Por
Carlos Polimeni
Desde Eldorado, Misiones
1 La
radio dice que el pronóstico del tiempo indica que será
un día caluroso, en la zona del Alto Paraná. Con posibilidades
de precipitaciones, agrega. Los que hablan del tiempo por radio suelen
no decir lluvia: dicen precipitaciones. La combi que horada la ruta, de
Eldorado rumbo a Puerto Iguazú, a las 9.30 de la mañana,
no necesita de pronósticos: un sol tropical se desploma sobre la
vida, y los lentes oscuros parecen tan necesarios como los gorros. Arriba
de la combi, León Gieco mira el paisaje selva y monte, monte
y selva como quien mira pasar su vida. Unos puestos ruteros de venta
de artesanías indican a los que saben que este viaje ha llegado
a su objetivo, la reservación Pozo Azul, la pequeña ciudad
pobre donde viven los indios guaraníes de la zona. Un cacique recibe
a la delegación, y saluda a ese hombre con aspecto de gringo rodeado
de un séquito variopinto. La visita es una cortesía de León,
antes de su show por la noche, en un estadio de fútbol de Eldorado,
la sexta fecha de Argentina en Vivo 2.
Tendrían muchas cosas que decirse, los unos y los otros, pero se
dicen poco. Aquellos otrora orgullosos dueños de estas tierras
son ahora apenas una sombra del pasado glorioso, un estorbo en el presupuesto
público, un bocado de cardenal para las perennes ansias evangelizadoras
de la Iglesia Católica. El lugar más que reservación
parece una reducción. Han hecho con los guaraníes
lo mismo quecon el yaguareté, resumirá, apenado, horas
después el misionero Chango Spasiuk, uno de los invitados especiales
al recital.León mira todo con sus ojos de hombre bueno. Fui
a cantarles a su lugar porque ellos no iban a ir al show, explica
León.Les regala Sólo le pido a Dios con su guitarra
fileteada. Los nietos de los nietos de los guerreros que durante décadas
resistieron la colonización lo miran con ojos de melancolía.
No saben castellano, pero esa canción, que es una plegaria, parece
tocarles el alma.
2 Ahora son las 13, y casi todos han vuelto de la reservación
con la conciencia culposa. El cielo sobre Eldorado ha empezado a llenarse
de nubes. Alejandro Gómez, el responsable operativo de Argentina
en Vivo 2, piensa que tal vez deba arrepentirse de su frase en la conferencia
de prensa de la tarde anterior, cuando ante una pregunta sobre qué
pasaba si había mal tiempo contestó, con toda certeza, que
durante el ciclo no llovía. Pero Gómez no está en
el kilómetro 6, frente al estadio donde se hará el show.
Allí, un grupo de ecologistas militantes le ha pedido a León
que plante un árbol, en un acto que colabore con su lucha contra
la deforestación. Las poderosas empresas internacionales que fueron
llegando en aquellos años en que un presidente decía haber
puesto al país en el Primer Mundo hicieron retroceder la historia
a principios de siglo: talan sin control, reemplazan las especies naturales
por pinos, degradan a los trabajadores con la impiedad del que se sabe
impune, presionan a los colonos para quedarse con sus terrenos a precio
vil.
León planta su árbol como alguna vez lo hizo en Moscú
o en Israel acompañado de niños que apenas sobrepasan
el medio metro de altura. Otra vez canta: uno, dos, tres, cuatro temas.
Un grupo de fans de León, que llegabandesde Posadas, a 300 kilómetros,
para ver el recital de la noche, se pliega al acto de los ecologistas.
León dedica el árbol a los desaparecidos. Los ecologistas
creen que sería una buena idea plantar varios más. Le explican
a los que no saben la historia de la represa de Corpus, que el gobierno
nacional se empeña en construir pese a que en Misiones un plebiscito
terminó con un triunfo del No. Por la noche, León
hablará de eso, ante diez mil personas en el estadio y centenares
de miles viendo el recital por televisión. Cuando en Carito,
con el sol cayendo a pico, canta En Buenos Aires los zapatos son
modernos/ pero no lucen comoen la plaza de un pueblo, un chico de
Posadas se mira las zapatillas blancas, y las ve manchadas de barro colorado.
3
Ya son las 20,y pasaron ya los 42 grados de las 17. Un público
perezoso va llegando al estadio, acostumbrado a que nada empiece en horario.El
grupo local Los Hermanos Acuña ataca sus chamamés, luego
del aplaudido Himno Nacional, versión Charly García, con
que se abre la velada. Diez minutos después, el diluvio tan temido.
