Ricos y pobres, un
clásico de todos los tiempos
Mientras en la Argentina los espíritus se estremecían
por un clásico histórico como el de River-Boca, a
escala planetaria comenzaba otro clásico de todos los tiempos,
el de ricos y pobres, donde la única pelota que está
de por medio no es la tradicional de cuero sino la del globo terráqueo.
Ni los espíritus ni los medios se conmueven tanto por un
Davos-Porto Alegre como por un River-Boca, pero es cuestión
de tiempos. La alegría y la bronca de ganadores y perdedores
en el clásico futbolero durará unos días, hasta
el próximo desafío. En el otro caso, donde el ganador
viene siendo el mismo desde hace muchos años, se decide el
destino de millones de personas y de varias generaciones.
Para los diarios europeos, los asistentes al Foro Económico
Mundial, que se realiza todos los años en Davos, son los
amos del Universo. Son representantes de las grandes
empresas que urdieron la globalización a su imagen y semejanza.
Una especie de Olimpo donde los dioses deciden sobre la vida de
los mortales.
En la ciudad industrial de Porto Alegre, que desde hace diez años
tiene un gobierno que resistió con bastante suerte esta ola
mundial, se reunió la contracara de los amos del Universo,
el Foro Social Mundial. Es la gente común, que hasta ahora
simplemente se podía describir como aquella alejada
del poder, y que de ahora en adelante se podría definir
como un incipiente contrapoder a escala planetaria.
En los pasillos del Centro de Congresos de Davos se cruzan financistas
como George Soros, representantes de los gobiernos más poderosos
y megaempresarios de todos los países, entre ellos los argentinos
Enrique Pescarmona y Carlos Bulgheroni, por ejemplo.
En Porto Alegre son otras caras, otras ropas, otras vidas. Hay representantes
de más de 900 Organizaciones No Gubernamentales, desde sindicatos
hasta movimientos ecológicos. Y en los pasillos es posible
cruzarse con el dirigente de los campesinos franceses José
Bove, encarcelado por atentar contra la cadena Mc Donalds;
el dirigente de la izquierda brasileña Lula, o las Madres
de Plaza de Mayo y Víctor de Gennaro entre los argentinos.
Durante muchos años el equipo de los amos del Universo
pareció imbatible, impuso sus condiciones, abrió los
mercados, relegó a los Estados y desniveló drásticamente
la relación entre el capital y el trabajo con un desprecio
visceral por las políticas sociales y distributivas. En realidad,
desde el otro lado prácticamente no pudieron siquiera armar
equipo en todos estos años desde la caída del Muro
de Berlín.
El Foro de Porto Alegre es el primero que sale a la cancha. Aunque
todavía la diferencia es sideral, como si jugara el seleccionado
de todo el mundo contra el Defensa y Justicia de Florencio Varela.
La fuerza y la debilidad de Porto Alegre está justamente
en la amplitud y la heterogeneidad, no hay una ideología
ni un programa, es algo más genérico todavía
que el pueblo como categoría social, simplemente son los
afectados por la globalización neoliberal. Cada uno lleva
su reclamo, su reivindicación. Y el conjunto de todas, muchas
de ellas inclusive contradictorias entre sí, todavía
no constituye un programa alternativo, pero esa decantación
es el primer paso, tanto en el plano de las ideas como en el de
la construcción de un poder alternativo.
Este proceso de decantación pasa también por la resolución
de esas contradicciones. Los campesinos franceses, por ejemplo,
rechazaron la instalación de los Mc Donalds, pero también
se opusieron cuando Carrefour quiso llevar carne argentina a Francia.
José Bove, que fuera compañero de departamento de
Daniel Cohn Bendit en el Mayo francés, señaló
que su movimiento se opone a la subvención de productos agrícolas
para la exportación, pero que los países tienen que
lograr con su producción la autosuficiencia alimentaria.
Se trata de discutir el mundo ya no desde los capitales financieros
sino desde los trabajadores, los ciudadanos y los productores. La
apertura de los mercados ha generado desocupación y marginación
en los países periféricos y, mientras no se racionalice
ese intercambio, la postura de las centrales obreras tiende a ser
proteccionista. La globalización indiscriminada también
dañó el medio ambiente, sobre todo en los países
periféricos, como la Argentina, donde la desesperación
por facilitar inversiones lleva a ignorar las medidas de protección
ambiental. Pero este reclamo de los ecologistas también es
mirado con recelo por algunas centrales obreras, que temen que de
esa manera disminuyan las fuentes de trabajo. La fuga de empresas
de un país a otro buscando salarios más bajos y relaciones
laborales más flexibles también genera situaciones
desfavorables para los trabajadores de uno y otro país. Todas
estas cosas se están discutiendo por los afectados, por primera
vez a escala planetaria y multisectorial, en Porto Alegre.
