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VARIOS PERIODISTAS SE ANOTARON EN EXPEDICION ROBINSON 2
Los cronistas y el cocotero

Entre los cien mil postulantes hubo una gran proporción de redactores y reporteros gráficos. Algunos de ellos explican sus motivaciones.

Una imagen de la grabación del primer programa en la isla tropical.
Los hombres de prensa alternan motivos profesionales con personales

Por Julián Gorodischer

Una nueva obsesión domina a gran parte de los cien mil postulantes a la isla de los Robinson. Esta vez (al menos para una franja de los anotados), la motivación no fue sólo el premio final, sino el deseo de contar una historia. Tal vez por ese calce perfecto para la crónica que tiene la vivencia del náufrago, muchos periodistas y fotógrafos respondieron a la convocatoria para “Expedición Robinson 2”, con una clave compartida: vivir una experiencia (no rutina, no tedio de lo cotidiano) y resignarse a los altísimos niveles de exposición que podrían padecer.
De todos los virtuales náufragos que consultó Página/12, uno de ellos, Fabián P. (ex redactor de una revista de farándula y actual productor de TV que pide reservas sobre su apellido) llegó a la última fase de la selección, cuando sólo quedaban 60 finalistas. Se arrepintió sobre la hora. “Me hicieron pruebas de laboratorio, una entrevista, y me dijeron que estaba entre los últimos 60 postulantes. Desistí por trabajo: estoy empezando en la producción de un programa y de cómo me desempeñe en el verano depende mi futuro laboral. Elegí lo concreto frente a lo idílico”, cuenta. Al principio, cuando decidió anotarse, lo suyo fue un acto mecánico, facilitado por la simpleza de la inscripción (el envío de ficha y foto vía Internet). Después, el entusiasmo fue creciendo. “Quise ir como cronista, una especie de corresponsal de guerra: fue una vocación por averiguar cosas. Mi único temor era no encajar en el grupo. Suelo caer bien a la gente, pero soy muy frontal.” Más recientemente, se hizo fuerte una pregunta. ¿Por qué él entre cien mil? Lo explica: “Creo que tener a un periodista adentro del equipo podría servirle para blanquear las sospechas que hubo sobre ‘Expedición Robinson 1’. La idea cierra.”
María Inés G., redactora de actualidad de una conocida revista, también quiso ser parte de la troupe de famosos repentinos. “Fui girl scout desde los 10 a los 17 –explica–, no me reconozco como deportista pero me va bien en la relación de grupo en situaciones complicadas. Dudé mucho porque, como periodista, me parece contraproducente tener una altísima exposición pública. Uno debería ser un vehículo para contar cosas.” Se decidió, y observó que lo mismo sucedía con tantos otros a su alrededor. “No creo que la masividad de la convocatoria pase por lo económico: hay concursos en televisión que son más fáciles de ganar. Juegan otros factores: con la situación de desánimo que vivimos, crece la fantasía de largar todo y escaparse al cocotero.”
El de José D. –periodista y escritor de 32 años– es un proyecto literario. “Tengo publicada una novela –dice– y ya tengo el proyecto de la próxima: una sátira que bien podría llamarse Expedición Gilligan, y podría estar basada en mi experiencia en la isla. Cuando blanqueé la idea, no me llamaron más.” Casi mecánicamente, sin demasiado convencimiento, el hombre se anotó en casi todos los Reality Game Shows de la pantalla chica. Con “Gran Hermano” va mejor encaminado. “Después de la inscripción telefónica, me llamaron para reconfirmar mis datos. Siento que estoy vendiendo el alma al diablo, pero es un riesgo que quiero correr.” Más allá de su objetivo profesional, José D. asume ser fiel a una fantasía colectiva: “Todos, en la cultura occidental moderna, quisimos alguna vez pasar por la experiencia del náufrago. Cuando uno está agobiado quiere largar todo a la mierda e irse a una isla. Más aún, como sucede en mi caso, cuando uno está desempleado”.
Marcela V. tiene 30 años, trabaja en una revista femenina y la movió el deseo de “vivir una aventura”. Dice: “Para mí, hay muy pocas posibilidades de salir de la rutina. Con la vida que llevamos, no tengo margen para experiencias nuevas. Quise desconectarme por un tiempo y relacionarme con otra gente”. No le interesa mostrarse y tiene reparos sobre la fama que llegaría junto a su vida en la isla. Pero, a pesar del reparo, casi como si la promesa de unos días en el paraíso no admitieran titubeos, todavía espera una respuesta. La isla, en su caso, habilitaría una pausa que se posterga desde hace tiempo: “Sería la oportunidad de tomarme unas largas vacaciones”.

 

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