Por Chris McGreal
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Desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica
El gobierno de la República
Democrática de Congo (RDC) seguía insistiendo ayer con que
su presidente Laurent Kabila seguía vivo, si bien no en muy buen
estado de salud. Esto se contradecía con la versión de uno
de sus aliados más cercanos de que su cadáver yacía
en una morgue extranjera. Pero mientras casi todos salvo el gobierno congoleño
creen públicamente que Kabila ha muerto, todavía hay mucha
incertidumbre sobre la suerte de su hijo, Joseph, quien podría
haber sido abatido junto a su padre o bien podría haberlo sucedido
en el poder.
La discusión era ajena ayer al gobierno de Kinshasa, que reiteraba
hasta el cansancio que Kabila había sobrevivido no obstante recibir
varios disparos de uno de sus oficiales. El ministro de Información,
Dominique Sakombi, aseguró a la radio estatal que Kabila estaba
recibiendo atención médica en Zimbabwe. Y que, hasta
que se recupere, su hijo Joseph estará a cargo del gobierno.
El gobierno de salvación pública se reunió
en sesión especial y decidió encomendar la dirección
del gobierno y las Fuerzas Armadas al general Joseph Kabila, enfatizó
Sakombi.
Pero en esos mismos momentos, Moven Mahachi, el ministro de Defensa de
Zimbabwe uno de los aliados más importantes de Kinshasa en
la guerra civil congoleña, revelaba que Kabila había
muerto en un vuelo hacia Harare, la capital de Zimbabwe, mientras sus
mal equipados médicos intentaban salvarlo. Según él,
su cadáver yace en una morgue de Harare. El ex presidente de Botswana,
Sir Ketumile Masire, el artífice del fracasado acuerdo de paz de
Lusaka de 1999, consideró que hubo una conspiración para
matar a Kabila. Ayer, Gran Bretaña se unió a Francia, Bélgica
y Estados Unidos para afirmar que Kabila estaba efectivamente muerto.
Sobre su hijo había muchas menos certezas. Algunos funcionarios
diplomáticos occidentales y africanos creen que fue asesinado junto
a su padre, pero una fuente diplomática británica aseguró
ayer que había sido visto en Kinshasa. Una versión bastante
completa de lo que realmente sucedió el martes en el palacio presidencial
circulaba ayer en las embajadas de Bélgica (la ex potencia colonial
del Congo) y Francia. Según estos rumores, los métodos brutales
de Kabila finalmente se le volvieron en contra cuando ordenó el
arresto de su ex viceministro de Defensa, el coronel Dieudonne Kayembe.
Kabila nunca gozó del respeto de sus generales. La imagen que cultiva
como gran libertador que salvó al Congo de las manos de Mobutu
Sese Seko simplemente no es creída en un país donde todos
piensan que no era más que un títere usado por Ruanda cuando
su ejército invadió el entonces Zaire, persiguiendo a los
extremistas Hutu que cometieron el genocidio de 1994 (ver nota abajo).
Por lo tanto, cuando Kabila se dirigió a su hijo, que dirige el
ejército, y le ordenó arrestar al coronel Kayembe, ese soldado
habría tenido buenos motivos para temer por su vida. El coronel
habría disparado entonces su revólver contra los dos Kabila.
El presidente recibió al menos tres balas. Su hijo también
fue herido varias veces. Otros altos oficiales y los guardaespaldas de
Kabila se unieron al tiroteo y los disparos continuaron en el palacio
presidencial aun después de que Kabila fuera subido a un helicóptero.
Ambos Kabila fueron llevados al hospital en Kinshasa. Pero, como los médicos
allí sólo disponían de equipo obsoleto, no había
mucho por hacer. Kabila padre fue entonces llevado en avión al
extranjero.
Si el ministro de Defensa de Zimbabwe tiene razón, Kabila ya había
muerto antes de que su blanquísimo jet 747 aterrizara en Harare.
