El estadounidense Richard Lester es un cineasta de carrera irregular,
que alternó éxitos, fracasos, luces y sombras en su relación
con la crítica y el negocio (realizó, entre otras películas,
The Ritz, Los tres mosqueteros, El Knack y cómo lograrlo, etc.).
Su paso a la historia, sin embargo, estará ligado indefectiblemente
con su relación laboral con Los Beatles. Responsable también
de los films Yeah, yeah, yeah y Socorro, Lester ahora disfruta, ya en
su condición de jubilado de privilegio en el mundo cinematográfico,
de la reedición de Anochecer de un día agitado, que se exhibirá
en las salas porteñas a partir del próximo 8 de febrero.
El cineasta nacido en 1932 en Filadelfia (aunque formado artísticamente
en Inglaterra) cuenta en esta entrevista anécdotas de la filmación
y detalles relacionados con la personalidad de los fabulosos cuatro de
Liverpool.
Para aquellos que no lo recuerdan bien, o que quizá no estaban
cerca, ¿puede contar algo sobre la obsesión de los fans
de Los Beatles? Básicamente, referente al hecho de que Los Beatles
no podían dirigirse en forma privada a ninguna parte sin ser acosados.
En el momento en el cual comenzamos a escribir el guión del
film, ellos habían participado en The Ed Sullivan Show,
tras lo cual tanto sus personalidades como su éxito pegaron un
gran salto en lo que a popularidad mundial se refiere. Por eso, cuando
empezamos a filmar, nuestro mayor desafío era que la gente no supiera
dónde lo haríamos. ¿Cómo hacer para bajar
de un tren y volver a abordarlo sin que hubiese allí una multitud?
Y también la pesadilla de tener que repetir la toma. Pienso que
el mejor ejemplo de la histeria fue cuando terminamos nuestro primer día
de filmación en el tren. Los Beatles habían descendido en
un campo en las afueras de Londres. El tren volvió a la estación,
y de pronto, surgió de la nada una multitud de chicos que corría
hacia el tren. En ese momento, nuestro cargador de pizarra, la persona
que se ocupaba de colocar todo el material filmado en sus latas, iba a
llevar el material a Technicolor, o donde fuera, para ser procesado. El
muchacho tenía alrededor de veinticuatro años y cabello
oscuro, con el mismo tipo de corte que el de Los Beatles. Cuando bajó
sonriente con los negativos, luego de su primer día de trabajo,
comenzó el griterío. El pobre entró en pánico,
y pensó que yo era quien debía ahuyentarlos. Comenzó
a correr, cargando ocho o nueve latas y fue alcanzado. Se cayeron todas
las películas; había negativos en el piso, entre camiones,
y el chico trataba de salvar su vida. Así fue que perdimos todo
lo hecho en nuestro primer día de filmación: Creo que ése
es un índice claro de cómo era realizar un film de Los Beatles.
En el guión, Alun Owen parece haber captado mucho del ritmo
de sus formas de hablar.
Alun les dio a cada uno palabras con ritmos y cadencias que les
resultaran fáciles de recordar. El poder recordar era una de las
cosas que más buscábamos, dado que había una tendencia
que fue creciendo a medida que hicimos otros films a olvidar
los guiones en nightclubs, asientos traseros de taxis o limousinas...
En gran medida, se convirtió en un estilo improvisado de filmación.
¿Cuántas cámaras filmaban simultáneamente?
Si era un musical utilizábamos tres; en el concierto final
de Hard Days Night había seis. Durante la toma, el sonido
era ensordecedor. Algunos cameramen estaban en el escenario; otros, detrás
del escenario a fin de filmar al público; otros entre el público.
Se filmó una gran cantidad de material porque se cubrían
muchos números. Uno de los operadores de cámara se hallaba
entre las chicas del público. Luego de trabajar allí, filmando
durante cuatro días, debió ser llevado de emergencia al
dentista porque, debido a la intensidad del sonido, se le habían
aflojado todas las muelas. Finalmente perdió algunas. Por suerte,
no somos una sociedad afecta a los litigios, pero así es como era
todo: absolutamente ensordecedor.
En cuanto a Los Beatles en forma individual, ¿qué
pensó usted en primer lugar sobre John?
