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Medio Oriente, del plan de paz al plan de guerra

Las negociaciones israelo-palestinas en Egipto terminaron en nada. El probable futuro premier israelí presentó cómo se anularán las concesiones del actual gobierno a los palestinos.

El proceso de paz entre israelíes y palestinos está en una agonía lenta, pero casi irreversible. Ayer finalizaron las negociaciones entre ambas partes en Taba (Egipto) sin ningún acuerdo, pero sí con un compromiso, como se había anunciado el sábado. Lo que cambió de sábado a domingo es que el premier israelí Ehud Barak se negó a suscribir el documento junto al líder palestino Yasser Arafat, que desde Davos (Suiza) fustigó al premier mientras abrazaba al ministro de Cooperación Regional israelí, Shimon Peres. Ambas partes reconocieron que no habrá novedades hasta después de las elecciones israelíes para premier, dentro de una semana. Por los indicios que aparecen, tampoco habrá novedad alguna para la paz después de esa fecha. El candidato derechista Ariel Sharon le lleva ahora 26 puntos de ventaja a Barak, según una encuesta televisiva conocida ayer. Y parte de su plan para la “paz” es el fortalecimiento de los asentamientos judíos en territorio de la Autoridad Palestina.
En estos días se conoció otro de los puntos de la versión de Sharon de lo que es la paz. El llamado “Plan Sharon” prevé potenciar los asentamientos judíos en Cisjordania, Neguev y las Alturas del Golán. Así figura en el programa de actuación inmediata del futuro gobierno del derechista Likud, titulado “100 días del plan Ariel Sharon”, elaborado en secreto por un grupo de asesores del partido nacionalista.
El plan no prevé la construcción de nuevos asentamientos, pero sí la potenciación de los ya existentes esencialmente en Cisjordania, la posibilidad de ampliar las colonias del Neguev, especialmente la situada en las Dunas de Halutza, a poco menos de 20 kilómetros en línea recta de la franja de Gaza, donde el actual gobierno renunciante de Ehud Barak contempla hacer concesiones territoriales a los palestinos, para que puedan construir una ciudad en la que albergar a los refugiados que se les permita volver a la región.
Ariel Sharon se ha comprometido asimismo a convertir las Dunas de Halutza en una zona de expansión de colonias judías, ampliando el minúsculo asentamiento de Beer Milka, en el que viven poco menos de una veintena de familias y que recientemente recibió una subvención de unos 2,7 millones de dólares para llevar a término obras de infraestructura, lo que supondría la hipoteca definitiva del territorio e imposibilitaría cualquier concesión a los palestinos. La expansión de los asentamientos será también importante en las Alturas del Golán, según se desprende del programa de gobierno del partido nacionalista. Esto es claramente un intento de reafirmar la presencia israelí en esta zona conquistada a Siria en 1967 y entorpecer el proceso de diálogo que el gobierno laborista de Barak inició con el ex presidente sirio Hafez al-Assad y en el que se planteó la devolución de toda la meseta y el cierre de las colonias judías construidas durante más de tres décadas. Sharon contempla mantener el control del Golán, reafirmándola como zona de seguridad y haciendo inviable también cualquier negociación con el gobierno de Damasco.
Los sueños colonialistas del líder del Likud contemplan por último el traslado a la región de la Galilea en el norte de Israel de 500 mil ciudadanos judíos, con la excusa de potenciar y modernizar las actuales poblaciones, de mayoría árabe, convertidas desde hace unos meses en centros de agitación y rebelión contra el gobierno de Israel. En octubre, Galilea fue escenario el pasado mes de octubre de una revuelta interna que se saldó con la muerte de 13 árabes-israelíes por disparos de soldados.
Las ambiciones territoriales del probable futuro jefe de gobierno israelí se contradicen con ciertos pasajes de su programa de acción, en el que, refiriéndose a las negociaciones de paz, se compromete a “promocionar el proceso de paz”, pero al mismo tiempo supeditando las conversaciones con los palestinos al “fin del terror y la violencia contra Israel”. Y eso sí: si en el asunto de los asentamientos judíos no parece proclive a negociación alguna, Sharon tampoco parece muy receptivo a hablar sobreJerusalén Oriental, reclamada por los palestinos, porque Jerusalén “será la capital única e indivisible del Estado de Israel”.

 

 

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