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KIOSCO12


LA HISTORIA DE COMO LOS VECINOS DE BELGRANO ORGANIZARON SU PROTESTA
“¿Y si mañana cortamos de nuevo?”

Son los autoconvocados y nadie sabe quién empezó ni cómo arrancó. Hay internas, hay sospechas de manipulación política, hay entusiastas de �desconocer la autoridad� y otros que sólo piensan en indemnizaciones. El rol de los medios y los �capitalistas de Monroe�.

El trailer-oficina del gobierno de la ciudad, centro de atención y foco de las protestas.

Por Horacio Cecchi

El barcito de Jeremías Santos, el Gijón, tiene una ubicación estratégica: se encuentra a cinco metros de la esquina de Blanco Encalada y Cabildo, sobre la primera. El miércoles 24 de enero, la tormenta desbordó en torrente y el torrente desbordado transformó la ubicación estratégica del Gijón en un afluente gastronómico del arroyo Vega. Al martes siguiente, a las 12.30, ya relativamente seco, el Gijón recuperó parte de su autoestima como centro espontáneo de reunión de vecinos y comerciantes. Se habían autoconvocado, siguiendo los rudimentos básicos de un ejercicio novedoso en la región. “Que nos indemnicen”, reclamaba un comerciante. “¡Que vengan a poner la cara!”, exigía la esposa de un kiosquero. Media hora después, el grupo ya no era grupo, superaba el centenar y había avanzado sobre Cabildo, hasta cortar la avenida e interrumpir el tránsito, sin saber cómo había llegado hasta esa instancia, sin saber que retomaba la experiencia espontánea de dos años antes –cuando Edesur sumergió a media ciudad en la oscuridad y fue blanco de críticas de la ciudad entera– convencido de que el método llamaría la atención al periodismo, y que detrás de las cámaras llegarían los funcionarios.
Desde el miércoles 24, a las 18.34, hasta el sábado siguiente por la mañana, la esforzada zona de Blanco Encalada y Cabildo y las manzanas cercanas fue nada más que baldes de agua hacia afuera, y jabón, cepillo y lavandina hacia dentro. No hubo tiempo siquiera para el llanto. Pero el sábado, algo cambió en el humor de los inundados de Belgrano. “Empezamos a hablar entre nosotros, comentarnos lo que nos había pasado”, explicó José a Página/12. José es dueño de una cerrajería ubicada casi sobre la esquina de Cabildo y Blanco Encalada. O Cabildo y el arroyo Vega, como desde hace unos días conocen a Blanco Encalada, la calle “que corre por abajo del Vega”, lanzó el kiosquero.
El domingo, runrún y correveidile hicieron de lo suyo entre vidrieras sin vidrio y alfombras empapadas. “¿Y esto quién me lo paga?”, decían unos. “Hay que reclamarle al gobierno”, insistían otros. La cita fue el martes, a las 12.30 en el Gijón de Jeremías. Nadie supo explicar quién inició la movida. Tampoco cómo surgió la idea de hacer varios cortes: cortar Cabildo, cortar con lo de las inundaciones y cortar con el notemetás. “¿Y si mañana cortamos de nuevo?”, empezaron a preguntarse entusiasmados. Lo cierto es que a las 12.30 eran unos 20 y media hora después, más de cien indignados cortaban la avenida con rudimentarias pancartas. “Lo hicimos para que vengan los medios”, aseguró José. “Es la única forma que te escuchan los de arriba”.
Y la lógica no parecía errada. El miércoles 31, el secretario de Obras Públicas porteño, Abel Fatala, y su trailer-oficina se instalaban en el epicentro de la tormenta. “No podía tener más mala suerte –sonrió José–. Porque habíamos anunciado un nuevo corte, estaban todos los medios y justo se largó a llover. Cayeron unas gotas y esto era un río de nuevo. Cuando llegó Fatala, nos lo queríamos comer crudo. Teníamos sed de sangre”.
