Por Martin Kettle*
Desde
Washington
Lluvia helada y pareja, e incluso
nieve, se pronostican para la inauguración presidencial de George
Bush hoy en Washington. Pero incluso la cubierta de la temperatura invernal
no puede disimular el profundo cambio de dirección política
y cultural en la capital mientras Bush ingresa a la Casa Blanca al comienzo
de su mandato de cuatro años. Los funcionarios se preguntaban ayer
si los pronósticos de tormenta serían suficientemente malos
como para obligarlos a trasladar la ceremonia de jura de Bush dentro del
edificio del Capitolio, ante menos de 1000 invitados.
Bush le dijo a un entrevistador ayer que no estaba retractándose
de sus convicciones políticas conservadoras. Para los demócratas
en el dividido Congreso, tuvo un mensaje contundente: tendrán que
trabajar con la nueva administración o serán dejados
atrás. Para aquellos que creen que robó
la elección del 9 de noviembre, y no tiene derecho a nombrar para
su gabinete a conservadores como el secretario de Justicia designado,
John Ashcroft, tuvo una respuesta igualmente brusca: Mala suerte
le dijo a Fox Television porque voy a hacerlo.
Mientras Washington se preparaba para el cambio de régimen, que
ocurrirá a mediodía, cuando el juez supremo William Rehnquist
le tome juramento, un juez federal falló que miles de manifestantes
adversos tendrán que someterse a inspecciones de seguridad sin
precedentes antes de ganar acceso a las calles del centro de Washington.
Unas 750.000 personas eran esperadas en el centro de la ciudad antes de
que la temperatura dijera lo suyo.
Los signos exteriores del nuevo régimen eran visibles en todas
partes de la capital, no obstante. Los aeropuertos dieron cuenta de cantidades
record de jets privados aterrizando en la ciudad, demorando los vuelos
comerciales hacia Washington por hasta tres horas. Cada súper limusina
de la Costa Este se encuentra estacionada frente a los hoteles de la ciudad,
y las botas de piel de serpiente pueden verse a cada vuelta de la esquina.
Bush fue anoche el invitado de honor a una sucesión de cenas a
la luz de las velas para más de 6000 partidarios, cada uno de los
cuales aportó 2500 dólares al presupuesto de inauguración
de 40 millones. El y su esposa Laura iban a terminar la noche en el baile
texano de corbata negra y botas, que costó 1,8 millón
de dólares.
Cada inauguración presidencial dice mucho sobre el modo en que
le gusta ser visto al nuevo hombre. Jimmy Carter rehusó abordar
la limusina que lo transportaría por Pennsylvania Avenue y eligió
llegar caminando a la puerta de la Casa Blanca. Ronald Reagan se rodeó
de ostentación hollywoodense, proclamando implícitamente
el inicio de la década en que la ambición es buena.
Las festividades inaugurales de Bill Clinton, ocho años atrás,
marcaron la llegada de la generación del rock and roll a los asientos
del poder. Chuck Berry tocó la guitarra, Bob Dylan y Bruce Springsteen
cantaron y Clinton se unió a ellos tocando el saxo con delectación,
lo que marcó la llegada del primer hedonista a la Casa Blanca.
La estética de las celebraciones inaugurales de Bush ha sido más
ambigua. Estos han sido días de fiesta en Washington, pero el tono
relativamente tranquilo, comparado con transiciones anteriores, es un
inequívoco recordatorio de las circunstancias en que el nuevo presidente
está asumiendo el mando. El mensaje de perfil bajo de Bush es que
lo importante es empezar a trabajar.
Dos años atrás, la aparición del astro latino Ricky
Martin en un evento inaugural podría haber parecido un típico
guiño de Bush a la inclusividad étnica. Esta semana pareció
meramente lo normal. El concierto de ayer en Washington celebrando a la
juventud norteamericana estuvo repleto de figuras de segunda.
El factor celebridades en esta inauguración está
entre los más bajos registrados. Muchos republicanos están
relajados ante la ausencia de Nombres Realmente Grandes en los conciertos
y bailes inaugurales del fin de semana. Hollywood es hoy Clintonlandia,
de modo que la gente de Bush afecta desdén hacia el culto a las
celebridades, que se volvió la marca de fábrica de la era
que termina. Cuando Frank Sinatra orquestó el desfile de celebridades
de la industria del entretenimiento para Reagan hace 20 años, por
otro lado, los republicanos no tuvieron tales escrúpulos.
