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A LOS PRESOS DE DEVOTO SE SUMARON OTRAS SEIS CARCELES DEL PAIS
La huelga de hambre ya es federal

En el penal de Devoto suman 1600 los detenidos que se niegan a comer. Con las otras seis unidades, el total de huelguistas es de 2000. Piden conmutación de penas y argumentan �igualdad ante la ley� respecto de los presos de La Tablada. El Gobierno dice que no negociará.

Los presos en huelga de hambre se empeñan en destacar el carácter pacífico de la medida de fuerza. “Vamos a continuar hasta el 5 de febrero. Si no hay novedades, vamos a hacer una huelga seca.”

Por Cristian Alarcón

Desde las ventanas de la cárcel de Villa Devoto volaban ayer mensajes envueltos en piedras. Eran algunos de los ya 1600 presos en huelga de hambre que intentaban con cartas manuscritas divulgar lo que llaman “la huelga de la paz”, subrayando el carácter “no violento” de la medida con la que pretenden obtener conmutaciones de penas similares a las obtenidas tras 116 días de ayuno por los presos de La Tablada. Por la noche la intención de nacionalizar el conflicto se hacía real. El último informe del Ministerio de Justicia reconoció que ya hay 2000 detenidos en huelga de hambre en varias cárceles del país: General Roca, Santa Rosa, Neuquén, Rawson, Ezeiza y Marcos Paz. “Vamos a continuar sin comer hasta el 5 de febrero y si en esa fecha no hay novedades vamos a comenzar con una huelga seca”, adelantaron ayer los reclusos a través de sus familiares y abogados. Pero el secretario general de la Presidencia, Horacio Jaunarena, dijo ayer que “no hay ningún margen de negociación” con los internos porque su situación y la de los condenados por el asalto al cuartel militar son “inequiparables”, con lo que endureció la posición del Gobierno, que desde el comienzo se negó a un diálogo con los detenidos.
Ayer a la tarde, los presos hicieron llegar al subsecretario de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios un petitorio en el que reclaman no sólo la conmutación de penas sino un cambio profundo en la política carcelaria del Gobierno. “Uno de los puntos centrales es la creación de un ámbito dentro del Ministerio de Justicia en el que se pueda organizar un plan de empleo para los familiares de los presos sociales y en el que se puedan atender los reclamos sobre los permanentes abusos que el Servicio Penitenciario Federal comete contra el detenido y su familia”, le dijo ayer a este diario Juan Carlos Sarmiento, director del área legal de la Fundación por los Detenidos Sociales. El otro reclamo es la creación de una comisión multisectorial en la que participen representantes del Gobierno, de la Procuración Penitenciaria, los jueces de Ejecución Penal, las organizaciones no gubernamentales que trabajan en cárceles y organismos de derechos humanos, con el objetivo de discutir cambios en la política pública aplicada sobre las unidades penitenciarias.
Las palabras del secretario general de la Presidencia después de la reunión de gabinete de ayer sonaron tajantes: “Iniciaron la huelga de hambre luego de haber desayunado”, ironizó Jaunarena. “El Gobierno recurrirá a la persuasión para que se entienda que no hay ningún margen de negociación con respecto a quienes iniciaron una huelga de hambre que desde nuestro punto de vista es injustificada”, sentenció. Tal como ya lo había hecho el subsecretario de Política Criminal y Penitenciaria, Alvaro Ruiz Moreno, el radical explicó que la diferencia entre los condenados de La Tablada y los presos sociales es que en el primer caso se les otorgó el beneficio presidencial porque no habían tenido derecho a un segunda instancia judicial, tal como indica el Pacto de San José de Costa Rica. “Pretenden asimilar una situación absolutamente diferente, por lo cual no hay ninguna razón para equiparar soluciones”, cerró.
En el foco de este conflicto se encuentra la Procuración Penitenciaria, un organismo destinado a proteger los derechos de los detenidos, que depende del Ministerio de Justicia. El procurador, Francisco Mugnollo, admitió ayer a Página/12 que su oficina carece de los recursos necesarios para ocuparse del control de las cárceles: sólo disponen de una docena de abogados, tres médicos y una psicóloga en el plantel. Aun así, en el último año, la Procuración presentó 15 denuncias penales por posibles abusos, además de recibir unas cien llamadas diarias de detenidos que acusan maltratos, demoras injustificadas en sus salidas y trabas para estudiar. “La Procuración todavía no tiene una estructura suficientemente amplia, teniendo en cuenta la cantidad de internos que hay sólo en lacapital –aseguró–. Hace un año que asumimos las funciones y poco hemos armado porque no teníamos el personal ni el equipamiento técnico.”
“Los presos sólo están pidiendo que se cumpla con el artículo 16 de la Constitución, que plantea la igualdad ante la ley de los ciudadanos”, planteó ayer a este diario Patricia Pérez, de Fundeso. La ONG, cuyo presidente honorario es el criminólogo Elías Neuman, considera que los presos se “hartaron de esperar una respuesta del Gobierno desde comienzos de diciembre” y llegaron a una situación terminal de hacinamiento, falta de alimentación y atención médica, a lo que se suma el “incumplimiento de la ley de ejecución penal” que posibilita las salidas transitorias de los detenidos. “Las condiciones de hacinamiento son las de pabellones con capacidad para cincuenta con no menos de 120 personas”, señaló.
El propio procurador penitenciario asumió que “hay muchas situaciones que pueden ser violaciones a los derechos humanos, desde la salud y la educación hasta las requisas y un modo de operar en el control y la vigilancia que es violento y violatorio”. Ayer la organización de Abuelas de Plaza de Mayo expresó su apoyo a los presos sociales. Estela Carlotto le dijo a Página/12 que “el Estado argentino debe atender estas demandas en tanto tiene que haber igualdad de posibilidades, más allá de las diferencias con el caso de La Tablada, porque los años en la cárcel siempre son un oprobio y el rencor y la desesperanza contribuyen a la denigración”.

