Por Raúl
Kollmann
Mi hipótesis es
que José Luis Cabezas fue asesinado por un grupo de profesionales,
puede ser que al comando del jefe de la custodia de Alfredo Yabrán,
Gregorio Ríos, y con cobertura de la Policía Bonaerense.
El crimen fue un mensaje contra el ex gobernador Eduardo Duhalde. Si no,
a Cabezas lo hubieran matado en la vereda, pasando con un auto.
A punto de cumplirse cuatro años del asesinato de Cabezas, asesinado
el 25 de enero de 1997, el principal condenado, Gustavo Prellezo, aceptó
hablar por primera vez en su lugar de detención, la Unidad Número
9 de La Plata. También por primera vez habló de lo que pasó
la noche del crimen.
Es la mañana del sábado y Prellezo aparece, pálido
y nervioso, en un amplio salón de la jefatura del penal. Se ve
que se siente ante una prueba de fuego: tras casi dos meses de gestiones
judiciales, Página/12 accede a hablar con el hombre condenado a
reclusión perpetua por organizar el asesinato del fotógrafo
de Noticias. Es la primera vez que se va a defender personalmente de la
acusación. El diálogo no es fácil.
Prellezo asegura que el asesinato fue un mensaje. Y explica:
Lo secuestraron, lo esposaron, le pegaron un tiro en la nuca, después
quemaron el cuerpo y lo tiraron por donde iba a pasar Duhalde. Ese fue
un mensaje. Después buscaron tapar todo. Necesitaban culpables
y la banda de los horneros estaba ahí, en Pinamar. Les cargaron
el crimen a ellos y nos sacrificaron a tres oficiales de la Bonaerense,
a mí, a Sergio Camaratta y Aníbal Luna. Es cierto que estaba
en Mar de Ajó, es cierto que llevé a los horneros a la Costa
para que robaran y para que hicieran lío, pero no maté ni
mandé a matar.
Nunca habló de la noche del crimen. ¿Qué pasó
con usted y los miembros de la banda de los horneros?
Mire responde Prellezo, reticente al principio, yo no
le puedo decir para qué llevé a los horneros a la Costa,
pero le aseguro que no los llevé para que mataran a Cabezas.
¿Los llevó para que robasen casas?
Algo parecido. Tal vez a armar más lío del que había
en Pinamar.
¿Y cuál era el objetivo?
Bueno, yo estaba armando el negocio de las alarmas y trataba de
hacerlo con Alfredo Yabrán. Si había robos, lío,
esto favorecía la necesidad de instalar una empresa de alarmas
y seguridad. Le aseguro que con Yabrán mi única vinculación,
mi único objetivo, era ese negocio. El iba a ser el socio inversor.
También nos aseguraba una cantidad importante de alarmas que íbamos
a instalar en sus propiedades y así asegurábamos un mínimo
para el invierno que nos iba a permitir mantener una oficina abierta.
Además, mucha gente que estaba alojada en el hotel de Yabrán
iba a necesitar custodia para llevar o traer algún dinero y por
ahí seguro que iban a surgir otros negocios. El no tenía
algo así.
O sea que usted llevó a los horneros para hacer más
necesarias las alarmas y la seguridad.
Sí.
Usted los llevó y, según deduzco, sin que usted lo
supiera, contrató a los horneros para pegarle a Cabezas o matarlo.
No, no. Acá hubo un gran operativo para matar a Cabezas.
Con medios de comunicación, con handys, con varios vehículos,
con operaciones de inteligencia antes, durante y después. La gente
que testimonia lo que vio en los alrededores de la casa del empresario
Oscar Andreani (donde Cabezas estuvo hasta media hora antes de su secuestro)
dice que había cuatro o cinco vehículos, que se hacían
luces y señales. Se habla incluso de una camioneta. Y eso fue ya
muy tarde, después de que se habían ido los curiosos de
la fiesta. O sea que eran vehículos que formaban parte del operativo.
