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REACCIONES ANTE EL ANUNCIO DE LA EXTRADICION DE CAVALLO A ESPAÑA
“Un precedente a nivel mundial”

Las organizaciones de derechos humanos saludaron la decisión del gobierno de México. La defensa del represor apelará.

Ricardo Cavallo, represor.

Las organizaciones de derechos humanos festejaron ayer la decisión del gobierno mexicano de conceder la extradición a España del ex militar argentino Ricardo Miguel Cavallo y señalaron que sienta un precedente importante para casos similares de delitos cometidos por los regímenes militares del Cono Sur. La defensa del detenido anunció que interpondrá un recurso de amparo y agotará todas las instancias legales, lo cual podría alargar el caso al menos seis meses más y llevarlo hasta la Suprema Corte mexicana.
El gobierno de México concedió el viernes la extradición a España del ex militar para que sea juzgado por los delitos de genocidio, tortura y terrorismo durante la última dictadura militar. Familiares de las víctimas de la dictadura argentina residentes en México agradecieron al gobierno mexicano, a la Cancillería y al juez Jesús Guadalupe Luna la decisión. “Agradecemos a México por devolver la esperanza de que los secuestradores, torturadores y criminales como Cavallo ya no quedarán impunes”, dijeron los argentinos en un comunicado. “Esta decisión sienta un precedente jurídico de primera magnitud a nivel mundial contra el genocidio.”
Para Human Rights Watch, “México está haciendo historia” y “dando un paso extraordinario en el proceso de buscar responsables”. Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, destacó que “es la primera vez que un país extradita a un detenido al sitio donde es requerido y no a su país de origen. Eso facilitará en el futuro las próximas acciones en Francia, Alemania e Italia, donde tenemos juicios”. Y agregó que en marzo, cuando viaje a España, se pondrá a disposición del juez Baltasar Garzón para aportarle las pruebas que tenga.
En cambio Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, no depositó demasiadas esperanzas en la extradición de Cavallo. “Es bueno porque se confirma a nivel internacional lo que venimos diciendo desde hace tantos años. Pero Cavallo tiene plata, puede sobornar y no creo que vaya a quedar preso. Va a pasar lo mismo que con los sobornos en el Senado”, dijo a Página/12.

 

