John Ashcroft es, según a quién se escuche, un fanático
ultrarreligioso o un conservador honesto que respeta la ley aun cuando
está en desacuerdo con ella. Más de un mes de debate en
el Senado norteamericano no logró resolver la incertidumbre sobre
el personaje. Excepto en un aspecto clave. Desde ayer su descripción
personal estará inequívocamente ligada a un inquietante
cargo formal: Secretario de Justicia de Estados Unidos. Luego de que la
comisión judicial del Senado lo aprobara el martes por un solo
voto, ayer una sesión del pleno confirmó su nombramiento
por 58-42. El bloque republicano votó sólidamente a favor
y sumó el apoyo de ocho demócratas, más de lo que
se esperaba al principio del día. Ashcroft juró unas horas
después. Un complacido portavoz del presidente George W. Bush,
Ari Fleischer, aseguró que Ashcroft será un secretario
de Justicia del que Estados Unidos podrá enorgullecerse en el futuro.
Pero los demócratas extrajeron otra conclusión. Según
el líder de los demócratas en el Senado, Tom Daschle, los
42 votos reunidos contra Ashcroft son suficientes para detener nominaciones
de jueces afines para la Corte Suprema.
Para muchos demócratas eso no era mucho consuelo. El senador Joseph
Lieberman, quien supo ser el candidato a vice de Al Gore durante las elecciones
de Florida, señaló que hay sospechas razonables de
que Ashcroft no va a defender adecuadamente los derechos civiles de las
minorías, los que más necesitan la protección del
Departamento de Justicia. Tom Harkin exclamó alarmado durante
el debate que es uno de los impulsores de un proyecto de ley que
criminalizaría el aborto, aun en casos de violación o incesto.
El republicano Don Nickles respondió que estas versiones eran injustas
y que yo tengo absoluta confianza en que será un secretario
de Justicia ejemplar". Para Trent Lott, los intentos demócratas
de sembrar el pánico sobre alguien así no eran sino un
alto nivel de retórica: Yo conozco a John Ashcroft, pero no conozco
a la persona que han descrito en este debate.
Suficientes demócratas se adhirieron tácitamente a esta
posición como dar ayer la oportunidad de que Ashcroft pruebe ser
el mejor secretario de Justicia que haya tenido este país
que describen sus partidarios. En total, ocho demócratas se volcaron
a su favor. El voto de algunos era previsible, como el de los conservadores
Robert Byrd de West Virginia y John Breaux de Louisiana: otros menos,
como el del progresista Christopher Dodd. Russell Feingold de Wisconsin
(coautor con John McCain de la frustrada ley de reforma del financiamiento
de campañas políticas) había indicado sus intenciones
de manera inconfundible el martes, cuando decidió con su voto que
el Comité Judicial del Senado aprobara a Ashcroft. En esa ocasión,
Feingold enfatizó que su acción es una rama de olivo,
no una bandera blanca, y la esperanza de que la mayoría republicana
buscará el consenso en temas donde la designación de Ashcroft
podría causar problemas: como el aborto o las leyes antidiscriminación.
Sin aclarar qué significaba concretamente, Lott aceptó
ayer esta rama de olivo.
Pero si los republicanos reniegan de ese acuerdo, el senador Tom Daschle
ya aseguró que su bancada sabría qué hacer. De hecho,
Daschle interpretó la votación ayer como una victoria: Tuvimos
más de 40 senadores contra Ashcroft, esto constituye un mensaje
fuerte y no es un cheque en blanco. Superar la cifra mágica
de 40 senadores (de 100 escaños) significa que los senadores pueden
prolongar indefinidamente los debates en el Senado (lo que se conoce como
un filibustero). Así, si la administración Bush
intenta nombrar jueces fanáticamente antiabortistas, por ejemplo,
los demócratas confían en que podrán bloquearlo en
el Senado. Eso los alienta a pensar que los próximos conservadores
a ser nominados por la Casa Blanca serán más compasivos
que Ashcroft. Y el senador Charles Schumer enfatizó ayer que este
optimismo era al mismo tiempo una amenaza: Este nombramiento dividió
al país. Espero que no haya batallas similares cuando se presenten
candidaturas a la Corte Suprema.
Claves
John Ashcroft fue confirmado
ayer por el pleno del Senado norteamericano como el nuevo secretario
de Justicia.
No obstante su temible
reputación como férreo antiabortista y fundamentalista
cristiano, ocho demócratas se unieron a los 50 senadores
republicanos para aprobar su designación por 58-42. Con su
confirmación y jura ayer se completó el gabinete de
Bush.
