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GEORGE W. BUSH ASUME HOY EL MANDO CON UN PROGRAMA DURO
Bajo el frío del cambio de régimen

George W. Bush, primer norteamericano que gana la presidencia sin una mayoría del voto popular en más de un siglo, asumirá el mando hoy. Lo esperan una sociedad y un Congreso profundamente divididos y una economía en estado de desaceleración.

Laura y George W. Bush
en camino a la Casa Blanca.

Por Martin Kettle*
Desde Washington

Lluvia helada y pareja, e incluso nieve, se pronostican para la inauguración presidencial de George Bush hoy en Washington. Pero incluso la cubierta de la temperatura invernal no puede disimular el profundo cambio de dirección política y cultural en la capital mientras Bush ingresa a la Casa Blanca al comienzo de su mandato de cuatro años. Los funcionarios se preguntaban ayer si los pronósticos de tormenta serían suficientemente malos como para obligarlos a trasladar la ceremonia de jura de Bush dentro del edificio del Capitolio, ante menos de 1000 invitados.
Bush le dijo a un entrevistador ayer que no estaba “retractándose” de sus convicciones políticas conservadoras. Para los demócratas en el dividido Congreso, tuvo un mensaje contundente: tendrán que trabajar con la nueva administración “o serán dejados atrás”. Para aquellos que creen que “robó” la elección del 9 de noviembre, y no tiene derecho a nombrar para su gabinete a conservadores como el secretario de Justicia designado, John Ashcroft, tuvo una respuesta igualmente brusca: “Mala suerte –le dijo a Fox Television– porque voy a hacerlo”.
Mientras Washington se preparaba para el cambio de régimen, que ocurrirá a mediodía, cuando el juez supremo William Rehnquist le tome juramento, un juez federal falló que miles de manifestantes adversos tendrán que someterse a inspecciones de seguridad sin precedentes antes de ganar acceso a las calles del centro de Washington. Unas 750.000 personas eran esperadas en el centro de la ciudad antes de que la temperatura dijera lo suyo.
Los signos exteriores del nuevo régimen eran visibles en todas partes de la capital, no obstante. Los aeropuertos dieron cuenta de cantidades record de jets privados aterrizando en la ciudad, demorando los vuelos comerciales hacia Washington por hasta tres horas. Cada súper limusina de la Costa Este se encuentra estacionada frente a los hoteles de la ciudad, y las botas de piel de serpiente pueden verse a cada vuelta de la esquina.
Bush fue anoche el invitado de honor a una sucesión de cenas a la luz de las velas para más de 6000 partidarios, cada uno de los cuales aportó 2500 dólares al presupuesto de inauguración de 40 millones. El y su esposa Laura iban a terminar la noche en el baile “texano de corbata negra y botas”, que costó 1,8 millón de dólares.
Cada inauguración presidencial dice mucho sobre el modo en que le gusta ser visto al nuevo hombre. Jimmy Carter rehusó abordar la limusina que lo transportaría por Pennsylvania Avenue y eligió llegar caminando a la puerta de la Casa Blanca. Ronald Reagan se rodeó de ostentación hollywoodense, proclamando implícitamente el inicio de la década en que la “ambición es buena”. Las festividades inaugurales de Bill Clinton, ocho años atrás, marcaron la llegada de la generación del rock and roll a los asientos del poder. Chuck Berry tocó la guitarra, Bob Dylan y Bruce Springsteen cantaron y Clinton se unió a ellos tocando el saxo con delectación, lo que marcó la llegada del primer hedonista a la Casa Blanca.
La estética de las celebraciones inaugurales de Bush ha sido más ambigua. Estos han sido días de fiesta en Washington, pero el tono relativamente tranquilo, comparado con transiciones anteriores, es un inequívoco recordatorio de las circunstancias en que el nuevo presidente está asumiendo el mando. El mensaje de perfil bajo de Bush es que lo importante es empezar a trabajar.
Dos años atrás, la aparición del astro latino Ricky Martin en un evento inaugural podría haber parecido un típico guiño de Bush a la inclusividad étnica. Esta semana pareció meramente lo normal. El concierto de ayer en Washington celebrando a la “juventud norteamericana” estuvo repleto de figuras de segunda. El “factor celebridades” en esta inauguración está entre los más bajos registrados. Muchos republicanos están relajados ante la ausencia de Nombres Realmente Grandes en los conciertos y bailes inaugurales del fin de semana. Hollywood es hoy Clintonlandia, de modo que la gente de Bush afecta desdén hacia el culto a las celebridades, que se volvió la marca de fábrica de la era que termina. Cuando Frank Sinatra orquestó el desfile de celebridades de la industria del entretenimiento para Reagan hace 20 años, por otro lado, los republicanos no tuvieron tales escrúpulos.
Los eventos públicos en Washington este fin de semana también han tenido su lado pícaro. Inicialmente se había informado que aparecería el cómico británico Ben Elton. La idea del progre Ben como parte de las ceremonias de Bush parecía difícil de creer, y así se probó. Nunca apareció, porque no se proponía venir.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 


