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EL EX DICTADOR SUFRIO UN DERRAME ENTRE ACUSACIONES CRUZADAS
Pinochet cayó enfermo en un nido de ratas

Después que un jefe militar de la dictadura le devolviera la acusación por los crímenes de la �Caravana de la Muerte� de octubre de 1973, Pinochet fue internado en el Hospital Militar con un pequeño infarto cerebral.

General retirado Luis Cortés Villa, vicepresidente de la Fundación Pinochet, ante la prensa.

Puede que esta vez vaya en serio. El ex dictador chileno Augusto Pinochet se acostumbró a visitar al médico cada vez que se aproximaba alguna novedad judicial de su caso. Esta no es la excepción: sería inminente la decisión del juez Juan Guzmán Tapia de procesarlo por los crímenes de la “Caravana de la Muerte”. Al día siguiente de que el general retirado Joaquín Osorio Lagos lo acusara frente a las cámaras de televisión de ser el responsable directo de esta caravana (ver recuadro), Augusto Pinochet fue internado de urgencia en el Hospital Militar de Santiago con un pequeño infarto cerebral. El movimiento fue mayor al habitual: fue trasladado a toda velocidad desde su residencia de Bucalemu, a más de 100 km. de Santiago, con una comitiva de varios coches. Ya en el hospital, la entrada de allegados fue mayor a la normal, incluyendo al jefe del Ejército, general Ricardo Izurieta. Pinochet estará internado hasta hoy, por lo menos. Por otro lado, quien fuera jefe de la “Caravana de la Muerte”, Sergio Arellano Stark, negó su responsabilidad y acusó a sus subalternos.
El comunicado del Hospital Militar de Santiago dice que Pinochet tuvo “un cuadro de cefalea y ligero compromiso de conciencia transitorio”, cuyo diagnóstico preliminar establece un “episodio isquémico transitorio”, que quiere decir que tuvo “una discreta pérdida de fuerzas en su lado izquierdo y la persistencia de un cuadro congestivo de retención hídrica”. Dicho de manera más criolla: habría sufrido un pequeño infarto cerebral (los exámenes médicos practicados por orden de Guzmán indican que ya tuvo tres), quizás provocado por un pico de alta presión sanguínea. También habría perdido momentáneamente el conocimiento, aunque fue dentro del hospital porque entró a él perfectamente consciente. La esposa de Pinochet, Lucía Hiriart, reconoció que el estado de salud de su marido es delicado y dijo que pedirá a Dios por su vida.
La internación de Pinochet podría darle la excusa perfecta a sus abogados para pedir la realización de nuevos exámenes médicos. Los primeros, hace dos semanas, establecieron que Pinochet tenía una demencia “leve a moderada”, provocada, justamente, por pequeños infartos sucesivos en los últimos dos años. Un infarto más, y la demencia puede ser mayor, por lo que la defensa de Pinochet podría alegar que no está en condiciones de afrontar un juicio. Sin embargo, el juez Guzmán ya le tomó declaración indagatoria este martes a Pinochet y dijo que lo vio como una persona “perfectamente normal”, aunque se tomó cinco días administrativos para estudiar, entre otras cosas, el informe médico que le dé la pauta clara sobre si debe o no procesarlo por su estado de salud.
En todo caso, de lo que no cabe duda es que la presión sobre Pinochet fue la mayor desde el inicio de esta saga, el 16 de octubre de 1998 en Londres, donde había sido detenido por orden del juez español Baltasar Garzón. El martes, finalmente y después de varias idas y venidas, Guzmán le preguntó a Pinochet sobre los crímenes de la “Caravana de la Muerte”. El ex dictador terminó acusando al entonces jefe de la I División del Ejército, general Joaquín Lagos Osorio. Y Lagos Osorio, que ya había inculpado a Pinochet en ocasiones anteriores, duplicó la apuesta: fue al programa “Medianoche” de Televisión Nacional y dijo con lujo de detalles cómo fueron las ejecuciones y cómo Pinochet se refirió a ellos frente al mismo Lagos.
Viendo cómo se hunde el barco, el general Sergio Arellano Stark, jefe de la “Caravana de la Muerte”, no quiso ser menos rata. A través de su abogado e hijo, dijo que él tampoco tenía responsabilidad sobre los crímenes, sino que habían sido los subalternos. Como la obediencia debida, pero al revés.

