La afiliación de Pablo Picasso al Partido Comunista francés
tuvo más que ver con una coyuntura de época que con sus
reales convicciones. Aunque su corazón seguía estando con
los anarquistas, consideró que la única alternativa contra
el fascismo era el comunismo. La investigadora Gertje Utley, autora del
libro Picasso: los años comunistas, maneja esta idea ante quienes
se preguntan cómo pudo Picasso cuyas simpatías
políticas estaban con el anarquismo y como artista plástico
militó con el modernismo ante el realismo soviético
afiliarse al Partido Comunista (PC).
Esto es incomprensible para muchos estadounidenses por lo que sabemos
retrospectivamente sobre el comunismo, pero para entenderlo hay que tener
en cuenta el peso y la influencia entonces de los intelectuales y de los
artistas en la vida pública de Francia, sostiene la biógrafa.
Picasso no perdonó los crímenes de (el dirigente soviético)
Stalin y ante los excesos reaccionaba diciendo que, puesto a elegir, escogía
el mal menor, según Utley. El artista tampoco ocultó
sus reservas a propósito de las cosas que los comunistas
les hicieron a los anarquistas en los días de la República
y durante la Guerra Civil Española (1936-1939), agregó.
Hay que saber que uno de los grandes éxitos comunistas desde
el punto de vista propagandístico en esos años fue hacer
creer al público que había una opción: se era comunista
o fascista, dijo.
En aquellos años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), bajo
ocupación alemana en Francia y otros países europeos devastados,
el comunismo no era tanto el reflejo del marxismo. Ser comunista
era algo que se expresaba por medio de la simpatía con la clase
obrera, añadió Utley. En los doce meses que siguieron
a la liberación de París y al final de aquella guerra se
afiliaron al PC 500 mil personas, entre ellas Picasso, que en 1946, con
el carné 475.537, pasó a ser miembro de la Célula
704.
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