Por Alejandra Dandan
Desde Mar del Plata
Hay una historia poco recordada
en estas playas, la de los caperos, los que a principios de siglo acompañaban
a las damas hasta la línea del agua sosteniéndoles las capas
cuando se metían al mar. Regía entonces la prohibición
a la exposición pública de mallas. Uno de los caperos más
recordados aquí fue, casualmente, abuelo del dueño del balneario
Cruz del Sur, uno de los puntos extremos de la ciudad atlántica
a punto de tocarse ahora con las escandalosas playas liberadas para desnudos.
Mariano Giaccaglia es anfitrión de ese balneario donde suelen refugiarse
los apellidos vinculados a la oligarquía ganadera y las familias
patricias anotadas en el exclusivísimo Libro Bordó, la guía
social de la high society de este lado del Plata. Allí mismo, la
gente asegura que está dispuesta a preparar una comisión
para oponerse a tamaño perjuicio a la moral.
Capero no es lo mismo que carpero, que son los que llegaron después,
corrige don Mariano sentado sobre el fondo blanco Ibiza del café
construido en su balneario. En aquel tiempo, en la Bristol y la playa
Popular del centro de Mar del Plata su abuelo acercaba a las damas hasta
la línea del agua donde las recibía el bañero y,
corrige otra vez Mariano, no el guardavidas. La servidumbre se bañaba
en un horario y los patrones en otro. Las mujeres no podían estar
descubiertas y cuando el capero las dejaba en la orilla, las recibía
el bañero para ayudarlas a zambullirse bajo la ola. El bañero
rompía la ola con su cuerpo, aliviando así el paso de las
damas al mar.
Giaccaglia abuelo colonizó primero la Bristol y después
los balnearios más populares desde Punta Iglesia hasta el Torreón.
Muchos años más tarde, Mariano Giaccaglia padre abrió
las costas en Alfar y hace veinte, su hijo la orilla de arena acá,
donde Mar del Plata se vuelve remanso en Chapadmalal. Es aquel hijo que
hoy ha pasado los sesenta el que construyó el único espigón
de la costa privado. En ese espigón se trepa ahora don Mariano,
lo hace como un chico que mira desde allá lejos, ahora sobre el
mar, ese imperio blanco y dorado armado a 27 kilómetros y medio
del centro popular.
Si me hacen pensar con la vieja mentalidad digo que es una barbaridad.
Si lo pienso ahora, que hay escándalos visuales en cualquier lugar
del centro, pienso que no asombra a nadie. Don Mariano habla, lógico,
de la playa nudista habilitada por la municipalidad justo al lado de la
línea límite de Cruz del Sur. Yo personalmente dice
prefiero, y me hago cargo de lo que digo, que haya un sector donde realmente
se cumpla lo que quieren hacer y que de ahí no salgan.
¿Lo piensa como zona roja?
Me suena fuerte. A partir de un límite, detrás todo
es rojo. A mí no me molesta, siempre y cuando no venga a querer
un naturista bañarse acá. Entonces, si respetamos cada uno
su lugar, no tengo problema para nada.
El anticipo dado por Página/12 sobre la ubicación de Playa
Escondida, el sector naturista que busca el Ente de Turismo para promocionar
el baño nudista, generó un escándalo en estas costas.
Al punto que las autoridades debieron revisar la decisión de permitir
el uso de La Redonda, la playa al lado de Cruz del Sur para los baños.
Ahora, mientras se alistan las señales que dirán esto
está definido playa pública naturista,
los habitantes de Cruz del Sur critican cualquier alteración del
tranquilo statu quo vigente.
El día tormentoso apura, fuera del café, la huida de Cristian
Ochoa. Acá hay todo un acceso por el cual pueden pasar, aunque
los dejen estar desnudos en otra playa. Por eso no considera adecuado
que en los alrededores se liberen arenas para desnudos, justo lo que está
diciendomás adelante otro vecino suyo de San Isidro. Es Lucas Sartori
y advierte que uno no quiere ser censor con estas cosas, pero dice
que lo dejen para Ibiza, porque es ir contra las costumbres, como escupirte.
Al lado, hasta el guardavidas se molesta: Es una agresión
a la moral.
Quedan pocos habitantes entre las carpas. En una, frente al mar, los Conen,
de Pilar, le explican a la abuelita recostada en la arena que sí,
que los desnudos, los desnudos antidemocráticos los
quieren hacer acá en Chapadmalal. Tan antidemocrático parece
el asunto que Cristian Conen considera que, tratándose de dineros
públicos, deben ir destinados al bien común y no a satisfacer
los intereses de una elite.
Será un fracaso le sale ahora: porque no hay
tanta gente pervertida.
Pero se tranquiliza. Lo antinatural explica: tarde o
temprano termina por caerse.
Muy cerca, Teresa Juvé jura que el asunto la rebela, no cmo el
de Moria, dice, que al menos usa un balneario privado. En la arena, las
rebeldías se multiplican ahora entre las cinco que apenas tienen
veinte años. Es una playa super familiar y eso rompe la armonía
de lo que significa una playa así, le dice Rocío Uriburu
a Violeta Astrada justo cuando Fátima Zorraquín anuncia
que se hará una comisión o algo así para quejarse
por el perjuicio que ocasionaría tamaño plebeyaje en esta
costa de arena.
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