 

Clinton tuvo la última risa

La sombra legal que oscureció la presidencia de Clinton finalmente fue levantada en su último día completo ayer, cuando el presidente saliente logró un trato de inmunidad con el investigador especial que examina su conducta en la Oficina Oval. Funcionarios de la Casa Blanca dijeron que, como devolución por la admisión escrita de Clinton de que había hecho declaraciones deliberadamente falsas bajo juramento en relación con su relación con Monica Lewinsky, el consejero independiente, Robert Ray, prometió cerrar su investigación y no levantar cargos contra Clinton después de que deje sus funciones hoy. La licencia de abogado de Clinton será suspendida durante cinco años por la Asociación de Abogados de Arkansas, y Clinton tendrá que pagar una multa no revelada, pero escapará a la amenaza de una exclusión del foro de por vida. Poco después de que surgiera la noticia del acuerdo, Clinton ejercitó sus poderes ejecutivos por última vez, al hacer que Linda Tripp fuera despedida de su trabajo como secretaria en el Pentágono. Las cintas grabadas de conversaciones de Tripp con Lewinsky ayudaron a arrinconar a Clinton, lo que condujo al impeachment.

 

OPINION
Por Atilio Borón*

Una diferencia de matices

No es razonable suponer un cambio importante en la política exterior norteamericana con la administración Bush respecto de la administración Clinton. En general, se puede decir que, más allá de los nombres, la política exterior norteamericana no depende de quién esté en el poder; tiene cierta autonomía, con la constante de proteger y expandir los intereses imperiales norteamericanos.
Si se produce algún cambio, en todo caso, será para peor. En sus primeras audiencias en el Senado como secretario de Estado designado, el general retirado Colin Powell demostró una llamativa vocación belicista. Quizás esto represente un cambio. Este cambio no es de fondo, porque debemos recordar que bajo la administración Clinton se trataba de guardar las formas con un lenguaje más tenue pero en los hechos el intervencionismo norteamericano permaneció inalterado, y allí tenemos la guerra de los Balcanes y el Plan Colombia para atestiguarlo. Pero hay que decir que Clinton, por lo menos, guardaba las formas. Lo que quiero decir con esto es que, si la política intervencionista en los hechos será similar con Bush que con Clinton, es probable que esta nueva administración considere la opción militar más rápidamente que Clinton. La opción militar será válida e importante en la Casa Blanca de Bush.
Esto preanuncia cuestiones difíciles para América latina. Varios personajes cercanos a Bush han dicho cosas terribles de la política petrolera del presidente venezolano Hugo Chávez. En la medida en que Chávez intenta representar una opción distinta en la región, lo que hará la administración Bush es acentuar esta suerte de domesticación de las ovejas descarriadas como Chávez, que en Latinoamérica ponen alguna traba a las intenciones imperiales de la Casa Blanca. En este sentido, Clinton ha sido más “suave” con Chávez. Otro aspecto de esta política de domesticación será el embargo a Cuba. Este embargo ya fue condenado por todo el mundo, no tiene ningún sentido y Clinton mostró alguna voluntad de levantarlo, pero no lo hizo con toda la fuerza, entre otras cosas porque su gobierno no pudo contrarrestar la fortaleza republicana en el Congreso durante el segundo mandato. Pero tampoco hay que creer que Clinton era “progre”.
La administración Bush va a acelerar la integración americana bajo el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), que es la forma en la que se manifiestan los intereses económicos norteamericanos para el continente en la actualidad. El ALCA consolidará la subordinación de Latinoamérica a Estados Unidos por una razón muy simple: no se trata de un tratado de libre comercio entre Estados relativamente equiparables, como lo fue la Comunidad Económica Europea (hoy, Unión Europea), sino entre una superpotencia y países pobres que no pueden responder a sus presiones más que sometiéndose. En este sentido, también continuará el Plan Colombia.
En cuanto a nuestro país, aún menos se puede esperar de positivo. Durante la década pasada ya fueron sacrificados grandes márgenes de soberanía económica y política y ahora el país es rehén de los humores de Wall Street. Por otra parte, las relaciones carnales tan promocionadas durante el menemismo han demostrado su completa inutilidad para obtener a cambio algo medianamente decente para la Argentina.
En resumen, la diferencia entre Clinton y Bush son apenas matices.

