Por Julián Gorodischer
Una nueva obsesión domina
a gran parte de los cien mil postulantes a la isla de los Robinson. Esta
vez (al menos para una franja de los anotados), la motivación no
fue sólo el premio final, sino el deseo de contar una historia.
Tal vez por ese calce perfecto para la crónica que tiene la vivencia
del náufrago, muchos periodistas y fotógrafos respondieron
a la convocatoria para Expedición Robinson 2, con una
clave compartida: vivir una experiencia (no rutina, no tedio de lo cotidiano)
y resignarse a los altísimos niveles de exposición que podrían
padecer.
De todos los virtuales náufragos que consultó Página/12,
uno de ellos, Fabián P. (ex redactor de una revista de farándula
y actual productor de TV que pide reservas sobre su apellido) llegó
a la última fase de la selección, cuando sólo quedaban
60 finalistas. Se arrepintió sobre la hora. Me hicieron pruebas
de laboratorio, una entrevista, y me dijeron que estaba entre los últimos
60 postulantes. Desistí por trabajo: estoy empezando en la producción
de un programa y de cómo me desempeñe en el verano depende
mi futuro laboral. Elegí lo concreto frente a lo idílico,
cuenta. Al principio, cuando decidió anotarse, lo suyo fue un acto
mecánico, facilitado por la simpleza de la inscripción (el
envío de ficha y foto vía Internet). Después, el
entusiasmo fue creciendo. Quise ir como cronista, una especie de
corresponsal de guerra: fue una vocación por averiguar cosas. Mi
único temor era no encajar en el grupo. Suelo caer bien a la gente,
pero soy muy frontal. Más recientemente, se hizo fuerte una
pregunta. ¿Por qué él entre cien mil? Lo explica:
Creo que tener a un periodista adentro del equipo podría
servirle para blanquear las sospechas que hubo sobre Expedición
Robinson 1. La idea cierra.
María Inés G., redactora de actualidad de una conocida revista,
también quiso ser parte de la troupe de famosos repentinos. Fui
girl scout desde los 10 a los 17 explica, no me reconozco
como deportista pero me va bien en la relación de grupo en situaciones
complicadas. Dudé mucho porque, como periodista, me parece contraproducente
tener una altísima exposición pública. Uno debería
ser un vehículo para contar cosas. Se decidió, y observó
que lo mismo sucedía con tantos otros a su alrededor. No
creo que la masividad de la convocatoria pase por lo económico:
hay concursos en televisión que son más fáciles de
ganar. Juegan otros factores: con la situación de desánimo
que vivimos, crece la fantasía de largar todo y escaparse al cocotero.
El de José D. periodista y escritor de 32 años
es un proyecto literario. Tengo publicada una novela dice
y ya tengo el proyecto de la próxima: una sátira que bien
podría llamarse Expedición Gilligan, y podría estar
basada en mi experiencia en la isla. Cuando blanqueé la idea, no
me llamaron más. Casi mecánicamente, sin demasiado
convencimiento, el hombre se anotó en casi todos los Reality Game
Shows de la pantalla chica. Con Gran Hermano va mejor encaminado.
Después de la inscripción telefónica, me llamaron
para reconfirmar mis datos. Siento que estoy vendiendo el alma al diablo,
pero es un riesgo que quiero correr. Más allá de su
objetivo profesional, José D. asume ser fiel a una fantasía
colectiva: Todos, en la cultura occidental moderna, quisimos alguna
vez pasar por la experiencia del náufrago. Cuando uno está
agobiado quiere largar todo a la mierda e irse a una isla. Más
aún, como sucede en mi caso, cuando uno está desempleado.
Marcela V. tiene 30 años, trabaja en una revista femenina y la
movió el deseo de vivir una aventura. Dice: Para
mí, hay muy pocas posibilidades de salir de la rutina. Con la vida
que llevamos, no tengo margen para experiencias nuevas. Quise desconectarme
por un tiempo y relacionarme con otra gente. No le interesa mostrarse
y tiene reparos sobre la fama que llegaría junto a su vida en la
isla. Pero, a pesar del reparo, casi como si la promesa de unos días
en el paraíso no admitieran titubeos, todavía espera una
respuesta. La isla, en su caso, habilitaría una pausa que se posterga
desde hace tiempo: Sería la oportunidad de tomarme unas largas
vacaciones.
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