Por R. K.
No, el asesinato de José
Luis Cabezas no fue un mensaje para mí sino para los periodistas.
La gente de Yabrán quería que los periodistas le tuvieran
miedo. Y además, yo no encubrí a la Policía Bonaerense.
La prueba es que el principal condenado, Gustavo Prellezo, está
preso. Y él no era un ranger norteamericano, era de la Bonaerense.
Se me cayó el alma al piso cuando me enteré de que un hombre
de la policía intervino en el crimen. Con estas palabras,
el ex gobernador bonaerense Eduardo Duhalde refutó ayer ante Página/12
la versión de Prellezo sobre el asesinato del fotógrafo.
El condenado en diálogo exclusivo publicado el domingo por
este diario.- sostuvo que el crimen fue obra de un grupo de profesionales,
probablemente comandado por el jefe de la custodia de Yabrán, Gregorio
Ríos, y con cobertura de la Policía Bonaerense. Según
Prellezo, el crimen fue un mensaje mafioso contra Eduardo Duhalde.
Estos son los tramos más salientes del diálogo con el ex
gobernador, a cuatro años exactos de aquella siniestra madrugada
en la que, esposado, le pegaron un tiro en la nuca a Cabezas y después
quemaron su cuerpo en una cava cercana a Pinamar.
Gustavo Prellezo dice que el asesinato fue un mensaje para usted.
No sé de dónde lo saca, algo oculta. Es evidente que
no quiere decir todo lo que sabe. Además, durante cuatro años
se mantuvo en absoluto silencio hasta que habló esta semana con
Página/12. Yo creo que no fue un mensaje para mí, sino que
fue para los periodistas. La gente de Yabrán se quería sacar
de encima a los periodistas y en un sentido lo logró: había
muchos periodistas asustados. Si Prellezo tiene más datos, que
los diga.
Pero Prellezo asegura que no puede ser casualidad que a Cabezas
le hayan pegado un tiro en la nuca, lo esposaron, quemaron el cuerpo y
lo tiraron en un camino por el que pasó usted un rato después.
Además, dice que fue una organización de envergadura, con
varios vehículos, sistemas de comunicaciones y aparato de inteligencia,
no un grupito integrado por cuatro ladrones y un policía.
Mire, Prellezo dice que no tuvo nada que ver con el asesinato y
yo tengo la convicción, la absoluta convicción, de que tuvo
que ver. Al principio, en un momento se quebró frente al juez José
Luis Macchi, poco después de hablar con un sacerdote. Ahí
confesó, pero eso no se pudo incluir en la causa porque estaban
solos el juez y Prellezo, sin sus abogados. Por eso creo que tuvo responsabilidad.
Estoy seguro. Ahora trata de defenderse: es un condenado tratando de mejorar
su situación.
Le insisto en la pregunta: ¿fue casual que tiraran el cuerpo
de Cabezas justo en el camino por el que pasó usted?
Y, sí, yo creo que fue casual. Si Prellezo tiene más
elementos, que los diga. Le reitero que la intención del asesinato
fue atemorizar a los periodistas. El propio Prellezo le tenía un
miedo pánico: ante los peritos psicólogos lo mostró.
La palabra Yabrán estaba en un papel y él empezó
a temblar. En verdad, el crimen de Cabezas me parece tan brutal, tan feroz,
que, por lo menos a mí me resulta imposible, me cuesta pensar que
fue en mi contra.
Prellezo también asegura que el grupo de profesionales que
mató a Cabezas tuvo la cobertura de la Policía Bonaerense
y que usted eso lo tapó todo.
¿Pero Prellezo cree que él era de los rangers norteamericanos?
¡¡El era de la Bonaerense!! Cuando a mí me dijeron
que él tuvo que ver, casi me muero, se me vino el alma al piso.
Los asesinos eran gente de la policía. Sí, fue él,
fue la Bonaerense.
Otra novedad asombrosa que se produjo en el caso es la acusación
contra Palito Ortega, que le habría pagado a la defensa de Prellezo.
