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Una Biblioteca de Babel para todos los libros de los universitarios

Las 300 bibliotecas de las universidades funcionarán en red. Desde cualquiera se podrán consultar y pedir todos sus libros.

Por Cecilia Sosa

Las 300 bibliotecas de las universidades nacionales serán una sola gran biblioteca. Para saber qué libros sobre tal autor o tal tema atesoran los anaqueles de las casas de estudios, pronto bastará con tipiar en cualquier computadora www.siu.edu.ar o hacer una consulta en una sola biblioteca. Allí, el curioso lector o el investigador podrán acceder a la primera Base de Datos Unificada bibliográfica (BDU), un proyecto todavía en marcha del Ministerio de Educación. Aunque por ahora sólo reúne el material de 14 de las 37 universidades públicas del país, se espera que en el futuro próximo todas las bibliotecas universitarias estarán integradas en red y compartiendo los mismos criterios de catalogación. Además de facilitar y fomentar el intercambio de libros, la BDU permitirá a las instituciones economizar recursos, salir del aislamiento y vincularse con otras universidades del mundo.
“El desafío es producir un cambio cultural. El catálogo bibliográfico en red significa un cambio radical en la forma de trabajo. Es la única manera de garantizar una verdadera cooperación”, dijo Luján Guarmendi, a cargo del programa Sistemas de Información Universitaria (SIU) del ministerio. Cuando todas las bibliotecas estén integradas, haciendo una consulta en cualquiera de ellas se podrá saber si el libro buscado está disponible y en qué universidad. También se podrá tramitar desde allí el préstamo.
“No sólo permitirá compartir información con las universidades del exterior. También poner nuestra propia producción en el mundo”, aseguró Graciela Perrone, directora de la Biblioteca del Maestro. “Toda la producción de nuestras universidades podrá ser digitalizada y estará contenida en un gran espacio virtual”, agregó.
“Operación ordeñe.” Así se conoció, puertas adentro, al proyecto BDU. “Cada universidad debía ordeñar sus bibliotecas y extraer los registros de sus libros, como si fuera una vaca”, contó Guarmendi. Pero no fue fácil catalogar esa “leche”. Las universidades nacionales cuentan con más de 300 bibliotecas, incluidas las de sus respectivos rectorados, facultades, institutos y colegios. Y cada una tiene criterios de catalogación diferentes. “A pesar de que hay reglas internacionales, en muchas no se cumplen. Algunas ni siquiera tienen una base electrónica y el trabajo, que requiere mucho esfuerzo, se sigue haciendo de manera manual.” La lógica es simple: “Si el trabajo se hace de manera estandarizada, con que lo haga uno, sirve para todos”, dijo la coordinadora del SIU.
Para avanzar en la unificación de los criterios, el primer paso fue reunir los registros de las bibliotecas de las universidades que aceptaron participar del proyecto piloto: fueron las de Córdoba, Cuyo, Quilmes, Río Cuarto, Sur y también la Biblioteca Nacional del Maestro, que depende de Educación. Luego, se sumaron las universidades de General San Martín, La Pampa, La Plata, Lanús, Litoral, Nordeste y San Luis. Entre todas, se juntaron cerca de 500 mil registros de libros. La Secretaría de Educación Superior hizo una depuración inicial y eliminó reiteraciones. Luego, con recursos aportados por Fundación Antorchas, contrató los servicios de Online Computer Library Center, un ente internacional con sede en Estados Unidos, pionero en la catalogación bibliográfica en red. “La OCLC tiene una base de datos con 47 millones de registros y se ocupó de estandarizar nuestros registros a través del sistema Marc, un formato universal que garantiza la calidad del trabajo”, contó Guarmendi.
Ahora, las universidades participantes cuentan con una base de datos con 108.309 registros estándar. Y sus bibliotecarios empezaron a aprender el sistema Marc. Pero la tarea está lejos de terminar. “El ministerio buscó motivar a las universidades a comenzar a catalogar en red. Ahora, cada una deberá continuar con el trabajo. El objetivo es que en un futuro próximo las 300 bibliotecas universitarias del país estén en red. Eso sí hará posible una verdadera cooperación”, apuntó Guarmendi. En total, se trataría de 4 millones de registros, aunque, claro, habrá que eliminar reiteraciones. Mientras tanto, se puede acceder a la BDU en lasbibliotecas que ya participan y en la página web del ministerio. Y, a través de distintos buscadores, rastrear libros en la gran biblioteca.

