Puede que esta vez vaya en serio. El ex dictador chileno Augusto Pinochet
se acostumbró a visitar al médico cada vez que se aproximaba
alguna novedad judicial de su caso. Esta no es la excepción: sería
inminente la decisión del juez Juan Guzmán Tapia de procesarlo
por los crímenes de la Caravana de la Muerte. Al día
siguiente de que el general retirado Joaquín Osorio Lagos lo acusara
frente a las cámaras de televisión de ser el responsable
directo de esta caravana (ver recuadro), Augusto Pinochet fue internado
de urgencia en el Hospital Militar de Santiago con un pequeño infarto
cerebral. El movimiento fue mayor al habitual: fue trasladado a toda velocidad
desde su residencia de Bucalemu, a más de 100 km. de Santiago,
con una comitiva de varios coches. Ya en el hospital, la entrada de allegados
fue mayor a la normal, incluyendo al jefe del Ejército, general
Ricardo Izurieta. Pinochet estará internado hasta hoy, por lo menos.
Por otro lado, quien fuera jefe de la Caravana de la Muerte,
Sergio Arellano Stark, negó su responsabilidad y acusó a
sus subalternos.
El comunicado del Hospital Militar de Santiago dice que Pinochet tuvo
un cuadro de cefalea y ligero compromiso de conciencia transitorio,
cuyo diagnóstico preliminar establece un episodio isquémico
transitorio, que quiere decir que tuvo una discreta pérdida
de fuerzas en su lado izquierdo y la persistencia de un cuadro congestivo
de retención hídrica. Dicho de manera más criolla:
habría sufrido un pequeño infarto cerebral (los exámenes
médicos practicados por orden de Guzmán indican que ya tuvo
tres), quizás provocado por un pico de alta presión sanguínea.
También habría perdido momentáneamente el conocimiento,
aunque fue dentro del hospital porque entró a él perfectamente
consciente. La esposa de Pinochet, Lucía Hiriart, reconoció
que el estado de salud de su marido es delicado y dijo que pedirá
a Dios por su vida.
La internación de Pinochet podría darle la excusa perfecta
a sus abogados para pedir la realización de nuevos exámenes
médicos. Los primeros, hace dos semanas, establecieron que Pinochet
tenía una demencia leve a moderada, provocada, justamente,
por pequeños infartos sucesivos en los últimos dos años.
Un infarto más, y la demencia puede ser mayor, por lo que la defensa
de Pinochet podría alegar que no está en condiciones de
afrontar un juicio. Sin embargo, el juez Guzmán ya le tomó
declaración indagatoria este martes a Pinochet y dijo que lo vio
como una persona perfectamente normal, aunque se tomó
cinco días administrativos para estudiar, entre otras cosas, el
informe médico que le dé la pauta clara sobre si debe o
no procesarlo por su estado de salud.
En todo caso, de lo que no cabe duda es que la presión sobre Pinochet
fue la mayor desde el inicio de esta saga, el 16 de octubre de 1998 en
Londres, donde había sido detenido por orden del juez español
Baltasar Garzón. El martes, finalmente y después de varias
idas y venidas, Guzmán le preguntó a Pinochet sobre los
crímenes de la Caravana de la Muerte. El ex dictador
terminó acusando al entonces jefe de la I División del Ejército,
general Joaquín Lagos Osorio. Y Lagos Osorio, que ya había
inculpado a Pinochet en ocasiones anteriores, duplicó la apuesta:
fue al programa Medianoche de Televisión Nacional y
dijo con lujo de detalles cómo fueron las ejecuciones y cómo
Pinochet se refirió a ellos frente al mismo Lagos.
Viendo cómo se hunde el barco, el general Sergio Arellano Stark,
jefe de la Caravana de la Muerte, no quiso ser menos rata.
A través de su abogado e hijo, dijo que él tampoco tenía
responsabilidad sobre los crímenes, sino que habían sido
los subalternos. Como la obediencia debida, pero al revés.
Cuando se hunde el
Todo comenzó con Pinochet. Interrogado por el juez Juan
Guzmán, el ex dictador se desligó de la responsabilidad
por los 73 muertos de la Caravana de la Muerte apuntando
a los comandantes de las respectivas guarniciones. Eso
fue demasiado para el aludido, el general Joaquín Lagos Osorio.
El ex comandante de la región del norte chileno donde se
produjo la masacre ya había hecho su descargo ante la Justicia
chilena. Pero tras lo dicho por Pinochet eso ya no era suficiente.
