Por Dea Birkett *
Desde Londres
Eran la antítesis del
ideal de la familia urbana de la década del 60. Papá iba
a las manifestaciones. Mamá agitaba los estandartes y cantaba los
slogans. ¿Y los chicos? Bueno, los chicos seguían a sus
padres, como lo suelen hacer los chicos. Ahora, sin embargo, esos chicos
que llevaban banderas en las décadas de los 60 y los 70 son adultos,
y no tan complacientes. Muchos están comenzando a reexaminar su
relación con sus padres radicales.
Bettina Rohl, de 38 años, hija de la terrorista alemana Ulrike
Meinhof, está dedicada a vengarse de la izquierda revolucionaria.
Reveló fotografías de 1973 mostrando a Joschka Fischer,
ahora un amable ministro de Relaciones Exteriores verde de Alemania, golpeando
a un policía caído, lo que obligó a Fischer a pedir
perdón por su pasado. Rohl declara haber sufrido por la dividida
personalidad de Ulrike Meinhof, ni buena terrorista, ni buena madre.
En Estados Unidos, la serie de televisión Lazos Familiares,
sobre un hijo adulto conservador de padres activistas de izquierda de
la década del 60, tiene una gran cantidad de seguidores. Una generación
de bebés de pañales rojos cuenta el costo personal del idealismo
político de sus padres. Hace treinta años, puede haber estado
de moda ser criado por una familia que abandonó las ambiciones
materialistas de la clase media por la revolución socialista, pero
eso no es tan cool ahora.
Matt Foot, hijo de Paul Foot, el miembro más prominente del Partido
Socialista de los Trabajadores basado en el Reino Unido, nació
en 1966, el año en que las bombas norteamericanas cayeron sobre
Hanoi. Su padre y su madre, Mónica, se separaron cuando Matt era
un bebé. Pero mientras otros padres divorciados llevaban a sus
hijos al parque los sábados a la tarde, el autoconfeso bolchevique
Bollinger estaba introduciendo a Matt y a su hermano mayor, John, al activismo
político. Los fines de semana, nos llevaba con él
a las manifestaciones dice Matt. La primera fue en 1973, sobre
Chile y Pinochet. Recuerdo haber sostenido un cartel y me gustaba sostenerlo.
No entendía ni una sola palabra de lo que decía, pero me
lo llevé a casa y lo guardé.
Si les preguntan a estos niños de la revolución por sus
primeros recuerdos, no describirán un solo momento íntimo,
sino un evento público en el que su padre o madre fueron protagonistas.
Klaus Stein, de 43 años, es hijo de comunistas comprometidos. Mi
primera palabra fue Fidel dice-. La aprendí mientras me paseaban
en cochecito. En 1960, la familia con los cuatro hijos se mudó
a Cuba para apoyar la revolución. Acabábamos de llegar
y fuimos todos a la Plaza de la Revolución. Había una manifestación
por la Bahía de Cochinos. Recuerdo que mi madre estaba bien adelante.
Para algunos, no hay tal cosa como recuerdos puramente personales. América
Hoffman, hijo del arquetipo de militante radicalizado de la década
del 60, Abbie Hoffman, recuerda su última visita a su padre, que
murió de una sobredosis de droga en 1989. Voló al río
Delaware, donde su padre estaba luchando contra la construcción
de un acueducto para una planta nuclear. Me dijo que nos íbamos
a divertir. Me dijo que me enseñaría a jugar al billar.
Eso era algo maravilloso para mí: los padres tiene que hacer ese
tipo de cosas con sus hijos. Pero papá tenía otros
planes. Un tipo me fue a buscar al aeropuerto y me dio un ensayo
de 40 páginas sobre la historia de las batallas del río
en el área de Delaware y me dijo que la estudiara porque yo tenía
una conferencia de prensa al día siguiente sobre mis actividades
organizando la juventud en Delaware.
Mientras otras familias estaban planeando paquetes de vacaciones la
alegría de las clases suburbanas, estos niños ya se
estaban sacrificando al ideal socialista. No nos tomábamos
vacaciones porque la vida de mis padres era muy importante dice
Stein. Había mucho trabajo por hacer. Las salidas anuales
de Matt Foot tenían que satisfacer los compromisos políticos
de su padre. A la edad de seis años, mi hermano y yo fuimos
auna escuela de fin de semana en el campo de verano de mineros en Skegness
(lugar en la costa este de Inglaterra) cada Pascua, organizado por el
Partido Socialista de los Trabajadores. Nos encantaba porque jugábamos
al bingo cuenta. Y veíamos a nuestro padre durante
el fin de semana, lo que era lindo. Pero su hermano John lo recuerda
distinto: ... el horror de la manifestación anual de Skegness,
sus bloques de concreto barridos por el viento. El primer año estábamos
en el dormitorio con todas las camas alineadas. Era como estar en el ejército.
