Por Mario Wainfeld
y Fernando Cibeira
Chrystian Colombo toma el teléfono.
Del otro lado de la línea está el titular de la AFIP, Héctor
Rodríguez. El jefe de Gabinete le transmite una pregunta de los
cronistas, les cuenta a éstos la respuesta, a su pedido repregunta.
Y transmite la respuesta. La escena, que el lector paciente leerá
más adelante, no corresponde a una teleconferencia improvisada.
Ni a que Colombo sea vocero de Rodríguez. Ocurre que Página/12,
reporteando a Colombo, le hizo una pregunta sobre la política fiscal
de la Alianza. Y éste la resolvió como es y como le gusta
mostrar que es: levantando el teléfono, poniéndose en movimiento.
Colombo es un entrevistado atento en una doble acepción. Se ocupa
de que los periodistas y el fotógrafo tengan café y un vaso
de agua a mano. Y también está enchufado, bien dispuesto
para reír ante una broma o una chicana (y sin distraerse ni perder
el hilo). No le falta humor para contestar. Y no le falta tiempo (o decide
que no le falte), una vez apagado el grabador para seguir explicando acerca
de algo que le parece que no terminó de redondear. Temas
(que en su diccionario quiere decir cosas concretas) es la
palabra que más usa. Política, poder
aparecen menos. Todo es amable y coloquial pero nada hay de casual ya
en el discurso de un funcionario que está en la cresta de la ola
desde que reemplazó a Rodolfo Terragno hace poco más de
tres meses.
¿Por qué tanta diferencia de liturgia entre la firma
de unos decretos y una conversación sobre política? ¿Por
qué una reunión entre miembros de una coalición,
el asado en su casa, se hace casi en la clandestinidad, evitando las fotos,
y un acto de gobierno, que se supone normal, tiene tamaña presentación?
No se ha buscado esa diferencia. Procuramos hacer la reunión
en un lugar donde estuviéramos todos tranquilos, que no tuviera
después la necesidad de dar grandes explicaciones. La reunión
política fue un diálogo distendido y franco que se extendió
un largo tiempo. La anterior entre Alvarez y De la Rúa había
sido en la Casa Rosada con mucha presencia de medios. Diría que
fue una reunión distendida, a mi juicio muy sincera, porque se
habló de todos los temas importantes. En el caso de los decretos,
más que una gran liturgia, se hizo una gran firma de decretos.
Es consecuencia de uno de los planteos de la reunión de Olivos:
acelerar los trámites para que desde la decisión política
hasta la instrumentación de una medida no pase mucho tiempo. Hicimos
una presentación porque se había creado una gran expectativa.
Las reuniones políticas se van a transformar en una cosa habitual.
Deben ser habituales no sólo estas reuniones sino también
las de los ministros con los jefes de los partidos que componen la Alianza.
El otro día fue (el ministro de Economía José Luis)
Machinea a ver al doctor (Raúl) Alfonsín y a la salida había
como 50 o 60 periodistas. No creo que Machinea ni Alfonsín los
hayan llamado. Eso marca una ansiedad por informar de hechos que a veces
son habituales, porque una buena parte del encuentro se fue en la explicación
casi técnica de un viaje que se había realizado.
¿En qué temas hablaron con franqueza en la reunión
en su casa y en cuáles temas discreparon?
Cada uno expuso los temas que quería. Tal como planteó
ya algún medio (N. de la R.: Página/12), saltaron diferencias
sobre el tema del Senado y sobre algunos reportajes que habían
concedido los hijos del Presidente. Es importante blanquear el diálogo,
no sólo de las cosas que le parece están bien sino también
de aquellas que no. Después se hizo un repaso muy minucioso de
una agenda de temas: la reforma tributaria, la agencia social, los entes
reguladores, el gasto de la política, cómo veíamos
la economía para el 2001. En cada tema, cada uno de nosotros fijó
su posición y hubo un amplio acuerdo en que este grupo de trabajo
generara ese nivel de discusión. Yo hacía varios meses decía
que discutir y disentir noimplicaba ruptura, y esto es importante. La
mejor señal económica para el 2001 es la consolidación
de la Alianza.
