Por Diego Fischerman
Juan Carlos Paz se refería
a Charles Ives. Y decía que la razón de su originalidad
había que buscarla en la libertad que un norteamericano podía
sentir frente a una tradición que esclavizaba a los europeos. Con
el jazz actual, como con el tango, pasa lo mismo (aunque la situación
geográfica sea la inversa). Mucho de lo más interesante
sucede lejos de la tierra natal. Es posible que la defensa de la negritud,
la necesidad de mantenerse fieles a una herencia y el programa ideológico
del renacimiento del jazz promovido por Wynton Marsalis sean parte de
la causa. Quizá sea la sistematización del aprendizaje de
los lenguajes del género y su estudio en academias, casi como si
se tratara de una lengua muerta (o de una música clásica,
tan sacralizada como inmóvil). Pero lo cierto es que si las tres
últimas décadas no hubieran existido, nada hubiera cambiado
demasiado para el jazz norteamericano.
Europa, en particular Francia e Italia, tuvieron visitas ilustres durante
los años en que los músicos estadounidenses sufrieron en
su país políticas duras en cuanto al consumo de drogas.
En ambos lugares, al igual que en Inglaterra, existe una importante tradición
de festivales, edición de discos y, también, producción
local. Algunos de los europeos cultivaron aunque a su manera
los estilos usuales en América. Unos pocos llegaron a incorporarse
a grupos importantes de Estados Unidos, como los ingleses John McLaughlin
(primero con Miles Davis y luego con la Mahavishnu Orchestra) o Dave Holland.
Pero también fue desarrollándose una manera de hacer jazz
más libre, más abierta a la inclusión de estilos
diversos y de folklores de distintas partes del mundo (incluyendo la propia
Europa). John Surman, Eberhard Weber, Jan Garbarek, Terje Rypdal, Kenny
Wheeler (asociado al jazz inglés aunque nació en Canadá),
Joachim Kühn, Michel Portal, Louis Sclavis, Henri Texier, Aldo Romano,
Richard Galliano, Enrico Pieranunzi, la Italian Instabile Orchestra, son
apenas algunos de los nombres de los que en los últimos años
aportaron más novedades a la música improvisada de tradición
jazzística.
Entre los más jóvenes, el acordeonista Jean-Louis Matinier
y el increíble contrabajista Renaud García-Fons (grabaron
juntos dos discos extraordinarios en el sello alemán Enja, Alboreá
y Fuera y suelen acompañar, tocando tango, a la cantante argentina
radicada en París Silvana De Luigi) aparecen como las figuras más
impactantes. Y ambos tocan, también, en uno de los discos más
extraños y atractivos de los últimos tiempos. También
para Enja, el clarinetista italiano Gianluigi Trovesi (que editó
en el 2000, además, un CD de dúos con acordeón para
ECM) armó un noneto y decidió rondar, literalmente, el mundo
de Shakespeare.
En Round About A Midsummers Dream, las distintas piezas recorren
climas y personajes relacionados con Sueño de una noche de verano.
Pero lo curioso es que los lenguajes musicales que allí se transitan
pueden ir, con total fluidez y naturalidad, de una pieza del renacimiento
italiano (LInfanta Arcibizarra del napolitano Andrea
Falconieri), danzas bergamascas, las variaciones sobre el bajo de La Follia
o un fragmento del Verano de las Cuatro Estaciones de Vivaldi leídas
a veces con rigor estilístico extremo y a veces con disparatada
irreverencia, al jazz, el rhythm & blues, la berretada lacrimógena
tipo Festival de San Remo o el heavy metal. O sea un pastiche típicamente
italiano, emparentado con la Commedia dellarte pero, también,
con el Nino Rota de 8 y 1/2. Los nueve músicos se dividen, en realidad,
en tres tríos que funcionan en ocasiones por separado y en otras
juntos. Un trío barroco de dos violines (Stefano Montanari y Stefania
Trovesi) y violoncello (Paolo Ballanti), un trío folklórico
de acordeón (Matinier), contrabajo (García-Fons) y tamburello
y voz (a cargo de Carlo Rizzo) y un trío contemporáneo de
clarinetes piccolo y bajo y saxo soprano (Trovesi), guitarra eléctrica
(Paolo Manzolini) y percusión (Fulvio Maras) pasan de una cosa
a la otra, se divierten y hacen gala de eclecticismo sin asomo de incoherencia.
La grabación, excepcionalmente fiel, es un atractivo más.
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