Después, en el momento del secuestro, pasó una moto. Y más
tarde un patrullero. Un operativo enorme.
¿Y quién hizo semejante operación?
Yo creo, es mi hipótesis, que actuaron Ríos, el jefe
de la custodia de Alfredo Yabrán, y su gente especializada, con
la cobertura de efectivos de la Policía Bonaerense. Si los jueces
dijeron que Ríos fue el autor intelectual del crimen, imagínese
que no me iba a utilizar a mí o a los horneros como mano de obra.
Usó a su gente. Tenían a su gente trabajando. No puede ser
casualidad esa llamada del hombre de Ríos (el custodio Roberto
Archuvi) a Ríos a las 5.25, justo después del crimen. El
argumento que dieron es que Archuvi le pidió dinero, pero da la
impresión de que le dijo que estaba todo terminado o algo así.
Usted dijo que cree que hubo cobertura de la Bonaerense.
No tenga dudas de que actuó un grupo de la Bonaerense. Está
la prueba de que no respondieron a las llamadas de alerta que se hicieron
esa noche. Usted sabe que se dice que un hombre de la fuerza fue el que
le pegó el segundo disparo en la nuca a Cabezas. El hallazgo en
Mar del Plata de la pistola fue un armado de gente de la Bonaerense. El
jefe de calle de Pinamar, Gómez, dijo que estaba en un operativo
aquella noche y se probó que era falso. También fue un armado
de la Bonaerense la forma en que encontró la cámara fotográfica.
En la primera autopsia se encontró un solo balazo en el cuerpo
de Cabezas y falsificaron el acta, y le aseguro que eso no lo hace cualquiera
dentro de la Bonaerense. Se necesita una mano muy pesada, es una maniobra
de mucha envergadura que sólo pueden cumplir jefes de la Bonaerense.
Fíjese que en el momento de hacerse la autopsia había un
oficial de inteligencia de la Bonaerense. Eso ya lo dice todo: cuando
van los de Inteligencia nunca es para aclarar nada.
¿Y para qué van?
Están ahí para embarrar.
Usted dice que el asesinato fue una gran operación. ¿Con
qué objetivo?
Sin dudas, mandar un mensaje. Si no, a Cabezas lo hubieran matado
en una vereda, pasando con el auto. Acá le pusieron las esposas,
le pegaron el tiro en la nuca y le quemaron el cuerpo. Si la idea no hubiera
sido el mensaje, ¿para qué compraron el combustible? Era
seguro que iban a quemar, como mínimo, el auto. Se trató
de un mensaje con un código que solo conocen los que lo mandan
y el destinatario.
¿Para quién cree que era el mensaje?
Para Duhalde. Y le aseguro que Duhalde, sabiendo que fue para él,
tomó la investigación en sus manos. Y por supuesto la orientó
en contra de quien le había mandado el mensaje, aunque no permitió
que saliera a la luz que la Bonaerense participó.
¿Dónde encajan usted y los horneros?
Necesitaban culpables y estaba esa bandita ahí. Eran culpables
perfectos. Después los compraron con dinero, con promesas de que
iban a salir rápido en libertad y que les iban a dar mucho dinero.
Ellos están presos en este mismo penal y todo el tiempo andan diciendo
que pronto salen porque les van a dar la libertad gracias a que colaboraron.
Cuando leyeron el fallo en el que los condenaron, salieron del tribunal
cantando. La Bonaerense, que estaba dando la cobertura del crimen, se
ocupó de taparle las huellas al otro grupo y sacrifican a una bandita,
los horneros, y a tres integrantes de la fuerza que somos Camaratta, Luna
y yo.
¿Usted dónde estaba esa noche?
La verdad es que yo estaba en Mar de Ajó y llegué
como a las 6 de la mañana a Pinamar. Hay un testigo que me vio
llegar. Los horneros me habían llamado diciéndome que se
querían volver y yo no podía ir a buscarlos porque estaba
trabajando. Pero esa mañana los fui a buscar.
