El toro por las astas
Desde que una economía empieza a recuperarse pasan
entre nueve y doce meses antes de que la gente lo perciba. Además,
al principio creen que es sólo a ellos a quienes les va mejor.
Es muy tarde ya, por lo tanto, para evitar que en octubre, a la
hora de votar, los argentinos sigan aún pensando que el país
está hundido. Mala noticia para la Alianza, según
la visión de un importante economista español, perteneciente
a uno de los grupos hispanos con mayores intereses en la Argentina.
Desde Madrid confió a Página/12 sus opiniones sobre
la economía del país, pero a condición de no
ser identificado. A continuación, sus ideas.
La Argentina está
mejor posicionada para el mundo que se viene (el de un probable
aterrizaje brusco de la economía estadounidense) que otros
países de la región, fundamentalmente México.
Primero por los fuertes lazos de economía real que tiene
México con EE.UU.: el 80 por ciento de sus exportaciones
van a ese mercado. Esta puede parecer una interpretación
muy mecánica, pero es la que la gente hace. Cada punto de
desaceleración en la economía norteamericana provoca
un impacto de 1 a 1,2 punto sobre el PBI mexicano. Para la Argentina
el impacto es ínfimo. Por otro lado, las necesidades de financiación
de México son muy pequeñas, mientras que el caso argentino
es completamente el opuesto. Por tanto, la reducción de tasas
en EE.UU. será mucho más beneficiosa para la Argentina
que para México.
Es posible que los inversores
internacionales muestren una total renuencia al riesgo mientras
perduren las dudas sobre la economía estadounidense. Pero
esto afectará menos a la Argentina que a otros emergentes
porque tiene el puente de plata del blindaje por los próximos
seis a nueve meses. Ello le permite aislarse de los mercados.
En el corto plazo podremos
ver un crecimiento fuerte de la economía argentina, entendiendo
por tal un 3 a 3,5 por ciento. Pero a la Argentina ya nadie le dará
nada por garantizado: siempre tendrá que demostrarlo.
Es muy difícil
que la Argentina corrija su déficit de cuenta corriente porque
éste tiene un alto componente de intereses de la deuda y
de giro de dividendos. No es un problema de ajuste del balance comercial,
como podía serlo en el pasado. En realidad, la demanda de
importaciones ya está ajustada. Por ese lado no hay forma
de reducir el déficit. Y aunque el balance comercial se vuelva
a desajustar con el retorno al crecimiento (por el aumento de las
importaciones), la necesidad de financiar el déficit externo
no es el verdadero problema. Si el país creciese, la percepción
de que existen chances de obtener buenas rentabilidades podría
atraer inversiones directas, que implican ingresos de capital no
generadores de deuda.
Lo más peligroso
para la Argentina es no crecer. Que aumente el déficit de
cuenta corriente es un peligro mucho menor. Además, los inversores
ya aprendieron que ese déficit se puede financiar con inversión
directa, ligada al proceso de integración de la economía
argentina a la economía mundial. Es decir, inversión
directa no sólo en el sector de no transables (servicios)
sino también en el de exportables. Lo que no puede la Argentina
es crecer en base a consumo interno. Mientras las exportaciones
sean apenas un 9 por ciento del PBI, es muy difícil que logre
crecer sostenidamente. Y para abrirse al exterior, se necesita atraer
inversión hacia el sector de transables.
Al tipo de cambio hay
que admitirlo como una restricción. Es muy difícil
meter una devaluación dentro del esquema de estabilidad que
tiene el país, y sería contraproducente. Es cierto
que el nivel absoluto de precios de la Argentina está por
encima del de los países con los que debe competir. Descartando
entonces una corrección cambiaria, sólo se pueden
bajar precios mediante ganancias de productividad. No hay otra.
Y esa mayor productividad sólo puede lograrse con inversión,
interna y externa. Todo este proceso exige una liberalización
comercial mucho más amplia. Si la Argentina redujera aranceles
y se abriera con más decisión, habría unacaída
en el precio de los bienes importados que generaría oportunidades
de inversión. Es una condición para relanzar su economía.
El arancel medio argentino es tres veces el chileno. Si no se lo
baja, el cul de sac en que está metido el país no
tendrá salida nunca.
La percepción
de alto riesgo en el crédito proviene del escaso crecimiento
del país, que no genera las rentabilidades necesarias para
pagar el costo del capital. La Argentina no creció estos
últimos años por la serie de shocks externos negativos
que sufrió y, como dispone de un menor arsenal de políticas,
tardó más en ajustarse a la nueva situación
mundial. Sin embargo, tampoco hay tanta diferencia. Si el país
estuviera ahora volviendo a crecer, sólo habría tardado
12 meses más que Brasil. No es un gran rezago. Después
de la crisis europea de 1992, el desfasaje entre el primer y el
último país en despegar fue de dos años y medio.
Es cierto que la Argentina
está retrasada en el ciclo latinoamericano, detrás
de México y de Brasil, pero no es sorprendente. A nosotros,
como fuertes inversores en la región, nos suelen decir que
Latinoamérica está yendo muy mal. La verdad es que
en el último cuarto de siglo no hubo algo que pudiera identificarse
como un ciclo económico latinoamericano. Las tres mayores
economías de la región casi nunca se sincronizaron
para crecer o encogerse al mismo tiempo. Sólo ocurrió
en 1982 y en 1997.
La Argentina pagará
un precio por haber transgredido la ley de solvencia fiscal. Aunque
los mercados aceptaron esa violación a cambio de la promesa
de ser más ortodoxos en el largo plazo, para que la prima
de riesgo país siga bajando será necesario conjurar
los temores que sienten los inversores. Ellos quieren ver cómo
caen los cocientes deuda pública/PBI y servicios de la deuda/exportaciones,
y cómo aumenta el grado de apertura de la economía.
Es que los mercados son mucho menos sofisticados de lo que se piensa.
Si hoy México tiene el investment grade es porque con sus
exportaciones puede pagar el total de su deuda externa en un año,
mientras que a la Argentina le hacen falta cinco. Es una barbaridad
de simplificación, pero así funciona la cosa.
Cuando uno compara la
estructura de las exportaciones de España, México
y la Argentina, ve que la estructura de las argentinas no se modificó
en los últimos 25 años, salvo por el petróleo.
En el caso mexicano sucede algo totalmente distinto. Hace 15 años,
el petróleo representaba el 60 por ciento de las exportaciones;
hoy es sólo el 6 por ciento. España, 20 años
atrás, exportaba bienes de consumo y alimentos, básicamente
a Europa. Hoy está metida de lleno en el comercio intraindustrial.
Esto es lo que le falta a la Argentina: dar el salto que le permita
entrar en la cadena de la globalización. Es obvio que no
cuenta con la ventaja de tener como vecino a Estados Unidos ni a
la CEE. Pero tendrá que buscar cómo insertarse. De
otro modo podrá crecer, pero no más allá del
2,5/3 por ciento anual. Sin embargo, sólo creciendo al 4,5/5
por ciento anual podrá ir absorbiendo los problemas sociales
y distributivos que se le crearon en los últimos quince años.
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