Un ultimátum no vence en Colombia. Simplemente se acorta su plazo.
El 1º de enero el presidente Andrés Pastrana había
decidido prorrogar la cesión de los 42.000 km2 de la zona
desmilitarizada a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC), pese a que los guerrilleros ignoraron su ultimátum de que
antes debían descongelar las negociaciones. Su condición
era que el plazo era de sólo un mes en lugar de los habituales
seis. Pero la guerrilla no cooperó. Y ayer, al vencer el plazo,
Pastrana se vio forzado a prolongar otra vez la cesión, esta vez
por cuatro días, el tiempo suficiente, subrayó el presidente,
para que el líder guerrillero Manuel Marulanda Vélez (Tirofijo)
celebre una cumbre con él para acordar cómo retomar las
negociaciones. El aludido no respondió a la oferta, y oficialmente
su organización sigue exigiendo que el gobierno mejore la lucha
contra los paramilitares antes de retomar las negociaciones.
La reacción de la comunidad política en Colombia parecería
indicar que Pastrana no tenía el margen político para mostrarse
más duro con las FARC. Es una decisión inteligente,
pues una conversación al más alto nivel podría conducir
a relanzar el proceso, subrayó Horacio Serpa, jefe del opositor
Partido Liberal. Su correligionario y titular del Congreso, Mario Uribe,
confió en que el gesto del presidente sería recompensado
cuando los guerrilleros den una respuesta positiva a la solicitud
del presidente de reunirse con Marulanda. También el episcopado
y los grupos empresarios aprobaron la decisión. Y en los últimos
días la Unión Europea (UE), la ONU e incluso Estados Unidos
(si bien de manera tácita) se manifestaron a favor de extender
la concesión de la zona desmilitarizada. Con esta presión,
era improbable que hoy empezara la guerra total en Colombia.
Sin embargo, Pastrana no podía ser infinitamente generoso. Según
las encuestas, el 60 por ciento de la opinión pública está
en contra de prorrogar indefinidamente la zona de distensión.
Fue por eso que Pastrana subrayó, en el mismo mensaje televisado
donde anunció la prórroga, que ésta era sólo
hasta el domingo: Le propongo a Marulanda que nos reunamos antes
del domingo y decidamos de una vez por todas si vamos a continuar el proceso
de paz que usted y yo iniciamos. Además de reiniciar el diálogo
sobre la agenda de paz de 101 puntos, Pastrana buscará acordar
un mecanismo para que la guerrilla no congele otra vez las negociaciones
y que la Unión Europea participe más estrechamente en el
proceso de paz. Al mismo tiempo, el presidente rechazó la crítica
de la guerrilla hacia su política contra los paramilitares: Mi
gobierno ha sido el que más ha luchado contra las autodefensas.
El tono enfático de la argumentación presidencial no podía
ocultar que su éxito dependía exclusivamente de la actitud
de las FARC. Tras el discurso de Pastrana, fuentes del gobierno alentaron
la versión de que su respuesta se esperaba de un momento
a otro. Pero al caer la noche todavía no se oía nada
desde el mando de las FARC. La única base para el optimismo oficial
es que Tirofijo había sido quien sugirió, vagamente, la
idea de una cumbre con Pastrana.
Pero el líder guerrillero sabe que nadie en Bogotá favorece
realmente retomar la zona desmilitarizada. Sus fuerzas la han ocupado
por más de dos años, y fotos satelitales revelan que no
perdieron el tiempo: ya se vieron docenas de bunkers y kilómetros
de trincheras para resistir una ofensiva a gran escala del ejército
y neutralizar su dominio del aire. Según las comunicaciones interceptadas
al mando guerrillero, las FARC planean una defensa prolongada para hacer
sangrar lo más posible a las fuerzas de asalto. Y estas últimas
no son muy formidables. Su único componente serio de un ejército
que no ha montado una ofensiva contra la guerrilla en cuatro años
serían los 6000 hombres de la Fuerza de Reacción Rápida,
que ya están desplegados cerca del límite de la zona. No
parecen ser suficientes para tomar el mayor bastión de la guerrilla,
y ciertamente no lo podrán hacer en las 24 horas que
bravuconeó su comandante. De hecho, lo más probable es que
una batalla a gran escala obligue a Bogotá a enviar a los 3000
hombres de la brigada antidrogas entrenada por Estados Unidos,
lo que complicaría las relaciones con Washington y los países
vecinos. Confrontado con un posible baño de sangre y una crisis
internacional, el gobierno bien puede seguir tolerando la intransigencia
de las FARC como el mal menor. Esa, al menos, parecería ser la
apuesta de la guerrilla.