Es demasiada casualidad que justo los fue a buscar minutos después
del crimen.
Se lo aseguro. Ese día era el cumpleaños de mi papá
y yo por eso los fui a buscar temprano. Si hubiera sabido que hicieron
el desastre ni se me ocurría ir a sacarlos de ahí. Además,
paré en el Destacamento para devolver las llaves. Y después
paramos a comer. ¿Semejante exposición con un crimen encima?
De ninguna manera. Ellos no me dijeron ni una palabra ni tenían
el arma encima ni tiraron la cámara fotográfica. Todo eso
es una mentira enorme.
Y el arma del crimen, ¿quién la tiene?
El grupo que cometió el asesinato. Yo no les vi ningún
arma a los horneros.
Pero los horneros confesaron. Nadie que no haya intervenido confiesa
la participación en un operativo que termina en un crimen tan brutal.
Mire, lo normal es que si uno cometió un delito, trate de
defenderse. Ellos se acusaron a ellos mismos todo el tiempo. Están
comprados y les han prometido la libertad y dinero. Le digo lo siguiente:
no pudieron reconocer nada de la cava, dicen que los disparos se hicieron
de una manera y fue de otra, la forma en que lo secuestraron a Cabezas
se las contaron, no fueron ellos los que hicieron todo ese operativo.
Le digo más: los horneros estaban de a pie, no tenían ni
siquiera un auto para moverse. ¿Cómo hicieron todo lo que
supuestamente hicieron para matar a Cabezas sin tener ni siquiera un auto?
No me va a decir que se quedaron en la puerta de la casa de Cabezas esperando
de a pie. En cambio, le insisto, hubo mucho profesionalismo en el operativo:
autos, motos... El secuestro fue rápido. Con unos pocos golpes
certeros le colocaron las esposas a Cabezas, compraron el combustible
antes, quemaron el cuerpo. Ellos no fueron capaces de hacer eso y por
eso no pueden describir nada. Los horneros se vendieron y son parte de
la cobertura que le dio al crimen la Bonaerense. Una prueba de lo que
pasó está en el principal investigador, el comisario Víctor
Foguelman.
¿Por qué lo dice?
Unos días antes del juicio oral lo pasaron a retiro. Tenían
miedo de que fuera preso en el juicio oral por la investigación
trucha. Además, ante los jueces se la pasó diciendo no
me acuerdo, no me acuerdo, no me acuerdo.
Teóricamente Foguelman, que hizo toda la investigación,
merecía un premio, pero lo pasaron a retiro, lo tuvieron que esconder.
En el crimen y en la cobertura está la mano de la Bonaerense por
todos lados.
Lo cierto, Prellezo, es que también usted en un momento de
la causa aceptó declarar y reconoció que mandó a
los horneros a pegarle a Cabezas porque tenía una interna con el
comisario de Pinamar, Alberto Gómez. Fue casi una confesión.
Bueno, lo que sucedió está relacionado con la cuestión
de Palito Ortega (ver aparte). A mí me presionaron para que declarase
así, aceptando la versión de los horneros, prometiéndome
que iban a dejar libre a mi ex esposa (Silvia Belawsky), que es la madre
de mi hijita Cecilia. En ese momento yo estaba desesperado: Cecilia estaba
sin padre y sin madre.
¿Cree que la orden de matar a Cabezas la dio Yabrán?
No sé, no sé. Es un caso muy difícil, hay muchas
contradicciones. Me parece que si la orden hubiera sido de Yabrán,
a Cabezas no lo mataban en Pinamar. Porque Yabrán había
apostado mucho a Pinamar y eso perjudicaba la zona. Por ahí lo
hubieran subido a un auto y tiraban el cuerpo en Avellaneda. Pero no sé.