Carlos Chacho Alvarez cuestionó algunas declaraciones
de los hijos del presidente Fernando de la Rúa. ¿Qué
opina de esas entrevistas?
Esas cosas ni siquiera las leo. Se cuestionaron también por
dónde había aparecido, que era en la revista La Primera.
Chacho lo planteó como si dijera a mí esto también
me molesta. Y me parece bien. Cuando se hace una charla después
de tanto tiempo lo importante no es que esté todo maravilloso sino
que salgan también las cosas que no gustan. Así el diálogo
es más productivo.
Dijo que cada uno planteó sus cuestiones con franqueza. ¿Cuál
fue la preocupación que planteó usted?
No, ninguna. Me pareció bien que fuera un ámbito distendido
en el que cada uno dijera lo que le pasaba. Si el resultado de esta reunión
era que había una total coincidencia, creo que no hubiera cumplido
el objetivo. Hay que buscar un nivel de comunicación que permita
que cada una de las decisiones que después se vayan a tomar estén
en conocimiento y discutida con el Gobierno. Esto es una gran señal
política y una gran señal económica.
Le insisto, ¿usted personalmente había planteado alguna
queja?
No tuve participación en plantear cuestiones.
¿Se dedicó sólo a preparar el asado?
(Ríe.) No, tal como me había pedido el Presidente,
me dediqué a explicar cómo estamos llevando adelante algunos
de los puntos que considero sustanciales como el de la reforma tributaria
o la agencia social, en los que hay gran coincidencia dentro de la Alianza.
¿Por qué se tardó tanto tiempo en armar algo
obvio como es que la Alianza tenga un espacio institucional como canal
de diálogo con el Gobierno?
En realidad, algunas de estas cosas venían funcionando de
manera muy informal y tienen que transformarse en habitual.
¿La principal función del grupo de trabajo será
la de poner a los demás en conocimiento de cuáles serán
las próximas decisiones del Gobierno?
Un montón de decisiones no dependen del grupo de trabajo.
Hay que separar lo que es un gobierno presidencialista de los partidos
que componen la Alianza. Uno de los temas que hablamos es el de conocimiento
por parte de los dos partidos que componen la Alianza de las medidas que
va a llevar adelante el Poder Ejecutivo y cómo transmitirlo.
¿Se habló de candidaturas en la reunión?
En absoluto, el chiste final giró en torno de eso. Que no
nos iban a creer que en toda la noche no hubiéramos hablado de
candidaturas.
La verdad es que parece un chiste (risas). Es difícil de
creer, ¿no? ¿Y por qué no hablar de candidaturas
en una coalición de gobierno en una reunión entre figuras
relevantes, en un año electoral?
No era el ámbito. Hoy es apresurado hablar de candidaturas.
La jefatura de Gabinete ni siquiera tiene que estar en las reuniones donde
se hable del tema, no es parte de su rol. Realmente, la sociedad todavía
no quiere discutir de candidaturas. Estamos lejos de las elecciones.
Una cuestión es si la gente tiene ganas de incluir a las
candidaturas en su agenda cotidiana y otra si el armado político
no exige un tiempo de maduración más largo que el de la
discusión pública.
Eso es una discusión de los partidos que componen la Alianza,
no una discusión del Gobierno con la Alianza, no es de esta etapa.
En el Gobierno, tal vez el Ministerio del Interior podrá tener
la administración de esto.
¿No es de esperar que este grupo donde van a convivir usted,
el ministro político y los dos jefes partidarios se termine convirtiendo
enuna suerte de comando de campaña paralelo a medida que se acerquen
las elecciones?
