Por
Rodrigo Fresán
Pensar en Gore Vidal como en uno de esos escritores que hacen todo lo
suficientemente bien y en ocasiones formidablemente bien como
para salirse siempre con la suya.
Nacido en 1925 Vidal se la pasa jugando al cara o ceca y ganando siempre
porque los dos lados son suyos: por un lado ofrece el perfil del respetabilísimo
personaje público, novelista histórico de prestige y opinador
calificado sobre las taras y las virtudes de su país (no es casual
que suela aparecer en películas representando en breves papeles
a algún candidato a la presidencia o al decano de alguna universidad
de luxe); por otro el de un despreocupado y aventurero sexual que conoció
a todos los que valía conocer y se codea con todos los que hay
que codearse. Truman Capote con quien se batió en un duelo
feroz durante varios años declaró: como no es
un escritor en serio, puedo decir de él algo que casi nunca ocurre
con los escritores serios: sus mejores libros son esas novelitas de ciencia-ficción.
Opiniones aparte, es cierto que el interés de Vidal por el género
ha dado grandes momentos y, tal vez por eso, no deja de volver a él
utilizándolo como vehículo satírico para mostrar
lados oscuros de U.S.A. No hace mucho, publicó Live from Golgotha,
un feroz divertimento sobre un equipo de la CNN que se traslada en el
tiempo para cubrir la crucifixión en directo; y el año pasado,
en The Smithsonian Institution, maniquíes de personajes históricos
cobraban vida para cambiar la historia a conveniencia. Sin embargo el
mejor Vidal aparece en dos novelas proféticas cuyo tema es el análisis
de la mentalidad religiosa norteamericana y su inquietante propensión
al contagio de sectas místicas y líderes supuestamente divinos.
La primera de ellas, Mesías (1954) contaba la historia de un empresario
de pompas fúnebres que crea una exitosa religión basada
en la idea de que la muerte es mejor que la vida y ya pueden imaginarse
cómo sigue. La segunda y mejor, Kalki (1978) -parodia sutil de
la saga lisérgica Dune de Frank Herbert tiene los años
difusos de la presidencia Carter y el desencanto de Nixon como telón
de fondo y narra la saga de Jimmy Kelly, un veterano de Vietnam que, convencido
de ser la encarnación del dios de la destrucción hindú
organiza en un movimiento compuesto por parias e iluminados del post-hippismo
en Nepal y desde allí anuncia el fin del mundo y, por supuesto,
el fin de los Estados Unidos. Y, como suele ocurrir con Vidal a la hora
de reírse sin mover los labios pero usando el cerebro, la cosa
termina mal. Muy mal. No, peor que eso. En las páginas que siguen,
el principio del fin o el final del principio.
Súbita manifestación de Dios: Zardoz, de John Boorman (1973).
Kalki
Súbita
manifestación de Dios: Zardoz, de John Boorman (1973).
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Por Gore
Vidal
3 de Ottinger,
año 3 d.K.
Hace tres
años que miré por última vez este informe. Kalki
quiere que escriba un epílogo. No entiendo por qué.
Dos días después de la cena en Blair House, Lakshmi abortó.
El feto -mujer, como estaba previsto nació muerto, deforme.
Lakshmi cayó en una profunda depresión. Kalki estaba sombrío.
Giles trató de serenar los ánimos. Nos aseguró que
nada serio había ocurrido. Estaba persuadido de que el próximo
hijo nacería en perfectas condiciones. Pero sin que Giles lo supiera,
Geraldine hizo análisis de la sangre de Kalki y de Lakshmi.
Una mañana fría y lluviosa, Geraldine entró en el
salón del Hay-Adams. Aún llevaba el guardapolvo del laboratorio.
Cuando está nerviosa le aparece un tic en la mejilla izquierda.
Esa mañana, el tic era evidente.
Lakshmi es Rh negativo dijo. Kalki, Rh positivo.
Yo sabía con exactitud qué significaba eso. Toda madre conoce
las incompatibilidades sanguíneas que pueden existir entre hombre
y mujer. Geraldine me lo explicó con lujo de detalles mientras
la lluvia cegaba las ventanas y oscurecía el cuarto.