OPINION

Por Alberto Boveris *

La UBA en el Siglo XXI

La segunda mitad del siglo XX fue escenario de formidables desarrollos científico-tecnológicos y económico-sociales en un buen número de países (los desarrollados), mientras otros (“en desarrollo”), entre ellos la Argentina, intentaban emular el proceso. Hoy, lo ocurrido enseña tres hechos: 1) se requiere conocimiento actualizado e información; 2) el desarrollo científico-tecnológico y el económico-social se realimentan positivamente; 3) el desarrollo científico-tecnológico se hace con ciencia y con inversión financiera. La inversión en ciencia y tecnología es esencial para mejorar la producción y el empleo, aumentar la competitividad y mejorar el bienestar social. Un objetivo estratégico común de varios países y regiones para esta década es la evolución hacia una economía dinámica basada en el conocimiento y la información y en la investigación y el desarrollo tecnológico; un conjunto de actividades que produzca un incremento económico sustentable acompañado de una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y de una mayor cohesión social. Esta parece ser la forma más adecuada de responder a la gran transformación inducida por la globalización y los desafíos inherentes a una nueva economía mundial.
Por siglos se entendió que la educación universitaria produce egresados calificados en conocimiento y criterio que resultan útiles para el desarrollo social. “La universidad es el alma del Estado”, decía Vittorio Amedeo II al fundar la Universidad de Turín en 1756. Recientemente, en función de los criterios economicistas de los 80 y 90, se puso en duda el papel social de la universidad y la conveniencia de que el Estado la financie. Documentos recientes del BID, el Banco Mundial y la Unesco han reconocido el valor de la educación superior para el desarrollo económico social. Para definir la misión actual de la universidad podemos recurrir a los conceptos reformistas de enseñanza, investigación y extensión. Los dos primeros pueden ser reformulados a: formar profesionales, científicos y docentes actualizados en forma eficaz y eficiente; y mantener un sistema científico-tecnológico universitario dedicado a producir conocimiento útil y transmisible. El concepto de extensión universitaria se desdobla en mantener un sistema científico-tecnológico de referencia y consulta por los gobiernos y las empresas; en promover la participación de los alumnos en la producción de bienes y servicios (pasantías). Finalmente, la universidad debe mantener el pensamiento crítico y opinar sobre problemas nacionales. Para cumplir su misión, la universidad debe desarrollar acciones cotidianas de: proveer calidad en la enseñanza de grado y posgrado; incorporar continuamente conocimientos y tecnología; promover transparencia y eficiencia administrativas aún con presupuestos inelásticos; establecer alianzas estratégicas con gobiernos, empresas y organismos internacionales. Para la interacción con las empresas (grandes, pymes) la universidad ya cuenta con los mecanismos de vinculación necesarios para una acción eficaz (convenios, asistencia técnica y pasantías). El mejor principio es que los servicios se presten en nombre de la universidad, que los pagos se reciban en la universidad y que la universidad abone los honorarios salariales correspondientes. Es de hacer notar el caso de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA) que entre 1990 y 1999 pasó de un ingreso anual por servicios de 30.360 pesos a 4.042.140 (se multiplicó por 133) con simultánea mejora de los índices académicos(tesis doctorales, posgrados, publicaciones científicas). La UBA enfrenta el desafío tecnológico del siglo XXI y puede resolverlo satisfactoriamente utilizando principios fundacionales y la experiencia disponible.

* Titular de Ubatec, ex decano de Farmacia (UBA).

 

EL DATO.
Becas para investigar

El Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI) ofrece becas de investigación –dirigidas a graduados en ciencias sociales– para integrar uno de los siguientes proyectos: “Relevamiento y análisis del perfil de denuncias por discriminación”, “Análisis de las formas de constitución de la alteridad como momento de comprensión de la estructura de las prácticas sociales”, “Mecanismos culturales y lenguajes estéticos de la exclusión social en Argentina” o “Identidad y alteridad en los libros de textos educativos de la EGB”. Las becas son de 500 pesos y durarán dos años. La inscripción cierra el próximo jueves 15. Informes: Area de Estudios e Investigaciones del INADI, Leandro N. Alem 150, de 11 a 18, 4346-1728.

Derecho a la información

Libertad de expresión; cámaras ocultas; los desafíos que Internet y los medios de comunicación plantean a la Justicia; y los derechos de autor de los periodistas, son algunos de los temas que integran el primer Anuario de Derecho a la Comunicación. Recién editado por Catálogos y Siglo XXI, es una publicación de la cátedra de Derecho a la Información que Eduardo Luis Duhalde encabeza en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Los trabajos compilados conjugan, según Duhalde, “la perspectiva crítica... el rigor científico y la defensa de los derechos fundamentales de las personas, llevados al campo específico de la comunicación”.

 

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