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XEITO NOVO, ENTRE BUENOS AIRES Y GALICIA
Música celta sin fronteras

El grupo argentino lleva quince años reivindicando sus raíces gallegas, pero en su último disco decidieron abrirse a otros ritmos, invitando a Chango Spasiuk, León Gieco y Lito Vitale.

Xeito Novo, desde la música celta, puede incursionar en otros géneros, desde la polka al pasodoble.

Por Fernando D’Addario

Ahora que muchos hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes desandan el camino de sus mayores para hacerse la Europa, el grupo Xeito Novo reafirma sus raíces gallegas desde una porteñidad fuera de discusión. Su punto de partida es la música celta, y el recorrido elegido esquiva fundamentalismos y reivindicaciones étnicas. Reconocen, claro, que “en algún momento, la galleguidad se te despierta”, como dice Marcelo Fernández, a cargo de la flauta traversa y el tin whistle, en la entrevista con Página/12. El grupo editó recientemente su cuarto disco, Luz de invierno, en el que esa galleguidad, expresada a través de instrumentos tradicionales y de un “tono” claramente celta, se ve fusionada con otras músicas, desde la polka hasta el pasodoble.
Habrá que aclarar que Xeito Novo no es sólo un grupo folk nacido hace quince años, sino que paralelamente funciona como una fundación cultural, que incluye talleres de baile tradicional, idioma gallego, cocina, escuela de gaita y un cuerpo de baile. Tanto para Fernández como para Luis Gastón Lamas (batería y percusión), ambos descendientes de gallegos, haber ingresado en este ambiente fue algo así como una segunda iniciaciónmusical y un aprendizaje de vida. La historia de Fernández es emblemática: “Yo no estaba vinculado afectivamente a la música de mis orígenes. Ni la conocía. Una vez escuché por radio una cosa que me encantó. Llamé al programa y pregunté cómo se llamaba lo que habían pasado. Me dijeron que era un grupo de música celta llamado Xeito Novo. Conseguí un casete, y así los conocí. Después, en Gesell, Ariel Prat me presentó a Virginia (Alvarez, violín), le dije que me encantaba la música de Xeito Novo y no lo podía creer, después se quedaron sin flautista y así entré a la banda”. Lamas, rockero de alma, toca desde los 6 años, y se fue metiendo de a poco. Tiene un tío, gallego hecho y derecho, que le dijo cuando escuchó un tema en el que participa el grupo de percusión Rataplan: “¿A quién se le ocurre mezclar una murga con la gaita?”.
Esta adaptación profesional a una música con códigos muy definidos fue con el tiempo recubriéndose de una afinidad afectiva: “Antes tocaba pero no tenía el sentimiento de mis raíces. Ahora todo lo gallego me vuelve loco”, apunta Lamas. A Fernández se le hace agua la boca cuando habla de Coto (no confundir con el supermercado), una aldea de montaña, con cuatro casas, donde, reconoce, “me iría a vivir”. Recuerda los mariscos, los jamones, la hospitalidad, la costumbre de “ir de vinos”, iniciativa esta última que a uno de los músicos le resultó tan auspiciosa que para que pudiera tocar debieron colgarlo de una percha arriba del escenario.
El grupo estuvo en Galicia, pero todavía la conexión es más sentimental que comercial. En el último disco participan como invitados León Gieco, Chango Spasiuk, Lito Vitale, Rataplan y Rodolfo García, ampliando las fronteras geográficas y culturales de un género circunscripto a Irlanda, Escocia, Gales, Galicia y la Bretaña francesa. “En la música celta no hay límites”, dice Fernández. “Distinto sería el caso si siguiéramos haciendo música tradicional gallega, con lo que tendríamos que ajustarnos a ciertas pautas”. Un detalle: buena parte de la mejor música tradicional gallega fue hecha por inmigrantes en la Argentina, con lo cual en Galicia se produjo un bache en la evolución artística. Daniel Pazos (gaitas) hizo un trabajo de campo entre los “gallegos argentinos”, recopilando danzas y canciones perdidas, una tarea imposible de realizar, por ejemplo, con la música celta de origen irlandés.
–En el ambiente de la música celta hay cierta predilección por lo irlandés, y muchas veces se deja de lado lo gallego. ¿Es por snobismo?
M. F.: Hay cierto snobismo, es verdad. Es como que queda bien, da cierta curiosidad, y eso pasa con la música celta en general. Pero creo que cada uno que escucha esta música se interesa porque hay cosas que te atraen. Y es una tendencia que tiene que ver con una vuelta a las músicas acústicas, frente al avance de lo electrónico.
–A medida que ustedes buscan personalmente en sus raíces, paradójicamente la música que hacen se va alejando cada vez más...
M. F.: Es que entraron a tallar más temas propios, y cada uno de los compositores tiene su propio perfil. Daniel (Pazos, gaita) enfoca más hacia lo tradicional, lo mismo que Virginia (Alvarez, violinista), y Roberto (Benech Arnold, bajo y guitarra) encara más hacia otros estilos.
L. L.: Este cambio trae juventud. Antes iba a ver a Xeito solo gente grande, de la colectividad. Ahora vienen pibes, con la remera de los Stones. Escuchan las gaitas y hacen pogo, se sacan la remera y la revolean.
M. F.: Igual, entre nosotros hay “peleas” todos los días: yo discutí el alejamiento de las raíces, no quería que se llegara a una de esas fusiones descolgadas o a esas búsquedas de encuentro con folklore argentino, que dan híbridos. Por suerte, no fue así, se está logrando una música original sin renegar de la tradición.

 

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