* Politólogo. Su último libro es Tras el búho de Minerva.

 

OPINION
Por Rosendo Fraga*

Las dos Américas latinas

Durante las últimas décadas, en la percepción norteamericana han existido dos Américas latinas: una al norte del Canal de Panamá y otra al sur del mismo. La primera, constituida por México, Centroamérica y el Caribe, en los hechos se ha estado incorporando al sistema norteamericano. El Nafta, el caso Elián, la definición de la elección presidencial norteamericana en el estado de Florida y el hecho de que el 85 por ciento de los hispanos que viven en los Estados Unidos provenga de esta subregión, explican esta situación. La percepción sobre la segunda América latina –la que está al sur del Canal– ha sido mucho menor y en general no se desarrollaron políticas demasiado específicas para esta parte de la región.
Cabe mencionar que durante el primer mandato Clinton nunca visitó América del Sur y que en el segundo sólo lo hizo dos veces: en 1997 estuvo en Brasil y en la Argentina, y en el 2000 asistió al lanzamiento del Plan Colombia en este país. La novedad de la administración Bush es que parece que diferenciará en su política hacia América latina, sobre todo en Sudamérica, dos regiones: la andina, donde el eje de la política es el Plan Colombia y el fortalecimiento de la democracia; y el Cono Sur, donde el eje es el libre comercio, considerando que en esta parte se ha logrado un grado de democratización aceptable.
Tanto la plataforma republicana como la demócrata respaldan el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) para el año 2005, como política central para América latina. Pero la republicana tiene un punto específico en el cual plantea el promover acuerdos de libre comercio bilaterales con tres países específicos: Chile, Argentina y Brasil. Si bien este punto no está en la plataforma demócrata, es interesante notar que fue en los últimos días de la administración Clinton cuando comenzó a implementarse, al iniciarse la negociación con Chile. En los discursos de campaña de Bush referidos a América latina, enfatizó en la necesidad de estrechar relaciones con las “cuatro democracias importantes” de la región, mencionando específicamente a México, Chile, Brasil y la Argentina, los que en conjunto representan el 80 por ciento del PBI de la región.
Este planteo del nuevo presidente norteamericano ha sido asumido plenamente por el presidente de México, Vicente Fox, quien viene reiterando la necesidad de llegar a un acuerdo entre las “cuatro economías importantes de América latina”, mencionando en esta propuesta a los mismos cuatro países de los discursos de Bush. Es así como la nueva administración norteamericana parece tener un proyecto concreto para el Cono Sur de América, cuya prioridad es promover acuerdos bilaterales de libre comercio con Chile, Argentina y Brasil, en forma sucesiva, antes de que se concrete el ALCA.
Es que incorporado ya México al sistema económico norteamericano, los acuerdos de libre comercio con los tres países del Cono Sur, antes de que se concrete el ALCA, serían una realidad antes del 2005 para el 80 por ciento del PBI de América latina. Mientras Chile parece avanzar rápidamente en función de esta política, Brasil la resistirá buscando una negociación en bloque con los Estados Unidos, mientras que la cuestión para la Argentina consistirá en buscar un punto de equilibrio entre las posiciones de Washington y Brasilia respecto del libre comercio en el continente.

* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

 

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