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Hijo del torbellino

 

A quince años de su tumultuosa irrupción en el circuito profesional del tenis, Andre Agassi se ha consolidado con un juego sólido y calculador, que le reportó el séptimo Grand Slam de su carrera, el abierto de Australia 2001.

 

Por Gonzalo Espáriz
Desde Melbourne

Andre Agassi irrumpió como un torbellino en el circuito masculino de tenis en 1986, con una prometedora carrera por delante, pero sus mayores éxitos y sobre todo su mejor juego le llegaron en torno a los 30 años.
Su analítico discurso después de ganar en el Abierto de Australia su séptimo torneo del Grand Slam puso más de relieve que nunca que el joven rebelde de 16 años que amenazaba con revolucionar el mundo del tenis para temor de los puritanos es ahora un hombre maduro y profesional al cien por cien.
Con el mismo tenis sólido y calculador que demostró a lo largo del torneo, el estadounidense sumó en 1 hora y 46 minutos su séptimo torneo del Grand Slam ante un Clement que sólo fue capaz de presionar a Agassi al comienzo del tercer set.
En un partido sin golpes ni jugadas espectaculares, sólo la constancia y la profesionalidad de Agassi, ya tricampeón en Melbourne, estuvieron al más alto nivel.
“Pareció más fácil de lo que realmente fue”, aseguró Agassi, campeón en 1995 y 2000. “A lo largo de los años aprendí lo complicado que puede ser un jugador del espíritu de Clement”, añadió para explicar su permanente concentración.
“Cuando vas a jugar contra alguien como Pete (Sampras) o (Patrick) Rafter sabes que vas a dar el máximo, pero en casos como éste uno se siente un poco ansioso”, aseguró el estadounidense, que al tiempo alabó a su rival: “Tengo un gran respeto por él, hizo un torneo sensacional”.
Tras analizar el partido, el de Las Vegas situó el triunfo de hoy en el contexto de su carrera. “Es un fantástico sentimiento, esperaba ganar torneos a los 30 años, pero supongo que uno nunca puede estar seguro”, afirmó un sonriente y reflexivo Agassi.
“Fue la primera vez que tener que defender el título no supuso una presión extra sino que me ayudó a jugar cada vez mejor”, señaló Agassi, que se mostró como el más regular de los 128 hombres que entraron en el cuadro principal masculino.
“No creo que mi evolución haya sido extraña, todos cambiamos, cualquiera es distinto a los 30 años respecto a los 16”, aseguró el estadounidense en Melbourne. “Hay mucho sobre mí que ustedes no saben”, agregó, misterioso, dirigiéndose a los periodistas.
“Gane o pierda, mi objetivo último es estar orgulloso de mí mismo sobre cómo competí y cómo me comporté”, explicó el “nuevo” Agassi tras ganar al francés Arnaud Clement. Otro punto de referencia fue su “trabajo”: “Cuando uno obtiene resultados es siempre gratificante después de todo el trabajo hecho, del esfuerzo realizado”.
Ganador o perdedor, Agassi nunca pasa desapercibido. Acaparó portadas con su look “punk” al principio de su carrera. La imagen de su pelo largo, revuelto y lleno de mechas, unida a una indumentaria basada en pantalones vaqueros cortados y colores llamativos dio la vuelta al mundo incluso antes de que ganara su primer torneo.
Pero por ahí llegaron los primeros cambios. La calvicie lo condujo a afeitarse la cabeza, y su vestuario se hizo más discreto, hasta el punto que hoy en día es uno de los tenistas que menos llaman la atención.
En el plano personal también hubo giros de 180 grados. Tuvo un matrimonio fugaz con la actriz Brooke Shields a mediados de los ’90, que no duró más que unos pocos meses, y durante largo tiempo se le relacionó con otras muchas modelos y actrices.
Tras sus amores volátiles, el deportista de Las Vegas encontró la estabilidad emocional con la ex tenista alemana Steffi Graf, con la que vive un romance hecho público en el US Open de 1999.
En el aspecto deportivo, la carrera de Agassi se desarrollaba con éxito, pero eclipsado por otros jugadores como sus compatriotas Pete Sampras o Jim Courier. En 1992, Agassi ganó Wimbledon, en el ‘94 el US Open y en el ’95 Australia, pero después cayó en un bache que lo llevó al puesto 140 de la ATP, e incluso a jugar “challengers”.
Pero, como en la escala personal, el nivel profesional también vivió una propulsión, de tal forma que Agassi se convirtió en el mejor tenista de los últimos años ’90.
Agassi impactó en 1999, ganando Roland Garros, con lo que se sumó al selecto club de los tenistas que han conseguido ganar al menos en una ocasión cada uno de los “grandes”. Además de triunfar en París, también se impuso en el US Open y alcanzó la final de Wimbledon.
Sin lugar a dudas, el gran signo de distinción del “nuevo Agassi” es la “profesionalidad ganadora”. “Ahora tengo la experiencia de saber claramente qué me pone en posición de alcanzar mi mejor rendimiento y qué me mantiene a ese nivel”, asegura.
El “nuevo” Agassi demostró que el Abierto de Australia fue un paso más, “una nueva piedra en el camino”, como él mismo lo definió, hacia la gloria. “Quiero ganar más”, sentencia.
Pero para un hombre que lo ganó ya todo, ¿qué objetivo queda por conseguir? La respuesta es sencilla: el Grand Slam, ganar los cuatro grandes en un año. Agassi, enigmático, no rechaza el reto. “Si juego bien mis cartas, éste puede ser el comienzo de un año increíble”, concluye.

 

 

 

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