Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

Una semana de jolgorio

Por Alfredo Grieco y Bavio

En su primera semana de gobierno, el presidente norteamericano George W. Bush tuvo su primera gran mala noticia. Y es que, sencillamente, él no debería ser el presidente, sino su rival Al Gore. Dos estudios independientes, uno del Washington Post y otro del Palm Beach Post, demostraron que los votos de Florida que la Corte Suprema no autorizó a contar favorecían al candidato demócrata. Bush Jr. ya lo sabía, o temía. Entretanto, las notas con que los observadores y la prensa calificaron la primera semana de la tradición fueron inesperadamente altas. Republicanos y demócratas coinciden en que la nueva administración se ha instalado de manera silenciosa y eficaz. “Ha sido una buena semana, nos ha ido asombrosamente bien”, resumió ayer sin reparos el vicepresidente Dick Cheney en declaraciones a la cadena de televisión NBC, mientras anunciaba que pronto, muy pronto Estados Unidos se retirará del tratado ABM para poder construir su gigantesco escudo antimisiles. Muchos diplomáticos europeos tratan de convencerse de que no, Bush no irá tan lejos. Pero el mismísimo verdugo de Texas ya anunció que pronto, muy pronto, viajará a Europa para explicar personalmente por qué lo hará.
Si algo resulta visible del conservadurismo compasivo que predicó Bush durante su campaña, es cuál es el sustantivo y cuál el adjetivo. Y la compasión, más acá del gesto casi vistosamente cínico de nombrar un gabinete United Colors of Benetton, puede esperar. A pesar del buen tono que demostró al dirigirse a los legisladores demócratas, ya está insistiendo con certeza numerológica en que su programa de recorte de impuestos no admite cambiar la cifra propuesta de 1,6 billones de dólares. Con igual rapidez adelantó las propuestas de suspender la concesión de fondos federales a organizaciones que promuevan el aborto en países en desarrollo y la de conceder “cheques escolares” en la reforma educativa. Y esta semana llega la iniciativa para que las organizaciones religiosas puedan recibir más subsidios para realizar tareas de asistencia social (y, de paso, retirar de esta labor a las instituciones públicas). En el Senado todavía tiene que librarse la primera gran batalla de su Administración: la confirmación de un fundamentalista religioso, el evangélico pentecostal John Ashcroft, como secretario de Justicia. Todo parece indicar que Bush Jr. la va a ganar. A los que pronosticaban que la falta de legitimidad iba a funcionar como freno a la nueva Administración republicana, la teoría de la democracia que subyace a esa profecía les queda chica.


 

PRINCIPAL