En campaña, pero que
no se note
Con el blindaje se acabó la angustia. Ahora tenemos
que dedicarnos a conseguir 24 minas, dice el operador radical.
Buenos Aires es un horno. El calor domina todo, solivianta los cuerpos
y las mentes. Pero el operador no habla de megatransas ni expresa
fantasías tropicales: está maquinando cómo
ir llenando las grillas para las candidatas a senadoras nacionales.
Bueno, no son 24, necesitamos 22 corrígese en
voz alta, porque Cecilia (Felgueras) y Lilita (Carrió)
son número puesto.
Liberados del agobio del default, radicales al fin, buena parte
de los dirigentes oficialistas se zambullen en el juego que mejor
saben y más les gusta: las internas. En este caso, complejizadas
por la doble necesidad de conciliar intereses con el Frepaso y respetar
el cupo femenino.
El PJ afronta una situación diferente. Los tres gobernadores
presidenciables dominan sus respectivos distritos y deberán
ganar de local. Luego, los resultados en la externa se medirán
como una suerte de interna abierta. El que pierda su provincia,
Game over.
El armado aliancista, que hace brillar los ojos del operador, es
bien peliagudo. Hay que preservar los equilibrios internos, revalidar
los títulos del Gobierno y lo cortés no quita
lo valiente ganar terreno para el radicalismo y, dentro de
éste, para los amigos. La hora del arte.
Todo está por hacerse, sólo el cordobés Rubén
Martí y Raúl Alfonsín tienen su lugar asegurado.
Elisa Carrió también lo tendría si aceptara
ser candidata por su Chaco natal. Pero como referirá
en la madrugada de mañana en el programa de cable La Posta
explora la posibilidad de representar a los porteños, por
afuera de la Alianza, aliada con Alfredo Bravo. Una jugada riesgosa
y poco orgánica que la mayoría de las fuentes radicales
que consultó Página/12 piensa que no llevará
hasta el fin.
Una de las mujeres que busca el operador será bonaerense
y en principio frepasista para ir junto al ex presidente.
Pero el paso por el Gobierno hizo trizas las perspectivas de Graciela
Fernández Meijide y Mary Sánchez. Allegados al ministro
del Interior aseguran que éste promueve a Diana Conti. Fredi
la valora porque es militante, porque es leal en la gestión
y jugó bien y fuerte en el tema de los presos de Tablada
narran. El nivel de conocimiento público de Conti es por
demás exiguo, tanto como el de la subinterventora del PAMI
Graciela Rosso que algunos frepasistas mencionaron en los atentos
oídos de Storani. El ministro político quiere avanzar
sin estrépito pero rápido en el tema. Sabe que algunos
de sus correligionarios quieren aprovechar la falta de potencia
de las posibles candidatas del Frepaso para empujar alguna alternativa:
una figura emergente de la sociedad o alguna intendente exitosa.
Una jugada a dos bandas: reforzar la lista y jabonarle el piso al
Frepaso. Dos fines que Storani no comparte por ser el más
aliancista de los ministros y porque no quiere ruido alguno dentro
del distrito en el que si las circunstancias lo ayudan
podría ser candidato a gobernador en 2003.
Una somera recorrida de Página/12 por despachos oficiales
y cuevas de operadores revela que todos tienen nutridas agendas
con nombres de candidatos. Nada se dice en público porque,
paradoja de paradojas, hablar de candidaturas es piantavotos pero
nadie se priva de operar, cambiar figuritas, hacer números,
bartolear nombres para instalarlos o quemarlos.
Chau Chacho
José Manuel de la Sota dijo que no es candidato para el
2003. Lo suyo no fue una renuncia definitiva sino la explicación
de su actual táctica que es diferenciarse de Carlos Ruckauf,
siempre pendiente del escenario nacional.
