Por Eduardo Fabregat
El show de Red Hot Chili Peppers
tiene un único y sutil detalle adverso: sobre el escenario, el
musculoso cantante Anthony Kiedis tiene cierta tendencia a cruzar el límite
de la desafinación. Pero ese detalle siempre queda justificado
y a la vez sepultado por una realidad mucho más grande. Y es que
los Peppers son en vivo semejante maquinaria de funk salvaje, que a Kiedis
no le queda más camino que incendiarse a sí mismo antes
que andar fijándose en esas sutilezas que en estudios se graban
y regraban hasta dar con la toma correcta. Poco importa la justeza de
la nota vocal cuando Flea y Chad Smith edifican a cada compás una
base monolítica, y cuando el retornado John Frusciante empieza
a gatillar sus cuerdas de la manera y con los timbres más inverosímiles.
Una locomotora puede dejar escapar un silbido desagradable, pero sigue
teniendo la potencia de un tren.
En eso están los Peppers desde 1984, y eso pudo comprobarlo el
público argentino ya dos veces. La primera fue en enero de 1993,
en la inauguración de un año musicalmente increíble
para la Argentina, que recibió entre otros a Madonna, B. B. King,
Metallica, Santana, Ramones, Guns N Roses, Iggy Pop, Peter Gabriel
y Michael Jackson. RHCP inició la serie con dos shows en Obras
que agotaron sus entradas en sólo unas horas, pero en ese momento
el público local no los encontró en su mejor forma. El show
fue demoledor, sí, pero a los Peppers les faltaba una pata fundamental:
la guitarra no estaba a cargo de Frusciante sino de Arik Marshall, un
instrumentista lo suficientemente convencional como para durar sólo
un par de meses en la banda. El siguiente muñeco de una banda que
cuenta en su historial con nueve guitarristas fue Jesse Tobias, que duró
un suspiro y fue reemplazado por Dave Navarro, el mismo que grabó
One hot minute. Y que se fue poco después.
En la siguiente visita, entonces, pudo verse a Frusciante, retornado casi
desde la muerte y en buena forma. Los shows de octubre de 1999 en el Luna
Park ayudaron a que la banda reventara sus propios records de venta en
el país con Californication, pero también reconfirmaron
qué clase de banda son en vivo: una capaz de arrancarle la cabeza
figuradamente hablando, claro a todo lo que se ponga delante.
Los Peppers, además, no son gente de temerle a los sacrificios
de escenario: disfrazados de lamparitas, desquiciaron a los doscientos
mil asistentes al Woodstock 1994, lidiaron con un público de 300
mil personas algo enardecidas en Woodstock 1999, y vienen de dejar agotadas
a las 250 mil que atestaron la Cidade do rock en su última jornada.
Y aquí, donde el conocimiento del terreno hace que por ejemplo-
ese pequeño infierno de bajista que es Flea pueda sacar a relucir
sus simpatías por Boca en perfecto español, se agrega un
elemento casi de familiaridad que agrega encanto.
Encanto, también, es lo que tienen las canciones que sonarán
en Vélez. En su show 2001, los Peppers evitan puntualmente cualquier
referencia a One hot minute, para concentrarse en el material de Californication
y el insuperado Blood sugar sex magik, y con el agregado de covers furiosos
de Ramones y Circle Jerks, dos de las bandas que alguna vez impulsaron
a los surfers de California a tomar un instrumento. Desde entonces les
ha pasado de todo, picos de fama y depresión, un buen currículum
de drogas, muertes (la del guitarrista Hillel Slovak), gente que casi
se quedó del otro lado (Frusciante), un baterista que si es necesario
toca con su brazo enyesado (como sucedió el año pasado),
quizá el mejor bajista del funk hecho por blancos, un guitarrista
que demuestra que el ruido también puede contener sutilezas melódicas
y un cantante que, sí, se excede al micrófono, pero en escena
es un huracán. Los cuatro han atravesado modas, contramodas, sobreexposiciones
y augurios de pronta separación, y siguen teniendo la sangre caliente.
Y que salga el toro.
Para ir a Vélez
Los Red Hot Chili Peppers serán la atracción principal
de la cuádruple oferta musical de hoy en el estadio de Vélez,
que abrirá sus puertas para el ingreso de público
a partir de las 17. A las 18.30 ocupará el escenario el primer
grupo argentino, Santos Inocentes, y a las 19.15 será el
turno de los ascendentes Catupecu Machu. A las 20.30, Deftones,
la banda liderada por el latino Chino Moreno, intentará demostrar
por qué fue uno de los nombres más mencionados en
Estados Unidos durante 2000. Kiedis, Flea, John Frusciante y Chad
Smith ganarán el escenario a las 22, y con ello comenzarán
a ponerle el moño al virtual Buenos Aires Rock desarrollado
en esta ciudad en los últimos once días.
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