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PANORAMA POLITICO
Por Luis Bruschtein

Ricos y pobres, un clásico de todos los tiempos

Mientras en la Argentina los espíritus se estremecían por un clásico histórico como el de River-Boca, a escala planetaria comenzaba otro clásico de todos los tiempos, el de ricos y pobres, donde la única pelota que está de por medio no es la tradicional de cuero sino la del globo terráqueo. Ni los espíritus ni los medios se conmueven tanto por un Davos-Porto Alegre como por un River-Boca, pero es cuestión de tiempos. La alegría y la bronca de ganadores y perdedores en el clásico futbolero durará unos días, hasta el próximo desafío. En el otro caso, donde el ganador viene siendo el mismo desde hace muchos años, se decide el destino de millones de personas y de varias generaciones.
Para los diarios europeos, los asistentes al Foro Económico Mundial, que se realiza todos los años en Davos, son los “amos del Universo”. Son representantes de las grandes empresas que urdieron la globalización a su imagen y semejanza. Una especie de Olimpo donde los dioses deciden sobre la vida de los mortales.
En la ciudad industrial de Porto Alegre, que desde hace diez años tiene un gobierno que resistió con bastante suerte esta ola mundial, se reunió la contracara de los “amos del Universo”, el Foro Social Mundial. Es la gente común, que hasta ahora simplemente se podía describir como aquella “alejada del poder”, y que de ahora en adelante se podría definir como un incipiente “contrapoder” a escala planetaria.
En los pasillos del Centro de Congresos de Davos se cruzan financistas como George Soros, representantes de los gobiernos más poderosos y megaempresarios de todos los países, entre ellos los argentinos Enrique Pescarmona y Carlos Bulgheroni, por ejemplo.
En Porto Alegre son otras caras, otras ropas, otras vidas. Hay representantes de más de 900 Organizaciones No Gubernamentales, desde sindicatos hasta movimientos ecológicos. Y en los pasillos es posible cruzarse con el dirigente de los campesinos franceses José Bove, encarcelado por atentar contra la cadena Mc Donald’s; el dirigente de la izquierda brasileña Lula, o las Madres de Plaza de Mayo y Víctor de Gennaro entre los argentinos.
Durante muchos años el equipo de “los amos del Universo” pareció imbatible, impuso sus condiciones, abrió los mercados, relegó a los Estados y desniveló drásticamente la relación entre el capital y el trabajo con un desprecio visceral por las políticas sociales y distributivas. En realidad, desde el otro lado prácticamente no pudieron siquiera armar equipo en todos estos años desde la caída del Muro de Berlín.
El Foro de Porto Alegre es el primero que sale a la cancha. Aunque todavía la diferencia es sideral, como si jugara el seleccionado de todo el mundo contra el Defensa y Justicia de Florencio Varela. La fuerza y la debilidad de Porto Alegre está justamente en la amplitud y la heterogeneidad, no hay una ideología ni un programa, es algo más genérico todavía que el pueblo como categoría social, simplemente son los afectados por la globalización neoliberal. Cada uno lleva su reclamo, su reivindicación. Y el conjunto de todas, muchas de ellas inclusive contradictorias entre sí, todavía no constituye un programa alternativo, pero esa decantación es el primer paso, tanto en el plano de las ideas como en el de la construcción de un poder alternativo.
Este proceso de decantación pasa también por la resolución de esas contradicciones. Los campesinos franceses, por ejemplo, rechazaron la instalación de los Mc Donald’s, pero también se opusieron cuando Carrefour quiso llevar carne argentina a Francia. José Bove, que fuera compañero de departamento de Daniel Cohn Bendit en el Mayo francés, señaló que su movimiento se opone a la subvención de productos agrícolas para la exportación, pero que los países tienen que lograr con su producción la autosuficiencia alimentaria. Se trata de discutir el mundo ya no desde los capitales financieros sino desde los trabajadores, los ciudadanos y los productores. La apertura de los mercados ha generado desocupación y marginación en los países periféricos y, mientras no se racionalice ese intercambio, la postura de las centrales obreras tiende a ser proteccionista. La globalización indiscriminada también dañó el medio ambiente, sobre todo en los países periféricos, como la Argentina, donde la desesperación por facilitar inversiones lleva a ignorar las medidas de protección ambiental. Pero este reclamo de los ecologistas también es mirado con recelo por algunas centrales obreras, que temen que de esa manera disminuyan las fuentes de trabajo. La fuga de empresas de un país a otro buscando salarios más bajos y relaciones laborales más flexibles también genera situaciones desfavorables para los trabajadores de uno y otro país. Todas estas cosas se están discutiendo por los afectados, por primera vez a escala planetaria y multisectorial, en Porto Alegre.