En concreto al ex abogado de Prellezo, Hernán Mestre. En aquel
momento Ortega estaba alineado con Carlos Menem y llaman la atención
esos pagos. No, no, ahí hubo una cuestión artística.
Ortega pagó para que le dieran información para hacer una
película.
¿Usted cree en esa versión? ¿Usted cree que
le pagó al abogado del asesino para conseguir información
para hacer una película?
Sí, sí, la creo.
¿Cuál es su reflexión a cuatro años
del asesinato?
Mire, más allá de la versión ridícula
que se intentó armar al principio, echándole la culpa al
grupo de Mar del Plata conocido como Los Pepitos (una versión que
ninguno de nosotros creyó), creo que después se hizo todo
lo que se pudo. Este mes, en los próximos días, se le va
a pagar la recompensa al hombre que trajo el dato de que los asesinos
fueron esos muchachos -.Horacio Braga, Sergio González, José
Luis Auge y Héctor Retana de Los Hornos, el barrio de La
Plata. Ese hombre, un dirigente justicialista llamado Rubén DElía,
se enteró de que andaban por el barrio borrachos y drogados diciendo
que estuvieron en el crimen de Cabezas. Eso cambió todo y permitió
la detención de ellos y de los policías que participaron
en el asesinato. Si no hubiera sido por ese dato, tal vez el crimen quedaba
impune.
¿Usted cree que están presos los culpables?
Tal vez falte alguno, pero los que están presos, están
bien presos.
Usted le dijo a Página/12 en octubre de 1999 que Yabrán
no dio la orden de matar a Cabezas. ¿Lo sigue pensando?
Sí, fue su gente, su entorno. Se sentían absolutamente
impunes y pusieron en marcha una operación para atemorizar a los
periodistas para que no se acercaran a Yabrán. Esa operación
terminó con la vida del fotógrafo.
Acto en Pinamar
La Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina
(ARGRA) realizará hoy un acto en Pinamar al cumplirse cuatro
años del asesinato del fotógrafo José Luis
Cabezas. Durante la ceremonia, que se realizará a las 19.30
en el monolito edificado en su homenaje en la entrada a esa ciudad
balnearia, se plantarán cuatro pinos, uno por cada año.
Además de ARGRA, participarán del acto miembros de
la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA),
del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y familiares y
amigos de Cabezas. En un comunicado, la comisión directiva
de ARGRA expresó que aún no se conoce toda la
verdad respecto del asesinato y consideró que todavía
resta juzgar a otros responsables, además de los ocho hombres
que fueron condenados en febrero de 2000. El 25 de enero se
cumplen cuatro años del homicidio de José Luis Cabezas.
Los reporteros gráficos de todo el país luchamos codo
a codo con toda la sociedad para que su crimen no quedara impune.
A todos les pedimos que no se olviden de José Luis, y a las
autoridades les exigimos Justicia, dice el texto.
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OPINION
Por Raúl Kollmann
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¿Estuvo Prellezo
en el asesinato de Cabezas?
Da la impresión
que sí, aunque es posible que él personalmente no
haya apretado el gatillo. En algún momento de la causa judicial,
Prellezo reconoció haber puesto en marcha una operación
para golpear a Cabezas y atemorizarlo. Eso fue una confesión
y nadie hubiera reconocido la participación en un operativo
que terminó en un crimen tan brutal.
¿El crimen de Cabezas fue un error o un mensaje?
La conclusión
tácita del juicio es que se trató de una especie de
error. El grupo de tareas de Yabrán ejecutó el operativo,
pero supuestamente a Los Horneros se les escapó un tiro y
después quemaron el cuerpo para borrar huellas. O sea que
el objetivo fue intimidar. En la entrevista que se publica aparte,
Eduardo Duhalde más bien se suma a esta conclusión.
Prellezo, por su parte, en el diálogo en la cárcel
con Página/12, sostuvo que el asesinato fue un mensaje premeditado
al ex gobernador bonaerense. Por eso el tiro en la nuca, por eso
le pusieron las esposas, quemaron el cuerpo y lo tiraron en el camino
por el que iba a pasar el entonces gobernador. De las dos hipótesis,
parece más razonable la segunda.