Pero el miércoles ya no eran cien sino quinientos. “Un grupo de autoconvocados sacó un volante que exigía ‘¡Indemnización Ya! No al endeudamiento’”, recordó José, que prefirió mantener su apellido en el anonimato, por lo menos de los medios, porque en el barrio lo conocen todos. Por la noche, en el Gijón, los autoconvocados comenzaron a chocar con los primeros frentes de tormenta internos, dificultades obvias en toda organización espontánea. “Es por el subte, hay que pedir explicaciones”, levantaba su versión uno. “¡Qué tiene que ver!”, respondía otro. “Hay que juntarnos y exigir una indemnización”, sostenía el heladero.
La idea era conformar comisiones: una técnica, una legal, una de prensa y difusión. “Hay ingenieros”, explicó Ana Lía. “Yo estudio abogacía. Cada uno, lo que puede”. Pero las comisiones no se conformaron ese día. “A mí me pareció que había manejos políticos”, explicó Rosa, psicóloga y esposa de Roberto, del local de Rock & Jeans. “Vino gente que no tiene nada quever con el barrio. Yo no quiero hacer política, quiero resolver el problema, por eso, preferí no ir más a las reuniones”. “A mí me pidieron que participara –afirmó Luján, de His & Hers–. El agua destruyó mi local, pero cuando me enteré de que iban a ir a una Unidad Básica dije que no iba conmigo. Hoy (por el viernes) vino una inspectora al local porque presentamos el reclamo ante el gobierno. Me pidieron las facturas de mis productos, que se perdieron en la inundación. ¿Por qué no vinieron a buscarlas cuando acá había dos metros de agua? Recién aparecen ahora.”
José Luis Acevedo, también psicólogo, pero que sí participa en las reuniones, pone en práctica sus artes para mediar entre las diferentes posiciones. “Es difícil. No queremos partidizar y estamos aprendiendo”, dijo. “Acá, lo importante es que estamos pidiendo explicaciones al gobierno que no cumple con sus responsabilidades”. “Lo importante es que ésta es la primera vez que desconocemos la autoridad política”, aseguró entusiasmado José, el cerrajero. Del otro lado, Roberto estaba convencido de que “lo que hace falta es que abran canales de participación. Esta (la comisión autoconvocada) es una oportunidad histórica. Pero yo no estoy de acuerdo en que se vaya a confrontar con el gobierno. Yo veo que el hecho de que hayan creado un fondo para los damnificados es bueno. Es la primera vez que me visita un funcionario. No me parece que haya que confrontar porque sí. Eso me huele a manija política”.
Fuera de los escarceos y la organización germinal, un tema es recurrente entre los vecinos de Arroyo Vega, ex B. Encalada: la frontera de Monroe. Los de este lado (B. E.) llaman “los capitalistas” a los de la avenida. “Si decís que sos de Monroe se les paran los pelos de punta”, describió Ricardo Castro, dueño de una vidriería sobre Monroe y activo participante en los reclamos realizados a mediados del 2000 para detener la obra del aliviador del arroyo Vega que, según el Plan Hídrico presentado en 1998, debía recorrer bajo la mentada avenida. “Nos opusimos en aquel momento porque se había prometido que harían la obra a razón de 12 cuadras en 7 meses. Tardaron 5 meses para las primeras 2 cuadras. Pero además estaba mal el proyecto. Ahora, con la situación que se generó en Blanco Encalada, no nos oponemos más. No queremos ser una excusa del gobierno, los chivos emisarios. No tenemos por qué enfrentarnos entre vecinos. Lo que vamos a hacer es fiscalizar. Si dicen que van a abrir y cerrar 100 metros cada 30 días, que lo cumplan.”

