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ABEL FATALA, SECRETARIO DE OBRAS PUBLICAS PORTEÑO
“Una lluvia como ésta podría repetirse dentro de 230 años”

Fatala no cree en fatalidades, pero opina que el diluvio del miércoles fue �un golpe muy bajo del destino�. Aquí, explica el Plan Hidráulico y las dificultades en las obras.

Obra: �Una inversión en función de la tormenta pasada sería una obra monstruosa en dinero para una lluvia que ocurre cada 230 años�.

Por Horacio Cecchi

Con un cuadro probabilístico pluviométrico en una mano, un ojo clavado en los informativos de tevé, un oído en el parte meteorológico, y el otro pegado a los informes de sus colaboradores sobre tapas de sumideros que saltan por los aires por la presión del agua, el secretario de Obras Públicas porteño, Abel Fatala, no quiere hablar de fatalidad, y explica el desastre provocado por el temporal del miércoles pasado con una frase basada en un estudio de probabilidades: “Una lluvia así se va a repetir dentro de 230 años”. Durante una entrevista exclusiva ofrecida a Página/12, Fatala habló de curvas pluviométricas, se explayó sobre el Plan Hidráulico porteño, negó que las obras iniciadas en 1998 se hubieran suspendido, desmintió que se hubieran anulado los servicios adicionales de limpieza de sumideros, y consideró que la tormenta del miércoles pasado fue “un golpe muy bajo del destino”. “Para el 2004 el sistema hidráulico de la ciudad en su conjunto estará en condiciones de soportar sin problemas lluvias de 60 milímetros por hora”, sostuvo. Hasta entonces, sólo una fatalidad nubla el horizonte de Fatala: que una tormenta de 140 milímetros en dos horas se adelante 230 años a sus cálculos.
“Fue el registro más importante de lluvias en los últimos cien años -asegura el secretario de Obras Públicas–. Empezamos a investigar los valores desde 1900 con métodos proyectivos. Lo que surge son curvas que nos dan valores teóricos que nos dicen que una lluvia como ésta, que fue la mayor del siglo, 140 milímetros en dos horas, se podría repetir recién en 230 años. Aunque es cierto que es sólo un cálculo probabilístico. Mañana puede llover así o peor. No quiero con esto minimizar la cantidad de milímetros caídos, sino que quiero poner el acento en las condiciones de excepcionalidad de esta tormenta, que es lo que generó todas estas situaciones de desastre.”
–¿No está poniendo demasiado acento en lo fortuito de la naturaleza? ¿En qué medida puede servir de explicación para los inundados porteños?
–Bueno, darle una explicación a alguien que ha tenido un metro y medio de agua en su casa, o que dejó su auto porque se le estaba inundando o que estaba en la calle con el agua hasta la cintura, es evidente que no le entran explicaciones racionales. Pero yo no puedo trabajar con datos de tipo emocional. Tengo que tratar de conjugar las dos cosas. Me hago solidario, me siento mal, es un golpe muy bajo del destino.
–¿Una lluvia de qué porte resiste la ciudad?
–Hoy, 30 milímetros; la ciudad antes del ‘96 resistía entre 15 y 20. Con los trabajos que se hicieron, que son medidas de corto plazo, hemos ampliado a 30. Por ejemplo, las obras de remoción del puente viejo debajo de Santa Fe y Juan B. Justo, la limpieza de los conductos, la defensa costera. Los emisarios de La Boca-Barracas los estamos terminando este año.
–¿Qué son los emisarios?
–Son conductos grandes que nacen en determinado lugar de La Boca, por ejemplo detrás del Argerich, y que terminan en el Riachuelo.
–Hay quienes opinan que algunas obras y los adicionales de limpieza de sumideros fueron suspendidos para ahorrar fondos, y que ése fue uno de los motivos que provocó que en zonas como Pacífico el agua no desagotara.
–No, de ninguna manera.
–¿Con qué periodicidad limpian los sumideros?
–Todos los meses se hace una rutina, donde no solamente se limpian los sumideros sino también los nexos y los conductos.
–Que cayó mucha agua no termina de explicar la cantidad acumulada que no desagotaba.