Para estos niños, la familia a menudo significaba la familia
política. Podíamos llegar a tener 15 personas
que llegaban y se quedaban, dice Petra Fried, la hija de 35 años
del poeta marxista austríaco Erich Fried, que se estableció
en Londres, dice: Mi padre coleccionaba colchones para que todos
pudieran dormir. Era un caos. Siempre sonaba el timbre de la puerta de
nuestra casa y mi madre la abría. En la entrada habría una
pareja de alemanes con mochilas. ¿Esta es la casa de Erich Fried?,
preguntaban. Mi madre asentía. Ah, entonces es aquí donde
nos quedamos. Pero no todas eran familias políticas felices.
John Foot recuerda: Mi madre estuvo muy activa en el movimiento
de liberación femenina desde el comienzo. Nosotros, los hijos,
estábamos en habitaciones separadas y ellos estaban sentados en
un círculo en sillas en el gran cuarto de abajo. Pasábamos
mucho tiempo solos. Estábamos abandonados por la causa. Mi
padre estaba disponible para cualquiera excepto para sus propios hijos
-reflexiona Petra Fried. No me sentía muy importante en mi
propia familia. Esta gran familia postiza tomaba todo su tiempo.
Una vez que los chicos salían de este cerrado círculo de
compañeros pensadores se separaban de sus padres. Recuerdo
haber pensado que era muy excitante. Pero todos mis amigos solían
decir: Oh, tus padres son políticos, dice Jennie
Bristow, cuya madre y padre eran estudiantes durante las sentadas en la
London School of Economics al final de la década del 60. Durante
la campaña contra el Jubileo en el 77 (1977 fue el 25º aniversario
de Isabel II como Reina de Gran Bretaña), yo estaba en mi último
año de la escuela primaria dice Matt Foot. Yo y este
otro chico, el hijo de un republicano, usábamos los distintivos
de la campaña contra el Jubileo. El colegio estaba haciendo un
desfile para el Jubileo. Decidimos no participar. Aunque se suponía
que era voluntario, el maestro estaba realmente molesto. Fuimos obligados
a escribir sobre canales como castigo. Ese fue un tiempo en que me sentí
verdaderamente aislado. Quería participar. Probablemente no entendía
del todo por qué estaba diciendo Abajo el Jubileo.
Tomamos esta postura básicamente porque nuestros padres lo hacían.
Cuando el primer recuerdo de tu madre es ella gritando cánticos
en la Plaza de la Revolución, ¿cómo se rebela uno?
Uno encuentra pequeñas formas, dice Fried. A mi hermano
y a mí nos desalentaron de tener un juego de Monopoly en casa.
Estaba considerado como entrenamiento en el capitalismo. De manera que
encontramos uno y jugábamos en secreto en el altillo, a la luz
de una linterna. Lo que otros niños podrían haber
vivido como una libertad celestial de la autoridad adulta no era considerado
necesariamente como una bendición por los hijos de la contracultura.
Mi padre sentía que cualquier tipo de represión como
padre era lo mismo que nazismo dice Fried. Sentía que
no estaba bien restringir a un niño, jamás. No había
límites. Eso es algo muy aterrador para los niños. Drogas,
novios, todo estaba bien. Cuando traje a mi casa a mi primer novio de
14 años, mi madre dijo, Oh, mejor que ambos se vayan a la
cama ahora. El estaba tan shockeado que no pudo hacer nada.
Como adultos, y ahora como padres, muchos de estos niños están
ahora tratando de corregir el pasado. Tengo una hija de 15 años,
y me horroriza que ella experimente el caos que yo experimenté.
Como resultado, soy obsesivamente organizada y prolija. Limpio la casa
cada mañana, para que no tenga que volver a un ambiente caótico
después de la escuela, dice Fried. Somos todos muy
sensatos ahora para ser revolucionarios. Queremosbuenos sueldos y buenas
jubilaciones, escuelas decentes para nuestros hijos y tiempo para nosotros.
¿Quién en su sano juicio viajaría por el mundo
con cuatro hijos a la rastra? dice Stein. La gente está
ahora mucho más preocupada por los colegios, la seguridad. A mis
padres no les importaban esas cosas. Como muchos radicales de los
60, los padres de Stein han perdido su fe. Se han desilusionado.
El socialismo que habían tratado de construir no fue lo que ellos
creyeron que iba a ser, dice.
Jennie Bristow está contenta que las pasiones de sus padres se
hayan suavizado. No están enganchados con el pasado. No se
aferran a lo que siempre creyeron. No hay nada peor que tener padres que
dicen: En nuestra época hacíamos las cosas de otra
manera... y siguen en lo mismo. La política no es lo que
era en la década del 60. Las cosas han cambiado.
De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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