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LA FIGURA DE CLARK GABLE, A CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO
La leyenda del “rey de Hollywood”

Filmó 92 películas, se casó cinco veces, tuvo un amorío con Marilyn Monroe y se instaló en la cima con �Lo que el viento se llevó�. Su receta: ser recio, pero amable con las mujeres.

Clark Gable y Victor Fleming,
director de “Lo que el viento...”.
El actor murió en 1961, a los 60 años,
tras filmar “Los descastados”.

Por Rocío Ayuso
Desde Los Angeles

Lo conocían como “el rey de Hollywood” o como “un hombre entre los hombres”, pero hoy Clark Gable hubiera sido el centenario del cine, ya que cumpliría cien años. Sus orejas eran demasiado grandes, su piel demasiado arrugada y su bigote algo ridículo, incluso para su tiempo, pero a través de sus 92 películas Gable se los ganó a todos.
Nacido en Cádiz (Ohio, EE.UU.), se convirtió en menos de tres décadas en uno de los actores más populares de todos los tiempos, el hombre con el que las mujeres querían estar, al que los hombres admiraban y al que los niños idolatraban como un héroe. Aquellos que llegaron a tratarlo subrayan la humanidad que imbuía a sus papeles y el magnetismo que le permitía hacerlos interesantes, aun cuando muchos de ellos, en la piel de otros actores, no hubiesen despertado interés alguno. Puede haber sido simplemente “ángel”, o “carisma”, esos dos atributos difíciles de definir, pero que sin ninguna duda abonaron el camino de Gable hacia el estrellato, acompañados por esos ojos grises, fruncidos hasta casi desaparecer en medio de una amplia sonrisa con toques de pícaro. “Lo único que me ha mantenido como una gran estrella en todos estos años fueron los reestrenos de Lo que el viento se llevó”, declaró Gable en una ocasión, en referencia al gran éxito de una carrera que se vio truncada con la muerte el 20 de marzo de 1961. “Cada vez que la película se reestrena, una nueva generación de jóvenes aficionados al cine se interesa en mi obra”, agregó. Y era cierto. Su personaje como Rhett Butler en este épico film sobre la Guerra Civil de los Estados Unidos se ha convertido en uno de los clásicos imperecederos del cine, como lo fue su frase “Frankly my dear, I don’t give a damm” (“Francamente, querida, eso ya no me importa”).
Sin embargo, la popularidad alcanzada a partir de este papel no era algo que Gable hubiese estado buscando obsesivamente. De hecho, el actor lo rechazó en varias ocasiones, a pesar de que el productor, David O. Selznick, y la autora de la novela correspondiente, Margaret Mitchell, estaban convencidos de que Gable y ningún otro debía hacerse cargo de éste. Esta indecisión fue habitual en la carrera de este hijo de perforadores de petróleo, al que su primera esposa, Josephine Dillon, le metió en el cuerpo el gusto por la interpretación. Esta profesora de actuación, catorce años mayor que él, fue quien le consiguió sus primeros papeles en el cine mudo. “Desde el primer día que vino a clases de interpretación supe que era un gran actor, además de un caballero de primera clase.” Logró conquistarlo y, además, cimentó una carrera inolvidable. Este aire de galantería, unido al toque de hombre peligroso que le dieron sus primeros papeles como gangster, es el que le proporcionó esa ambigua fama de tipo duro aunque amable con las mujeres, dualidad del espíritu que Hollywood siempre ha sabido encontrar en sus estrellas masculinas.
El reconocimiento artístico le llegó con una comedia, Lo que sucedió aquella noche, film que no sólo creó su imagen de persona dotada con rápidos reflejos para dar ingeniosas respuestas sino que además le consiguió su único Oscar, galardón al que también aspiraría por Lo que el viento se llevó y El motín del Bounty. Si los premios no dejaron en claro la popularidad de Gable entre su audiencia, otros detalles así lo certificaron. Por ejemplo, la guerra que el público masculino tuvo contra las camisetas después de ver que el actor no llevaba ropa interior cuando se desnudaba en una escena de Lo que sucedió aquella noche.
La vida sentimental de Gable también contribuyó a su fama. Se casó cinco veces, la mayoría de ellas con mujeres mayores que él. Sin embargo, sólo su tercera esposa, Carole Lombard, se convirtió en el amor de su vida, quizá por la tragedia de perderla en 1942 en un accidente de avión. A Gable, la muerte, ocurrida a raíz de un problema cardíaco, se le presentó antes del estreno de Los descastados, y semanas antes del nacimiento de su único hijo, John Clark Gable. Como ocurre siempre en estos casos, su fallecimiento prematuro avivó su leyenda y no faltó quien, sacando a la luz los rumores que se habían generado en el aquelarre romántico de Hollywood, le dio centimetraje a la pasión que le generó su compañera de rodaje, la también legendaria Marilyn Monroe.

 

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