Resulta sintomático que, cuando esto ocurre, los amos
del Universo reunidos en Davos han comenzado a discutir también
ellos por primera vez las consecuencias sociales de la globalización,
como si este fenómeno que ellos gestaron hubiera adoptado
una dinámica que lo convierte en impredecible y, por lo tanto,
también peligroso para los negocios y las grandes inversiones.
Cuando la libertad no tiene límites, ya no es libertad,
se ha llegado a escuchar en Davos hablando de la libertad de mercado,
cuando esa frase el año pasado hubiera sido considerada anacrónica
o izquierdista por ese mismo Foro. Los representantes de gobiernos
periféricos, incluyendo al canciller argentino Adalberto
Rodríguez Giavarini, plantearon incluso que los reclamos
que se escuchan en Porto Alegre son también los de sus gobiernos.
Cuando el gobierno izquierdista del estado de Rio Grande do Sul
comenzó la convocatoria del Foro de Porto Alegre, se aclaró
expresamente que se trataba de una especie de anti-Davos. Desde
Davos fue al revés: se trató en todo momento de que
Porto Alegre no apareciera en oposición a Davos, sino como
su complemento, y hasta se organizó una conferencia satelital
interoceánica con asistentes a las dos reuniones. En los
pasillos de Davos se dice que muchos de los reclamos de Porto Alegre
son condiciones que necesita esta nueva etapa de la globalización
para seguir creciendo. Pero para las organizaciones que participan
en Porto Alegre no se trata de ofrecer consejos a los grandes capitales
representados en Davos. Porque también se discute una cuestión
de poder. Se trata de que la política se imponga a los capitales.
La política vista no sólo desde los partidos, que
están muy poco representados en Porto Alegre, sino desde
los movimientos sociales. Y para ello se cuestiona también
a los modelos políticos que bloquean la participación
popular en las decisiones estratégicas.
Así como lo de Porto Alegre es incipiente, es difícil
predecir hasta qué punto el giro social que sufrió
Davos será acompañado en forma consciente por los
dueños del gran capital. Para muchos de ellos el tono social
del Foro empresario ha sido una traición, como si un hincha
de River se pasara a Boca o viceversa. Para ninguno de ellos constituyó
una novedad la larga lista de injusticias y desigualdades que provocaron.
Resulta hasta inocente esperar una reacción espontánea,
consciente y más racional, aunque incluso favorezca a sus
intereses a mediano y largo plazo, porque la historia ha demostrado
lo contrario la mayoría de las veces.
Por lo pronto la intención de Davos de convertir a Porto
Alegre en interlocutor y no en adversario no parece que fuera muy
acompañada. Sin ir más lejos, para la reunión
de Porto Alegre hubo alrededor de 1500 periodistas acreditados,
pero en la Argentina, La Nación y Clarín, los dos
diarios de mayor tirada, ni se preocuparon por cubrir el encuentro
y solamente se refirieron a Davos. El prejuicio al izquierdismo
y la fuerza con que se ha instalado el discurso neoliberal sobre
la base del miedo a la desestabilización, la fascinación
por los tecnócratas y el desprecio a los reclamos sociales
sobre la economía no son un invento de los medios, sino que
están enraizados en una clase dominante muy cerrada ypoco
predispuesta a pensar en términos de comunidad o nación,
desde los cuales se podría acceder a una globalización
no perversa.
El canciller Rodríguez Giavarini se hizo cargo de los reclamos
de Porto Alegre sobre el orden mundial neoliberal. Pero el Foro
Social, como su nombre lo indica, no sólo protestó
contra el proteccionismo de los países desarrollados para
los productos de los países periféricos, sino también
por la globalización del trabajo precarizado y por la marginación
y el desempleo que imponen a su vez las políticas económicas
de los gobiernos de los países periféricos. Pese a
todas las limitaciones desde uno y otro lado, esta controversia
entre ricos y pobres que plantearon Davos y Porto Alegre constituye
el anuncio de un mundo distinto al de la década pasada. Otra
vez River y Boca.
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