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COMO FUE LA EXTRAÑA LIBERACION DE 18 UNIFORMADOS BONAERENSES
Una mano tendida a los policías

El fiscal Hernán Collantes consideró �inconcebibles� los argumentos que pusieron en libertad a los policías acusados de corrupción. La decisión la tomó un juez de feria en tiempo record. Amenazaron a los suboficiales que imputaron a sus superiores. Cómo operaba la asociación policial.
Entre las acusaciones figura el cobro de servicios no realizados a clubes de fútbol.
La causa desvela a importantes funcionarios del área que se interesaron en el tema.

Por Carlos Rodríguez

“Este es un ‘leading case’ en el que se dirime cómo investigar la corrupción policial.” Mientras prepara su contraataque para tratar de revertir el fallo del juez de feria Diego Barroetaveña que dejó sin efecto la detención de 18 policías del Comando de Patrullas de Vicente López acusados de integrar una “asociación ilícita”, el fiscal Hernán Collantes adelantó a Página/12 que considera “arbitrarios e inconcebibles” los argumentos que dispusieron esas libertades. El primer efecto notorio de la decisión tomada por Barroetaveña fue la situación de los 33 suboficiales de la Bonaerense que habían imputado a sus jefes por graves hechos de corrupción. En los últimos días se comunicaron varias veces con el fiscal Collantes y con otros miembros de la Justicia de San Isidro para denunciar “presiones recibidas desde la liberación de los imputados”, comentó a este diario una fuente del fuero. El vocero confirmó que la causa “desvela a los más altos funcionarios políticos y policiales de la provincia”, que enviaron “emisarios” para tomar contacto con acusados y defensores.
Collantes admitió que está “muy sorprendido” por la decisión de Barroetaveña, quien tuvo en cuenta como argumento principal el hecho de que los 33 denunciantes fueran “testigos de identidad reservada”, por considerar que eso vulnera las garantías constitucionales y el derecho a defensa en juicio de los acusados. “Lo que se está ignorando –replicó Collantes– es que las normas internas de la Policía le impiden a los suboficiales acusar a un oficial, porque eso significa el final de la carrera.” “¿Cómo puede pedirse que hagan público nombre y apellido?”
Los denunciantes, que acreditaron ante el fiscal su condición de funcionarios policiales, aportaron datos que llevaron a Collantes a concluir que había una “asociación ilícita” dividida en dos grupos. El primero operaba en el Comando de Patrullas de Vicente López, al mando del comisario Alejandro Blanco, y el otro en la comisaría de Florida, bajo las órdenes del comisario Federico Bludzun.
Entre otros delitos, les adjudicó los de realizar servicios de Policía Adicional (Polad) “en negro”, con empresas de primera línea, que eran cobrados por la asociación y no por la Jefatura de La Plata; inflar la facturación con horas Cores (Compensación por Recargo de Servicio) nunca trabajadas que eran pagadas por la Jefatura; descuidar zonas de vigilancia habitual donde se incrementaron los robos y otros delitos; dictar órdenes contrarias a la reglamentación policial y amenazar a los numerarios para que no se presentaran a declarar en la causa. Para el fiscal, los hechos constituían una “defraudación a la administración pública en forma reiterada”, cargos que podrían derivar en penas de 8 a 25 años de cárcel.
La causa, que comenzó a principios del año pasado, está a cargo de la jueza Marcela De Langhe, quien había dispuesto la detención de los 18 involucrados. En un año, el expediente acumuló ocho cuerpos, varios anexos y 50 libros secuestrados que acreditaban las irregularidades. El pedido de prisión preventiva elevado por el fiscal quedó expuesto en 80 fojas. En apenas 20, luego de tomar conocimiento en muy pocos días sobre todo lo actuado, el juez de feria Diego Barroetaveña dejó en libertad a todos por considerar que los delitos “no están debidamente acreditados”.
Otra objeción de Barroetaveña fue que no se realizó, como había pedido Collantes, una pericia o auditoría contable para certificar las anomalías en materia de horas Cores y servicios Polad. Collantes la había desechado porque hubiera demandado cerca de un año y él, en cuatro meses, había establecido, comparando pacientemente los distintos libros y comprobantes, que esas adulteraciones habían existido. “Si el mismo servicio está asentado en una planilla de una forma y en un libro de otra manera distinta, no es necesario un experto para establecer la irregularidad”, es el argumento de Collantes. Para desechar lo afirmado por el fiscal, el juez analizó por unas horas lo que a Collantes le llevó meses. Recibió los libros en la tarde de un viernes y resolvió antes del mediodía siguiente.
Los servicios Polad “en negro” eran brindados a una popular empresa láctea (un policía iba en los camiones de reparto), un laboratorio de primera línea, una disquería top, una gran empresa de correos, una compañía de transportes, varias estaciones de servicio, agencias de quiniela, comercios de todo tipo y color, y una red de supermercados del norte del conurbano que, en lugar de dinero, pagaba con mercaderías que por lo general eran retiradas a bordo del móvil policial número 26071.
También se cobraban servicios truchos a un club de fútbol que milita en la Primera B Nacional. En este caso, las irregularidades incluían, los días de partidos oficiales, el envío de menos personal policial del que figuraba en las planillas. El fiscal sostuvo que el descuido de la vigilancia habitual incrementó los robos en general y los de autos en particular en un radio comprendido por las calles Yrigoyen, Avellaneda, Caseros, Libertad, Arenales, Roca y las avenidas San Martín y Maipú. Sobre este punto, Collantes aportó 222 actas labradas por la comisaría de Florida entre los meses de agosto y diciembre del año pasado.
La adulteración de los servicios está acreditada por libros de guardia y de control, y planillas Cores o Polad que van desde el año 1998 hasta mediados del año 2000. Los testimonios de los 33 denunciantes de identidad reservada mencionan también que se descuidaban las custodias en los bancos de la zona norte para cubrir puestos no declarados a la Jefatura. El lunes, Collantes comenzará su ofensiva para dar vuelta el traspié sufrido. La estrategia, según trascendió, podría dar lugar a que el planteo tenga que ser resuelto por la jueza De Langhe, una vez finalizada la feria judicial.