Antes de Kalki, el trece por ciento de las uniones entre norteamericanos
se producía entre mujeres Rh negativo y hombres Rh positivo. Aunque
el primer hijo resultante de una de esas uniones podía ser tan
normal como el que había nacido en Katmandú, los nacimientos
subsiguientes eran inexorablemente desastrosos... hasta el reciente descubrimiento
de un suero llamado Rho GAMMA. Una mujer Rh negativo tratada con Rho GAMMA
tendrá un parto normal. Si no es sometida a ese tratamiento, las
consecuencias serán hidropesía congénita, la muerte
del feto, la eritroblastosis fetal. Lakshmi no había sido tratada.
Geraldine habló con precisión, con furia, con culpabilidad,
pues:
He debido analizar antes la composición de la sangre de ambos...
¿Por qué? Traté de consolarla.
Después de todo, tú no eres el médico. Giles lo es.
Sí. Giles es el médico.
Cuando comprendí qué pensaba, me uní a su angustia.
Desde muy lejos oí mi propia voz diciendo lo que esperaba que fuera
cierto:
Sin duda no lo sabía.
Lo sabía.
¿Estás segura? ¿No es posible que haya cometido
un error no premeditado? Me lancé a hablar con la esperanza
de que la verdad no fuera cierta y que el crimen pudiera expurgarse con
palabras.
Giles supo desde el principio que Kalki y Lakshmi eran incompatibles.
De manera que... Geraldine se detuvo.
¿Por qué? pregunté.
¿Por qué? repitió Geraldine.
Después telefoneó a Kalki.
Cuando Geraldine y yo entramos en la Oficina Oval, Giles ya estaba en
ella. Lakshmi seguía en la cama. No quería hablar con nadie.
Había que obligarla a alimentarse.
Kalki estaba sentado frente al escritorio del presidente. Por primera
vez desde El Fin, llevaba la túnica azafrán. A través
de las ventanas a espaldas de su sillón vi a las gallinas en el
Jardín de Rosas invadido de maleza. Cacareaban satisfechas, mientras
picoteaban su comida.
Giles se incorporó de un salto, el rostro animado de energía,
inteligencia.
¡Geraldine! ¡Teddy! Intentó besar a Geraldine,
que lo apartó.
Geraldine se sentó en el sillón frente al escritorio de
Kalki. Abrió su bolso. Tomó unos cuantos papeles.
Y bien dijo. El problema es que...
Giles la interrumpió. Su acceso de locura era total. ¡No
existe el menor problema! He estudiado personalmente todos los análisis
de grupo sanguíneo que se hicieron a Kalki y a Lakshmi...
Cállese, Giles Kalki habló sin énfasis.
Mientras Geraldine leía sus análisis, Giles se paseaba por
el cuarto, esperando el momento de interrumpir, pero sin atreverse. Oí
una vez más el término médico eritroblastosis.
Pero a pesar de las palabras técnicas, el sentido era de una claridad
total. Como la propuesta de Geraldine.
Tú y Lakshmi podrán tener hijos si Lakshmi es rápidamente
insensibilizada con una gamma globulina que contiene una alta dosis de
anticuerpos anti-Rh. Eso anulará los factores antigénicos
en la sangre y le permitirá tener hijos normales.
Kalki fue a lo concreto. Aún había tiempo.
¿Dónde podemos encontrar esa gamma globulina?
Supongo que en cualquier hospital y hasta en cualquier farmacia
dijo Giles. Pero no estoy de acuerdo con los análisis
de Geraldine. Después de todo, ese es mi campo.
Hablaremos de eso después.
Encontramos el Rho GAMMA. Pero ha resultado ineficaz. Lakshmi ya está
sensibilizada para siempre. Todo hijo que conciba de Kalki nacerá
muerto o, técnicamente hablando, no nacerá.
Kalki dio la noticia a Lakshmi. No sé qué le dijo. Lakshmi
nunca ha tocado el tema con Geraldine ni conmigo.