–Los conductos de la ciudad de Buenos Aires están siendo reformulados. El Maldonado traslada 95 metros cúbicos por segundo. Lo está haciendo más rápido, pero no agrandó la capacidad de escurrimiento. Para escurrir una lluvia de 60 milímetros tendría que tener una capacidad de 220 metros cúbicos por segundo. Es una obra estructural. Hasta que no finalicemos esaobra vamos a tener una acumulación de toda el agua excedente de los 30 milímetros para arriba.
–Con la lluvia del otro día no es un panorama muy alentador para los porteños.
–Fue una lluvia excepcional...
–O sea que el cálculo de inversiones no se hace en función de la tormenta pasada.
–Sería absurdo. Primero, por la recurrencia, porque se va a repetir dentro de 230 años. Y segundo, porque de hacerlo sería una obra monstruosa que demandaría alrededor de 4 mil millones de dólares.
–¿Por qué se demora la obra del Maldonado?
–Es un proceso muy complejo. Es la obra más importante del Plan Hidráulico. Ya se está trabajando en la etapa previa con técnicos del Banco Mundial.
–¿Por qué invierten en una nueva consultoría? ¿No había realizado una el ex secretario Nicolás Gallo? Parece un gasto inútil.
–Había trabajos parciales. Con el Banco Mundial se empieza a trabajar durante el ‘98 en el llamado Plan Hidráulico y el Maldonado en forma específica. En el ‘99 se hace el llamado a los distintos consorcios. Se preseleccionó antes de fin del 2000, abrimos el sobre de la oferta económica. No está aún adjudicada porque esperamos la aprobación del Banco Mundial.
–¿Cuál es el presupuesto ganador?
–Tres millones y medio para entregar el modelo de sistema hidráulico de la Ciudad y 250 millones para el Maldonado. Compiten varios proyectos: dos para la salida del arroyo, uno contempla una laguna reguladora y otro un gran tanque reservorio enterrado que se llenaría y después se vaciaría por bombeo. Los dos trabajan con la idea de evitar la curva remanso, que es el agua que sale y vuelve a entrar sin dejar que termine de salir todo. En la parte media del Maldonado hay otros dos proyectos: uno de ensanchado del conducto actual, y el otro de un paralelo por debajo que trabajaría por desborde. Y en la parte alta compiten la construcción de cuatro tanques reservorios para controlar el agua que llega desde la provincia, contra la construcción de un aliviador que descargaría en el Riachuelo.
–Cambiando de arroyo, usted señaló que las obras no se suspendieron. Pero la del aliviador del Vega, que pasa por debajo de Blanco Encalada, fue detenida.
–Tenía un presupuesto establecido que se ejecutó. No hay que confundir con el presupuesto total de la obra. Se empezó en Monroe desde Figueroa Alcorta. Tenemos 400 metros construidos hasta llegar a Libertador.
–¿En ese punto hubo problemas?
–Se paró por un problema entre los vecinos de Blanco Encalada, que se inundan, con los de Monroe que no se inundan y que dicen “¿por qué nos van a poner los conductos a nosotros?”.
–¿Y el Gobierno decidió interrumpir?
–No, no. La decisión de hacerlo ya fue tomada. Pero yo mismo ordené detener la obra porque la constructora no tenía contemplado trabajar con la problemática de los vecinos. Ahora van a empezar a hacerlo con otro plan de obra.
–¿Y en la zona norte de la ciudad?
–Todos los arroyos de la zona norte de la ciudad los estaríamos terminando en febrero del 2002.
Suena el teléfono en el despacho de Fatala. Son las 19.30 del viernes 26 de enero. En Buenos Aires llueve, aunque no es una tormenta como la del miércoles. Del otro lado de la línea está Víctor Capilouto, director nacional de Defensa Civil. Después de escuchar el informe, Fatala regresa. Su tono de voz suena más opaco.
“¿Problemas?” –preguntó Página/12–. “Es una formación de nubes que está entrando y saliendo del Río de la Plata. El informe meteorológico no es bueno”, respondió el secretario de Obras Públicas, curva de los 230 años en mano.

 

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