipo en la calle y me
pide fuego. Cuando saco el encendedor, me dice: Esto es un asalto,
dame la guita. Doy vuelta los bolsillos: No tengo un mango.
Entonces dame los cigarrillos. Fumo en pipa. Dame
la pipa. ¿Vos fumás en pipa?, le pregunto.
A vos qué te importa me contesta, dámela
y no te olvidés del tabaco.
Esta noche nos visita el amigo Luis y tímidamente pide la palabra:
No sé si el término que voy a usar es el que corresponde,
pero siento una profunda envidia por todos ustedes. A mí en el
barrio los vecinos me miran mal. Cuando se cruzan conmigo dan vuelta la
cara para no saludarme, voy a comprar cigarrillos y el quiosquero se hace
el que no me ve para no atenderme. En todos lados es así. Soy un
paria, ¿Y esto por qué? Porque nunca me robaron.
Todos los parroquianos a coro:
¿Cómo que nunca lo robaron?
Nunca, soy virgen, jamás me robaron. Hice lo imposible para
perder el invicto. Camino por diferentes barrios de madrugada, los más
pesados, San Telmo, la Boca, Mataderos, Constitución. No pasa nada.
Inclusive crucé a la provincia. Nada de nada. Estoy comiendo en
un boliche, entran los chorros y le afanan a todos menos a mí.
Saco plata del cajero y me paro en medio de la vereda a contarla. Puedo
estar una hora con los billetes en la mano. Nada. Estoy desesperado. Las
minas me abandonan, hace meses que mi mamá dejó de invitarme
a comer los ravioles del domingo, mi padre me trata de usted y me saluda
dándome la mano. Daría cualquier cosa por aparecer como
víctima en Crónica TV.
Después de escucharlo, los parroquianos, uno a uno, se van desplazando
hacia el otro extremo de la barra y desde allá nos relojean con
desconfianza. Quedamos solos Luis y yo, y me siento incómodo. Inclusive
el Gallego nos dio la espalda y acomoda las botellas de los estantes.
Consulté con el psicoanalista sigue Luis, me
dijo: Invente un robo, rompa la puerta de su departamento, consígase
un amigo que lo asalte, que lo golpee un poquito, que le deje alguna marca.
Vos y yo somos amigos de hace años, no me harías esa gauchada,
robame por favor me agarra del brazo.
No sé cómo se hace, no tengo experiencia.
Dale que vos podés le lagrimean los ojos. Hacé
un esfuercito. No aguanto más esta situación.
Dame un tiempito, dejame planear algo. Dentro de un rato voy para
casa, me leo todo Simenon y después te llamo. Calmate, algo vamos
a inventar le digo mientras lo abandono retrocediendo despacito
y voy a juntarme con los demás en la otra punta de la barra.
REP
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