No es ése el rol que intentamos darle. Fíjense que
los planteos del Frepaso, de Alvarez y del radicalismo tienen que ver
con temas de gestión y no con temas electorales. El licenciado
Alvarez entregó una serie de puntos que quería discutir
y nunca dijo que quería discutir sobre candidaturas.
Daría la sensación de que, por algún motivo,
hay esferas que se tratan de preservar. Alfonsín y Storani salieron
a hablar en público sobre la candidatura de Alvarez. Son los mismos
personajes, ¿cuando se reúnen en privado no lo hablan?
No hablamos de eso. Tal vez algún día lo hablemos,
pero no es el eje central del grupo de trabajo.
Alvarez dijo que no será candidato porque el Gobierno no
había hecho nada para esclarecer el escándalo del Senado.
¿No llega un momento en que la gestión del Gobierno y lo
político se juntan?
No le pregunté a Alvarez si quiere ser senador y en la reunión
no se habló. Coincido en que, acercándonos a la fecha de
las elecciones, seguramente este tema será el punto a discutir
dentro de la Alianza. Lo que tratamos es cómo es la inserción
del Frepaso en el Gobierno, cómo mejora la comunicación
y cómo podemos tomar decisiones de manera que ninguna de las dos
fuerzas piense que no participó del tema.
¿Teme porque en algún momento del año la discusión
política termine trabando la gestión del Gobierno?
No, en la medida que estemos bien comunicados y trabajando bien.
¿Dónde vota usted?
En la provincia de Buenos Aires.
¿A qué candidato a senador le gustaría votar?
Al candidato de la Alianza.
¿No le gusta alguno más que otro?
No.
¿No le gusta Alfonsín más que otros candidatos?
Alfonsín es un excelente candidato, pero en ese sentido soy
muy verticalista. Cuando decidan los candidatos, voy a votar al candidato
de la Alianza.
¿Es un votante cautivo?
(Ríe.) Sí, soy un votante cautivo.
¿Le gustaría que Alfonsín hiciera campaña
criticando al modelo?
No creo que la posición de Alfonsín sea criticar al
modelo o la gestión de este gobierno. Alfonsín puede ponerle
su particular forma de ver algunos temas pero no creo que sea el eje de
su campaña. El es el mejor ejemplo de cómo empezar una reforma
en el Senado. Desde el punto de vista institucional, es un ejemplo de
que es posible mejorar las instituciones del país. De hecho, le
tocó hacerlo cuando fue presidente. Por eso, creo que el eje de
la campaña de Alfonsín no pasa por una crítica al
modelo.
¿Y si la hace?
La hará, está en todo su derecho. Pero Alfonsín
es un votante cautivo de la Alianza (risas).
Al plantear que Alfonsín es la mejor manera de modificar
el Senado, ¿está de alguna forma respondiendo a la postura
de Alvarez?
Lo que digo es que, en términos sociales, la figura de Alfonsín
significa un aporte muy fuerte en lo institucional. De ninguna manera
debe abandonarse la posición de que realmente debemos reformular
el Senado. Esto es una bandera de la Alianza.
¿Está conforme con el estado en que está el
escándalo del Senado, que prácticamente ha quedado planchado
y sumido en la Justicia, que es la forma en que se llama al juzgado de
Carlos Liporaci?
Desde el punto de vista del resultado nunca nadie va a quedar conforme
con el tema del Senado. En términos a las expectativas que se había
generado, el resultado no se produjo. Pero también debo decir que
el nivel de pruebas que se aportó tampoco fue sustancial para la
causa. En realidad, la que más investigó fue la Oficina
Anticorrupción. En términos de lo que todo el mundo estaba
esperando hay una sensación de insatisfacción. No hay que
abandonar la investigación y hay que seguir adelante.
Sobre cómo seguir hay una discusión al interior de
la Alianza: dejar la investigación en manos de la Justicia, en
manos de la Oficina Anticorrupción. O promover una ofensiva política
que implica meterse más a fondo con las figuras que intervinieron.