Durante una semana, Kalki y Lakshmi permanecieron recluidos. Telefoneé
a Kalki una vez. Me ofrecí para hacer mis tareas habituales en
el jardín. Kalki me respondió que prefería no ver
a nadie. Geraldine pensaba que Lakshmi seguiría en un estado de
profunda depresión. No era la única.
Ahora paso casi todo el tiempo en el vestíbulo de Hay-Adams, cuidando
de Jack y Jill. El Hijo se ha convertido en una muchachita muy vivaz,
de personalidad muy definida y encantadora. La llamo Eva. Sí, la
connotación es obvia. Debo agregar que en los dos últimos
años, Jack y Jill han tenido otros dos hijos. Un varón y
una niña. Me gusta estar con ellos. Geraldine no participa de ese
placer. Los trata con indiferencia y ellos son lo bastante sensibles como
para responderle del mismo modo. Geraldine se pasa largas horas trabajando
en su laboratorio. Puesto que nunca hablamos de su trabajo, no tengo la
menor idea de lo que hace.
Ocho días después de la escena en la Oficina Oval, Kalki
se apareció de repente en el vestíbulo de Hay-Adams. Eva
saltó sobre sus hombros. Le tiró del pelo. Le tiene mucho
cariño, aunque no siente apego por demasiada gente. Desde el principio
odió a su madre y a Giles y, me temo, a Geraldine. Tolera a Jack.
Nos adora a Kalki y a mí. Kalki es muy tierno con ella.
Te hemos echado de menos dije, esperando que Kalki se quitara
los dedos de Eva del pelo.
También nosotros hemos pensado en vosotras. Quiero que vayáis
a cenar con nosotros esta noche.
Kalki apartó restos de manzanas del último sofá indemne.
Le pedí disculpas por el desorden. Kalki se sentó. Estaba
pálido, con la barba crecida.
Giles supo desde el principio que éramos incompatibles. Lo
dijo como si eso hubiera sido una novedad.
Lo supusimos. Pero ¿por qué no lo advirtió?
¿Y por qué no suministró a Lakshmi ese suero desde
el principio?
Porque no quería hacerlo. Kalki fijó la mirada
en el vacío. Después habló con gran precisión.
Ayer he ido a verlo a Blair House. Me lo dijo todo. Me dijo que
siempre supo nuestro problema. Me dijo que esperaba que Lakshmi quedara
sensibilizada por mí. Me dijo que nunca se hizo la vasectomía.
Me dijo que amaba a Lakshmi. Me dijo que si la raza humana debía
continuar, ella sólo podría tener un hijo con él.
Contemplé la situación con la claridad de un piloto cuyo
avión está a punto de estrellarse. Si eso ocurre,
será él y no tú el padre de la nueva raza humana.
Sí dijo Kalki.
¿Qué has hecho?
Lo he matado.
He puesto este informe al día sólo para complacer a Kalki.
No sé para qué lo quiere. Nadie podrá leerlo en el
futuro.
Seguimos viéndonos. Una noche los cuatro cenamos en la Casa Blanca.
La noche siguiente cenamos en el Hay-Adams. Kalki se ha dejado crecer
la barba. Usamos ropa vieja. De cuando en cuando, hacemos el esfuerzo
de vestirnos con elegancia. Pero esas cosas ya nos son indiferentes. Todo
nos es indiferente. La tarea constante de nuestra vida es preparar
nuestra muerte. Montaigne.
No hablamos mucho mientras cenamos. Lakshmi está casi totalmente
recluida en sí misma después del aborto. Kalki permanece
días enteros en silencio. De todos nosotros, Geraldine es la única
que permanece fiel a su antiguo yo. Porque la impulsa un interés.
Por sugerencia de Kalki, sigue sus experimentos. Con el ácido desoxirribonucleico,
la manipulación celular, etcétera. Cree que a Kalki le gustaría
que nos injertáramos, es decir, que nos reprodujéramos no
mediante el esperma y el óvulo, sino por medio de una célula
trasplantada a un cuerpo huésped.
Por desgracia dijo Geraldine sin reparos, nos hace falta
un útero que alimente la célula. Tú y yo estamos
fuera de cuestión. Y Lakshmi está sensibilizada para siempre.