Si hubo mensaje, ¿de quién fue el mensaje y por qué?
El crimen de Cabezas
se produjo en plena guerra de Carlos Menem y Alfredo Yabrán
contra Duhalde, en aquel momento el candidato que se enfrentaba
al ex presidente. Pudo haber sido un asesinato para arruinar su
carrera política.
En el juicio oral se
llegó a la conclusión de que el móvil del asesinato
fue el intento de la mafia de Yabrán de atemorizar a los
periodistas y una represalia por las fotos que Cabezas le sacó
al supercartero. En ese caso, el mensaje fue a los periodistas.
El asesinato se produce
en momentos en que Duhalde y especialmente su secretario de
Seguridad, Eduardo De Lázzari habían pasado
a retiro a varios de los más poderosos y millonarios comisarios
de la Bonaerense. Desde esta óptica, el mensaje fue para
Duhalde como venganza y además a la revista Noticias que
había publicado un artículo que impactó fuerte:
Maldita Policía.
En una palabra, uno de los enigmas del caso Cabezas sigue siendo
¿cuál de las dos mafias actuó aquella noche?
¿La de Yabrán o la Bonaerense? Los protagonistas continúan
sin decir la verdad.
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¿Qué
cambió y qué no cambio tras el crimen?
El asesinato del fotógrafo desató una reacción política
y mediática inédita. También una formidable movilización pública.
Dos sociólogos y un periodista opinan acerca del saldo histórico,
cuatro años después.
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Fortunato Malimacci*
Menos impunidad
Creo que a partir del asesinato de José Luis Cabezas hay
un mayor pedido de justicia respecto de ciertos crímenes.
Es decir, la impunidad se tolera menos que antes. Considero que
también hubo un cambio respecto de la memoria colectiva porque
el crimen se sigue recordando. Esto es también un indicador
del poder que tiene el periodismo para mantener un tema en el candelero
y eso significa un desafío que debe ser tomado con responsabilidad.
El crimen tuvo que ver también con una cultura, la menemista,
que amparaba en el poder a ciertos grupos mafiosos. Hoy, esos grupos
ya no tienen el mismo respaldo que antes y hay cosas que no se toleran.
La renuncia del ex vicepresidente Carlos Chacho Alvarez
es, en cierto sentido, una prueba de que algunas cosas cambiaron.
Lo que no cambió: la pobreza, el desempleo y la frustración
por las promesas incumplidas.
* Sociólogo, decano de la Facultad de Ciencias Sociales
de la UBA
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Horacio González*.
Tragedia argentina
Hay en la Argentina dos grandes corrientes morales, dos grandes
formas de la expectativa pública o, si se quiere, dos fervorosos
impulsos colectivos. Ellos son los que actúan cuando estamos
ante grandes hechos que conmocionan la conciencia cívica,
como fue el asesinato de Cabezas. Una de esas corrientes llamémosla
la del yo acuso imagina que la sociedad cuenta
con recursos de autoconocimiento que se suscitan rápidamente
a poco que las reivindicaciones justicieras lo demanden. La otra
supone que aunque puedan realizarse gestos y promesas de esclarecimiento,
todo permanecerá en la gris trivialidad que devora las páginas
ya escritas en nombre de las que irán escribiéndose.
La expresión habitual se embarró la cancha
retoma muy bien este último motivo. Pero el caso Cabezas
fue una tragedia argentina que es alma interna, aún no conjurada,
de la política nacional. En su rastro hubo notorios suicidios,
libros e investigaciones cruzadas. A su modo, ocurrió una
justicia rústica, no escrita, poco pretenciosa, toscamente
argentina. La justicia de los grandes tribunales y de los lúcidos
dictámenes no queda satisfecha. Pero es posible pensar, como
póstumo consuelo, que la restitución de la verdad
es también oscura y postergada, va segregándose en
un largo camino, porque las cuestiones a las que se refiere son
el ya largo policial negro de la vida nacional.
* Sociólogo. Ensayista.
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