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ES DIFICIL QUE EL ELECTORADO NOTE A TIEMPO UNA MEJORIA
Cómo votará la economía en octubre

Aunque ya hay buenas noticias financieras, es improbable que la reactivación llegue a tiempo para modificar la decisión de los votantes.

La mejora esperable en la economía no sería ni tan amplia ni tan veloz como anhela el Gobierno.

Por Julio Nudler

Casi 300.000 pobres más, que sólo pueden consumir menos que antes. Congelamiento del gasto público tanto nacional como provincial. Imposibilidad de estimular el gasto privado mediante alguna impactante reducción de impuestos. Las perspectivas de una rápida mejora en la difícil situación económica de los argentinos se dilatan hacia un horizonte algo alejado. La pregunta política, entonces, es si la reactivación será notada a tiempo por el público para influir su intención de voto en las elecciones de octubre. Para la Alianza, el único dato por ahora realmente promisorio es la tendencia descendente en las tasas de interés, pero habrá que ver si la demanda de crédito reacciona. Medidas redistributivas del ingreso no pueden esperarse porque no figuran en el menú del Gobierno, más allá del llamado gasto social.
Con el compromiso asumido de que el déficit fiscal de este año sea más o menos el mismo del 2000, la gran apuesta de Economía es a que la recaudación tributaria suba lo necesario, teniendo en cuenta, primordialmente, el aumento de unos 1500 millones en la factura de intereses de la deuda pública. Según estimaciones del Ieral, la recaudación, sin seguridad social, debería crecer 1344 millones este año, lo que equivale a un 3,4 por ciento, aun absorbiendo los menores ingresos que el fisco obtendría por algunos tributos aligerados (a los intereses, ganancia mínima presunta y bienes personales).
Esto significa, en otros términos, que los impuestos determinantes serán los que reflejan el nivel de actividad, con el IVA a la cabeza. La cuestión es formulada por la consultora Ecolatina en términos de dilema: ¿pueden reducirse los impuestos sin reactivación, o puede haber reactivación sin reducir impuestos? Dicho de otro modo: ¿se tiraría José Luis Machinea a la pileta, con una poda de gravámenes que se anticipe al aumento de la recaudación para provocar la reactivación, como están reclamando la Unión Industrial, la CGT y, en el caso automotor, los gobernadores De la Sota y Ruckauf? Naturalmente no, y menos arriesgando el blindaje.
Aunque después de las duras lecciones del 2000 ganó popularidad entre los economistas la idea de que el ajuste fiscal no conducía al crecimiento sino, por el contrario, el crecimiento es la condición para alcanzar el equilibrio fiscal, ahora, al replantearse la cuestión, el ambiente se llena de dudas. Parece más fácil impartir cátedra sobre el pasado que decidir una opción para el futuro. Estos días, tras las novedades esperanzadoras de enero (baja de un punto en la tasa de interés por parte de la Reserva Federal, depreciación de dos tercios de punto del dólar frente al euro, baja de 150 puntos en el riesgo país argentino, etcétera), vuelve a afirmarse el pensamiento conservador.
Pero las dudas permanecen. Como se vio en los dos últimos años, la recesión se metamorfosea directamente en pobreza e indigencia, sin que la política económica y social accione ningún amortiguador eficaz. Menos claro es si una reactivación como la esperable beneficiará rápidamente a los descendidos y reconciliará a algunos con el oficialismo.

 

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