 

Reclamo con antecedentes
Por C.A.

Dos grandes huelgas de hambre anteceden a la que ayer ya sumaba a varias cárceles del país. La primera fue aquella iniciada en los últimos días de la dictadura y los primeros de la democracia alfonsinista. Después de 61 jornadas de protesta, los presos de 22 cárceles acordaron con los nuevos legisladores una rebaja que se llamó el “tres por dos”, o sea que cada dos días pasados en la cárcel sin condena se computaron tres. Fue en 1994, cuando la huelga de hambre, después de varias protestas que incluyeron motines, culminó con la sanción de la ley del “dos por uno”.
En este caso, los internos también reclaman una ámbito de discusión de las políticas penitenciarias y un espacio en el que el Estado se ocupe de sus núcleos familiares, diezmados por el desempleo, y de las denuncias de arbitrariedades del SPF. Según Patricia Pérez, de Fundeso, el nivel de organización de los presos de Devoto es hoy parecido al que se registró durante los primeros años de la democracia. “Ahora no sólo se plantea una cuestión reivindicativa sino que hay un salto cualitativo –dijo–. Discuten política penitenciaria y criminal, y proponen articulación con las organizaciones de la sociedad civil.”

 

EL ESTADO DEBE INDEMNIZAR A UNA GUARDIACARCEL
Cómo compensar a una rehén

En un fallo inédito, la Justicia ordenó al Estado nacional indemnizar a una ex agente del Servicio Penitenciario Federal, quien en 1996 había presentado una demanda contra el Ministerio de Justicia por el “daño psíquico y moral” sufrido al haber sido tomada como rehén durante un motín en la Cárcel de Mujeres de Ezeiza. A pesar de que la ex oficial, Sandra Amelia Flores, declaró no haber sido víctima de abusos o de daños físicos, en su demanda señaló que “los momentos de gran tensión” que padeció mientras estuvo cautiva en el penal la llevaron a abandonar su carrera en el Servicio Penitenciario, causándole una “pérdida de chance”, es decir, truncando su desarrollo profesional en la institución. Por estos motivos, el Estado deberá compensar a Flores, con una suma cercana a los 200 mil pesos.
La odisea de Sandra tuvo lugar hace cinco años, en el interior del Pabellón 3 del Instituto Correccional de Mujeres de Ezeiza, donde se desempeñaba como jefa de turno. El martes 2 de abril de 1996, mientras asistía a dos de sus compañeras en un traslado a Tribunales, una de las reclusas del Pabellón 3 la obligó a meterse a una de las celdas. Las internas iniciaban un motín en solidaridad con el que acababa de estallar en Sierra Chica, y reclamaban mejores condiciones de alojamiento para ellas y sus hijos, que también vivían en la cárcel. Durante 6 días, esta mujer jujeña, que en ese entonces tenía 21 años y estaba embarazada de 3 meses, convivió con las presas más peligrosas de la Unidad. Sin embargo, no fue maltratada ni dañada físicamente; algo que sus familiares relacionaron con su forma de ser: “Sandra es sencilla y muy buena, gracias a eso tiene una excelente relación con las internas”, contó en aquel momento su hermano.
Meses después de ser liberada, Flores demandó al Ministerio de Justicia argumentando que había sido víctima de “momentos de gran tensión”, que condicionaron su vida futura y la obligaron a abandonar su carrera. Al retirarse, la mujer fue indemnizada por el SPF: recibió el equivalente a 30 sueldos de inspector general –el máximo rango en la jerarquía del Servicio– y fue beneficiada con una pensión. Aun así, la denuncia de Flores por “daños psíquicos, morales y pérdida de chance” prosperó, y recibió un fallo favorable en primera instancia. En la misma demanda, Flores exigía al Estado que se hiciera cargo de los medicamentos. El fallo fue apelado por el Ministerio de Justicia, pero los miembros de la Sala III de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal ratificaron la decisión de los jueces de primera instancia, obligando al Estado a pagar 50 mil, 60 mil y 46 mil pesos, respectivamente, como resarcimiento por el daño psíquico, moral y la pérdida de chance, más los intereses computados desde el día en que se inició el motín.

 

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