 

DOS VISIONES OPUESTAS

OSCAR LANDI
Momento positivo

“La gente está usando los medios en función de cierto desarrollo de su conciencia cívica. No es contradictoria la presencia de los medios: una inundación, un accidente, un semáforo que no anda son elementos mediáticos. No es un mero hecho instrumental para construir la escena del conflicto o para aparecer en cámara. Los medios ya están incorporados a la lógica de la acción de la gente. Lo que existe es un elemento de autonomía de la sociedad civil más alto, que sigue una lógica no partidaria. Entonces, los medios son parte de una conciencia mayor, más cívica, de demanda que piensa que no hay tantas mediaciones de representación política entre la gente y el Estado. De hecho, los que tratan de usar los medios son los políticos. Lo de la gente fue más sentimental y expresivo”.
“Me parece un desarrollo positivo. Este es un momento de crisis y transición de época en el que todo lo que aumente la autonomía de la sociedad civil es importante. Evita que el descreimiento de la política derive en anomia o privatismo. La gente, digamos, sale de la política, pero no sale de su vida”.

RICARDO SIDICARO*.
Pequeños burguéses

“Cuando se movilizan los obreros o los desocupados, uno puede decir que todos los que están son, pero que no están todos los que son. Es decir, que uno está viendo la punta de un iceberg. En este caso, uno ve a todos lo que fueron afectados en su interés directo: no hay iceberg. Llama la atención porque ocurre en Belgrano, con gente que se considera privilegiada, que tiene negocios. No son piqueteros, es gente que considera que tiene derechos y establece una relación muy mano a mano con la política, que no se siente inferiores a sus representantes. Pero es un fenómeno menos que corporativo, que se acaba en sí mismo. Sus protagonistas son gente antipolítica, defensora de propiedad que siente no cuidada. La mayoría son gente que sobreexplota chicos, no paga horas extras, evade, hace trabajar en negro. La desesperación del pequeño burgués puede ser potencialmente reaccionaria. La rabia del pequeño burgués nunca augura cambios progresistas. Esto es muy distinto a una reivindicación progresista. No hay que olvidar que no todo acto de protesta es positivo, no todo el que asume la palabra tiene la razón”.

* Sociológo.

 

REPORTAJES
La lógica de la protesta, la del
mercado y la de los políticos

Daniel García Delgado es director del área de Estado y Políticas Públicas de Flacso y analizó para Página/12 el levantamiento de los vecinos de Cabildo y Blanco Encalada. En las consignas y protestas, encuentra un mensaje a los dirigentes y un choque de lógicas.

