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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

El toro por las astas

“Desde que una economía empieza a recuperarse pasan entre nueve y doce meses antes de que la gente lo perciba. Además, al principio creen que es sólo a ellos a quienes les va mejor. Es muy tarde ya, por lo tanto, para evitar que en octubre, a la hora de votar, los argentinos sigan aún pensando que el país está hundido.” Mala noticia para la Alianza, según la visión de un importante economista español, perteneciente a uno de los grupos hispanos con mayores intereses en la Argentina. Desde Madrid confió a Página/12 sus opiniones sobre la economía del país, pero a condición de no ser identificado. A continuación, sus ideas.
La Argentina está mejor posicionada para el mundo que se viene (el de un probable aterrizaje brusco de la economía estadounidense) que otros países de la región, fundamentalmente México. Primero por los fuertes lazos de economía real que tiene México con EE.UU.: el 80 por ciento de sus exportaciones van a ese mercado. Esta puede parecer una interpretación muy mecánica, pero es la que la gente hace. Cada punto de desaceleración en la economía norteamericana provoca un impacto de 1 a 1,2 punto sobre el PBI mexicano. Para la Argentina el impacto es ínfimo. Por otro lado, las necesidades de financiación de México son muy pequeñas, mientras que el caso argentino es completamente el opuesto. Por tanto, la reducción de tasas en EE.UU. será mucho más beneficiosa para la Argentina que para México.
Es posible que los inversores internacionales muestren una total renuencia al riesgo mientras perduren las dudas sobre la economía estadounidense. Pero esto afectará menos a la Argentina que a otros emergentes porque tiene el puente de plata del blindaje por los próximos seis a nueve meses. Ello le permite aislarse de los mercados.
En el corto plazo podremos ver un crecimiento fuerte de la economía argentina, entendiendo por tal un 3 a 3,5 por ciento. Pero a la Argentina ya nadie le dará nada por garantizado: siempre tendrá que demostrarlo.
Es muy difícil que la Argentina corrija su déficit de cuenta corriente porque éste tiene un alto componente de intereses de la deuda y de giro de dividendos. No es un problema de ajuste del balance comercial, como podía serlo en el pasado. En realidad, la demanda de importaciones ya está ajustada. Por ese lado no hay forma de reducir el déficit. Y aunque el balance comercial se vuelva a desajustar con el retorno al crecimiento (por el aumento de las importaciones), la necesidad de financiar el déficit externo no es el verdadero problema. Si el país creciese, la percepción de que existen chances de obtener buenas rentabilidades podría atraer inversiones directas, que implican ingresos de capital no generadores de deuda.
Lo más peligroso para la Argentina es no crecer. Que aumente el déficit de cuenta corriente es un peligro mucho menor. Además, los inversores ya aprendieron que ese déficit se puede financiar con inversión directa, ligada al proceso de integración de la economía argentina a la economía mundial. Es decir, inversión directa no sólo en el sector de no transables (servicios) sino también en el de exportables. Lo que no puede la Argentina es crecer en base a consumo interno. Mientras las exportaciones sean apenas un 9 por ciento del PBI, es muy difícil que logre crecer sostenidamente. Y para abrirse al exterior, se necesita atraer inversión hacia el sector de transables.
Al tipo de cambio hay que admitirlo como una restricción. Es muy difícil meter una devaluación dentro del esquema de estabilidad que tiene el país, y sería contraproducente. Es cierto que el nivel absoluto de precios de la Argentina está por encima del de los países con los que debe competir. Descartando entonces una corrección cambiaria, sólo se pueden bajar precios mediante ganancias de productividad. No hay otra. Y esa mayor productividad sólo puede lograrse con inversión, interna y externa. Todo este proceso exige una liberalización comercial mucho más amplia. Si la Argentina redujera aranceles y se abriera con más decisión, habría unacaída en el precio de los bienes importados que generaría oportunidades de inversión. Es una condición para relanzar su economía. El arancel medio argentino es tres veces el chileno. Si no se lo baja, el cul de sac en que está metido el país no tendrá salida nunca.
La percepción de alto riesgo en el crédito proviene del escaso crecimiento del país, que no genera las rentabilidades necesarias para pagar el costo del capital. La Argentina no creció estos últimos años por la serie de shocks externos negativos que sufrió y, como dispone de un menor arsenal de políticas, tardó más en ajustarse a la nueva situación mundial. Sin embargo, tampoco hay tanta diferencia. Si el país estuviera ahora volviendo a crecer, sólo habría tardado 12 meses más que Brasil. No es un gran rezago. Después de la crisis europea de 1992, el desfasaje entre el primer y el último país en despegar fue de dos años y medio.
Es cierto que la Argentina está retrasada en el ciclo latinoamericano, detrás de México y de Brasil, pero no es sorprendente. A nosotros, como fuertes inversores en la región, nos suelen decir que Latinoamérica está yendo muy mal. La verdad es que en el último cuarto de siglo no hubo algo que pudiera identificarse como un ciclo económico latinoamericano. Las tres mayores economías de la región casi nunca se sincronizaron para crecer o encogerse al mismo tiempo. Sólo ocurrió en 1982 y en 1997.
La Argentina pagará un precio por haber transgredido la ley de solvencia fiscal. Aunque los mercados aceptaron esa violación a cambio de la promesa de ser más ortodoxos en el largo plazo, para que la prima de riesgo país siga bajando será necesario conjurar los temores que sienten los inversores. Ellos quieren ver cómo caen los cocientes deuda pública/PBI y servicios de la deuda/exportaciones, y cómo aumenta el grado de apertura de la economía. Es que los mercados son mucho menos sofisticados de lo que se piensa. Si hoy México tiene el investment grade es porque con sus exportaciones puede pagar el total de su deuda externa en un año, mientras que a la Argentina le hacen falta cinco. Es una barbaridad de simplificación, pero así funciona la cosa.
Cuando uno compara la estructura de las exportaciones de España, México y la Argentina, ve que la estructura de las argentinas no se modificó en los últimos 25 años, salvo por el petróleo. En el caso mexicano sucede algo totalmente distinto. Hace 15 años, el petróleo representaba el 60 por ciento de las exportaciones; hoy es sólo el 6 por ciento. España, 20 años atrás, exportaba bienes de consumo y alimentos, básicamente a Europa. Hoy está metida de lleno en el comercio intraindustrial. Esto es lo que le falta a la Argentina: dar el salto que le permita entrar en la cadena de la globalización. Es obvio que no cuenta con la ventaja de tener como vecino a Estados Unidos ni a la CEE. Pero tendrá que buscar cómo insertarse. De otro modo podrá crecer, pero no más allá del 2,5/3 por ciento anual. Sin embargo, sólo creciendo al 4,5/5 por ciento anual podrá ir absorbiendo los problemas sociales y distributivos que se le crearon en los últimos quince años.


 

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