 

Cuando se hunde el

Todo comenzó con Pinochet. Interrogado por el juez Juan Guzmán, el ex dictador se desligó de la responsabilidad por los 73 muertos de la “Caravana de la Muerte” apuntando a “los comandantes de las respectivas guarniciones”. Eso fue demasiado para el aludido, el general Joaquín Lagos Osorio. El ex comandante de la región del norte chileno donde se produjo la masacre ya había hecho su descargo ante la Justicia chilena. Pero tras lo dicho por Pinochet eso ya no era suficiente. En una entrevista difundida ayer a la madrugada por la televisión nacional chilena aseguró que “¡Yo no ordené fusilamientos de nadie! Todo fue hecho a mis espaldas en mi propia jurisdicción”. Admitió que había alojado al comandante del operativo, el general Sergio Arellano Stark, pero enfatizó que fue sólo al día siguiente que se enteró de los fusilamientos. Se habría horrorizado al ver los cadáveres: “No eran cuerpos humanos. Yo quería armarlos (sic), dejarlos en forma decente. Pero no se pudo. Les sacaban los ojos con cuchillos, les quebraban las mandíbulas y las piernas. Y se los fusilaba en partes, con ametralladoras. Primero las piernas, después los genitales y después el corazón”. Luego habría advertido a Pinochet: “acuérdese que tarde o temprano nos van a juzgar, especialmente a usted que es comandante del Ejército”. Ayer el hijo y abogado de Arellano Stark ridiculizó la versión de Lagos. “Se fusilaba afuera de su oficina y no se enteraba”, exclamó.

 

DOS HIPOTESIS ANTE EL CAMPO DE BATALLA JUDICIAL
Un infarto muy conveniente

Por Pablo Rodríguez

La internación de Pinochet en el Hospital Militar de Santiago puede leerse de dos maneras: o se está preparando el terreno para eximirlo del juicio por los crímenes de la Caravana de la Muerte o Pinochet está realmente mal de salud y los sucesos de esta semana le levantaron la presión, o está simulando, pero no podrá evitar su procesamiento. Todo esto depende del juez Juan Guzmán, que está lejos de Santiago, con una licencia de cinco días, tras los cuales llegaría la definición.
Primera hipótesis, la conspirativa. El juez Guzmán ordenó el procesamiento de Pinochet el 1º de diciembre, casi de sopetón. Parecía una jugada de anticipación, ya que los abogados de Pinochet estaban armando un escándalo en torno a una carta que Guzmán escribió a una de las personas querellantes. Esa carta podía derivar en que la Corte Suprema lo apartara del caso. Si fue así, la jugada no funcionó: el procesamiento fue anulado.
Pero Guzmán mostró más tarde la misma premura por procesar a Pinochet. Puso fecha para la declaración indagatoria antes de los exámenes médicos, para evitar que el resultado de éstos parara el interrogatorio y con ello la nueva orden de procesamiento. La Corte Suprema ordenó que primero se practiquen los exámenes médicos y después el interrogatorio. Guzmán obedeció pero fijó el interrogatorio para el día siguiente de los exámenes, con lo cual el informe médico no iba a estar disponible.
Aquí comienza el cambio de actitud de Guzmán. Pinochet no asistió al hospital para los exámenes y estaba en situación de rebeldía. Los abogados querellantes pedían a gritos el procesamiento, porque ya no había traba legal alguna. Pero Guzmán fijó nueva fecha para los exámenes. Más tarde los volvió a postergar y colocó el día de la declaración indagatoria lejos de los exámenes, para asegurarse de que el informe esté listo. Días antes de estos estudios afirmó que estaba sufriendo “presiones políticas desde el gobierno”. Con los exámenes en la mano y habiendo interrogado a Pinochet esta semana, se tomó unos días en lugar de procesarlo, luego de decir que el Pinochet de demencia “leve a moderada” de los informes era, frente a frente, un Pinochet “absolutamente normal”. Y en esta espera llega la internación del ex dictador, que puede volverlo menos normal.
Segunda hipótesis, la optimista: Guzmán está a punto de procesar a Pinochet. Si el juez hizo todas estas marchas y contramarchas fue para que el proceso fuera prolijo y no quedaran huecos atacables como en el procesamiento del 1º de diciembre, cuando citó como declaración indagatoria un interrogatorio que envió a Pinochet a Londres. Y lo logró, porque la defensa terminó aceptando los exámenes y el interrogatorio y, con las pruebas que hay en contra de Pinochet, se quedaron sin argumentos para defenderlo. Si Guzmán habló de “presiones políticas” es porque está decidido a seguir y abre el paraguas por si lo sacan del caso.
Otra prueba de la determinación de Guzmán: con informes que hablan de “demencia leve a moderada” (la demencia es la única causa que exime de un juicio a una persona para la Justicia chilena) dice que Pinochet “es perfectamente normal”. Si todo fuera una jugarreta no habría hecho tal declaración, que lo deja expuesto. Si se tomó unos días para estudiar el caso y en medio de esos días Pinochet cae internado, eso es casualidad o el ex dictador está simulando, lo que no influirá para cambiar su suerte.
Las hipótesis están echadas. Es cierto que ninguna de las muchas internaciones de Pinochet, previas a decisiones judiciales, terminó influyendo. Pero también es cierto que, cuando las papas ya quemaban, fueron las mismas razones de salud las que hicieron zafar a Pinochet en Londres. Fue en marzo del año pasado, allá lejos y hace tiempo.

 

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