León, que suele jactarse de ser un brujo que hace parar la lluvia,
sabiendo que a la lluvia no la para ni Bob Dylan, mira el cielo desde
arriba del escenario y está seguro de que es apenas un chaparrón.
Pero parece el único. El misionero Mario Losada, presidente de
la ¿honorable? Cámara de Senadores de la Nación,
y número 2 en la actual línea sucesoria presidencial, corre
por el campo rumbo a un reparo, que encuentra en la sala de prensa, debajo
de una tribuna. Su pantalón blanco sigue impecable, según
comprueba una vez que el intendente local le consigue una silla. El intendente,
Norberto Aguirre, merecería un capítulo en una novela de
Augusto Roa Bastos: ex basquetbolista, ex suboficial del ejército
en la época de Malvinas, ex conductor de radio y televisión
y ex peronista, ganó las elecciones de 1999 para una Alianza local
que, en un pueblo-ciudad de 60 mil personas, le sacó apenas 400
votos al justicialismo, que nunca había perdido un comicio.
El chaparrón para y todo se acomoda, menos las transmisiones de
Canal 7 y Supernova, que empiezan trastabillando. Pero León asume
su faena con la experiencia del veterano, y de ahí en adelante,
todo será histórico en la noche. Su mamá está
mirando el show, llena de orgullo, en Cañada Rosquín, Santa
Fe. En algún momento de la noche, llorará de emoción:
aquel pibe que hacía los mandados y cantaba en Los Moscos, y a
veces parecía un pato criollo, es hoy el músico popular
más impactante, y coherente, de la Argentina. Es impresionante
tu repertorio: todos son hits, lo saludará a la 1 de la mañana
el cineasta Marcelo Piñeyro, que ha trajinado por tres días,
al frente de su equipo, en el rodaje del corto sobre León que irá
a parar a la película final de Argentina en Vivo 2. Tiene razón
Piñeyro, dicen los 10 mil presentes en un estadio que, en rigor,
es escenario de una fiesta popular con música en vivo. Los invitados
especiales de Gieco, el increíble Chango Spasiuk, crédito
de la localidad de Apóstoles, al sur de la provincia, Andrés
Giménez, de ANIMAL, y el joven bahiense Abel Pintos, son ovacionados
por gente que durante años no ha tenido oportunidad de ver un recital
importante, y que quizás pase años sin ver otro. León
hace todos los temas que todos saben, desde Bajo el sol de Bogotá
a Los Orozco, pasando por Cinco siglos igual,
Cachito campeón de Corrientes, La cultura es
la sonrisa y Los Salieris de Charly, hasta rematar en
Sólo le pido a Dios. Ahí termina el set que
televisa el 7. Pero León seguirá. No sería León
si no siguiera.
Y seguirá a puro hit, hasta que los 3 mil jóvenes que bailan
delante estén extenuados. Casi todo el estadio ha cantado El
fantasma de Canterville, Hombres de hierro, La
colina de la vida y La Navidad de Luis cuando llega
el final.No parecen canciones aprendidas de los discos: parecen canciones
aprehendidas del cantar de boca en boca, canciones de fogones y guitarreadas.
Hay gente de Santa Fe, de Rosario, de Chaco, de Corrientes, de Formosa,
de todo el territorio de Misiones de hecho, están completas
las 500 plazas de hotelería de Eldorado demorando en alejarse
del lugar, agradeciendo a los funcionarios que individualizan por un espectáculo
cargado de resonancias. Usted no hable tanto de política,
cuando vaya a la televisión, le recomienda un joven espontáneo
al secretario de Cultura y Comunicación, Darío Lopérfido,
mezclado con la multitud. Mejor hable de mujeres, remata.
El funcionario se ríe. Si tuviera confianza, le hubiese contestado
que es mucho mejor hablar de mujeres que hablar de política,
murmura.
4 Ya es casi medianoche, y León se va a cenar junto a una
troupe de setenta personas, con la sonrisa pintada en los labios. El asador
del Club Náutico, que sólo lo ha visto antes por televisión,
le lleva al hombre de Cañada Rosquín la mejor porción
de surubí. Buchón, le grita alguien de la troupe
de Piñeyro. Al asador, que tiene cara de cumpleaños, nada
le borra el gracias de León. A cien metros, del otro lado del Paraná,
de aquel lado de la noche, está Paraguay. Hacia el otro lado, a
una hora en auto, Brasil.La patria puede ser la infancia. La patria puede
ser el idioma. La patria, sin duda, son las canciones.
