Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
ESPACIO PUBLICITARIO


Crónica de un día de mercaderías
arruinadas y quejas al por mayor

Veredas apiladas con productos mojados, puestos en liquidación. Vecinos que sacaban agua y basura de sus casas. La bronca se mezcló ayer con el rescate de lo que el agua no llegó a arruinar.

Una cerrajería en la esquina de Blanco Encalada y Moldes, en Belgrano. O lo que quedó de ella.

Un montón de juguetes embarrados. Un revoltijo de ropa chorreando agua desde los estantes de los placares. Una heladera y un microondas que ya no sirven ni de adorno. Eso es todo lo que les quedó a Guillermo y Graciela después de que el agua arrasara con su departamento monoambiente, ubicado en Blanco Encalada 2974, en pleno barrio de Belgrano. Esta vez no hizo falta recorrer los 30 kilómetros que separan Capital Federal de Guernica para contemplar el desastre causado por el temporal: el miércoles a la tarde, la zona norte de la ciudad se convirtió en un río que arrastró árboles, autos, muebles, ropa, comida y hasta puertas. Los vecinos de Belgrano, Palermo, Villa Crespo, Villa Urquiza y Villa Pueyrredón repasan una y otra vez su bronca, al tiempo que apilan en la vereda todo eso que la lluvia redujo a basura. Y mientras apilan, descargan la bronca contra el Gobierno de la Ciudad: “Nadie se acercó, ni siquiera para preguntar si tenía un lugar para pasar la noche con mis chicos”, se queja Graciela.
Sus hijos de 9 y 10 años colaboran con papá Guillermo para sacar lo último rescatable del agua, que es prácticamente nada: un sillón, algunos almohadones, parte de sus juguetes y el celular del hombre, con el cargador sano y salvo. “Lo peor es que también estoy sin laburo, porque tengo un negocio de camas solares acá a tres cuadras”, agrega Graciela, mientras estira la mano para el lado de avenida Cabildo. El matrimonio piensa iniciarle un juicio al Gobierno de la Ciudad, “porque siempre prometen obras, pero nunca cumplen”, acota Guillermo. “Aunque, la verdad, no sé con qué plata vamos a contratar al abogado”, reflexiona.
El agua tampoco tocó el timbre en la casa de los Joaquín. Sin pedir permiso, la inundación entró al departamento de planta baja y casi se lleva la cuna de su beba. “Me llamó mi señora para avisarme que el agua estaba llegando al nivel de la ventana”, explica Sebastián, el jefe de familia. La ventana de la que habla está a 1,70 metro sobre el nivel de la vereda, en el frente del edificio de Olazábal 3183. “Mi auto se fue flotando, como un bote, y apareció una cuadra más allá”, recuerda. Afortunadamente, sólo se le dañaron los tapizados.
Al propietario de la peluquería Staff Iván, la tormenta lo sorprendió trabajando. De un momento para el otro, el agua llegó como una gran ola, y reventó la vidriera de su local. El hombre tuvo que subirse a un mueble para zafar del chapuzón, y enseguida llamó a su esposa, que estaba en la casa. “Yo me vine al negocio para ayudarlo”, cuenta la mujer. “Al rato vinieron de Defensa Civil, pero vino un chico así nomás, con un piloto amarillo y unas botas. Nada más”, se enoja, y recalca el “nada más” con la rabia propia del que acaba de perder todo su material de trabajo.
Es la misma rabia que se ve en cada uno de los comercios que se ubican sobre Blanco Encalada, sobre Olazábal, sobre Mendoza. Por eso Osvaldo Oriolo, dueño de un bar junto a su hijo, ya está pensando en organizar a todos los comerciantes de la calle: “Queremos reclamarle al gobierno porteño, porque desde 1998 prometen que van a ampliar el arroyo Vega, pero (el secretario de Obras Públicas de la Ciudad, Abel) Fatala suspendió las obras porque los dueños de los negocios de la avenida Monroe protestaron”.
Las únicas que tuvieron una tarde rendidora fueron las empresas de destapaciones: los edificios que no contaban con bombas de achique tuvieron que recurrir a ellas, que cobran casi 500 pesos para desagotar sótanos y garajes. Después del temporal, también los locales de avenida Cabildo tuvieron que ingeniárselas para seguir vendiendo: “Liquido por inundación”, atrae el cartel, mientras las remeras y los jeans mojados se consiguen desde 5 pesos.
En el estacionamiento de Freire 2253 optaron por comprar dos bombas para vaciar el primer subsuelo, que quedó lleno –de piso a techo– con agua de lluvia. El dueño del edificio cuenta que tiene “casi un millón de litros de agua” ahí abajo, y por lo menos 7 autos sumergidos. Entre ellos, un BMW que, dicen, pertenece al padre del futbolista Claudio Caniggia. El cuadro se repite en varios garajes del barrio, donde suponen que recién hoy podrán desagotar por completo el agua. Adriana, que vive en la cuadra dePlaza al 2200, asegura que “ni ropa interior” le quedó para ponerse, después de que el agua derribara la puerta de su casa y subiera, en un minuto, hasta 1,80 metro. Adriana salió a la calle nadando –sí, nadando– y estuvo casi dos horas agarrada de las rejas de una de sus ventanas, para evitar que la corriente la arrastrara.

Producción: Silvina Seijas.

 


 

LA OPOSICION, CONTRA EL GOBIERNO
Una lluvia de críticas

El caos provocado por el temporal derivó en múltiples reacciones desde la oposición al gobierno de la Alianza, que incluyeron pedidos de interpelación para el jefe Aníbal Ibarra y el secretario de Obras Públicas, Abel Fatala, y encendidos reclamos por conocer la situación del geriátrico en el que se produjo la muerte de cuatro mujeres. El presidente del bloque Encuentro por la Ciudad, Jorge Argüello, y el legislador de Nueva Dirigencia, Jorge Srur, manifestaron a Página/12 su disconformidad y coincidieron en responsabilizar a las autoridades aliancistas por el desastre.
Jorge Argüello: “El gobierno de la Alianza debe hacerse responsable de todo lo sucedido, porque cada vez que llueve algo más de lo normal la ciudad es un desastre. Siempre anuncian que en dos años se arregla y ya estamos en el quinto año de gobierno –incluyendo a De la Rúa– y no hay soluciones a la vista. Con las inundaciones de febrero del ‘98 y de diciembre del ‘99 anunciaron el plan bianual para solucionar el problema. Ya pasaron más de dos años y cada vez la situación empeora más, ahora esperamos que Fatala explique todo esto. Por otro lado está la tragedia de las cuatro mujeres del geriátrico: ¿Cómo van a hacer para explicarles a los nietos que sus abuelas murieron ahogadas en la calle Superí? Yo me pregunto si el lugar estaba habilitado”.
Jorge Srur: “Este gobierno continúa las ineficiencias del de De la Rúa. Prometieron que antes del nuevo siglo estaría resuelto el problema de las inundaciones y Fatala aseguró que con los trabajos realizados en el arroyo Maldonado se terminaban los problemas: la esquina de Corrientes y Juan B. Justo fue una de los lugares más críticos. El gobierno acusa al SMN de no dar un alerta meteorológico cuando deberían tener en cuenta que en verano siempre hay lluvias y se producen inundaciones. Desde nuestro bloque hicimos el pedido de interpelación a Aníbal Ibarra porque consideramos que las explicaciones no las tiene que dar un secretario sino el propio jefe de Gobierno, que es el máximo responsable”.

 

PRINCIPAL