Por Pedro Lipcovich
Si el funcionamiento
de los geriátricos estuviera debidamente reglamentado y controlado,
tragedias como la del miércoles, cuando cuatro ancianas murieron
ahogadas en un subsuelo, podrían evitarse, sostiene Eugenio
Semino, defensor del Pueblo de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos
Aires. El funcionario relacionó el accidente con que no debiera
haberse permitido una sala bajo nivel; debieran haber habido mejores accesos
y más cantidad de personal. El geriátrico Los Girasoles,
donde se produjo el accidente, había sido intimado hace nueve meses
a efectuar modificaciones, aunque las causas de esa intimación
no tienen relación con el accidente, según el Gobierno
de la Ciudad, cuyos funcionarios acuerdan en la necesidad de una ley que
regule a los geriátricos.
Los Girasoles funciona en un edificio de tres plantas en Superí
2261, barrio de Belgrano. Justo allí la calle, en pendiente, hace
un recodo adonde, en caso de lluvia, va a acumularse el agua desde otras
calles. El miércoles había 49 ancianos, unos 40 de los cuales
estaban en la sala de estar, en el subsuelo. Había tres personas
a cargo. A las 18.30, en un lapso de 8 a 10 minutos, la tormenta hizo
que un torrente inundara Los Girasoles. La sala de estar terminó
bajo dos metros y medio de agua. Los internos, ayudados por el personal,
se autoevacuaron por la escalera, pero tres ancianas murieron ahogadas:
Delfina Castro, Elena Garibaldi y Wenceslada González. Una cuarta,
Isabel Salazar, falleció de un paro cardíaco vinculado con
la crisis nerviosa que sufrió. Otro anciano fue internado con un
cuadro de hipotermia y ayer estaba ya fuera de peligro.
Según sostuvo ante este diario Eugenio Semino, no debería
estar permitida una sala bajo nivel en una zona donde hay antecedentes
de inundaciones; no había tampoco suficientes accesos que permitieran
el desalojo en forma rápida; además el personal era insuficiente,
ya que lo indicado es una persona por cada cinco o seis internados.
Las razones de fondo consistirían en que no hay una legislación
para la habilitación y el control de los geriátricos. Esta
ley debiera ser nacional. En su ausencia, bien valdría que la Legislatura
porteña reglamentara la actividad. La legislación
debería prever normas edilicias y de seguridad, la cantidad
y capacitación del personal y las actividades en las instituciones.
Actualmente, la habilitación que se requiere a los geriátricos
no difiere de la de cualquier establecimiento comercial, sintetizó
el ombudsman de la Tercera Edad.
Los Girasoles fue habilitado en 1992 para funcionar como geriátrico,
aunque en la unidad de planeamiento del Gobierno de la Ciudad, llamada
DGFOC, figura como vivienda multifamiliar, lo cual puede deberse
a falta de comunicación entre organismos municipales, observó
Semino. El 24 de mayo de 2000, la Unidad de Contralor de Geriátricos
Privados del Gobierno de la Ciudad efectuó una inspección
en el edificio de la calle Superí. Como consecuencia, Los Girasoles
fue intimado a regularizar su situación, ya que había refacciones
no autorizadas y, por otra parte, la cantidad de metros cúbicos
del edificio era insuficiente para la de internados.
Según Semino, luego de esa inspección los expedientes
quedaron flotando en la nebulosa. A juicio del defensor de la Tercera
Edad, como la Unidad de Contralor no tiene poder de policía,
ni fijar sanciones, ni siquiera entrar a los establecimientos si los dueños
no quieren.
Raúl Fernández, secretario de Gobierno de la Ciudad, aseguró
que, tras la inspección de mayo, se intimó a Los Girasoles
a una modificación, y en agosto la Dirección de Habilitaciones
y la Unidad de Control hicieron una inspección conjunta. De todos
modos, en principio las razones de aquella intimación no tienen
relación con el accidente del miércoles.
El secretario de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad, Daniel
Figueroa, dijo a este diario que la Unidad de Contralor de Geriátricos
Privados, más que una ventanilla de inspección hacia los
establecimientos, es una puerta de entrada de denuncias que efectúen
los abuelos residentes o sus familiares; la de los geriátricos
es una actividad legítima a partirde contratos privados entre los
empresarios y los residentes. Figueroa acordó en que debe
haber una legislación específica para los geriátricos,
con una ley nacional y leyes distritales.
Hay 866 geriátricos privados en la Ciudad de Buenos Aires, donde
residen 17.502 personas: 3730 hombres y 13.772 mujeres. De ellos, 4063
son personas dependientes, sin movilidad; 7657 son semidependientes,
que se pueden desplazar con ayuda, y 5782 son autoválidos.
En la Legislatura porteña aguardan tres proyectos de regulación
de los geriátricos: el de la ex legisladora Kelly Olmos, de 1998;
el de la ex legisladora Dora Martina, de 1999, y el de la legisladora
Sandra Doch, de 2000.
Los geriátricos
truchos
Por P. L.