Por Mariana Carbajal

Nunca antes frente a una inundación en Buenos Aires, sus damnificados alzaron la voz tan alto para reclamar al gobierno porteño una indemnización por los daños sufridos. Nunca antes el anegamiento recurrente de barrios como la Boca y el mismo Belgrano desembocó en una movilización popular con tanta fuerza, como esta que obligó al jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, a ofrecer ayuda directa y descuentos en los impuestos a los inundados, algo inédito en la historia de la Ciudad. ¿A qué responde el fenómeno? ¿Puede ser el germen de un movimiento mayor contra la inacción de los funcionarios? ¿Es un signo del crecimiento del poder de la sociedad civil frente a los gobernantes? En una entrevista con Página/12, el politólogo Daniel García Delgado, director del área de Estado y Política Públicas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) analiza el levantamiento popular protagonizado en los últimos días por los vecinos y comerciantes de Cabildo y Blanco Encalada. “Tuvo un tinte muy anticlase política”, aseveró el investigador. Y consideró que está creciendo entre la gente la idea de que “si no sale a la calle, no se organiza, no protesta, y no hay una presión directa sobre los funcionarios, los gobernantes no actúan y la lógica natural del mercado los margina”.
–¿Por qué surgió ahora esta movilización ciudadana, a pesar de que las inundaciones no son nuevas en la Ciudad?
–Es cierto, hubo otras inundaciones importantes. La Boca se inundó históricamente, pero era un fenómeno considerado irreversible: había sudestada, había inundación. Y la otra gran diferencia es que afectaba a sectores más humildes, postergados, habitualmente destinatarios de acciones solidarias, ya sea del lado gubernamental o privado. Esta última inundación afectó a otro grupo social, sectores medios en problemas serios, que no tienen más remedio que salir a la calle porque están en peligro de quedar fuera del sistema. Son pequeños comerciantes, vecinos, que están endeudados, que sufren el costo de los servicios y una recesión que lleva casi tres años, con la sensación de promesas incumplidas, de que la política no responde a sus necesidades...
–Un caldo de cultivo explosivo...
–Sí. Es un contexto propicio para la explosión de sectores sociales que están muy al límite. A esta situación se suma un segundo factor que es la crisis de las mediaciones o crisis de representación. La movilización de los vecinos de Belgrano es muy anticlase política. La gente siente que vota, pero que los elegidos no los representan. Ve a la clase política burocratizada, aislada y en algunos casos corrompida.
–Un dato llamativo es que antes de la gran tormenta del 24 de enero, el barrio de Belgrano ya se inundaba, pero nunca se escuchó la bronca de la gente como ahora.
–Tampoco nunca llovió con esta magnitud. Pero aquí se dio otro factor: una muerte siempre tiene algo de emblemático. En este caso, la muerte de cinco ancianas muestra que se ha rebasado el límite tolerable. Al mismo tiempo convergen otros factores: la situación social de sectores muy golpeados por la crisis económica, sin una respuesta; en algunos casos son sectores que han votado a este gobierno y no reciben una contraprestación en ese sentido. Ante eso, la respuesta es recurrir a los medios o a la Justicia.
–¿Cómo influyeron los medios en esta especie de levantamiento popular?
–Los medios de comunicación tienen una importancia fundamental. Lo que no aparece en la prensa, en la tele, en la radio, no parece tener gravitación o relevancia. Y evidentemente, la gente de Belgrano tiene mejor acceso a los medios que la de la Boca.
–¿La movilización de Belgrano puede entenderse como un crecimiento de la conciencia ciudadana?
–Ese sería el tercer elemento. Podría haber dos interpretaciones: una conciencia que dice: “Estoy podrido, muy molesto, pago los impuestos y me inundo”. Y otra que plantea: “Para conseguir algo hay que salir a la calle. Si no luchamos, no nos organizamos, no pasa nada”. Es decir, está creciendo la idea de que sin la presión directa, los gobernantes no actúan, si no se protesta, la lógica natural del mercado los margina, los pone en peligro.
–¿Cómo podría mejorar el sistema de democracia representativa?
–Hay dos aspectos en los que se está en deuda en este modelo de democracia representativa. Por un lado, es necesaria una mayor descentralización del poder, a través de la creación de comunas o alcaldías como tienen otras ciudades importantes como París. Se prometió hace dos o tres años, pero todavía no se avanzó. La clase política está debatiendo el reparto de poder. Mientras que no haya algún tipo de autoridad más descentralizada y mayor vinculación.... imagínese, es difícil que un secretario de Obras Públicas en una ciudad de 3 millones de habitantes pueda involucrarse con todos los problemas de su área, con la preocupación que cada uno de ellos merece. La descentralización permitiría atender más inmediatamente los reclamos y las circunstancias específicas. Tal vez, si existieran las comunas, la obra hidráulica prometida a los vecinos de Belgrano no se hubiera demorado. Los funcionarios hubieran estado más atentos.
–¿Y el segundo aspecto?
–Otro elemento que está en mora es el mejoramiento del funcionamiento de los entes de regulación de los servicios privatizados. La gente tiene la sensación de que no los defienden y que incluso, a veces salen a defender el alza de tarifas pretendida por las propias empresas. Falta una conciencia política de que la lógica empresaria por sí sola va a tender a maximizar ganancias, maximizar altísimas tasas de interés, con escasa inversión y poca preocupación por los usuarios.
–Otro hecho que llamó la atención estos días es que legisladores de la oposición que quisieron capitalizar el malestar de los inundados fueron repudiados por los mismos damnificados.
–Hay una sensibilidad muy antipolítica. La gente observa que los políticos, en realidad, tienen una lógica de captación, pero después defraudan nuevamente.
–¿Este reclamo generado en el barrio de Belgrano puede resultar el germen de una movilización popular más amplia?
–Es posible. La gente está diciendo a los gobernantes: “señores, ¡basta!”.
–Salvando las distancias, ¿podría hacerse un paralelo con el foro social de Porto Alegre?
–Tal vez sería un poco extremo o forzado. Lo que también ese foro está demostrando es que la lógica financiera y de las grandes empresas que dominan el capitalismo neoliberal sólo parece reaccionar si hay protestas y si hay lucha. Hasta ahora, no han actuado y han desconocido estas cuestiones. Pero las movilizaciones de Seattle, Praga, Davos están mostrando la generación de una nueva conciencia de carácter global, contra el capitalismo deshumanizador y antiecológico, que está excluyendo grandes sectores y sobre todo, está excluyendo el futuro, la esperanza. Lo que los vecinos de Belgrano temen es que con las pérdidas que sufrieron les recorten el futuro.

 

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