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Descartada la zanahoria, viene la época del palo

Ayer se revelaron los planes
de paz de los candidatos para
las elecciones en Israel. El de la derecha prevé un Estado palestino muy acotado y soberanía total israelí sobre Jerusalén.

Arriba, el premier Ehud Barak anima una fiesta laborista.
Abajo, Sharon subraya que
será más duro con los palestinos.

Por primera vez desde el comienzo de su campaña electoral, ayer el electorado israelí pudo obtener una alternativa clara y detallada entre las posiciones de los dos contendientes: Ariel Sharon por la derecha del Likud y Ehud Barak por el laborismo. El diario Haaretz publicó ayer una versión bastante completa del plan de Sharon para la negociación con los palestinos. Sus puntos salientes son que la Autoridad Palestina de Arafat no recibirá más territorios, Jerusalén seguirá íntegramente bajo soberanía israelí, y las negociaciones no comenzarán hasta que cese la violencia en Cisjordania y Gaza. Contra este “acuerdo interino a largo plazo”, ayer Barak salió sorpresivamente en televisión para ofrecer un plan de paz para un “acuerdo final y definitivo” que daría el 95 por ciento de Cisjordania a los palestinos y crearía una “autoridad especial” para la Ciudad Vieja de Jerusalén. Los planes de Barak siguen girando en torno a la actitud de Arafat, quien ayer se mostró un poco más abierto al aceptar la propuesta israelí por “negociaciones maratónicas” para llegar a un acuerdo.
Nunca fue clara exactamente la apuesta de Arafat al rechazar las propuestas de Barak, y la publicación ayer del plan de paz de Sharon sólo hizo que su actitud pareciera aún más enigmática. No es la declaración de guerra que denuncia el laborismo, pero ciertamente está muy por debajo de lo que los palestinos exigen como condiciones mínimas. En principio, Sharon no prevé llegar a un acuerdo final, algo que tomaría generaciones, y apunta a la “no beligerancia”. No es claro si bajo esa fórmula se permitiría la creación de un Estado Nacional Palestino. En todo caso, las fronteras de ese Estado estarán muy acotadas bajo Sharon. En total será menos de la mitad de Cisjordania, la suma de las actuales zonas A (bajo control total de Arafat) y B (bajo control civil palestino) en ese territorio. Israel retendría indefinidamente sus posiciones en el Valle de Jordán y las colinas estratégicas de Cisjordania. Todas las colonias seguirán existiendo, debidamente vigiladas por el ejército israelí. Además, las fuentes de agua seguirán bajo control israelí. En efecto, las ofertas concretas de Sharon a los palestinos son mínimas comparadas con las de Barak. Dentro del limitado Estado palestino, Sharon prometió “arreglos” para asegurar la continuidad geográfica. A cambio de una lucha efectiva contra el terrorismo, la Autoridad Palestina podrá emprender programas conjuntos de desarrollo económico con Israel y pactar la eliminación de “incitaciones” en los medios y la educación “en ambas naciones”.
Sin embargo, todo esto será meramente teórico a menos que Arafat termine con la violencia en los territorios palestinos. Si la Autoridad Palestina no coopera, Sharon propone repetir a gran escala los métodos que utilizó como general en Gaza en 1970: aislar a los grupos que luchan contra Israel (a los que incluye el partido Fatah de Arafat) de la supuesta mayoría silenciosa palestina que sólo busca ganarse la vida. Esto bastaría para lograr la calma sin escalar la violencia ni recurrir a castigos colectivos contra la población. De todos modos, la estrategia no prevé la reocupación militar de Gaza, Ramalá o Nablus. En el frente sirio, Sharon retendrá para siempre las Alturas del Golán como “zona de seguridad”, lo que reconoce hace “muy improbable” que se inicien negociaciones con Damasco.
Todo esto es lo que les espera a los palestinos luego del 6 de febrero. La afirmación puede hacerse casi con total certeza dada la aplastante ventaja que Sharon le lleva a Barak en las encuestas: 51 por ciento contra 31 por ciento según Gallup, 50-32 según el diario Yediot Ahonorot. La única esperanza que tendría Barak sería que los palestinos acepten el acuerdo que propuso ayer. Sin embargo, y no obstante el lanzamiento de negociaciones “maratónicas”, Arafat subrayó ayer que “no hay avances”.

 


 

LA HIJA ILEGITIMA DE JACKSON
Fruto de las plegarias

Por Julian Borger *
Desde Washington

El líder negro de los derechos civiles, reverendo Jesse Jackson, dijo ayer que dejará temporariamente la escena pública, después de admitir que es el padre de una niña producto de un affaire extramarital con una integrante de su equipo. “Este no es el momento para evasivas, negaciones o coartadas. Acepto plenamente mi responsabilidad y lamento sinceramente mis acciones”, dijo Jackson en una declaración emitida ayer cuando resultó claro que algunos tabloides iban a publicar historias sobre su “hija del amor”.
La madre de la niña, Karin Stanford, de 39 años, es una ex profesora asistente de política de la Universidad de Georgia que Jackson había contratado en 1997 para dirigir la oficina de Washington de su organización Coalición Arcoiris. Dio luz a una niña en mayo de 1999. Después que las pruebas de ADN demostraron que era hija de Jackson, éste acordó pagar 3 mil dólares por mes para su manutención. También pagó 40 mil dólares para los “gastos de mudanza” de Stanford cuando se fue de Washington en 1999 para tener a su bebé en su estado natal de California.
“Igual que a su madre, amo mucho a esta niña y he asumido la responsabilidad financiera y emocional desde que nació”, dijo Jackson. “Mi mujer, Jackie, y mis hijos están al corriente de la existencia de la niña y han sido momentos dolorosos y difíciles para ellos.” Los informes de la prensa se enfocaban ayer en la ironía de que el bebé fuera concebido en el verano de 1998, cuando Jackson oraba con la familia de Bill Clinton después que el presidente les confesara su affaire con Monica Lewinsky. “La nación debe pasar su prueba: si hay alguno entre nosotros que no haya conocido juicios, tribulaciones y tentaciones, que tire la primera piedra”, dijo en aquel momento el predicador bautista y ex candidato presidencial. “En algún momento debemos perdonar, redimir y seguir adelante.” Unos pocos meses después, en diciembre de 1998, llevó a la entonces embarazada Stanford a visitar a Clinton a la Oficina Oval, donde posaron para una foto grupal.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: C.D.

 

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