Pero los demócratas
que votaron contra Ashcroft argumentaron que al sumar más
de 40 votos habían logrado una victoria, ya que probaban
que tenían la capacidad de boicotear posibles candidatos
extremistas. Por tanto, esperan que Bush se mostrará más
moderado cuando designe jueces de la Corte Suprema.
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SECRETARIOS
DE JUSTICIA, DEFENSA, SALUD Y AGRICULTURA
Todos los hombres de Monsanto
Por John Vidal
*
Cuando Bill Clinton era presidente
de Estados Unidos, constituía un secreto a voces que su gobierno
favorecía la biotecnología agrícola y la promovía
activamente como un lucrativo mercado potencial para Estados Unidos. Pero
resulta que la fuerza del lobby sobre alimentos genéticamente modificados
dentro del nuevo gabinete de George Bush y su relación con el líder
mundial de productos genéticamente modificados, Monsanto, es mayor
a cualquier cosa que haya existido antes. Los secretarios de Justicia
(confirmado ayer), Defensa, Salud y Agricultura, y el presidente del Comité
de Agricultura de la Cámara de Representantes tienen relación
con la firma o con la industria en general.
Se espera que el defensor más activo de los productos genéticamente
modificados sea John Ashcroft, el secretario de Justicia, que recibió
10.000 dólares de Monsanto en las últimas elecciones, la
cifra más alta que la compañía le haya dado jamás
a ningún candidato al Congreso. Ashcroft encabezó los pedidos
a la administración Clinton para promocionar las cosechas genéticamente
modificadas en países en desarrollo y para persuadir a Europa de
que las acepte. Si el nombramiento de Tommy Thompson, el ex gobernador
de Wisconsin, como secretario de Salud y Servicios Humanos se confirma,
él será el responsable de la seguridad de los alimentos,
los productos farmacéuticos y la Oficina de Alimentos y Medicamentos
(FDA), que autoriza las licencias biotecnológicas en Estados Unidos.
Thompson es un partidario de la modificación genética y
aceptó dinero de Monsanto para sus campañas. Utilizó
fondos del Estado para establecer una zona biotecnológica de 292
millones de dólares y fue uno de los 13 gobernadores de Estado
que lanzó una campaña, en parte con fondos de Monsanto,
para convencer a los norteamericanos sobre los beneficios de las cosechas
genéticamente modificadas. Ann Veneman, la nueva secretaria de
Agricultura, era directora de la compañía Clagene de alimentos
genéticamente modificados, ahora propiedad de Monsanto, y tuvo
una participación activa en las conversaciones de comercio mundial
que favorecerían a las empresas norteamericanas que exportan cosechas
genéticamente modificadas a los países en desarrollo.
Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, era presidente de Searle Pharmaceuticals
cuando fue adquirida por Monsanto. Larry Combest, un republicano de Texas
que presidirá el poderoso Comité de Agricultura de la Cámara
de Representantes, recibió 2000 dólares de Monsanto en las
elecciones del año pasado. Es conocido como un fuerte partidario
de los alimentos genéticamente modificados. Clarence Thomas, el
juez cuyo voto a favor de Bush en la Suprema Corte ayudó a decidir
la elección, fue el abogado de Monsanto de 1977 a 1979. Sus opiniones
sobre los alimentos genéticamente modificados no se conocen.
Charles Lewis, director del Centro de Integridad Pública, dijo:
Da la impresión de que Monsanto y la industria biotecnológica
tienen el potencial para influenciar indebidamente al nuevo gobierno.
Un vocero de la sociedad de caridad Christian Aid dijo: Esto no
presagia nada bueno. Deberíamos proceder cuidadosamente con los
productos genéticamente modificados. Tememos que haya aún
mayor presión sobre los países pobres para introducir la
tecnología, en detrimento de los campesinos y consumidores pobres
que pueden perder aún más el control de la seguridad de
sus alimentos. Loren Wassel, director de relaciones públicas
de Monsanto, declinó hacer comentarios para esta nota.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
OPINION
Por Claudio Uriarte
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El mapa de la derecha
La crisis de legitimidad del gobierno de George W. Bush está
lejos de haberse extinguido, pero Bush parece resuelto a zanjarla
aprovechando el impulso inicial de toda administración entrante
para conseguir la aprobación de la mayor parte de su programa
máximo antes de que la política en serio y la actividad
legislativa seria comiencen en pleno. John Ashcroft, en este sentido,
es el nombramiento más extremista de su gabinete, pero dista
de constituir su centro de gravedad ideológica; su peligrosa
y divisiva designación no fue la primera opción de
Bush para Justicia (que correspondió al gobernador republicano
moderado de Montana Marc Racicot, luego descartado por la sombra
de un escándalo de corrupción), y ahora se integra
en el abanico de un gobierno que indudablemente es de derecha pero
va desde moderados como Colin Powell en el Departamento de Estado
hasta duros como Donald Rumsfeld en el Departamento de Defensa (enfrentados
en la cuestión del escudo antimisiles), desde feroces cortadores
de impuestos como el asesor económico Lawrence Lindsay hasta
contemporizadores como el secretario del Tesoro Paul ONeill
(que enfatizó en su testimonio al Congreso que los instrumentos
principales para evitar la recesión que se viene deben ser
monetarios y no fiscales).