En la Capital Federal hay 400 o 500 geriátricos truchos,
clandestinos, sin ningún tipo de habilitación ni control,
dijo a este diario Eugenio Semino, defensor porteño de la
Tercera Edad. Esta proliferación se vincula con que como
no está reglamentada la cantidad mínima de camas,
muchos lugares que tienen ocho o diez abuelos aducen que no son
geriátricos sino casas de familia. Los geriátricos
clandestinos están exentos de todo control, como la
cantidad de metros cúbicos necesarios, los pisos antideslizantes,
las condiciones de seguridad en los baños.
Según Semino, cuatro o cinco mil personas se alojan
actualmente en los geriátricos truchos porteños. Hemos
logrado cerrar muchos, pero el problema que se presenta es dónde
realojar a los internos. Se forma un círculo perverso. Los
truchos, en relación con otros, cobran barato: 200 o 300
pesos por mes. Claro que no dan ningún tipo de prestación,
nomás algo de comer y un médico si hay emergencias.
Se han hecho juicios a los dueños por abandono de persona,
pero después la familia termina internando al anciano en
otro de igual calidad, porque no tienen plata para pagar nada mejor.
Familias que en otros momentos pudieron elegir otro tipo de institución,
hoy, por la crisis social, ya no pueden. Por eso, hacerse cargo
de estas situaciones tiene que ser un deber indelegable del Estado.
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LOS
EXPERTOS DISCUTEN COMO RESOLVER LAS INUNDACIONES
Un debate pasado por agua
Por Horacio Cecchi
En Buenos Aires, después
de que llovió no paró. A la tormenta natural e imprevista
que el miércoles descargó 135 milímetros de agua
todos juntos en dos horas siguió una tormenta mucho más
previsible de cuestionamientos y críticas al plan hídrico
porteño, y que amenaza con extenderse durante bastante más
tiempo. Página/12 consultó a arquitectos, ingenieros y ex
funcionarios, que trazaron un mapa caótico y demasiado húmedo
sobre los próximos diluvios. Buenos Aires el miércoles
fue un desastre, sostuvo contundente Carlos Lebrero, presidente
de la Sociedad Central de Arquitectos. No se resuelve el problema
con abrir un canal. Lo que hay que hacer es tomar una decisión
política entre el gobierno de la provincia y el de la ciudad, y
tratar el problema como un sistema pluvial orgánico, aseguró
Julio Keselman, ex presidente de la misma entidad. Cuando nosotros
nos fuimos se interrumpieron las obras del plan hídrico de la ciudad,
se quejó el ingeniero Hugo Clausse, ex secretario de Obras y Servicios
Públicos porteño durante la gestión de Enrique Olivera.
Se han realizado obras que mejoraron algunas áreas,
consideró Lebrero y puso como ejemplo de los resultados a La Boca:
Es un caso muy importante dijo, pero, de cualquier manera
falta mucho por realizar. Buenos Aires fue un desastre y todos lo sufrimos.
Según Lebrero son muchas las cuestiones que originan esta
situación. Por un lado, el control de la basura. Por el otro, cada
vez hay menos permeabilidad en la ciudad.
Por el lado de la basura, Lebrero no es el único que tomó
posición. En la avenida Juan B. Justo y Santa Fe no fue un
problema de un tapón en el Maldonado. Con la obra que hicimos,
sacamos ese tapón. El problema tiene que ver con la limpieza de
las calles aseguró el ingeniero Clausse. No se puede
justificar con que la gente tira la basura. Habrá que seguir predicando,
pero mientras tanto hay que juntarla. Según Clausse, no
está mal que se tenga un plan a largo plazo, pero hay que prestar
atención al mientras tanto. La limpieza de las cañerías
que aportan a los grandes conductos, que están sucias. Zonas como
Palermo, donde las raíces de los árboles obstruyen los canales
y hay que estar cortándolas con sierras en forma regular. Son todas
cuestiones que mientras se hace una obra a largo plazo no se pueden descuidar.
Mientras estuvimos, el mantenimiento se cumplió.
La opinión de Clausse coincide con un dato obtenido por este diario
de una fuente reservada del gobierno nacional, que antes revistaba en
el porteño. Buena parte de las obras propuestas durante la
gestión anterior quedaron interrumpidas apenas cambiaron los dueños
de los escritorios -citó la fuente. Para evitar las inundaciones
de Belgrano se había planeado un canal paralelo bajo la avenida
Monroe. El canal se empezó en el río y llegó hasta
Libertador, pero se juntaron firmas de vecinos y la obra se aplazó.
El contrato con el concesionario de limpieza es por una cantidad
determinada de veces en que se limpia explicó la misma fuente.
Si se requieren más pasadas, se considerarán como servicios
adicionales, que se pagan aparte. En el segundo semestre del año
pasado, para ahorrar plata, se redujeron los adicionales en la limpieza
de los sumideros.
Para Keselman, la cuestión no pasa por ampliar caños. Para
que esto no pase más, primero hay que tomar una decisión
política. Los arroyos que cruzan Buenos Aires nacen en la provincia.
Se tienen que poner de acuerdo los dos gobiernos. La otra es que un entubamiento
no resuelve gran cosa. Lo que se debe hacer es considerar el problema
como un sistema hidráulico. Un entubamiento no resuelve nada si
la costa se va comiendo al río y las bocas de desagüe se quedan
atrás. No resuelvo nada si no pienso en el nacimiento de los arroyos.
Si no pienso en que si los adoquines, que filtran, fueron reemplazados
por asfalto, que es impermeable.
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