OPINION
Por Martin Granovsky

�Que tiemblen los represores�

A los 47 años, Jorge Castañeda es uno de los intelectuales más brillantes de América latina. Hijo de un canciller mexicano, antiguo militante de izquierda, profesor universitario en su país y en los Estados Unidos, pocos como él combinan un conocimiento tan directo de todo el continente y una percepción tan clara de los vínculos regionales con Washington. Polémico, Castañeda escribió una biografía iconoclasta del Che Guevara y un libro muy interesante –sin duda mucho más interesante que el anterior– sobre la izquierda y la democracia, La utopía desarmada. Al historiar críticamente la complicada relación de una con otra dijo: “Su sospecha (la de la izquierda) y desdén por el régimen democrático ‘formal’ emana por lo menos tanto de la familiaridad histórica de la región con los límites reales de la democracia como de la crítica leninista a la `democracia burguesa`”. Pero la decisión más polémica de Castañeda fue su incorporación a la campaña del conservador Vicente Fox y el diseño de una estrategia para comerle votos al Partido Revolucionario Democrático y traspasárselos a Fox formando una coalición de hecho para ganarle al Partido Revolucionario Institucional, cosa que efectivamente ocurrió y tuvo, para Castañeda, un apetecido resultado personal: Fox lo nombró canciller.
¿Es Fox la forma de romper el PRI y, así, terminar la tarea de desarticular México iniciada por el priista Carlos Salinas de Gortari, con el agregado de un conservadurismo integrista? ¿O marca el comienzo de una etapa de democratización que después dejará abiertas posibilidades múltiples, cerradas antes por la hegemonía indestructible del PRI?
“Mis amigos de la Argentina me critican, pero ésta también es una alianza, con sectores diferentes, y ya verán las sorpresas que vamos a dar”, comentó Castañeda el año pasado, de paso por Buenos Aires, mientras negaba la primera interpretación.
Pronosticar el futuro mexicano es tan imposible como acertar con el argentino. Pero algo es seguro: el último viernes Castañeda fue el gestor de una sorpresa extraordinaria, de esas que alegran el corazón y reivindican un fulgurante destello de lucidez para la clase política. Tarde en la noche, a esa hora de los viernes en que todo México se prepara para beber hasta la madrugada del sábado, firmó una resolución de la Cancillería apoyando la decisión judicial de extraditar a España al represor argentino Ricardo Miguel Cavallo. Por primera vez un país decidía encarnar lo más avanzado del derecho internacional de los derechos humanos consagrando a fondo la extraterritorialidad de la Justicia para crímenes contra la humanidad. Si los jueces desestiman la apelación de Cavallo, el criminal de un tercer país que no es México ni España sino la Argentina, deberá ser enviado a Madrid para que lo juzgue un magistrado por delitos cometidos en Buenos Aires.
Para Castañeda, que está casado con una chilena antipinochetista, la decisión debe haber tenido el sabor de un gran desafío personal y político. Pasará a la historia con una sorpresa a favor de los derechos humanos. Para Fox la extradición es muy útil: queda como un presidente mexicano distinto sin necesidad de hacer demasiada teoría. Y ambos aparecen nimbados con un aura de apego a la democracia y al derecho más moderno.
Los cuestionamientos, ahora, son previsibles. Cualquiera podrá decir que, para Fox, es más fácil quedar bien con Garzón y los dirigentes de derechos humanos del exterior que investigar, por ejemplo, la masacre de estudiantes en Tlatelolco, en 1968. O argumentar que el derecho internacional de los derechos humanos representa la variante presentable de la globalización y el atropello a los Estados nacionales.
Pero la realidad es más sencilla. ¿Por qué una causa noble como la de los derechos humanos debería despreciar la conveniencia política ajena? ¿Por qué debería basarse solo en una serie de actitudes impolutas,coherentes e ideológicamente puras –y, sobre todo, coincidentes ciento por ciento con las propias– por parte de los gobiernos? ¿Desde cuándo los partidarios inteligentes de un objetivo maravilloso como la persecución de los crímenes de las dictaduras deben ser bobos incapaces de apreciar una nueva tendencia internacional? Volviendo al Castañeda de La utopía desarmada, ¿por qué desconfiar de la democracia?
En el fondo del proceso de extradición de Cavallo se halla un dato vigoroso de la realidad: el derecho internacional de los derechos humanos es el derecho de las víctimas y sus familiares –no pertenece a los victimarios, ni siquiera en primer lugar a los Estados– y avanza desparejamente. Lo impulsan dirigentes humanitarios. Lo aceptan funcionarios y jueces a veces por conveniencia propia, otras por convicción personal y a menudo por ambas a la vez. Por eso la decisión mexicana no se opone a la realidad argentina sino que la complementa. Aquí, la sociedad empujó desde 1985 el juzgamiento del pasado, y volvió a empujarlo en los últimos años, hasta lograr la cárcel para Jorge Videla o Emilio Massera por el robo de bebés, aunque ambos habían sido indultados por sus delitos de homicidio y torturas. Sin esta realidad tan fuerte en la Argentina, sin la admirable tenacidad de los organismos de derechos humanos y la constancia de un abogado como Carlos Slepoy en España, no habría hoy un Baltasar Garzón ni un Jorge Castañeda, y tampoco un juez Juan Guzmán Tapia en Chile, pero sin un Garzón o un Castañeda todo sería más duro, aquí y en Santiago.
No es que cualquier delito pueda ser juzgado, de aquí en adelante, con criterio extraterritorial, o sea, fuera del sitio donde se cometió. Es que así ocurre con los crímenes contra la humanidad como el genocidio. (Dicho sea de paso, la decisión mexicana de incluir el delito de genocidio entre las razones para la extradición de Cavallo da por cierta la interpretación de un juez de México, receptivo a la idea de Garzón, según la cual en la Argentina la dictadura se propuso la supresión de un grupo nacional completo, el de los disidentes con el régimen militar.) No es que la Justicia de un país débil como la Argentina dejó el último viernes de ser soberana. Es que no hay principio mayor que el respeto al derecho de un ciudadano por encima de cualquier otra cosa. La soberanía argentina no ha sido humillada por México y España. Es al revés: la soberanía popular de los argentinos, que nunca estuvieron de acuerdo con el final para la persecución penal de los criminales, se continúa en Madrid del mismo modo que ocurre en tribunales de todo el país.
Para los argentinos, la decisión de México tiene además la satisfacción de una segunda vuelta. Hace muy poco, una corte italiana decretó irresponsablemente la libertad del represor Jorge Olivera, detenido en Roma y reclamado por Francia. El de Olivera podría haber sido el primer caso de Justicia extraterritorial con procesamiento del condenado en su presencia, subiendo un escalón respecto de los juicios en ausencia como los que llevaron al juzgamiento de Alfredo Astiz en Francia y Carlos Guillermo Suárez Mason en Italia. Pero no fue así, y hubo que esperar hasta el desenlace del caso Cavallo, que ojalá concluya en las cortes de Madrid.
Lo dijo ayer Juan Gelman en México, con solo cuatro palabras: “Que tiemblen los represores”.

 

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