Nuestros días son fortuitos. No tengo la menor idea de lo que Lakshmi
hace en la Casa Blanca. Sé que no ha salido de ella durante un
año. De cuando en cuando, Geraldine la visita. Cada vez que pregunto
a Geraldine cómo la encuentra, se limita a sacudir la cabeza.
Kalki pasa mucho tiempo pescando. También cuida del gallinero,
el ganado, el huerto. Yo arranco la mala hierba. Es asombrosa la rapidez
con que todo crece. Lafayette Park ya es una jungla y la hierba resquebraja
el pavimento en la avenida Pensilvania. Los lobos siguen cerca de nosotros,
pero los leones murieron durante el primer invierno o emigraron al sur.
El silencio está más presente que nunca.
Pocas veces hablamos de los viejos tiempos. El año pasado dediqué
varias semanas a retirar de nuestra parte de la ciudad automóviles
chocados y camiones y ómnibus y restos. Gracias a lo cual ahora
podemos sentarnos en Lafayette Park y mirar la Casa Blanca (que necesita
pintura) sin ver un solo rastro del mundo que murió hace tres años.
Según Kalki, estamos en el período crepuscular que precede
a cada nueva era de la creación. Nada sé de la nueva era.
Pero soy testigo del crepúsculo. Todos nos esfumamos. Ante nosotros
mismos, ante los demás. Puesto que rara vez hablamos de los viejos
tiempos y no podemos hablar del futuro, ya que no hay niños a quienes
enseñar, sólo nos queda el presente. Y el presente no ofrece
demasiados temas. Nos sentamos ante la mesa de la cena, casi sin despegar
los labios.
Esta mañana Kalki entró en la Sala de Sesiones cuando yo
acababa de escribir las líneas anteriores. Me pidió que
dejara el informe sobre la mesa.
La nueva raza querrá saber cómo fue esto.
¿Qué nueva raza?
Kalki se peinó la barba rubia y enmarañada con dedos sucios.
Habrá otros dijo. Después del crepúsculo.
¿Crees que existen otros sobrevivientes en el mundo?
Aunque a veces tomamos en cuenta esa posibilidad, los cuatro sabemos que,
con excepción de nosotros, la especie humana ha desaparecido de
la tierra y las ondas de radio han muerto para siempre.
Quiero que escribas dijo Kalki, señalando el informe
que desde el principio he sabido que ninguno de nosotros cinco podríamos
reproducir.
Hice lo posible para no demostrar sorpresa. O incredulidad.
Escribe que he probado a cada uno de los Cinco Maestros Perfectos. Y cada
uno harespondido a mis expectativas, inclusive Giles. Te dije en Nepal
que Giles era el enemigo necesario. Ahora escribe que he sabido desde
el principio que era el avatar de Ravana, el rey demonio que codiciaba
a la mujer de Rama, mi mujer. Pero con ayuda de las huestes de monos,
lo he destruido una vez más, así como lo destruí
cuando yo era Rama. Pero ha sido un enemigo formidable. Escribe que era
alto como el pico de una montaña y que detuvo con sus brazos el
curso del sol y la luna e impidió que surgieran. Impidió
que surgieran.
Supongo que la última era una cita de Ramayana. Pero la poesía
no me interesa. Hice la pregunta difícil.
Si sabías qué se proponía Giles, ¿por
qué no se lo impediste?
Todo conspira para que mi felicidad sea completa. Kalki
citó la última frase de Ramayana. Soy lo que soy.
No hay discusión posible.
Tampoco hay lógica. Hablé con audacia. No tengo nada
que perder.
La creación carece de lógica. Yo carezco de lógica.
Porque no soy humano. Kalki hablaba en voz baja. Sin mirarme. Parecía
decir una plegaria. Quizá estuviera haciéndolo. Pero
eso no significa que no haya un diseño en mi universo. Cuando termine
el crepúsculo, empezaré un nuevo ciclo.
¿Cómo? Lakshmi no puede darte hijos. Y pensaste que
podía. Te equivocaste.
No. Kalki habló con dureza. Siempre he sabido
que eso era imposible. Pero sentía impaciencia. Quería eliminar
el período del crepúsculo. Quería ingresar directamente
en la Edad de Oro. Quería iniciarla... ahora, con nuestros hijos.