En una entrevista difundida ayer a la madrugada por la televisión
nacional chilena aseguró que ¡Yo no ordené
fusilamientos de nadie! Todo fue hecho a mis espaldas en mi propia
jurisdicción. Admitió que había alojado
al comandante del operativo, el general Sergio Arellano Stark, pero
enfatizó que fue sólo al día siguiente que
se enteró de los fusilamientos. Se habría horrorizado
al ver los cadáveres: No eran cuerpos humanos. Yo quería
armarlos (sic), dejarlos en forma decente. Pero no se pudo. Les
sacaban los ojos con cuchillos, les quebraban las mandíbulas
y las piernas. Y se los fusilaba en partes, con ametralladoras.
Primero las piernas, después los genitales y después
el corazón. Luego habría advertido a Pinochet:
acuérdese que tarde o temprano nos van a juzgar, especialmente
a usted que es comandante del Ejército. Ayer el hijo
y abogado de Arellano Stark ridiculizó la versión
de Lagos. Se fusilaba afuera de su oficina y no se enteraba,
exclamó.
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DOS
HIPOTESIS ANTE EL CAMPO DE BATALLA JUDICIAL
Un infarto muy conveniente
Por Pablo Rodríguez
La internación de Pinochet
en el Hospital Militar de Santiago puede leerse de dos maneras: o se está
preparando el terreno para eximirlo del juicio por los crímenes
de la Caravana de la Muerte o Pinochet está realmente mal de salud
y los sucesos de esta semana le levantaron la presión, o está
simulando, pero no podrá evitar su procesamiento. Todo esto depende
del juez Juan Guzmán, que está lejos de Santiago, con una
licencia de cinco días, tras los cuales llegaría la definición.
Primera hipótesis, la conspirativa. El juez Guzmán ordenó
el procesamiento de Pinochet el 1º de diciembre, casi de sopetón.
Parecía una jugada de anticipación, ya que los abogados
de Pinochet estaban armando un escándalo en torno a una carta que
Guzmán escribió a una de las personas querellantes. Esa
carta podía derivar en que la Corte Suprema lo apartara del caso.
Si fue así, la jugada no funcionó: el procesamiento fue
anulado.
Pero Guzmán mostró más tarde la misma premura por
procesar a Pinochet. Puso fecha para la declaración indagatoria
antes de los exámenes médicos, para evitar que el resultado
de éstos parara el interrogatorio y con ello la nueva orden de
procesamiento. La Corte Suprema ordenó que primero se practiquen
los exámenes médicos y después el interrogatorio.
Guzmán obedeció pero fijó el interrogatorio para
el día siguiente de los exámenes, con lo cual el informe
médico no iba a estar disponible.
Aquí comienza el cambio de actitud de Guzmán. Pinochet no
asistió al hospital para los exámenes y estaba en situación
de rebeldía. Los abogados querellantes pedían a gritos el
procesamiento, porque ya no había traba legal alguna. Pero Guzmán
fijó nueva fecha para los exámenes. Más tarde los
volvió a postergar y colocó el día de la declaración
indagatoria lejos de los exámenes, para asegurarse de que el informe
esté listo. Días antes de estos estudios afirmó que
estaba sufriendo presiones políticas desde el gobierno.
Con los exámenes en la mano y habiendo interrogado a Pinochet esta
semana, se tomó unos días en lugar de procesarlo, luego
de decir que el Pinochet de demencia leve a moderada de los
informes era, frente a frente, un Pinochet absolutamente normal.
Y en esta espera llega la internación del ex dictador, que puede
volverlo menos normal.
Segunda hipótesis, la optimista: Guzmán está a punto
de procesar a Pinochet. Si el juez hizo todas estas marchas y contramarchas
fue para que el proceso fuera prolijo y no quedaran huecos atacables como
en el procesamiento del 1º de diciembre, cuando citó como
declaración indagatoria un interrogatorio que envió a Pinochet
a Londres. Y lo logró, porque la defensa terminó aceptando
los exámenes y el interrogatorio y, con las pruebas que hay en
contra de Pinochet, se quedaron sin argumentos para defenderlo. Si Guzmán
habló de presiones políticas es porque está
decidido a seguir y abre el paraguas por si lo sacan del caso.
Otra prueba de la determinación de Guzmán: con informes
que hablan de demencia leve a moderada (la demencia es la
única causa que exime de un juicio a una persona para la Justicia
chilena) dice que Pinochet es perfectamente normal. Si todo
fuera una jugarreta no habría hecho tal declaración, que
lo deja expuesto. Si se tomó unos días para estudiar el
caso y en medio de esos días Pinochet cae internado, eso es casualidad
o el ex dictador está simulando, lo que no influirá para
cambiar su suerte.
Las hipótesis están echadas. Es cierto que ninguna de las
muchas internaciones de Pinochet, previas a decisiones judiciales, terminó
influyendo. Pero también es cierto que, cuando las papas ya quemaban,
fueron las mismas razones de salud las que hicieron zafar a Pinochet en
Londres. Fue en marzo del año pasado, allá lejos y hace
tiempo.
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