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Por Washington Uranga
 Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, y Jorge Mejía, bibliotecario y archivista de la Santa Sede, son los dos obispos argentinos a quienes Juan Pablo II incluyó ayer en la nómina de 37 nuevos cardenales de la Iglesia Católica Romana y que serán investidos de sus cargos entre el 21 y el 22 de febrero próximo en Roma. Los cardenales son los colaboradores inmediatos del Papa en el gobierno de la Iglesia Católica y a ellos (salvo a los mayores de 80 años), les corresponde elegir al sucesor cuando se produce la muerte de un Papa. Bergoglio y Mejía pasan, en consecuencia, a formar parte del colegio de electores. Los otros dos cardenales argentinos, Juan Carlos Aramburu (arzobispo emérito de Buenos Aires), y Raúl Primatesta (arzobispo emérito de Córdoba), ya superaron la edad límite de 80 años.
En declaraciones distribuidas por la agencia católica AICA, Bergoglio dijo ayer que �ser cardenal es una cercanía mayor con el Papa� y una forma de colaboración �en el servicio de la Iglesia Universal�. Refiriéndose a su nombramiento agregó que �estoy absolutamente seguro de que se trata de una especial consideración y cariño hacia la sede de Buenos Aires�.
Este es el octavo consistorio (convocatoria para la designación de cardenales) que realiza Juan Pablo II durante su pontificado. Entre los ahora designados se cuentan diez latinoamericanos, incluyendo a Bergoglio y a Mejía. Especialmente significativo resultó el nombramiento cardenalicio del arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, el primer cardenal del Opus Dei en la historia de la Iglesia Católica. Cipriani fue un reconocido fujimorista, amigo personal del ex presidente peruano Alberto Fujimori, quien le encargó delicadas misiones como la negociación con el grupo guerrillero que había tomado la embajada japonesa de Lima en 1997.
Los otros latinoamericanos creados como cardenales son los arzobispos de Bogotá, Pedro Rubiano; de Quito, Antonio González; de Tegucigalpa, Oscar Rodríguez; de Santiago de Chile, Francisco Errázuriz; de San Salvador Bahía (Brasil), Geraldo Agnello; de San Pablo (Brasil), Claudio Hummes; y de Caracas, Antonio Velasco García. La nómina de quienes serán investidos cardenales el 21 de febrero se completa con 18 europeos, 3 de América del Norte, 4 de Asia y 2 de Africa. De los 178 cardenales actuales sólo queda uno nombrado por el papa Juan XXIII (el austríaco Franz Koning, de 94 años) y 23 designados por Pablo VI. Los restantes 154 han sido creados por Juan Pablo II en ocho consistorios, en los que en total designó a 194 cardenales, 44 de los cuales ya murieron. Desde el año 1059 los cardenales son los únicos electores del Papa y aunque en teoría cualquier fiel católico puede ser electo para esa responsabilidad, lo que efectivamente sucede es que los cardenales eligen a uno de su círculo.
La designación de Bergoglio como cardenal lo ubica en un lugar de gran relevancia tanto en la realidad de la Iglesia argentina como en el nivel internacional. En lo local su peso y su importancia política se acrecienta, convirtiéndose en uno de los más significativos interlocutores de la Iglesia Católica en todos los niveles. En lo internacional muchos analistas indican que Bergoglio podría seguir escalando posiciones dentro de la estructura eclesiástica y que no estaría lejano el día de que se le asignen nuevas responsabilidades en la curia romana.
Una carrera romana
Jorge Mejía, el obispo argentino que el Papa ha nombrado cardenal, nació en Buenos Aires el 31 de enero de 1923, y no tuvo aquí actuación episcopal, porque siendo sacerdote fue trasladado a Roma para asesorar en las relaciones entre católicos y judíos (1977). Reconocido como un intelectual, Mejía dirigió durante muchos años la revista católica Criterio (1956-1977) y reunió allí a una intelectualidad liberal católica que ha tenido gran influencia en la Iglesia argentina. Jorge Mejía se desempeñó en diversos cargos en la curia vaticana, entre ellos la vicepresidencia de la Comisión de Justicia y Paz y la secretaría de la estratégica Congregación para los Obispos. Actualmente es el responsable del archivo y la biblioteca de la Santa Sede, un cargo que habitualmente ha sido ocupado por cardenales, por lo cual se preveía que su designación era inminente entre las previstas por Juan Pablo II.
Un liderazgo fuerte
Jorge Mario Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, tiene 64 años y según muchas opiniones eclesiásticas está llamado a ocupar una fuerte posición de liderazgo dentro de la jerarquía católica argentina una vezque Estanislao Karlic deje sus actuales funciones como presidente de la Conferencia Episcopal. El titular del arzobispado porteño, técnico-químico y teólogo, que llegó al Episcopado en 1992 promovido por el cardenal Antonio Quarracino, elige el bajo perfil con los medios de comunicación, pero mantiene una tan reservada como nutrida agenda de encuentros y relaciones con políticos, militares, empresarios, sindicalistas y dirigentes sociales. Dentro de la Compañía de Jesús (jesuitas), la orden a la que pertenece, muchos recuerdan sus posiciones conservadoras tanto en lo eclesial como en lo político. Es, sin lugar a dudas, un hombre claramente enrolado en la ortodoxia eclesiástica, pero al mismo tiempo de hábitos y costumbres muy austeras, de diálogo frecuente con sus sacerdotes y muchos fieles católicos, y claramente alineado entre los obispos que pregonan que la Iglesia debe tener una presencia muy efectiva en defensa de los pobres. Ha sido severamente cuestionado por las corrientes progresistas de la Iglesia por las determinaciones que, siendo superior de los jesuitas (1973-1979), adoptó en tiempos de la dictadura. Sin embargo, siempre encontró en Alicia Oliveira, la defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, a una firme defensora de su actuación. Bergoglio es el actual vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Argentina y en Roma, donde cuenta con muchos amigos, integra la Congregación para el Culto y la muy importante Congregación para el Clero. |
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