Pero ahora empiezan la política en serio y la actividad legislativa
en serio, y es en relación con éstas que la inestable
combinatoria del gabinete de Bush deberá definirse. Por lo
pronto, este fin de semana la administración republicana
lanzará sus primeros contactos con el mundo exterior,
hablando tanto real como figurativamente. Rumsfeld, por una parte,
tiene previsto iniciar este sábado una gira europea para
vender el escudo antimisiles, donde las resistencias
más firmes se prevén desde Alemania y Francia, y la
posición más complaciente cuándo no
desde Gran Bretaña. Bush, por su parte, hablará este
fin de semana a los legisladores de la oposición demócrata
en la Cámara baja en el retiro vacacional que éstos
tienen en Pennsylvania. Es que, pese a lo que parezca en un primer
momento, aplicar a rajatabla el escudo antimisiles supone la quiebra
de la OTAN, y las ajustadísimas relaciones de fuerzas legislativas
volverán imposible gobernar un país con más
de la mitad del electorado en contra, sobre todo a medida que el
invierno económico empiece a hacerse sentir en las comunidades
donde los congresistas son elegidos o echados de su puesto. La prueba
empieza ahora.
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Cuando
los hermanos se desunen en
un gobierno que huele a petróleo
Por
Martin Kettle*
Desde
Washington
Los hermanos son
unidos, pero el presidente Bush y su hermano Jeb, gobernador de Florida,
se han visto enfrentados políticamente a raíz de los planes
para extender el área de perforaciones de petróleo y gas
natural en el Golfo de México. El nuevo presidente llegó
a sus funciones con un compromiso de extender los derechos de perforación
de petróleo, en un esfuerzo para que Estados Unidos sea autosuficiente
en energía y evite las crisis de abastecimiento de electricidad
como la que afecta a California. Pero Jeb Bush ya le escribió a
la nueva administración que encabeza su hermano para pedirle que
abandonara los esfuerzos comenzados por la administración Clinton
para abrir más perforaciones en el mar al este del Golfo de México
cerca de la costa de Florida.
Los hermanos están en desacuerdo porque la campaña presidencial
de George Bush estuvo fuertemente apoyada por los intereses petroleros
que ahora esperan su retribución, bajo la forma de derechos de
perforación en el Golfo, frente a la costa de California, y en
Alaska. Jeb Bush, mientras tanto, se enfrentará a una dura batalla
reeleccionaria en noviembre de 2002, dominada por la crisis de la elección
presidencial en Florida. Está luchando por reconstruir su popularidad
con los votantes. El gobernador busca el apoyo del lobby ecologista del
estado, que ha hecho una de sus más importantes prioridades de
la protección de las famosas playas de Florida una de las
atracciones más importantes en un estado cuya economía depende
mucho del turismo.
Republicanos y demócratas se oponen a las nuevas perforaciones
en la costa de Florida, pero el gobernador Bush teme que lo culpen a él
si la administración de su hermano les da el visto bueno a las
petroleras. El tema en juego es el futuro del plan, presentado por el
Departamento del Interior de Estados Unidos para licitar los derechos
de perforación del lecho marino en el Golfo de México, un
plan conocido como Sale 181. El área está dividida en más
de 1000 bloques separados en una región que potencialmente
contiene recursos significativos de gas y petróleo en su mayor
parte no explorados, según el Departamento. El área
corre paralela al sur de la costa de Alabama, y la mayoría de los
bloques está a por lo menos 100 millas de la península de
Florida y a más de 200 millas al oeste de las costas de Tampa.