En general, ni el Gobierno ni el radicalismo han tomado razón de
este tema.
Lo que hay que hacer es pensar en la oportunidad que se brinda para
reformar al Senado en las elecciones de fin de año.
¿Y que vuelva la misma gente que formó parte del sistema
no significa un ruido dentro de la coalición?
¿Realmente usted piensa que va a haber muchos senadores que
vuelvan? Creo que la gran reforma en el Senado la va a hacer la gente
con su voto. Y en ese sentido, la presencia del cupo femenino representa
un cambio importante. En definitiva, el resultado se dará en base
de lo que la gente pensaba, y piensa, no del Senado sino de los senadores.
La agencia social
¿La agencia social que se piensa crear no le a causar
un dilema al Gobierno en cuanto a su equilibrio interno?
Venimos hablando de esto hace bastante, no sólo en
la reunión del miércoles. Hacia fines del año
pasado empezamos a profundizar el tema de la unificación
de los gastos sociales y cuando firmamos el compromiso federal con
los gobernadores acordamos la confección de un padrón
único de beneficiarios. Pero estamos trabajando adicionalmente
una participación muy fuerte de Graciela y del Ministerio
de Desarrollo Social. El objetivo no es dañar la participación
de uno de los partidos que integran la Alianza. Uno no puede plantearse
una modificación estratégicamente tan importante a
partir de nombres. El objetivo es una mayor participación
de municipalidades, ONGs, de la Iglesia, a los efectos de
conformar una red que permita que el gasto social llegue mejor a
la gente y destruir una cadena de clientelismo político que
existe. No lo estamos planteando nosotros ni Graciela a partir de
nombres o de partidos porque sería empezar al revés.
Seguramente, pero el hecho de que se cree una nueva estructura
genera en la práctica un dilema que es cómo se distribuirá
el poder a su interior. Alguien tendrá que hacerse cargo,
alguna representatividad política tendrá, el Ministerio
de Desarrollo Social quedaría achicado. ¿Hablaron
de esto?
No, hablamos de la agencia social. Estamos haciendo los trabajos
y los estudios previos porque hay muchos ministerios involucrados.
Lo que hablamos es si esto será una agencia manejada por
una persona, si va a tener conformado un directorio o una comisión
asesora. Estamos en la etapa de cómo puede funcionar mejor
y no en quién va a estar a cargo.
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QUE
HACER CON LOS IMPUESTOS
La AFIP en la mano
Gracias a uno de los 26
decretos que firmó el jueves el Presidente, la AFIP pasó
a depender de la Jefatura de Gabinete. ¿Está conforme con
cómo funcionó la AFIP durante este gobierno?
Se avanzó mucho a partir del nombramiento de Héctor
Rodríguez. Pero acá hay una gran reforma para hacer que
involucra no solamente el accionar del Ejecutivo en términos de
la administración de la AFIP sino también al Poder Legislativo.
Hay algo así como 375 leyes impositivas y cada vez que sale una
ley tiene una connotación impositiva. Esta discusión que
queremos dar tiene que ver con la solución de esto y en cómo
es el funcionamiento de la Justicia al hacer cumplir esas leyes impositivas.
Hay una gran hipocresía en la sociedad argentina con el tema impositivo.
Desde el Ejecutivo se puede avanzar mucho pero va a ser necesario que
haya un claro mensaje de toda la política hacia la sociedad con
respecto a la reforma tributaria.
¿No se repiten los gobiernos con distintas reformas tributarias
que nunca dan en el clavo para mejorar la recaudación?
Cuando se habla de reforma tributaria tendemos a creer, primero,
que meramente bajamos los impuestos. Segundo, a volvernos creativos como
somos los argentinos y creer que podemos sustituir un impuesto por otro.
A pesar de esto, en los últimos años el país ha ido
consolidando un sistema tributario cuya base está en el IVA y en
el Impuesto a las Ganancias. Esto es algo muy parecido a lo que sucede
en el 95 por ciento de los países del mundo. También se
avanzó mucho en las provincias con la eliminación de los
impuestos distorsivos, sobre todo en los distritos más chicos.