Pero los planes de Visnú no pueden alterarse.
Eres Visnú.
Soy su avatar. Pero llevo carne humana. Estoy limitado por todas
las flaquezas humanas. Así como Giles trató de superarme,
yo traté de superar mi propio designio. Giles fracasó. Yo
he fracasado. Ahora estoy ligado a la única divinidad cuya presencia
humana en la tierra he sido y soy y seré.
¿Qué ocurrirá ahora?
Completa tu informe hasta el día de hoy. Déjalo aquí.
Sobre esta mesa. Les será útil. Puesto que Kalki no
consideró útil decirme a quiénes se refería,
no se lo pregunté.
¿Quién es Kalki? Ya no lo sé. Antes de El Fin, pensaba
que era un actor estupendo. Después de El Fin, pensé que
podría ser alguna especie de dios o espíritu primal hecho
carne. Desde la muerte del hijo de Lakshmi, ya no tengo ninguna idea sobre
él. Ni el menor interés.
¿Qué más? Geraldine y yo tenemos buena salud. de
cuando en cuando hablamos de hacer un viaje. Pero, como las damas de Chejov,
sólo hablamos. Nunca salimos de casa. De todos modos, ahora no
me atrevería a pilotear. Hace más de un año que no
mantengo en condiciones ningún jet.
La mejor parte de mis largos días es cuando llevo a Jack, a Jill
y a algunos de sus hijos a dar un paseo. Aunque les divierte mucho treparse
a los árboles y comportarse como se supone que lo hacen los monos,
siempre tienen ganas de volver al Hay-Adams.
Esta tarde los he llevado a todos a la orilla del Potomac, donde me senté
en un tronco bajo un sauce llorón, con Eva en mi regazo. Miramos
a los demás mientras se subían a los árboles, se
perseguían jugando, charlaban sin cesar en su propia lengua. A
veces entiendo qué dicen. Pienso aprender a hablar
con las manos. Parece que es posible enseñar a los monos a comunicarse
como solían hacerlo los sordomudos, con ademanes.
Esta tarde, sentada en el tronco junto al río, con Eva acurrucada
en mi regazo, me sentí muy feliz. Las pequeñeces son ahora
un gran placer. Registraré los encantos de esta tarde. El aire
con aroma a abril. Los pájaros de un rojo brillante en pleno vuelo.
Los peces plateados que durante un instante arquean los lomos sobre la
superficie del río, centellante bajo el sol como las escamas de
un pez de plata. Las aguasfrescas y claras del río que se deslizan
en silencio frente a mí rumbo al mar. El Hijo.
Invierno,
año 43 d.K.
Soy el último,
así como he sido el primero. Lakshmi abandonó su cuerpo
humano hace veintiún años. Desde la muerte de Teddy Ottinger,
hace dieciséis años, Geraldine y yo hemos vivido felices
juntos. También esto estaba previsto desde el principio.
Anoche, muy tarde, murió Geraldine. En la medida en que soy humano,
me entristece que se haya ido. Pero no había motivo verdadero para
que permaneciera un día más en su condición humana.
Nuestra labor está completa. Ahora, me reuniré con todos
ellos en el Vaikuntha.
Toda una raza de brahmanes está ahora en el umbral de una época
muy santa. Sentado en esta casa fría y ruinosa, puedo oír
los cánticos y las plegarias y el puro júbilo de los nuevos
herederos de la tierra, mis aliados leales en la guerra con Ravana, los
descendientes de Jack y Jill a quienes ahora lego la Edad de Oro. ¿No
soy acaso el más alto entre los altos? ¿El señor
de los cánticos, el señor de los sacrificios?
Soy hálito. Soy espíritu. Soy el señor supremo. Sólo
yo existí antes que todas las cosas y existo y existiré.
Nadie me trasciende. Soy eterno y no eterno, discernible e indiscernible.
Soy Brahma y no soy Brahma. No tengo principio, medio ni fin. En el instante
del fin, anulo las palabras.
Soy Siva.
Se
reproduce aquí por gentileza de Ediciones Minotauro.
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