LOS
HACENDADOS CONTRATAN GRUPOS DE AUTODEFENSA
Desafío paramilitar venezolano
Por Ludmila Vinogradoff
*
Desde
Caracas
Los propietarios venezolanos
de pequeñas y grandes fincas han empezado a contratar a grupos
armados de autodefensa para protegerse tanto de los invasores de los sin
tierra como de la guerrilla colombiana, ante la inseguridad e indefensión
existente en la frontera, que amenaza extenderse a toda Venezuela. Ya
no se sabe quién es quién entre los invasores de tierra
y construcciones: si es una joven madre que sostiene un bebé en
sus brazos como un escudo para que la policía no la desaloje a
palos de una vivienda que no le corresponde, construida por el gobierno,
o una humilde analfabeta que monta un rancho o chabola en
un terreno privado.
El presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, José
Luis Betancourt, acusa al gobierno de auspiciar las invasiones a través
de la guerrilla colombiana, que supuestamente estaría organizando
en Venezuela un movimiento de los sin tierra al estilo del
brasileño. Betancourt denuncia que el venezolano Julio Omar Mora,
presidente del Instituto Agrario Nacional IAN, se ha reunido
con un comandante de la guerrilla colombiana conocido como Magolla en
la turística Tucacas, del estado de Falcón, con el presunto
objetivo de organizar la ocupación de las fincas tanto del Estado
como privadas. Esto ha creado angustia y zozobra en las áreas
rurales y en zonas fronterizas, asegura.
El presidente de la Asociación de Ganaderos de Táchira Asogata,
Genaro Méndez, señala que la guerrilla se está ocupando
de desalojar a los invasores pero también invade las fincas, roba
el ganado y no deja que los obreros trabajen cuando los productores se
niegan a pagar las vacunas o extorsión. La guerrilla
está ofreciendo sus servicios para sacar de las propiedades a las
familias que invaden a cambio de dinero, unos 600 mil bolívares
(857 dólares) afirma Méndez. Y esto ha ocurrido
en tres oportunidades en la zona fronteriza de 2219 kilómetros
donde viven más de cinco millones de venezolanos.
Con sus títulos de propiedad en mano, Mario Vargas, dueño
de una pequeña finca de 10 hectáreas al sur del lago de
Maracaibo, estado de Zulia, noroeste de Venezuela, muestra cómo
ha sido invadido por los sin tierra. Mis cultivos de
piña y hortalizas se han perdido porque los invasores montaron
sus ranchos. No he tenido respuesta por parte de las autoridades,
así que he tenido que contratar a paramilitares para desalojarlos.
Las denuncias de los afectados se ha extendido al norte del país,
en el Zulia, donde los sin tierra no respetan las urbanizaciones
que les está construyendo el mismo gobierno. Algunos de los damnificados
de la tragedia de Vargas fueron trasladados a la ciudad de Maracaibo,
donde protagonizan frecuentes choques con la policía en la pelea
por invadir viviendas que no les pertenecen. Las mujeres invasoras usan
a los niños como escudo para enfrentarse a la policía.
El gobierno ha prohibido la intervención militar en las invasiones
de los sin tierra y ha aumentado la presencia de soldados
en la frontera, pero parece que es insuficiente. El ministro de Defensa,
Eliecer Hurtado, dijo a este diario que el número de militares
en la frontera ha aumentado a 10.000 uniformados. Pero la población
fronteriza se siente más desprotegida.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
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