Que fuera un trámite burocrático realizado en un escenario
bucólico no disminuyó ayer el impacto de la noticia: Augusto
Pinochet fue formalmente notificado del arresto domiciliario que ordenó
el lunes el juez chileno Juan Guzmán. Una subordinada del juez
entregó ayer al ex dictador la notificación en su residencia
de campo de Bucalemu. Pinochet la recibió en silencio y se negó
a firmarla, lo que no altera el proceso. Si bien no podrá irse
de Bucalemu, no se le abrirá un prontuario (con fotos y huellas
digitales) hasta que se agoten las apelaciones de la defensa. Pero el
mero hecho de que su capitán general estuviera formalmente arrestado
fue demasiado para muchos pinochetistas. El comandante de la marina, Jorge
Arancibia, advirtió que están sembrando el odio y
van a cosechar una tempestad. Su colega del ejército, Ricardo
Izurieta, fue atacado como gallina y traidor por
no manifestar una actitud similar.
Acorde con su calvario, ayer Pinochet se manifestó imperturbable
ante su nueva vida como procesado. No asistió a la audiencia donde
se le dictó formalmente la orden de arresto domiciliario. En su
lugar estaba el abogado Gustavo Collao, quien después acompañó
a la delegación que le entregaría el acta. El documento
fue llevado por la actuaria de Guzmán, Rayén Durán,
acompañada de la secretaria del Segundo Juzgado de Letras de San
Antonio, Teresa Nilo, como testigo. Escoltada por un fuerte despliegue
policial a través de una violenta manifestación de pinochetistas
en las afueras de Bucalemu, la comitiva ingresó en la residencia
del ex dictador. Durán permitió que fuera Collao quien entregara
el acta a Pinochet, quien eligió usar su derecho de no firmarla.
Luego de que los subordinados de Guzmán abandonaran su hogar, Pinochet
se dispuso a recibir a los partidarios que peregrinaron uno tras a otro
a Bucalemu para ofrecer su apoyo.
Había un nutrido grupo de periodistas esperando afuera, por lo
que cada uno tuvo la oportunidad de hacer pública su indignación.
El primero en tomar escena fue uno de los hijos de Pinochet, Marco Antonio,
quien denunció una conspiración entre el juez conservador
Guzmán y el presidente socialista Ricardo Lagos para asesinar a
su padre: Mi padre, sometido a este estrés, creo que no va
a vivir mucho más y cuando muera van a quedar conformes el juez
Guzmán y el gobierno. A su turno, el líder de Renovación
Nacional (RN) y ministro del Interior bajo Pinochet, Alberto Cardemil,
confirmó a Marco Antonio al relatar que lo vi enfermo, viejo,
muy dolido, con una sensación de injusticia muy grande, de estar
pasando por un trance inmerecido. Pero destacó que en
la boca del general no hay protesta, no hay súplica, lo que hay
es una tremenda resignación. Poco después apareció
el titular de la Fundación Pinochet, el general retirado Luis Cortés
Villa, quien confesó al borde de las lágrimas que no
hemos sabido defender a mi general.
¿Y los defensores naturales de Pinochet, las fuerzas armadas? El
único en mostrarse amenazante ayer fue el almirante Arancibia,
quien advirtió en una entrevista al diario La Segunda que este
escenario es el caldo de cultivo para el fomento de la animosidad que,
en su versión extrema, se transforma en odio. Notando que
había personas que se alegran de las desdichas ajenas,
el almirante exclamó: ¡Ojo! Quien siembra el viento,
cosechará huracanes. Pero cualquier intento militar de frenar
el proceso mediante insubordinación y valor está imposibilitado
por la obstinada prescindencia del comandante del ejército, Ricardo
Izurieta, nombrado en el cargo por el mismo Pinochet. Era natural entonces
que ayer una manifestación de pinochetistas frente al Edificio
de las Fuerzas Armadas lo atacara con rimas de creciente dureza: Tu
nombre no es Izurieta, tu nombre es gallineta, Izurieta traidor,
entregaste al senador, y finalmente, Izurieta, Izurieta, que
el ejército se meta.
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