Resulta sintomático que, cuando esto ocurre, los “amos del Universo” reunidos en Davos han comenzado a discutir también ellos por primera vez las consecuencias sociales de la globalización, como si este fenómeno que ellos gestaron hubiera adoptado una dinámica que lo convierte en impredecible y, por lo tanto, también peligroso para los negocios y las grandes inversiones. “Cuando la libertad no tiene límites, ya no es libertad”, se ha llegado a escuchar en Davos hablando de la libertad de mercado, cuando esa frase el año pasado hubiera sido considerada anacrónica o izquierdista por ese mismo Foro. Los representantes de gobiernos periféricos, incluyendo al canciller argentino Adalberto Rodríguez Giavarini, plantearon incluso que los reclamos que se escuchan en Porto Alegre son también los de sus gobiernos.
Cuando el gobierno izquierdista del estado de Rio Grande do Sul comenzó la convocatoria del Foro de Porto Alegre, se aclaró expresamente que se trataba de una especie de anti-Davos. Desde Davos fue al revés: se trató en todo momento de que Porto Alegre no apareciera en oposición a Davos, sino como su complemento, y hasta se organizó una conferencia satelital interoceánica con asistentes a las dos reuniones. En los pasillos de Davos se dice que muchos de los reclamos de Porto Alegre son condiciones que necesita esta nueva etapa de la globalización para seguir creciendo. Pero para las organizaciones que participan en Porto Alegre no se trata de ofrecer consejos a los grandes capitales representados en Davos. Porque también se discute una cuestión de poder. Se trata de que la política se imponga a los capitales. La política vista no sólo desde los partidos, que están muy poco representados en Porto Alegre, sino desde los movimientos sociales. Y para ello se cuestiona también a los modelos políticos que bloquean la participación popular en las decisiones estratégicas.
Así como lo de Porto Alegre es incipiente, es difícil predecir hasta qué punto el giro social que sufrió Davos será acompañado en forma consciente por los dueños del gran capital. Para muchos de ellos el tono social del Foro empresario ha sido una traición, como si un hincha de River se pasara a Boca o viceversa. Para ninguno de ellos constituyó una novedad la larga lista de injusticias y desigualdades que provocaron. Resulta hasta inocente esperar una reacción espontánea, consciente y más racional, aunque incluso favorezca a sus intereses a mediano y largo plazo, porque la historia ha demostrado lo contrario la mayoría de las veces.
Por lo pronto la intención de Davos de convertir a Porto Alegre en interlocutor y no en adversario no parece que fuera muy acompañada. Sin ir más lejos, para la reunión de Porto Alegre hubo alrededor de 1500 periodistas acreditados, pero en la Argentina, La Nación y Clarín, los dos diarios de mayor tirada, ni se preocuparon por cubrir el encuentro y solamente se refirieron a Davos. El prejuicio al “izquierdismo” y la fuerza con que se ha instalado el discurso neoliberal sobre la base del miedo a la desestabilización, la fascinación por los tecnócratas y el desprecio a los reclamos sociales sobre la economía no son un invento de los medios, sino que están enraizados en una clase dominante muy cerrada ypoco predispuesta a pensar en términos de comunidad o nación, desde los cuales se podría acceder a una globalización no perversa.
El canciller Rodríguez Giavarini se hizo cargo de los reclamos de Porto Alegre sobre el orden mundial neoliberal. Pero el Foro Social, como su nombre lo indica, no sólo protestó contra el proteccionismo de los países desarrollados para los productos de los países periféricos, sino también por la globalización del trabajo precarizado y por la marginación y el desempleo que imponen a su vez las políticas económicas de los gobiernos de los países periféricos. Pese a todas las limitaciones desde uno y otro lado, esta controversia entre ricos y pobres que plantearon Davos y Porto Alegre constituye el anuncio de un mundo distinto al de la década pasada. Otra vez River y Boca.


 

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