Oh, siempre pienso que John es una de las tres o cuatro personas
más interesantes que he conocido, y tuve la fortuna de conocer
a gente muy famosa, ya sea en circunstancias monárquicas o políticas.
Pero John era único, en el sentido de que no toleraba las burlas
aunque no pueda decirlo de manera más elegante, era
muy rápido, ingenioso y cínico. Odiaba la pomposidad, así
como a las personas con autoridad que trataban a todos como sirvientes.
Si uno era objeto de su ira, podía ser fuerte, pero nunca muy prolongada.
John era un hombre que rápidamente se resentía y después
se le pasaba, para seguir adelante con el trabajo. Simplemente decía
lo que sentía, y eso era muy refrescante.
¿Usted era consciente de que a medida que el film desarrollaba
ese espíritu rebelde de John y el desenfado con el que lo demostraba,
eso se iba convirtiendo en uno de los temas espirituales del film?
Creo que John no podría haber estado de otra manera en un
film; él era así. No se le pedía que actuara de Aramis,
sino de sí mismo. La habilidad de Alun Owen estuvo en que fue capaz
de darle a John indicaciones tales como para que éste se sintiera
como en casa; el único momento en el que lo dejamos libre fue en
la escena de la conferencia de prensa. De modo que creo que a Alun le
corresponde el crédito de haber captado muy bien a John.
Cuente acerca de Paul como personaje...
Paul era el más histriónico de los cuatro. Tenía
una novia actriz, y tanto ella, su hermano y sus padres iban mucho al
teatro. Paul la acompañaba; amaba el teatro y el negocio del espectáculo
mucho más que los demás miembros del grupo. Pienso que esto
era una desventaja para él, quien trataba de actuar lo mejor posible.
Era muy voluntarioso; un chico adorable. Pero creo que si no hubiese estado
tan pendiente de todos los trucos de la actuación y del cine, habría
estado un poco más relajado. De vez en cuando me preguntan cuál
de Los Beatles era el mejor actor, y creo que George lo era. Ni por mucho
ni por muy poco: siempre lograba el equilibrio. Sabes que así es
como lo hacía, por ejemplo, Ella Fitzgerald: cualquier nota que
entonase, siempre era la justa. George sacaba de la escena todo lo que
ésta podía dar. Las escenas no estaban tan excelentemente
escritas, él no tenía mucho que hacer, pero lo que fuera
necesario, lo hacía muy bien.
Ringo, en cierta manera, se separa del resto para vivir una gran
aventura por cuenta propia. ¿Era consciente de ello?
Ese sentimiento siempre existió, y era tan fácil de
revelarse físicamente que él era el único que estaba
detrás, a quien nadie miraba, y que a la vez servía para
darle cohesión a toda la banda. Extrañamente, yo creo que
fue mejor baterista que lo que la gente pensaba, dada su solidez. Parecía
aferrarse a aquello que era necesario, un juego fácil de jugar.
Era el que se sentía menos respetado, aquél a quien se le
prestaba menos atención. Y por supuesto, con esa expresión
lúgubre tan suya, tan permanente, y con la habilidad de aparecerse
con el más estúpido non sequitur. Fue él quien inventó
el título Its a Hard Days Night; también a él
se le ocurrió Eight Arms To Hold You, el título para el
segundo film, que gracias a Dios no tuvimos que utilizar.
¿Conservó muchos objetos de recuerdo?
Tiré muchas más cosas de valor de lo que pensaba.
En verdad, John me regaló el piano eléctrico que usó
con frecuencia. Lo pinté de rojo porque este color combinaba con
la habitación donde se encontraba. Con el tiempo, se oxidaron todas
las lengüetas, y lo dejé con otros trastos en algún
lugar del sur de Francia. De modo que no he sido una persona muy cuidadosa
con los recuerdos. Ultimamente he donado algunas cositas, algunas prendas
de vestuario usadas en el film para remates de caridad, lo cual es una
buena acción.
Usted les brindó mucho a Los Beatles en el sentido de haberlos
ayudado a definir su personalidad. ¿Ellos le enseñaron algo?
