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OPINION
La interna de River
Por Diego Bonadeo

Otra vez sopa. No importa que ahora sea buseca y no minestrón. Sigue siendo sopa. Insalubre, malsana, vomitiva. Con los mismos condimentos habituales y la misma mala digestión de tantas veces. Y el fútbol-juego no tuvo como siempre, o por lo menos como casi siempre, absolutamente nada que ver.
Como tantas otras veces también, 30 o 40 mil personas, 22 jugadores más los de los bancos, un árbitro, un árbitro suplente, dos jueces de línea, los cuerpos técnicos, muchos periodistas y los cómplices de la TV para el primer Boca-River del año con mil policías bonaerenses �alguna vez en Avellaneda y con un Independiente-Racing como excusa, y apenas terminada la dictadura reprimían al grito de �nosotros seguimos siendo la policía de Ramón Camps�� como supuestos �guardianes del orden�.
Tanto no tuvo que ver el fútbol-juego ya que, como se fueron desarrollando los desaguisados, para cualquiera más o menos al tanto de lo que sucedió en el receso futbolístico durante las últimas semanas, el detonante, por lo que sucedió con el partido 0-0 y hacia los 20 minutos con epicentro en la tribuna que ocupaban los hinchas de River, fue la turbulenta interna de poderes e intereses que, con la excusa de la discusión por el técnico para el año 2001, terminó con la atomización de la Comisión Directiva con varias renuncias de personajes supuestamente protagónicos.
El grupo de los �borrachos del tablón� que respaldó la gestión de Ramón Díaz desde la fachada mentirosa y falaz de que River ganaba jugando el fútbol que le gustaba a la gente, en realidad era mascarón de proa y grupo de choque de otras apetencias, especialmente algunas de vocación �directriz� vinculadas nepóticamente con algún ministro del Interior del menemato y con algún ex presidente del Banco de la Nación Argentina durante el mismo período de la segunda década infame.
Cuesta mucho leer de otra manera el absurdo origen del desorden del domingo en Mar del Plata. Independientemente de la ya habitual y sistemática, violenta y equivocada, reacción policial, que quizá pueda en el futuro, por lo menos en lo que hace a la seguridad en espectáculos deportivos, tener cierto viraje hacia la sensatez si el encargado de fijar pautas es Javier Castrilli.
Mientras tanto, los consumidores de fútbol por televisión ahora debemos soportar que sea Martín Liberman y no Fernando Niembro quien determine normas de conducta para todos y para todo. Con su desvergonzada pleitesía hacia el poder y lo establecido, su prosa trastabillante y sus sacos de cuatro botones. Sí, botones...


 

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