En cambio, sonó más contundente la autoexclusión
de Carlos Chacho Alvarez, en respuesta a la virtual
promoción que le había hecho Storani. El ministro
del Interior concebía a las candidaturas de Alvarez en Capitaly
Alfonsín en provincia como una ratificación de lo
mejor de la Alianza que servía, por añadidura,
para jugar con las mejores barajas la elección de fin de
año. Como moño, sería una forma de convocar
otra vez a Chacho, de contenerlo en un momento de entropía
aliancista.
Pero el líder del Frepaso no comparte la lectura de Storani.
Apenas comenzó a mencionarse la oferta comenzó a negarse.
Explica a quien quiera oírlo que lo hizo sin consultar encuestas,
sin pedir consejos, tal como obró su renuncia a vicepresidente.
Y la asociación no es fortuita porque Alvarez liga una eventual
candidatura a una declinación de su pelea contra la corrupción
senatorial. Un canje o una negociación que lo privaría
de su principal bandera.
Alvarez se muestra especialmente celoso de poner a buen resguardo
su identidad y libertad de expresarse, objetivos que mencionó
en su renuncia y no quiere resignar. Si bien se mira, desde que
se postuló como candidato a vice, viene intentando un equilibrio
entre su vocación de apuntalar la Alianza y conservar su
perfil. Equilibrio que jamás logró del todo. Al integrar
la fórmula presidencial y en los primeros tiempos del gobierno,
privilegió lo sistémico e hizo zozobrar su identidad.
Durante la crisis del Senado y al renunciar se diferenció
con nitidez pero hizo temblar la coalición. Ahora navega
una ardua media agua tratando de no descompensarse. Pero sus gestos
más ostensibles, aun la rápida exclusión de
su candidatura, indican que hoy por hoy prioriza conservar sus márgenes
de acción, que junto a los desempeños de Aníbal
Ibarra y Hermes Binner son los elementos de diferenciación
más contundentes del Frepaso.
La oferta de Storani y el rechazo de Chacho ocurrieron sin que mediara
entre ellos una palabra. La falta de comunicación entre el
jefe frepasista y sus aliados es un dato mayúsculo que como
ya se señaló en esta columna llena de bronca
a Alfonsín y Storani. Y hace rato enfada a De la Rúa.
Alvarez esgrime quejas similares, sí que centradas en el
Presidente. Reprocha que no lo consultan para tomar decisiones gravitantes
y más en la intimidad que De la Rúa no
es afecto a decirle lo que piensa. Y asegura que lo que reclama
es un ámbito más o menos permanente donde se discutan
líneas estratégicas de la Alianza y tener parte en
las decisiones esenciales.
Megarreunión
de autoayuda
La falta de diálogo en el primer nivel de la Alianza es
una constante de más de un año. La proliferación
del buen humor en la Rosada y zonas colindantes, una novedad de
los dos últimos meses. El Presidente ha recuperado el optimismo
y la sonrisa. Y el Gabinete transita entre la calma, la euforia
y la soberbia. Artes del blindaje, que fueron apuntalados por la
gigantesca reunión de autoayuda realizada en Olivos, vivida
en triunfo por todo el Gabinete.
El Gobierno armó su primera escena de campaña, bajo
la advocación presidencial de ni mentar el tema. Un espectáculo
de dos días, un maratón de exposiciones no sucedidas
por debate alguno (quizá para no incordiar a De la Rúa)
y de propuestas no especialmente novedosas pero numerosas.
El megaencuentro por pedido presidencial suplió
a una reunión de evaluación de encuestas y análisis
político fogoneada por Chrystian Colombo y Carlos Becerra
que iba a realizarse en el Hotel Elevage donde suele parar, en condición
de local, Enrique Nosiglia. Al desarmarla De la Rúa le dio
una gratificación a Storani, quien tiene un sordo antagonismo
interno con Becerra, un histórico aliado de Nosiglia que
no se esfuerza en disimularlo. Tanto que su despacho ostenta dos
cuadros llamativos: uno representando a Sarmiento (heredado de su
predecesor en la SIDE, Fernando de Santibañes) y otro una
gran foto de Becerra junto al Coti.