Si yo tuviera las pruebas sobre quién dio la orden no le estaría
acá hablando a usted, se las habría entregado a la justicia
para que se avance en la investigación.
¿Usted no tuvo nada que ver con el asesinato?
Mire, me podría quedar algún cargo de conciencia si
fueron los horneros, si ellos actuaron. Pero si ellos no fueron los asesinos
y a mí me parece que no, yo no tengo ningún
motivo para tener un cargo de conciencia. No maté ni mandé
a matar. Es cierto que cometí errores. Desde ya que juntarme con
los horneros fue un gran error. Pero tengo la esperanza de que si la Justicia
investiga bien se va a dar cuenta de que yo no maté ni mandé
a matar. Acá hubo una gran operación, una operación
profesional, con la cobertura de la Bonaerense y a nosotros nos cargaron
el crimen.
La vida en el penal
No
siento que mi vida esté en peligro. En esta unidad, me tienen
bien custodiado. De esta manera, Gustavo Prellezo disipó
los rumores sobre su temor a que alguien lo silencie para siempre.
No tengo privilegios, estoy como cualquier preso, aunque por
razones de seguridad la custodia es más férrea,
explicó.
Prellezo encontró nuevas actividades para llenar los días
de prisión. Desde octubre está estudiando Derecho
dentro de la Unidad Nueve del Servicio Penitenciario Bonaerense,
en La Plata. Ya en diciembre, aprobó su primer examen. Además,
participó del concurso literario sobre la vida de José
de San Martín, en el que el Instituto Sanmartiniano le otorgó
el primer premio y una medalla.
Tal vez lo más asombroso de la vida actual de Prellezo es
que varias mujeres se han convertido en sus admiradoras incondicionales.
Sin conocerlo, y por algún extraño mecanismo psicológico,
le mandan cartas y lo visitan en el penal.
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Sospechas sobre Palito
Ortega
Por R.K.
Si
me hacen la trampa de no permitirme apelar, voy a iniciar una huelga
de hambre. Pero no va a ser para presionar, sino para morirme. No
la voy a hacer por cien días, sino que espero morirme en
dos semanas y que quede en la conciencia de los jueces. Con
estas palabras, Gustavo Prellezo muestra toda su furia con la resolución
de la Cámara de Casación Penal que le rechazó
la apelación considerando que la reserva fue presentada antes
de que se haya pronunciado la sentencia.
El letrado de Prellezo, Jorge Freire, exhibe un escrito en el que
hace la reserva de la apelación el 3 de febrero de 2000,
o sea un día después del fallo. El recurso tiene la
firma de la secretaria de la Cámara de Apelaciones y figura
como recibido a las 9.35 de ese día.
No estoy pidiendo una conmutación de pena ni un indulto
explica Prellezo. Lo que reclamo es el derecho a la
segunda instancia, como lo hicieron los presos de La Tablada. Pero,
insisto, no voy a la huelga de hambre para presionar, sino para
morirme.
En esta causa las irregularidades fueron increíbles.
Está el tema que reveló Página/12 hace algunas
semanas: que (Ramón) Palito Ortega le daba plata a mi abogado:
miles y miles de dólares. El dice que era para una película,
pero eso no se lo cree nadie. Lo que estaban haciendo era comprar
a mi abogado defensor para que él me convenciera de que yo
avalase la historia oficial del crimen. Reconozco que tuve ofrecimientos
del gobierno nacional (entonces el presidente era Carlos Menem),
el gobierno provincial (Eduardo Duhalde) y gente de poder. Todos
ofrecían algo para que yo dijera tal o cual cosa y se ve
que Ortega hizo un arreglo con mi abogado sin que yo jamás
haya hablado con él. Si quería datos para una película,
iba a tener que hablar conmigo y, sin embargo, el arreglo y el dinero
fueron para el abogado sin que yo me haya enterado. Qué película
ni película: me infiltraron la defensa.
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