Por Pablo Plotkin
Una vuelta por las primeras
luces de la fiesta electrónica en el Campo de Polo, que también
ofició como apertura del Buenos Aires Hot Festival. Un cúmulo
de stands de ropa colorida, a medio camino entre la feria americana y
algún auspiciante de El Rayo. Al lado, un sillón
obeso decoraba la sucursal pasajera de la peluquería Roho, el referente
capilar de la modernidad porteña. A pocos metros, una carpa con
videojuegos, flippers (un pibe de lentes azules le sacaba chispas al viejo
Harley Davidson), metegoles y mesas de pool. Más allá, Showcenter
montó una especie de microparque de diversiones, a un costado de
una caminata lunar levemente concurrida. Cerca, un espacio techado con
una lona, bautizado Mystic & Roll, funcionaba como un sintético
consultorio de astrología y local de tatuajes de henna. Jimena,
psicoastróloga, tarotista y morocha de ojos verdes, tiró
las cartas para vislumbrar la suerte del festival. Va a ser un gran
peso para los que lo hicieron augura, pero será el
comienzo, la primera lucecita de una forma nueva de recitales. Alvaro,
que tiraba cartas gitanas al lado de ella, sonreía. Cerca y lejos,
esparcidas por todo el predio, unas promotoras ofrecían repelente
para mosquitos.
En el otro extremo del Campo de Polo, en una noche magnífica y
apenas ventosa en esa zona abierta de Palermo, los primeros artistas de
la programación hacían lo suyo, preparando el terreno para
las horas bailables y el pez gordo de la noche: Laurent Garnier, el disc
jockeyperformer francés más notable del momento. Los
chicos llegaban de a poco, algunas chicas desfilaban sobre una pasarela
rústica, y Leo García cantaba para unas 200 personas en
el escenario 2, presentando las canciones de su inminente disco Mar y
haciendo mecer a los chicos con el minihit de verano Morrissey.
Gustavo Cerati, productor artístico del álbum de Leo, asentía
rítmicamente entre el público. En la carpa lounge, curiosamente,
era donde más se bailaba. Se vendía sushi, se escuchaba
house, se bebía cerveza, y el DJ Germán Rovira musicalizaba
desde la penumbra.
A diferencia de las fiestas multitudinarias (y gratuitas) de los lagos
de Palermo trance riguroso, animadores aeróbicos y pibes
de todas las extracciones, esta Electronika del Campo de Polo (que,
según los organizadores, convocó a unas diez mil personas)
parece haber sido concebida como un espacio aglutinador de toda la estética
dance de Buenos Aires. Con una programación más selecta
y por momentos corrida al pop electrónico (considerando los shows
de Juana Molina con su teclado y el guitarrista Fernando Kabusacki, Leo
García, Acida y el sorprendente Capri), la fecha concentró
al público que habitualmente asiste a las discos especializadas.
Después de la medianoche ocurrió lo más trascendente:
el español José Padilla se encargó de las bandejas
en la carpa lounge, y su compatriota Angel Molina se las arregló
en el escenario 2, frente a una pista en temperatura ascendente. Molina
ya es una especie de visitante ilustre para la porteñidad electrónica:
éste es su cuarto aterrizaje en Buenos Aires, donde el pinchadiscos
calvo experto en tecno abierto de horizontes cultiva un minoritario
pero intenso romance con los bailarines locales. Después era el
turno de la estrella de la noche: Garnier, el hombrecillo de bigote fogueado
durante los 80 en la mítica The Hacienda de Manchester, cumplió
por segunda vez con la trasnoche de Buenos Aires, estremeciendo con su
set ilimitado, en una pista inmensa montada, curiosidades de este siglo,
sobre una cancha de polo.
Para ir hoy
El Buenos Aires Hot Festival, iniciado anoche con la rave, continúa
hoy con dos de los platos más fuertes del verano porteño,
los únicos que junto a Neil Young, que toca mañana
nunca habían pisado territorio argentino: R.E.M. y Beck.
La jornada arrancará a las 19.20 con la presentación
de Divididos. El solista estadounidense subirá al escenario
del Campo de Polo a las 21.15 y el cuarteto de Michael Stipe lo
hará a las 23.25. Sobre el escenario, R.E.M. no sólo
será Stipe, Peter Buck (guitarra) y Mike Mills (bajo) sino
también el guitarrista Ken Stringfellow, el baterista Joey
Waronker y Scott McCoughey en guitarra y teclados. Beck actúa
al frente de una banda de nueve músicos.
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