Nuestro gobierno trabajó en desarmar la reforma tributaria que
se hizo en el 98 con el convencimiento de que la economía argentina
estaba recalentada y que puso un freno profundo al proceso de inversión
con impuestos a los intereses y a la renta presunta. Esto se está
eliminando y va a tener impacto en los próximos dos años.
Otra cosa son los problemas de recaudación. Por ejemplo, nosotros
hemos sacado un régimen simplificado para que todo el mundo pague
al servicio doméstico. Sobre 800 mil aportantes potenciales, pagan
apenas 70 mil, así que ahí tenemos un nicho importante en
donde atacar. Igual, éste es un año político así
que la reforma se sacará recién en el 2002.
¿Cavallo lo decepcionó al no querer formar parte de
la comisión que estudiará la reforma tributaria?
En absoluto. Cavallo se comprometió a hacer lo que había
dicho que iba a hacer. No convoqué a conformar ninguna comisión,
yo convoqué a hacer una propuesta del temario para hacerles a las
fundaciones.
¿Cómo le explicaría a un periodista sueco cómo
fue que la Alianza, que había llegado al gobierno proponiendo una
serie de transformaciones, mantuvo al frente de la AFIP a Carlos Silvani,
el mismo funcionario que estaba durante el gobierno menemista?
Eso es historia. En ese momento yo estaba al frente del Banco Nación.
Fue una decisión que se tomó y luego se cambió. No
debe haber habido una propuesta de parte del Ministerio de Economía
o no habrá aceptado gente a la cual se lo propusieron. Eso retrasó
un poco el funcionamiento.
Medido en términos de desempeño gubernamental, ¿fue
bueno o fue malo?
No fue bueno. Habría que buscar algún esquema en el
que la AFIP pudiera funcionar con algún grado de autarquía
en términos de los cambios que se generan en los Ejecutivos. Pero
analizado en términos históricos, no fue una buena decisión.
¿Cuántos grandes evasores fueron procesados, cuántos
detenidos y cuántos fueron denunciados públicamente durante
el gobierno de la Alianza?
Hay un montón de denuncias (llama a un colaborador para que
lo comunique con el titular de la AFIP, Héctor Rodríguez).
No quiero dar cifras de memoria pero justamente el otro día hablábamos
de ese tema.Hemos presentado a la Justicia un número de casos importante.
Muchos no se pueden hacer públicos debido a la presunción
de inocencia.
Pero es ostensible que no ha habido acciones públicas de
la Alianza con respecto a grandes evasores.
Hemos elegido trabajar más en términos de sistema
que de espectacularidad, como había sido antes. Hicimos un número
importante de denuncias, lo que cabría esperar es una acción
más rápida de parte de la Justicia. La AFIP tiene juicios
entablados en el orden de los 7 mil millones de dólares. Combatir
la evasión no es sólo un tema de espectacularidad periodística
y de salir a hacer una denuncia que tres días después se
descarta y todo el mundo se olvida. Es un trabajo que hay que hacer en
forma sistemática. A todos los países del mundo mejorar
un punto la evasión les lleva mucho tiempo.
(Héctor Rodríguez responde la llamada. Escuchame Héctor
dice Colombo-, ¿cuántos casos enviamos de denuncias
ante la Justicia?. Escucha y retransmite: En el segundo semestre
fueron 1700 casos. Y repite la pregunta de los reporteros ¿Y
ahí hay grandes evasores, pequeñas, todo?. Escucha
y vuelve a hablar con Página/12.)
Se hicieron determinaciones de oficio por tres mil millones de dólares
con un promedio de más de 150 mil dólares para cada determinación.
No son pequeños evasores. (Pregunta a los reporteros si están
conformes, agradece a Rodríguez y corta.)
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