Los eventos públicos en Washington este fin de semana también
han tenido su lado pícaro. Inicialmente se había informado
que aparecería el cómico británico Ben Elton. La
idea del progre Ben como parte de las ceremonias de Bush parecía
difícil de creer, y así se probó. Nunca apareció,
porque no se proponía venir.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Clinton
tuvo la última risa
La sombra legal
que oscureció la presidencia de Clinton finalmente fue levantada
en su último día completo ayer, cuando el presidente saliente
logró un trato de inmunidad con el investigador especial que examina
su conducta en la Oficina Oval. Funcionarios de la Casa Blanca dijeron
que, como devolución por la admisión escrita de Clinton
de que había hecho declaraciones deliberadamente falsas bajo juramento
en relación con su relación con Monica Lewinsky, el consejero
independiente, Robert Ray, prometió cerrar su investigación
y no levantar cargos contra Clinton después de que deje sus funciones
hoy. La licencia de abogado de Clinton será suspendida durante
cinco años por la Asociación de Abogados de Arkansas, y
Clinton tendrá que pagar una multa no revelada, pero escapará
a la amenaza de una exclusión del foro de por vida. Poco después
de que surgiera la noticia del acuerdo, Clinton ejercitó sus poderes
ejecutivos por última vez, al hacer que Linda Tripp fuera despedida
de su trabajo como secretaria en el Pentágono. Las cintas grabadas
de conversaciones de Tripp con Lewinsky ayudaron a arrinconar a Clinton,
lo que condujo al impeachment.
OPINION
Por Atilio Borón*
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Una diferencia de
matices
No es razonable suponer un cambio importante en la política
exterior norteamericana con la administración Bush respecto
de la administración Clinton. En general, se puede decir
que, más allá de los nombres, la política exterior
norteamericana no depende de quién esté en el poder;
tiene cierta autonomía, con la constante de proteger y expandir
los intereses imperiales norteamericanos.
Si se produce algún cambio, en todo caso, será para
peor. En sus primeras audiencias en el Senado como secretario de
Estado designado, el general retirado Colin Powell demostró
una llamativa vocación belicista. Quizás esto represente
un cambio. Este cambio no es de fondo, porque debemos recordar que
bajo la administración Clinton se trataba de guardar las
formas con un lenguaje más tenue pero en los hechos el intervencionismo
norteamericano permaneció inalterado, y allí tenemos
la guerra de los Balcanes y el Plan Colombia para atestiguarlo.
Pero hay que decir que Clinton, por lo menos, guardaba las formas.
Lo que quiero decir con esto es que, si la política intervencionista
en los hechos será similar con Bush que con Clinton, es probable
que esta nueva administración considere la opción
militar más rápidamente que Clinton. La opción
militar será válida e importante en la Casa Blanca
de Bush.
Esto preanuncia cuestiones difíciles para América
latina. Varios personajes cercanos a Bush han dicho cosas terribles
de la política petrolera del presidente venezolano Hugo Chávez.
En la medida en que Chávez intenta representar una opción
distinta en la región, lo que hará la administración
Bush es acentuar esta suerte de domesticación de las ovejas
descarriadas como Chávez, que en Latinoamérica ponen
alguna traba a las intenciones imperiales de la Casa Blanca. En
este sentido, Clinton ha sido más suave con Chávez.
Otro aspecto de esta política de domesticación será
el embargo a Cuba. Este embargo ya fue condenado por todo el mundo,
no tiene ningún sentido y Clinton mostró alguna voluntad
de levantarlo, pero no lo hizo con toda la fuerza, entre otras cosas
porque su gobierno no pudo contrarrestar la fortaleza republicana
en el Congreso durante el segundo mandato. Pero tampoco hay que
creer que Clinton era progre.
