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Las efemérides del siglo pasado, en clave de archivo enciclopédico

�La centuria�, el nuevo programa de Miguel Rodríguez Arias, se aferra al formato de la revisión histórica, sin demasiadas novedades.

Por Julián Gorodischer

Hay una fuerte marca de autor en “La centuria”, el flamante programa de archivos históricos que estrenó Canal 13 (los sábados a las 20): cada tramo responde al estilo de Miguel Rodríguez Arias, cultor del tono moderado, sin excesos, políticamente correcto y fiel a la estructura del documental clásico. Este es el regreso de un género que parecía enterrado para siempre: el de la revisión histórica. Aquel que tuvo sus mejores días durante el éxito de “Siglo XX Cambalache” y “La década del 60”, el que convirtió a la tarde del sábado en un momento ideal para recordar, y luego murió reemplazado por los “archivos del presente” que impusieron “PNP” y “Televisión Registrada”.
“La centuria” se aferra al formato de la revisión histórica en su variante menos innovadora. Están allí los ingredientes que deben estar para que los informes se sucedan con cierta eficacia probada: se cuenta la historia de un mito del siglo, la crónica de una invención, el momento del personaje nacional, la tragedia que corta un éxito y las misceláneas memorables. Gustavo Garzón, estrenando rol de conductor, presenta cada informe con sobriedad: dice textos guionados y se reserva un segundo plano borroso, destacando el protagónico del material editado. Los informes, de corte prolijo y discreto, nunca hurgan demasiado en vidas privadas ni en escándalos y prefieren el homenaje. Pero detrás del envase sin fisuras, del paquete con moño y todo, se hace fuerte una pregunta que trasciende al programa: ¿Qué aporta hoy el género?
Sus saberes son múltiples, pero leves, como los de una enciclopedia de las escolares. De esas que traen muchas, muchísimas fichas, con datos superficiales. Las que sirven para “reconocer” pero no enseñan ni sorprenden: prefieren el acceso amplio, para todos los públicos y todas las edades. Como sucede con esas enciclopedias, “La centuria” se propone un objetivo de máxima: brindar temas de conversación. Un poco de Marilyn Monroe mechado con vidas de deportistas. La invención de la tevé intercalada con el surgimiento y ascenso de un superhéroe. El “cómo” es inobjetable: la voz en off del conductor engolado, la edición precisa, el dato que nunca se excede, ni siquiera cuando se ocupa de la muerte de Gianni Versace o el affaire Marilyn-Kennedy. El “para qué”, sin embargo, empaña el resultado conseguido.
Y si lo empaña es porque, tal como está presentado y pese a su calidad técnica, “La centuria” camina demasiado cerca del aburrimiento. Los informes cumplen con una función excluyente: el recordatorio o las efemérides. Es decir: recorren un camino ya transitado. Apuntalan el comentario: “¿Te acordás de ese día, ese hombre, esa mujer...?”. Se aferran a lo paradigmático de un siglo, eso que habita en su capa más externa, lo fácilmente reconocible. Y a ese material se lo nombra muchas veces con la palabra “símbolo”. Marilyn, Fangio, Batman, Versace (en el último programa): símbolos del siglo. Un símbolo –por definición– ha sido siempre previamente consagrado, de tan aludido: ¿Para qué volver sobre él? En vez de rastrear en la profundidad de la centuria, para revelar o señalar, el ciclo toca sobre lo ya sabido. Y, llegado el momento de aportar nuevos datos, delega la tarea: para eso están las direcciones en Internet –ofrecidas en videograph– que permiten investigar “lo verdaderamente nuevo”.
Rodríguez Arias es poseedor de uno de los archivos más completos de la televisión argentina: gracias a sus imágenes quedaron expuestos, en “Las patas de la mentira”, lapsus de políticos, bloopers y momentos memorables de vidas de conocidos. En “Biografías no autorizadas”, el archivo cobraba un sentido más amplio. Si bien el “no autorizado” funcionó como una promesa que nunca llegó a cumplirse (debido al tono demasiado fiel, como avalado por el biografiado), ese ciclo ganó con el plus de la unidad temática. Esta vez, en “La centuria”, la dispersión es más fuerte. El programa intenta apoyarse en esa fama de “día para recordar” del sábado (elegido para la revisión histórica) pero choca con una certeza: sin una vuelta de tuerca que lo reformule, el género no aporta nada nuevo.

 

 

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