En él viajaba gran parte de sus familiares cercanos, lo que recordaba
la huida de su predecesor, Mobutu, hace cuatro años. Sólo
se dejó a Joseph Kabila en el Congo. De su vida o su muerte depende
el futuro de la dinastía.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
LA
RELACION DE FUERZAS DESPUES DEL ATENTADO
¿Una oportunidad para la paz?
Por C.McG.
Desde Ciudad del Cabo
La guerra en el Congo fue siempre
un asunto personal para los enemigos de Laurent Kabila. Era natural entonces
que no perdieran tiempo ayer en afirmar que su muerte a manos de uno de
sus propios soldados representaba una oportunidad única para terminar
un conflicto que ya ha causado más de un millón de muertos.
Ruanda y Uganda, que apoyan a los grupos rebeldes que combaten contra
Kabila, rechazaron de inmediato la denuncia del gobierno de Kinshasa de
que estaban detrás del asesinato.
Al negar esta acusación, esos gobiernos destacaron que había
sido Kabila quien bloqueó la implementación de los acuerdos
de paz de Lusaka de 1999, al rehusarse a permitir el despliegue de tropas
de paz de la ONU y exigiendo al mismo tiempo la retirada de las fuerzas
extranjeras que apoyan a los rebeldes. James Wapakabulo, quien preside
la comisión de Uganda sobre la guerra en el Congo, consideró
que la muerte de Kabila había quitado un gran obstáculo
para la paz: Su muerte tendrá consecuencias drásticas.
Podría facilitar el avance del proceso de Lusaka ya que Kabila
era su principal enemigo.
Los rebeldes, que controlan más de la mitad del territorio del
Congo, también hablaban ayer de una buena oportunidad para la paz.
Kabila era la barrera para la implementación de los acuerdos
de Lusaka y la resolución de la crisis del Congo por medios pacíficos,
aseguró Claver Pashi, portavoz de una facción de la Unión
Congolesa por la Democracia. Podría ser entonces una bendición
para el pueblo del Congo si comienza un diálogo político
y termina la lucha militar. Esperemos que (el asesinato), por horrible
que sea, marque el comienzo de una nueva era, concluyó.
Los aliados de Kabila en la guerra civil Zimbabwe, Angola y Namibia
fueron más circunspectos. El presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe,
abandonó precipitadamente la cumbre franco-africana en Camerún
para regresar a su capital de Harare, donde se cree que el cadáver
de su aliado yace en una morgue. Los países aliados se reunirán
pronto antes de hablar con los otros beligerantes para decidir el nuevo
camino a seguir, dijo a la radio estatal. La mayoría de su
pueblo quiere que ordene el repliegue de sus tropas de una guerra muy
poco popular, y la muerte de Kabila podría darle un puente dorado
para hacerlo. Pero Didymus Mutasa, el encargado de relaciones exteriores
del partido oficialista ZANU-PF, enfatizó que Zimbabwe no retirará
sus tropas. El asesinato nos da aún más motivos para
quedarnos, para impedir más inestabilidad: fuimos allí para
promover la paz y la seguridad, y es claro que ahora no hay paz y seguridad.
Deberíamos profundizar nuestro compromiso, explicó.
Mucho dependerá de quién será el sucesor de Kabila.
Si es su hijo, Joseph, o un dirigente igualmente belicista, los rebeldes
podrían ver la situación como la mejor oportunidad para
tomar el poder. El ejército del Congo está desmoralizado
y mal comandado, y las tropas de Zimbabwe, no obstante las bravatas de
Mutasa, no quieren pelear.
El ex presidente de Botswana, Sir Ketumile Masire, quien soportó
la ira de Kabila cuando presidía los comités con la difícil
tarea de reunir a todos los beligerantes en negociaciones de paz, llamó
ayer a que termine la guerra. Sea cual sea la naturaleza del nuevo
régimen en Kinshasa, y sea cual sea el del anterior, quisiera llamar
a los congoleños que firmaron el acuerdo de Lusaka y a los países
vecinos que tienen tropas en el Congo que abandonen la idea de que la
guerra o el asesinato pueden ofrecer una solución de largo plazo.
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