El
rating, otra fiesta
En viaje
a Buenos Aires, León Gieco se enteró de que en Canal
7 festejaban las cifras de la transmisión de su recital en
Eldorado. La emisión, conducida por Pablo Marcovsky, heredó
apenas 0.8 de ratingdel programa anterior y tuvo un repunte notorio:
en los siguientes cuartos de hora midió1.7, 2.4,2.7, 5.8,6.1,7.1
y 6.8., lo que le dio al programa 4.9 de promedio. Es bueno
que a la cultura le vaya bien, dijo el músico, todavía
sobre el avión tras enterarse de la novedad.Las cuatro horas
siguientes de emisión, con la velada final del Festival de
Cosquín, arrojaron 4.8 de promedio, lo que significó
la noche de mejores mediciones del canal en el último año.
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DEBAJO
DEL ESCENARIO TAMPOCO SE CALLO NADA
Yo
no actúo para Ruckauf
Textuales
de León Gieco, durante sus tres días en Eldorado:
Formo parte del grupo
de artistas que trabajan para un proyecto como Argentina en Vivo por una
razón muy simple: me permite cantar gratis para la gente. Y los
organizadores tienen un respeto absoluto hacia los artistas. No vengo
aquí a sumarle votos a nadie. Por eso, yo no actúo para
Ruckauf. Me parece ridículo que imponga a los artistas la obligación
de cantar debajo de un cartel enorme con su firma o con su cara. A mí
su cara no me gusta. Hace muchos años que recorro el país
cantando, y en muchos casos esas actuaciones son organizadas por direcciones
o secretarías de Cultura. A nadie en el país se le había
ocurrido antes poner su nombre y su cara en los escenarios.
Actué en Cosquíneste
año como lo hago en cualquier otro escenario del país. A
mí, como está, no me interesa especialmente Cosquín.
Me preocupa mucho más como está el país que cómo
está Cosquín. Sin embargo, basta ver la televisación
para darse cuenta de que Cosquín se ha convertido en un festival
puramente comercial: se ven mucho más los sponsors que los artistas.
En el festival de Jesús María hacen las cosas mejor. Tal
vez porque no hay políticos en la comisión organizadora.
Cuando pienso en mi edad,
pienso que me queda poco tiempo, con suerte me quedan 25 años de
vida. Y entonces sé que tengo que hacer cosas importantes en adelante.
Quisiera llegar a tocar siempre gratis para la gente. Quisiera comprarme
un camión para salir de giras de cuatro meses por provincia. Quisiera
hacer un disco de homenaje al Cuchi Leguizamón. Quisiera hacer
otro de homenaje a Sixto Palavecino. Ahora todos hablan y hablan del Cuchi,
todos eran sus amigos, pero ¿quién se preocupó por
él en vida?. Cuando tuve el honor de que grabara conmigo en De
Ushuauaia a La Quiaca nadie venía a decirme: Che, qué
capo ese tipo. Y hoy le brotan amigos en todas partes...
Mi próximo disco,
que empiezo a grabar en abril, se va a llamar Bandidos rurales por la
canción principal, un homenaje a Mate Cosido y Bairoletto, y a
todos los bandidos populares de la historia argentina. A veces yo me siento
también un bandido popular: un tipo que saca plata de un lugar
para llevarla a otra. En Santiago del Estero hice un show, recaudé
siete mil pesos, y fui a llevárselos a los Sin Tierra. Me gusta
pensarme como un tipo que no se va de los lugares sin hacer algo por la
gente de esos lugares.
La gente está
muy hecha mierda. El menemismo terminó con la esperanza de que
íbamos a ser un país mejor. Por eso la gente agradece tanto
un espectáculo gratuito, o a los artistas que no se deliran creyéndose
de otra galaxia. No creo que sea fácil cambiar las cosas, pero
creo en la obligación de intentar cambiarlas. Debe ser muy feo
pasar por la vida conformándose siempre. Por eso, siempre estaré
con los que luchan: Madres, Abuelas, HIJOS, piqueteros, organizaciones
sociales, etcétera. Yo soy del partido de los que luchan.
Es posible que haya traicionado
gente cuando le vendí a TelefónicaEn el país
de la libertad. Es posible, incluso, que me haya equivocado. Pero
yo quería hacer algo por el Hospital Garrahan y justo surgió
el ofrecimiento de 50 mil dólares por el tema. Con esa plata, que
yo no toqué, se compró una máquina que le salva la
vida a muchos pibes. Los que se enojaron no saben lo que se siente cuando
un día te llaman del hospital y te dicen: León, gracias
a la máquina hoy le salvamos la vida a un chico. No saben.
Es posible que uno no deba hacer lo que debería hacer el Estado.
Pero creo que cuando no hay justicia uno debe procurar que haya. Por eso
soy partidario del escrache. Si hay un milico represor, asesino, hijo
de puta, e HIJOS lo escracha, yo aplaudo.
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