 

Amenazas y golpes

En su fallo, el juez de feria Diego Barroetaveña tampocó creyó en el argumento fiscal respecto de la posibilidad de que el sargento Juan Carlos Pais estuviera en condiciones de “intimidar al personal policial del Comando de Patrullas”, como argumentaron varios de los 33 suboficiales denunciantes, requiriéndoles dinero por distintos trámites internos. También desechó la interpretación del fiscal que indicaría que como los imputados eran efectivos policiales, al igual que los acusadores, esto significaría que “los integrantes de la fuerza de seguridad provincial adoptarían conductas vengativas contra quienes declarasen” en la causa.
A fines de marzo pasado, poco después de las primeras dos denuncias, la mujer de uno de los policías que acusó a sus jefes fue golpeada y amenazada por dos hombres que le dieron un mensaje para su marido: “Que se deje de joder”. A la mujer le pusieron una bolsa de nylon en la cabeza y le tajearon la cara. Por lo demás, los testigos de identidad reservada declararon que el 22 de marzo de 2000, a las 7.30, los jefes habían “dictado una academia (clase especial) con el único fin de amenazar al personal para que se abstuviera de declarar” en la causa.

 

Los hombres de confianza

Las actividades ilícitas investigadas comenzaron, en el Comando de Patrullas de Vicente López, a partir de las llegada del comisario Alejandro Blanco, en el año 1998, según declararon los denunciantes. En la comisaría de Florida comenzaron un año después, con la llegada del comisario Federico Bladzun. Uno de los testigos precisó que la mano derecha de Bladzun era el subcomisario Guillermo Lapetina, quien “no tuvo reparos en referir a terceros que habían venido a esa jurisdicción a hacer dinero”, según consta en la acusación fiscal.
Para garantizar que las cosas salieran bien, los dos comisarios se trajeron a sus hombres de confianza. El segundo jefe designado por Blanco fue el subcomisario Gustavo Reale, mientras que Bladzun se trajo a la gente que lo había acompañado en su anterior destino en Mar del Plata. Cuando fue designado por Blanco, el sargento Juan Carlos Pais no tenía el grado para ser Jefe de Personal requerido en el artículo quinto, del capítulo LX de la Reglamentación de Comisarías.
Del análisis realizado por el fiscal Hernán Collantes surge que en apenas un mes se habían facturado 3972 horas Cores, cuando en realidad se habían trabajado 2842. La diferencia de 1130 horas extras se daba en un solo mes, tomando apenas un par de decenas de efectivos sobre los 150 que dependían del Comando de Vicente López.

 

Una riqueza sorprendente

Además de los cargos generales, que les competen a todos, el comisario Alejandro Blanco tiene otra mancha sobre el apellido: lo acusaron por el delito de enriquecimiento ilícito. En la causa quedó acreditado que es propietario de una propiedad en el country Boca Ratón cuyo valor asciende a la suma de 160.000 dólares. Al explicar cómo lo compró, dijo que había vendido otra propiedad en 130.000 dólares, que entregó otros 20 mil en efectivo y que tomó dos créditos, uno por 8 mil pesos y otro por 10 mil, por los que paga una cuota mensual de 1000 pesos. Lo que sorprendió al fiscal Hernán Collantes es que el sueldo del comisario es de 2000 pesos mensuales desde 1999, cuando ascendió a su grado actual.
La esposa de Blanco se llama Graciela Carmen Cuñal y también es policía. El matrimonio tiene tres coches: una camioneta Blazer, modelo 1992, cuyo valor es de 12.800 pesos, un Fiat Uno modelo 1991 valuado en ocho mil pesos y un Jeep modelo 1957 que vale 1500 pesos. El fiscal cree que el dinero no debería alcanzarle a la familia Blanco para pagar mensualmente las expensas del country, el seguro de los autos, patentes, nafta, la cuota de los préstamos y los gastos comunes, incluido el colegio privado al que concurren sus hijas menores de edad.
Junto con Blanco y el comisario Federico Bladzun fueron acusados los policías Hugo Alegre, Gustavo Reale, Juan Carlos Pais, Orlando Rodríguez, Daniel Ojeda, José Luis Acevedo, Manuel Soto, Javier Banegas, Javier Mosqueda, Antonio Aguirre, Pastor Velázquez, Ezequiel Conde, Guillermo Lapettina, Pablo Sosa, Luis Donadío y la única mujer, Angela Campos.

 

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