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El caso de Walter Bulacio llegó a
la Corte Interamericana de DD.HH.

La CIDH elevó a la Corte la demanda contra el Estado argentino por la muerte del chico. Así, la Federal queda ahora en el banquillo.

El caso de Walter es emble-
mático de la brutalidad policial.
Es el primer caso de violencia policial que llega a la Corte.

Por Cristian Alarcón

A casi nueve años de la muerte de Walter Bulacio, su caso, quizás el más emblemático de la brutalidad policial, llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Después de haber escuchado a los familiares del joven y los descargos oficiales, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) consideró que el Estado argentino violó los derechos a “la libertad ambulatoria, la integridad física y la vida” de Walter, pero también el de recibir justicia por parte de sus padres. La decisión de la CIDH es inédita. No sólo es éste el primer caso de violencia policial del continente que llega a la Corte Interamericana sino que, además, los jueces deberán analizar “los graves patrones de las policías argentinas, como las razzias, las torturas y las muertes en comisarías”, según aseguró a este diario Víctor Abramovich, director ejecutivo del CELS, uno de los organismos denunciantes.
Fue el 19 de abril de 1997, después de una de las marchas en las que miles de jóvenes pedían justicia por Walter. Ese día la abogada María del Carmen Verdú, de la Correpi, anunció junto a los familiares del chico que ante la inmovilidad judicial denunciarían el crimen ante la CIDH. El caso era particular para ese trámite. Se supone que la Comisión interviene cuando se agotan las instancias de la Justicia nacional, como ocurrió -sin la segunda apelación– con el caso Tablada, o en las desapariciones de los jóvenes mendocinos Garrido y Baigorria, y Pablo Guardatti. “En este caso ni siquiera ha habido sentencia. La investigación fue un fracaso porque fue tan lenta que hasta hoy no existe el pronunciamiento de si hubo o no delito”, le dijo ayer a Página/12 Andrea Pochat, abogada del CELS.
Walter Bulacio tenía 17 años, soñaba con un viaje de egresados a Bariloche, y por eso había comenzado a trabajar como caddy en el Club Municipal de Golf de Aldo Bonzi, donde vivía con sus padres, Graciela y Víctor. El viernes 19 partió hacia el barrio de Núñez. Los Redondos tocaban en Obras Sanitarias. Cuando llegó, ya no había entradas. A las diez de la noche, la policía hizo una razzia con carros, perros y bastonazos. Los testimonios coinciden en que un centenar de jóvenes fueron apaleados. Setenta y tres de ellos fueron detenidos y trasladados en colectivos de la Policía Federal a la comisaría 35ª. Walter y diez chicos más fueron alojados en una celda que llevaba el eufemístico nombre de “sala de menores”. Ningún juez fue avisado de su detención. Ni en ese momento ni cuando se descompuso, y vomitó en la seccional. Luego lo llevaron al hospital. Murió cinco días más tarde. El responsable del operativo era el comisario Miguel Espósito, a quien luego el policía Fabián Sliwa señaló como el que golpeó con un bastón en la cabeza al adolescente.
El planteo de Verdú en el escrito inicial a la CIDH señala la violación no sólo del derecho a la vida, a la libertad personal –los detenidos en el recital fueron presos sólo por esperar en la puerta–, sino también al “recurso sencillo y efectivo”, o sea, la administración de justicia para los familiares demandantes. En abril de 1996, la Fiscalía solicitó 15 años de prisión para el comisario Espósito, pero todavía no se lo condena ni se lo absuelve del delito de “privación ilegal de la libertad”, el único que se le imputó por las detenciones sin causa de aquel día de rock y furia. “Cuando el procedimiento ha sido particularmente largo, es el Estado denunciado el que debe dar explicaciones sobre la duración del proceso”, se lee en el documento presentado hace tres años ante la CIDH. El proceso judicial puesto en marcha en la Comisión obligó al Estado argentino a una instancia de negociación amistosa con los familiares del joven en 1999. Su madre –el padre falleció en medio de la tristeza en abril del 2000– pidió antes de hablar de una indemnización que se derogaran las normas que facultan a la policía a detener personas arbitrariamente.
Ese fue un punto infranqueable. Por ello la demanda continuó adelante, en secreto, camino a la Corte. La decisión de la CIDH es un hito en la historia de los derechos humanos en Latinoamérica. Hasta el momento, lamayoría los casos que son elevados a la Corte han sido violaciones cometidas por gobiernos dictatoriales o en democracias tuteladas como la peruana. La Policía Federal debuta en el estrado más importante del continente con el caso Bulacio. “Es un paso extremadamente importante -sostuvo ayer Abramovich, del CELS–. La Corte va a discutir la práctica de las razzias, las detenciones masivas de personas, además de otras cuestiones sumamente importantes como las obligaciones del Estado cuando tiene en custodia a menores.” Los jueces que analizarán el caso en Costa Rica, sede de la Corte, pueden obligar al Estado no sólo a indemnizar a la familia y a investigar el crimen sino a modificar las leyes que, como la ley 23.950 de averiguación de antecedentes, habilitan a la policía a detener ciudadanos con arbitrariedad y sin controles.

 


 

ROBERTO SCHLAGEL, EN LIBERTAD
Bernasconi se quedó solo

Bernasconi se quedó solo tras las rejas: el ex secretario del juzgado federal de Dolores, Roberto Schlagel, que también estaba preso condenado por asociación ilícita, salió de la cárcel ayer por orden de un tribunal porteño tras un pedido de excarcelación de sus abogados, con el argumento de que ya cumplió las dos terceras partes de la pena.
Schlagel, condenado a ocho años de cárcel por ser hallado culpable de integrar una asociación ilícita dedicada a armar causas por droga, salió en libertad ayer por la tarde después de notificarse en los tribunales federales de Retiro. También estaba acusado de privación ilegítima de la libertad y falsificación de instrumento público, en la causa conocida como “Escobar Mercado”.
Ramiro Gutiérrez, su defensor oficial, explicó que “luego de hacer una estimación del monto de la pena, se comprobó que Schlagel ya había cumplido las dos terceras partes, por lo que no hay ningún impedimento legal para que esté libre”. Ahora el único que está preso por el resonado caso Coppola es el ex juez federal de Dolores, Hernán Bernasconi.

 

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