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COMO SERA EL NUEVO MUSEO DE ARTE
Visita guiada al Malba

Página/12 recorrió las obras de lo que será el imponente Museo de Arte Latinoamericano. Tendrá techos de cristal y controles inteligentes. Será inaugurado en abril y la entrada será paga.

La maqueta del futuro
museo, que levantó protestas.

Por Eduardo Videla

La controversia ya es parte del pasado en la esquina de Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, en Palermo, donde decenas de obreros intentan recuperar el tiempo perdido: allí se levanta el edificio del futuro Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), que será inaugurado en abril próximo para albergar, de manera estable, unas 220 piezas de la colección del empresario Eduardo Constantini, considerada como una de las más importantes del mundo. Página/12 recorrió gran parte de los 4700 metros cuadrados de la construcción, que tendrá techos de cristal y ambientes climatizados, dotados de un sistema de control inteligente, de última generación, a prueba de robos e incendios.
El museo está compuesto por tres salas principales. Dos de ellas –en el primer y segundo piso, respectivamente– forman una L y la tercera, en la planta principal, con vista al cielo, es una A, para dar con la arquitectura una suerte de síntesis alfabética del contenido del museo, el arte latinoamericano.
“En el primer nivel va a estar la muestra permanente, unas 220 obras que se irán rotando pues las piezas necesitan un tiempo de descanso para su conservación, aunque para la inauguración estará toda la colección completa”, dice el director del museo, Agustín Arteaga, un mexicano de 43 años que hasta hace seis meses era titular del Museo del Palacio de Bellas Artes de México y director nacional de artes plásticas de ese país.
El tramo corto de la L está sobre Figueroa Alcorta y el más extenso sobre la Plaza Perú, hacia el norte. El segundo nivel, construido sobre el primero, estará destinado a las exposiciones temporales, donde –según Arteaga– habrá tres tipos de muestras: “De artistas argentinos, de artistas latinoamericanos, y aquellas que vinculan a estos últimos con las grandes figuras del arte occidental”. Este segundo nivel es el que necesitó, para su construcción, de una autorización de la Legislatura porteña.
Por fuera, ese sector del edificio está cubierto por bloques de piedra caliza, sujeta a la estructura de hormigón. Entre ambas hay un hueco por donde circulan cañerías, encargadas de darles a los ambientes la temperatura y humedad justas que necesitan las pinturas: de 19 a 21 grados centígrados, y un 50 por ciento de humedad. Los sensores estarán distribuidos en todas las salas, conectados con el cerebro, una computadora ubicada en el subsuelo desde donde se regulará la climatización del museo en forma automática.
También hay sensores capaces de detectar principios de incendio. Cuando aparece la alarma, las cañerías que circulan entre las paredes se llenan de agua, que comienza a fluir cuando el cerebro del sistema confirma la existencia de fuego. En las salas donde hay pinturas, lo que se utiliza es un gas inerte que ahoga las llamas sin afectar a las personas.
La entrada, detrás de una escalinata, sobre Figueroa Alcorta, es imponente. En la planta baja, apenas se cruza el umbral, se verá a la derecha un puesto de venta de libros, reproducciones y merchandising del Malba. A la izquierda estará la confitería-restaurante, con paredes vidriadas con vista a la Plaza Perú. Bajo la explanada central hay un sector de estacionamiento subterráneo con capacidad para 60 vehículos. Desde allí parte el ascensor vidriado que llegará hasta la segunda planta. Más adelante, en desnivel, está el área central, un amplio hall de forma triangular que constituye la tercera sala principal, que albergará obras de artistas argentinos contemporáneos. Sobre los lados largos de ese triángulo, a la izquierda, se levanta un auditorio, con capacidad para 270 butacas y un escenario, apto para conferencias, conciertos y proyecciones de films y audiovisuales. Y a la derecha hay un espacio destinado a la biblioteca, “dedicada a obras sobre arte latinoamericano, que estará a disposición del público”, precisa Arteaga.
Aún no está definido cuánto costará la entrada al museo, pero lo que sí se sabe es que habrá un precio, “pues en todos los museos del mundo secobra y esa suma, por menor que sea, ayudará a solventar en parte los gastos operativos”, que Arteaga estima en dos millones de pesos anuales. Sin embargo, aclara el director, el acceso será libre y gratuito para escolares y estudiantes, lo mismo que para docentes y jubilados, “y habrá días y horarios específicos para entrar gratis”, agrega.
La inversión total en la construcción es de unos 30 millones de pesos, sin contar el valor del terreno ni el de las obras. Una vez inaugurado, en el museo trabajarán entre 60 y 70 personas, de las cuales sólo nueve son personas especializadas en la organización de muestras y el cuidado de las obras. “Todo esto, desde el edificio hasta las obras, no son propiedad de una persona sino de la Fundación Constantini –se empeña en aclarar Arteaga–. Es decir que el edificio nunca podrá ser vendido ni destinado a otra actividad que no sea la de un museo.”

 

Un proyecto con polémica

La construcción del Malba –paralizada durante cuatro meses– se retomó en los últimos días de diciembre, cuando la Legislatura aprobó una excepción al Código de Planeamiento Urbano que permitía construir más metros cuadrados que los autorizados por ley. La vía, sin embargo, no está del todo libre: como toda excepción, la norma necesita de una audiencia pública y la sanción final de la Legislatura para convertirse en ley.
Para la construcción del edificio, Constantini convocó a un concurso internacional de anteproyectos, en el que participaron 445 estudios de todo el mundo. Los ganadores fueron tres jóvenes arquitectos cordobeses. La obra fue autorizada por el gobierno porteño y comenzó a ejecutarse en 1998. Tiempo después, con la construcción ya avanzada, Constantini pidió autorización para aumentar la superficie construida, un trámite que debía pasar por la Legislatura donde, inexplicablemente, se demoró durante 16 meses.
En el medio surgió la protesta de un grupo de vecinos de Palermo Chico, que denunció el supuesto impacto ambiental de la obra y, fundamentalmente, la intervención presuntamente irregular del funcionario que autorizó la obra. Sin embargo, primó la voluntad política del gobierno porteño de apoyar la creación de un nuevo museo para la ciudad, decisión apoyada por la mayoría de los legisladores.

 

La colección Constantini

El inversionista Eduardo Constantini decidió la creación del Malba como escenario para exhibir su vasta colección de obras de artistas latinoamericanos, considerada como una de las más importantes del mundo. Incluye célebres trabajos de Antonio Berni, Fernando Botero, Frida Kahlo, Diego Rivera, Cándido Portinari, Alejandro Xul Solar, Emilio Pettoruti, Antonio Seguí, Guillermo Kuitca y Pedro Figari, entre otros.
Son unas 220 obras, que no tienen un lugar fijo de exposición pero que han sido requeridas para presentarse, casi en su totalidad, en el Museo Nacional de Bellas Artes, en 1996; en los museos de Arte Moderno de Río de Janeiro y San Pablo, en 1998, y en la Fundación La Caixa de Madrid.

 

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