La administración Bush va a acelerar la integración
americana bajo el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas),
que es la forma en la que se manifiestan los intereses económicos
norteamericanos para el continente en la actualidad. El ALCA consolidará
la subordinación de Latinoamérica a Estados Unidos
por una razón muy simple: no se trata de un tratado de libre
comercio entre Estados relativamente equiparables, como lo fue la
Comunidad Económica Europea (hoy, Unión Europea),
sino entre una superpotencia y países pobres que no pueden
responder a sus presiones más que sometiéndose. En
este sentido, también continuará el Plan Colombia.
En cuanto a nuestro país, aún menos se puede esperar
de positivo. Durante la década pasada ya fueron sacrificados
grandes márgenes de soberanía económica y política
y ahora el país es rehén de los humores de Wall Street.
Por otra parte, las relaciones carnales tan promocionadas durante
el menemismo han demostrado su completa inutilidad para obtener
a cambio algo medianamente decente para la Argentina.
En resumen, la diferencia entre Clinton y Bush son apenas matices.
* Politólogo. Su último libro es Tras el búho
de Minerva.
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OPINION
Por Rosendo Fraga*
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Las dos Américas latinas
Durante las últimas décadas, en la percepción
norteamericana han existido dos Américas latinas: una al
norte del Canal de Panamá y otra al sur del mismo. La primera,
constituida por México, Centroamérica y el Caribe,
en los hechos se ha estado incorporando al sistema norteamericano.
El Nafta, el caso Elián, la definición de la elección
presidencial norteamericana en el estado de Florida y el hecho de
que el 85 por ciento de los hispanos que viven en los Estados Unidos
provenga de esta subregión, explican esta situación.
La percepción sobre la segunda América latina la
que está al sur del Canal ha sido mucho menor y en
general no se desarrollaron políticas demasiado específicas
para esta parte de la región.
Cabe mencionar que durante el primer mandato Clinton nunca visitó
América del Sur y que en el segundo sólo lo hizo dos
veces: en 1997 estuvo en Brasil y en la Argentina, y en el 2000
asistió al lanzamiento del Plan Colombia en este país.
La novedad de la administración Bush es que parece que diferenciará
en su política hacia América latina, sobre todo en
Sudamérica, dos regiones: la andina, donde el eje de la política
es el Plan Colombia y el fortalecimiento de la democracia; y el
Cono Sur, donde el eje es el libre comercio, considerando que en
esta parte se ha logrado un grado de democratización aceptable.
Tanto la plataforma republicana como la demócrata respaldan
el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) para el
año 2005, como política central para América
latina. Pero la republicana tiene un punto específico en
el cual plantea el promover acuerdos de libre comercio bilaterales
con tres países específicos: Chile, Argentina y Brasil.
Si bien este punto no está en la plataforma demócrata,
es interesante notar que fue en los últimos días de
la administración Clinton cuando comenzó a implementarse,
al iniciarse la negociación con Chile. En los discursos de
campaña de Bush referidos a América latina, enfatizó
en la necesidad de estrechar relaciones con las cuatro democracias
importantes de la región, mencionando específicamente
a México, Chile, Brasil y la Argentina, los que en conjunto
representan el 80 por ciento del PBI de la región.
Este planteo del nuevo presidente norteamericano ha sido asumido
plenamente por el presidente de México, Vicente Fox, quien
viene reiterando la necesidad de llegar a un acuerdo entre las cuatro
economías importantes de América latina, mencionando
en esta propuesta a los mismos cuatro países de los discursos
de Bush. Es así como la nueva administración norteamericana
parece tener un proyecto concreto para el Cono Sur de América,
cuya prioridad es promover acuerdos bilaterales de libre comercio
con Chile, Argentina y Brasil, en forma sucesiva, antes de que se
concrete el ALCA.
Es que incorporado ya México al sistema económico
norteamericano, los acuerdos de libre comercio con los tres países
del Cono Sur, antes de que se concrete el ALCA, serían una
realidad antes del 2005 para el 80 por ciento del PBI de América
latina. Mientras Chile parece avanzar rápidamente en función
de esta política, Brasil la resistirá buscando una
negociación en bloque con los Estados Unidos, mientras que
la cuestión para la Argentina consistirá en buscar
un punto de equilibrio entre las posiciones de Washington y Brasilia
respecto del libre comercio en el continente.
* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva
Mayoría.
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