Si se aprueba, será la primera perforación nueva en el este
del Golfo de México desde 1988. Entre otros licitantes probablemente
estén las tres petroleras multinacionales Chevron, Conaco y Murphy
Oil, que ya están perforando en otras áreas del este del
Golfo. Las tres corporaciones dieron dinero para la campaña presidencial
de George Bush y para otros fondos de elección republicanos. La
economía de Florida está basada en el turismo y otras actividades
que dependen de un medio ambiente limpio y sano, escribió
Jeb Bush en su carta esta semana. Estoy confiado en que la nueva
administración reconocerá la necesidad de proteger los recursos
naturales ubicados mar afuera y en la costa de Florida para el beneficio
de toda la nación.
Jeb Bush dijo esta semana a los periodistas en Tallahassee: Estas
son licitaciones que están cerca de las aguas de Florida y me parece
apropiado que el gobernador de Florida represente los intereses de Florida
en ese aspecto. Su intervención fue celebrada por los interesados
en la ecología local. El gobernador siempre tuvo una posición
fuerte contra las perforaciones, pero nunca había llegado tan lejos,
dijo Mark Ferrulo, un vocero del Grupo de Investigación del Interés
Público de Florida. Es unos de los temas mejores para captar
votos en Florida, y no hay tantos por ahora.
El tema en juego será una prueba para Gale Norton, la secretaria
de Interior de Bush. Su nominación causó consternación
entre los ecologistas por sus antecedentes de fuerte apoyo a nuevas exploraciones
y explotaciones de recursos naturales, incluyendo una declaración
de que losdueños de las propiedades podrían tener un
derecho a contaminar. Sin embargo, en la audiencia de confirmación
en Washington la semana pasada, Norton desarmó a sus críticos
al negar y revertir muchas de sus posturas previas sobre los temas ecológicos,
incluyendo el comentario a favor de el derecho a contaminar
de las empresas que pagan sus impuestos. Aunque el grupo ecologista Friends
of the Earth sigue llamándola un lobo disfrazado de oveja,
la nominación de Norton fue aprobada por 18-2 por un comité
del Senado y ya obtuvo la aprobación total del Senado.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
BUSH
QUIERE SEDUCIR A LOS DEMOCRATAS
Nace la extrema Tercera Vía
Por M.K.
El presidente George Bush está
montando un operativo de seducción para persuadir a los demócratas
de alto rango que está listo y dispuesto a trabajar con ellos mientras
comienza a empujar su agenda legislativa en el Congreso de Estados Unidos.
El ejemplo más contundente de su estrategia de distensión
se supo cuando la Casa Blanca confirmó ayer que el presidente republicano
dará un paso sin precedentes este fin de semana al hablar a los
miembros demócratas de la Cámara de Representantes en el
retiro anual de estos últimos en un lugar turístico de las
montañas en Pennsylvania.
Un asesor de la Casa Blanca, Don Eberly, afirmó que el enfoque
de la nueva administración era la extrema Tercera Vía.
En una entrevista del Washington Post, Eberly dijo que Bush apuntaba nada
menos que a repensar la política social en sintonía
con los principios comunitarios establecidos por pensadores tales como
Robert Putnam y Amitai Etzioni. La idea de Bill Clinton yendo a una reunión
de los republicanos de la cámara durante su presidencia hubiera
sido impensable para ambas partes. Pero Bush pidió ser invitado
al retiro a puertas cerradas de sus oponentes políticos en Nemacolin
Woodlands y los líderes demócratas aceptaron.
Bush ha hecho lo imposible, en varias ocasiones bien publicitadas, por
seducir a sus oponentes políticos, haciendo uso de un amplio repertorio
de estratagemas. Anoche invitó al senador Edward Kennedy y a su
familia a ver la nueva película de Kevin Costner, 13 días,
en la Casa Blanca. El film muestra el manejo del presidente Kennedy durante
la crisis cubana con los misiles en 1962. También estuvieron presentes
el congresista Patrick Kennedy y Kathleen Kennedy Townsend, vicegobernadora
de Maryland. El martes, Tom Daschle, el líder demócrata
en el Senado, almorzó mano a mano con el presidente en la Casa
Blanca; el miércoles, Dick Gephardt, el líder de la minoría
demócrata de la Cámara de Representantes, recibió
la misma invitación.
Esa noche, Bush se reunió con los congresistas negros durante 90
minutos en una conversación tomando café con masitas. Tres
congresistas negros de Florida, donde un número de votos negros
se contaban entre los excluidos de recuento en la disputa de la elección
del año pasado, boicotearon el evento.
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