Colombo también pudo quedar conforme. Conservó centralidad
en Olivos y es un paladín de esas reuniones en las que se
hablan de temas concretos.
Pero el más alegre entre los alegres era el propio De la
Rúa, convencido de que se han terminado los días oprimentes
y de que el crecimiento económico está al caer. Una
certeza que no atesora solo y que regenera en el gobierno tendencias
y presencias que ya lo animaron alguna vez.
Contra la amnesia
Acá no puede haber amnesia explica el
operador, el blindaje es un triunfo de algunos, de los que
se quedaron. Y eso tiene que verse en el reparto. Reparto
de candidaturas, por cierto, que es de lo que siempre habla el operador
aun cuando hable de mujeres.
La restauración del buen humor presidencial no ha venido
sola. La aparea un reverdecer de la presencia de su familia: en
estos días su esposa reveló sus ansias de reelección
y su hijo Aito habló largamente ante dos revistas repartiendo
elogios a su padre y críticas a Alvarez.
Otro que ha vuelto a recorrer el espinel político es De Santibañes.
Lo suyo no es full time: tuvo tiempo de volar a la Costa Oeste de
Estados Unidos para ver cómo uno de sus caballos ganaba un
gran premio o a Chicago para dar clases. O para ir de pesca con
Alberto Flamarique y Nosiglia. Y, según refiere uno de sus
buenos amigos radicales, añadió algunos días
de reposo por una incómoda neumonía, producto quizá
de tantos cambios de clima.
Pero en los ratos remanentes De Santibañes ha recuperado
su interlocución con el Presidente, amén de los usuales
diálogos que mantiene con Nosiglia, Flamarique y Colombo.
Puesto en la difícil tarea de definir el juego de un novato
que le tomó el gusto a la política puede describírselo
como el jefe del grupo Sushi. Y en tal carácter jugó
un rol relevante en los cambios que hubo en el área de comunicación
que derivaron en la designación de su ex vocero Ricardo Rivas
como subsecretario de Comunicación.
Es antipático mencionar la soga en la casa del ahorcado.
Pero, en medio de la Arcadia del blindaje, el renacer de un cierto
triunfalismo, el regreso del fami-entorno presidencial y la falta
de diálogo entre De la Rúa y Alvarez emanan un inquietante
aroma a déjà vu.
Una agencia ahí,
por favor
Entre los anuncios de Olivos hay uno que puede traer cola: el de
la creación de la Agencia de políticas sociales que
significaría la virtual desaparición del Ministerio
de Desarrollo Social.
Seguramente no es la intención, o al menos no la intención
principal. Pero la movida, de plasmarse, aparejará alguna
resolución respecto de la incómoda situación
de Graciela Fernández Meijide. La relación de Graciela
con Alvarez es fría. De sus colegas radicales recibe buen
trato y cortesía pero no comparte espacios de poder importantes
como sí supo hacer en su momento Flamarique. Por su condición
de ex candidata a presidente, por ser la única ministra frepasista
podría imaginarse otro escenario, donde Fernández
Meijide compartiera el primer nivel de protagonismo del triunvirato
José Luis Machinea-Patricia Bullrich-Colombo. Por los motivos
que fuera, nada de eso ocurre. Y a diferencia de lo que podría
pensarse hace un año no hay candidatura posible que
permita a Graciela una salida deseable.
La ministra frepasista protagoniza una charada. Su partido no capitaliza
su acción pero no puede desplazarla para no perder poder.
Y los radicales no están conformes con su desempeño
pero no quieren relevarla en tributo a la unidad.
Por años Fernández Meijide fue policandidata de lujo,
cabeza de lista en elecciones cruciales para el Frepaso y la Alianza.
Ganó algunas y perdiólas dos últimas. Hoy simboliza
una cruel tensión de la política: la que media entre
el erotizante mundo de las campañas (que el verano hizo rebrotar)
y la árida, cruel estepa de la gestión.
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