Me dieron una carrera en el cine desde los inicios. Pude vivir de
ello durante cerca de cuarenta años. Por lo tanto, en términos
de gratitud, yo les debo a ellos mucho más de lo que ellos me deben
a mí. Todo lo que yo hice fue asegurarme de que fueran presentados
de la manera más respetuosa y honesta posible; eso es lo más
cercano a lo que yo pienso que les hubiera gustado, en el caso de hacer
un film.
En el momento de hacer Hard Days Night, ¿tenía
usted la noción de que se convertiría en un hito del cine,
que ejercería influencia en una nueva generación de realizadores?
Cuando hicimos Hard Days Night sabíamos que Los Beatles
eran maravillosos, y yo realmente disfrutaba de su música. Nunca
pensé en su longevidad; eso no me preocupaba. Sabíamos que,
por contrato, debíamos finalizar el film muy rápido porque
United Artists creía que iban a ser una sensación de sólo
un mes. En cuanto a que hoy esté sentado en una habitación
de Nueva York, hablando sobre lo que realicé hace treinta y siete
años, creo que en ese momento, a esa edad, ni sabía que
tendría treinta y siete años por delante. No tenía
ni idea de si alguno de nosotros estaría vivo. A veces me venía
a la mente la expresión old fart (plomo),
pero no le daba importancia.
¿Cuál es su visión de aquel fenómeno,
luego de treinta y siete años?
Sólo recuerdo la sensación de que todos estábamos
haciendo lo que queríamos, y de que estábamos en sintonía
con el espíritu de la época. Es muy placentero sentir que,
metabólicamente, uno coincide con el público al cual intenta
llegar, y que uno trabaja con un equipo para dar esa imagen. Tarde o temprano,
uno envejece, entra en la sala cinematográfica y piensa Dios
mío, son todos hamsters, con el pulso y la respiración diez
veces más veloces que los míos. Cuando eso ocurre,
ha llegado el momento de retirarse, y eso es lo que yo hice. Pero hasta
ese momento es muy raro que en la vida se conjuguen todos los elementos
para hacer lo que uno desea, con habilidades que otros directores no poseen
por accidente, como aprender el trabajo, el oficio, a utilizar la música
en una forma que, en su momento, se pensó que valía la pena
intentarlo, y que todo ello funcionara. Sería tonto pensar en el
concepto de posteridad. El cine es un medio fugaz, un espejo de la sociedad
en determinado momento. Como todas las imágenes del espejo, éstas
aparecen y desaparecen, y allí termina todo, como debe ser. Si
la gente todavía siente placer en la nostalgia esto no es por nosotros,
los realizadores, sino por el afecto que sintieron por estos cuatro chicos,
y que aún perdura. Haber formado parte de esto es uno de los mayores
privilegios de mi vida. Allí está todo.
Las botas de Ringo
Richard Lester cuenta que en el rodaje de la película debió
hacerse pasar por Ringo Starr, ante la imposibilidad de éste
de mostrarse presentable ante la cámara. Dice que por ese
entonces, Starr estaba frecuentemente borracho y por eso se lo ve
sólo pocas veces en el film. El cineasta, aunque reivindica
a Ringo como mejor baterista de lo que se cree, recuerda
que a veces, ni siquiera aparecía y sólo teníamos
sus botas, que estaban en el vestuario. Con ésas caminó
Lester, según su propio relato. Por ese motivo, asegura Lester,
del baterista de Los Beatles lo que más se vio en la película
fue el calzado que utilizaba durante el rodaje.
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La inocencia de Epstein
¿Cuál fue la importancia del representante
de Los Beatles, Brian Epstein, para el grupo y para la realización
del film?
Ellos confiaban muchísimo en Brian Epstein. Y creo
que algunos de los contratos que él realizó fueron
muy ingenuos, pero en el buen sentido: el de la inocencia. Más
tarde, cuando se generaban setenta y cinco mil dólares por
semana por los derechos de una goma de mascar y a Los Beatles
les correspondía sólo un diez por ciento, o lo que
fuera comenzó la preocupación. Hoy sería
impensable que la compañía cinematográfica
poseyera los derechos de A Hard Days Night. Por lo tanto,
pienso que la fortaleza de Brian no estaba en su capacidad de negociar
contratos, sino en el hecho de ser un caballero tranquilo, sofisticado,
una buena influencia en el corazón de este remolino.
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